domingo, 4 de noviembre de 2012

Umbral, el calor de una vida


Termino de leer la biografía más completa que se ha hecho de Francisco Umbral. A lo que añado, finalizo la lectura de un juicio sumarísimo sobre Umbral. No se trata aquí de informar de una biografía, se trata de usarla, servirse de ella, hasta construirla, para condenar al biografiado.

La idea del libro le vino a la autora desde la tirria. Este tío es un hijo de p., y voy a dedicar parte de mi vida a propagar este mensaje y este odio que le tengo, meridiana animadversión. Y debía querer mucho a Umbral para trabajar años recorriéndole la biografía, y desde las alturas del amontonamiento de datos poder metrallearle sin piedad en los flancos más expuestos. Era un plan premeditado, alevoso, que necesitaba ser templado con una búsqueda biográfica, para desparramado longitudinalmente Umbral en sus años, ejecutar la venganza fría a una sustancia yaciente.

Debería guardar decoro, el juicio y fusilamiento debería ser algo elegante ¿Qué tal sentarlo en un diván, maniatado en su libro, y expuesto al público, pasearse por su tarima haciendo teoría psiconalítica de Umbral, demostrando paulatinamente según su dominio inequívoco de la psiquiatría adquirido sobre la marcha, que Umbral es un monstruo, un adefesio humano con cáncer de alma?

¿Partidista? No, el libro de Anna Caballé es ensañamiento. Las cosas claras y el chocolate espeso. Seguro que Umbral le soltó un rapapolvo humillante y cruel en uno o varios episodios. El motivo de todo este libro, de tanta investigación y después tanta teoría, la causa de tanto esfuerzo, sólo puede nacer de la pasión y la humillación, de la admiración y del posterior agravio. Es más, en cada análisis está el tesón y la mirada conspicua de un enamorado. O si no de un abanderado, alguien ajeno que se erije parte, una empresaria que ofendida funda la Alternativa moral a Umbral, criaturiza el anti-umbral, como agente que proteja a la sociedad de la vileza e influencia malévola del escritor. La superhéroe que proteje del supervillano, oh sí.

De qué ese empeño en retratar a Umbral como la peste, la purria personal, el monstruo acomplejado. Se cree alguna gente, que con querer matar a un monstruo, con irse a cargar a un genio, se le supera y se alcanza ese status. Los kamikazes historiográficos sí que son eunucos con sentimiento de inferioridad y esterilidad acuciante. Y en el fondo hacer un libro para publicar una payasada, es indigno, tanta mediatez cobarde y maquinación negra de rencor.

No digo que Umbral no fuese un gran hijo de puta para mucha gente, pero ataca al talento desde el talento y si no lo hay, no ofrezcas una teoría de la personalidad de Umbral para quedarte tranquila de lo que te hizo, o preséntate como la doña, la mujeriega, o la dolida primero. Tus testimonios directos son escasos, y pillas cualquier material indirecto al vuelo para conspirar un juicio mono-tono de denigración. Mira si Walter Isaacson no podía haber hecho saña, leña, y juicio final a la dudosa figura humana de Steve Jobs, pero el biógrafo no era un agraviado despechado que le quería joder la vida a una personalidad mil veces más relevante que él, se limitó a exponer fuentes - que ya queda la imbecibilidad suficientemente retratada así -, no a hacer la gran carta de desamor.

Leo y releo, y es cruel. Va a hacer daño. Hay malevolía. De tocador, pausada y despiadada. Como una sarcástica tanatopráctor.

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