miércoles, 20 de junio de 2012

No soy Mariano, soy Pinocho. Pinocho Rajoy

Los lemas. Ante realidades complejas, realidades desplegadas como un edredón gigantesco que cubre países, y a la vez se le adhieren miles de colgantes barrocos diferentes que tintenean y abruman... a veces una sola palabra desvanece al coloso y lo engulle en su caja en sólo un segundo.

Una sola palabra bien escogida, como una tecla secreta al pasadizo, una bala lúcida en el corazón del asunto, puede absorber un ejército y encerrarlo en su caja. Porque las ideas a veces son una epidemia, y tiñen a millones de personas con una palabra, en unos pocos días. Y esa palabra, ya soldada con la realidad, mueve los hilos del mundo como un camión más, un ave o una carretera. Y la palabra cuaja, no sólo por su significado, también por su sonoridad, su gracejo y su simpatía.

Y bien, tenemos el campamento político desplegado de la VII Legislatura, todo ese holograma retorcido, acuciado por la crisis decapante, bombardeado a cifras, explicado por teorías y modelos, excusado por culpas de los de fuera y los de antes, un serial barroco entre informes, comparecencias, nuevos datos y una inercia que huele a trágico.
Señores, no nos engañemos, todo ese berenjenal, ese despliegue escénico tan contemporizado, para lo que a nosotros nos interesa, es que tenemos a PINOCHO ahí arriba. Tenemos a nuestro máximo mandatario pillado una y otra vez por vídeos del ayer. Como una portera que roba, como un encargado que sisa, como el niño que esconde las notas, nuestro presidente del Gobierno es Pinnocchio. De los productores de "Ha sido ETA, y se llaman Mohamed Eskadikoeskerra". Se han prometido negarse no las tres veces de San Pedro, sino que aspiran llegar a las treinta. Mariano el Pinocho Rajoy, como ya lo conocen en Argentina, no tiene ese tic de írsele el ojo hacia un lado porque sí. Geppeto se lo instaló de serie, porque yo miento, y se me va el globo ocular para el lado, no es que quiera cerciorarme si había dado mi palabra antes de lo contrario.
No soy Mariano, soy Pinocho, Pinocho Rajoy.

sábado, 2 de junio de 2012

Dictamen sobre Freud 1/2

Me horroriza la sarta de grandes teorías. El psicoanálisis de Freud, el estructuralismo de Lévi-Strauss, el marxismo, cualquier sistema filosófico con firma, etc, etc. Todos aquellos señores que se subieron al estrado más alto de la humanidad con sus obras, transmitidas por miles y miles de altavoces que las difundían, y en sus extensísimos mensajes se desprendía un: la realidad es tal como yo la digo y ésta es la verdad universal de todas las cosas. Escandaliza ver que tras su mítin, que evoca a un dictador camuflado, sus grandes teorías van a parar a la colección más grande de fósiles, una montaña deshechada de teorías con altísimas pretensiones pero que sólo aportaron algún que otro concepto parcial aprovechado.

Horroriza sentir la pretenciosidad del pensador oficial de turno, su status engominado, y toda esa maraña conceptual que los envuelve, y que parece que los higieniza, esteriliza y estanca de la verdad sudada y vulgar de los mortales. Y la verdad está sudada, tiene manchas, es despeinada y no tiene voz perfecta.

En las grandes teorías de la cultura la ironía brilla por su ausencia. Se intenta cerrarlas, hacerlas compactas, simétricas y sistemáticas. Y eso ha atraído a mucho compilador, corresponsal, editor, y divulgador, que puestos a hacer un museo del pensamiento, queda mucho más taxonómico un tratado, que no una novela, poema, cuadro o biografía involuntaria (que no se firma).
La historia del pensamiento es una historia con coderas y estampado de cuadros. No aparecen ni transpiran los mocos de los niños de los autores, sus bajas pasiones ni las de nadie, ni el contraste entre sus inmaculadas vidas escritas y la torpeza de sus vidas orales. Por ello se encallan en lo sistemático, en lo analítico y en lo conceptual. El discurso se destierra de lo poético, lo cotidiano, lo pasional, y la forma de expresión sólo pulula en el género del ensayo.

Una impoluta vida racional nos ofrecen, diseñada por una razón limpia y estanca. Y encima sesgada, cada cual (llevado por su irracionalidad de serie no contemplada) azuza aspectos de su sistema de acorde a su biografia, tensando la explicación de todo según su sensibilidad. Resultado: una miríada de explicaciones totalitarias dispares. Historia del pensamiento = verdad de cincuenta colores superpuestos.

Por eso, los "grandes" intelectuales de la historia son un bluff. Por sus pretensiones. Por su presumida exención de influencias externas a su esencia, por sus laboratorios de ideas contaminados en serie, por haberse subido a "la gran montaña que divisa el mundo" sin darse cuenta que escalaban un vertedero.

La nuca de un cotilla

Vayamos a tirar del hilo de la espalda de un cotilla. Aquel narigón que postra su enorme hocico en las sábanas de los otros y las huele, para después girarse y vociferar lo visionado como un bocachancla. Aquellos vigilantes de ventanas que burbujean con vidas ajenas, los invasores de vidas privadas que se injertan a la suya, confundiéndose a vida objeto.

El cotilla, el detective de vecinos y famosos, esnifa cualquier atisbo de cambio en el día a día de los otros. Se hace su propia gaceta, es un consumidor de vidas en botella, spray, lata o conservas. Necesita ingerir y picarse en vena vida, como todos, pero al no disponer de una propia, al buscársela en el espejo y no encontrársela, le fue creciendo esa gran napia olisqueadora, las orejas parabólicas, y el tabique de platino para poder meterse la vida de los García en vena vía hocico.

Detrás del cotilla, yace el instinto desencadenado de rebañar los huesos de los otros. Olisquear los palacios y lamer los mármoles, una especie de mearse en la esquina de una revista para marcar territorio. La Sofía y La Estebán. Pasa página, Yohnatan, a comer.

Cotilla viene de cota, antiguo corsé, como una forma de eludir cualquier cota que te ponga la vida, no superándote, sino conviertiéndote en culebrillas que se cuelan por rendijas para sacar la cabeza. Existen cotillas como existen colillas.

Si se tira del hilo de Sálvame, pabellón nacional del cotilleo, fábrica incansable de noticias de ciencia, la Nature española, la mejor academia mundial de mamporreros entregados al mamporro vocacional... si se tira del hilo comunitario, sale el mojonazo de país en el que vivimos, que no pudiendo ser república bananera, ha optado por ser la meca de la pandereta, el jolgorio hecho resaca, las abdominales de Esteso.