miércoles, 31 de diciembre de 2008

Mañana de miércoles cualquiera

Es fin de año y si uno se gira ve el lomo de todo el año justo detrás. Creo que es acertado imaginarse el año pasado en estos 31 de diciembre como una pista de 400 m en lo que a mi ocupación laboral se refiere. Para las otras ocupaciones, sin esa necesaria tensión ambiental, uno puede sostenerse en diseños mentales más lineales o incluso olvidarse de ellos, aunque el circuito como ovalado es el que suele venir a la mente.

Se supone que ahora tendría que hacer un balance del año, como inducido por la fecha y lo convencional. Se da por asumido que hoy he de ir diciendo feliz año como un poseso a troche y moche, y que estas navidades me he de comprar una cafetera nespresso. ¿Es una enfermedad la convencionalidad? ¿O los enfermos somos los atípicos? ¿Es algún bálsamo el consenso público y la bajada de manos de la imaginación? ¿Es tan propio de la raza humana como los rizos en los caniches?

Sólo queda el consuelo de rebuznar, de quejarse, de sacar ironía acumulada que de esa nunca falta. Menos mal que a quien me lee también le hiere esa huelga sinvergüenza de la lucidez, y ese apoltronamiento en lo que un director de marketing les sugiere, como en una misa de tiendas.
O sea, estoy cerrando el año quejándome de la tontura del mundo. Será que hoy no tiene por qué ser 31 de diciembre del 2008, o me conviene que no lo sea.

Ayer como propuesto, no tome más pastel. Hasta saboreé un poco tener una mente pesada, con sus compartimentos estancos, como todos los días. Mi mente no volaba ni se arremolinaba iluminando secretas relaciones entre las cosas, a la vez que perdía las coordenadas habituales y necesarias del mundo. Cierto que tal experiencia es viajar, sin moverse ni tomar aviones, viajar por dentro de uno.

Y ahora sí cierro el año haciendo balance de lo que me interesa. Éste ha sido el año que más he escrito de largo, quizás acabaré diciendo a diferencia de los tenistas que afirman haber tenido su primera raqueta a los dos años, que yo tuve mi primer pseudo-libro a los 31. No sé si es un retraso emocional o una no voluntad escritora. En el fondo sabemos los que lo hacemos que es un trabajo, que uno se exprime la mollera, y se cansa e intenta dar lo mejor de sí. Pero que tal vez uno tiene más propensión a expresarse oralmente, o a laburar con otros sistemas de trabajo; yo creo que tengo más constitución de investigador que no de escritor, ahí mi sistema hacedor encaja más.

Dentro de mí corre otra vida que no fue, habiendo estudiado medicina o farmacia, y dedicándome a la investigación bioquímica en algún laboratorio. De hecho me he dedicado a ello algún año, buceando neuroquímica de los psiquedélicos, y puede ser que en un futuro se encuentren la vida vivida y la vida no escogida, de aquí unos años, y prosiga esa investigación que por cierto continua a su manera en Amsterdam.
Me he topado con un compañero de viaje, David, que le sucede como a mí bajo los efectos de los psiquedélicos, se pone a analizar estructuras cerebrales y las desconexiones e inhibiciones resultantes de la ingesta. Compañero y hermano.

Que tengan una grata tarde y noche de miércoles.

Testimonios: el space cake

Reino de Amsterdam, año 2008, aquí un héroe cotidiano tras la batalla anterior de la noche. Un druida amigo de Panoramix nos dio un trozo de bizcoché achocolotado, con Cannabis sativa salpimentonado en su interior y una raíz de hojos de huever. Como un embrujamiento o hechizo mutó nuestras cabezas y nos embarcó en un viaje interior.
Zarpamos a eso de las 8:30 pm, por la puerta de embarque de la serotonina Creo. Como dicen los buenos que la belleza está en el interior, nos fuimos corriendo hacia ella y aún tenemos chichones de las paredes que impactamos. Amarihuanarse tiene algo de travesura filosófica cometida por ese cada vez más visible en los siglos, joker cósmico. Un bromista inteligente, Hammelin metafísico, que te atrae a cada nueva esquina o gozne de todo, para desvelarte que aún hay otra nueva esquina a la que ir, esa gimkama existencial en la que estamos metidos, los que pensamos. Ayer yo quería darle un veredicto a las drogas (marihuana-psiquedélicos), la cocaína y la heroína pa los pollos. Quería juzgarlas, kantianamente, mientras pensaba por qué todavía se enseña Kant en las escuelas, mientras vivenciaba lo que era una coma en un texto, y me perdía una y otra vez en esa especie de bulto o enfermedad de cinco letras que tengo grabadas en alguna parte, entre olas de psicología y gastronomía y semiótica. O sea, así de incómodo en un jeep intelectual uno intenta cazar a la verdad, entre tanta simultaniedad profunda y mutante, mientras metaboliza el pastel de Panoramix.
En fin muchachos, que hoy no creo-que-tome. Porque también te sientes como un mendigo mental, un ser reducido mentalmente, que lucha por acordarse cómo se pide una fanta o duda de si dormirá en la calle por no tener más recursos para reencontrar a sus amigos. Es una batalla, por reconquistar ciertas facultades mentales perdidas. Una contienda en dudas de si los transeúntes captarán tu desaguisado físico-mental andante (que es que no, y ahí está un poco el cobertizo donde empieza lo bonito). Cada vez ingiero menos pastel, pero los efectos son igual de bárbaros. Ni que fuera Obelix. Estas ingestas tienen algo de heroico, antes era más eucarístico y catártico, ahora se transforman en épica. Jorditur, hijo de Efgenius, poblador de Sarumar, jeje, rollo así. Uno se las ve y se las desea para transitar y no caerse por esos páramos del alma tan abruptos, y esas ensenadas y cañones escondidos en nuestras mentes llanas de los días laborables.
Experimentas el rascacielos anchísimo, lo mastodonte detallado, el poner un pie en el centro de la tierra mientras el otro abandona la corteza, la casi simultaniedad, el surfear a la verdad-cada vez de forma intensa y última pero con una nueva ola apareciendo cada-vez, una promiscuidad con la verdad, y bueno, un caos mental y desprotección también jodiente, porque a la vez eres surfero-descubreselvas de la verdad y a la vez tu buena parte de españolito, pureta, paseaperros de domingo y un poco culé, cualidades estas supermundanas, tienes jodel. De superhéroe, de niño-coraje tenemos todos un rinconcito, y puede ser que con los años más adentro y menos afuera.
De entre los protagonistas de los viajes, siempre destacan unos por encima, otros secundarios, y hay grandes ausencias olvidadas como nuevas erupciones protagonistas. Una de las sorpresas fue la larga sombra de Umbral acechando la mente a guiños entre ola y bocanada mental. Su lucidez, sobriedad y genialidad como el que tose palabras, han calado dentro y están en las cuevas de los ejemplos.
Y este post acaba como un abrupto acantilado frente a su final

La velocidad de los estados expansivos

Charlaremos aujour d´hui de los subidones, experiencias cumbre según Maslow, estados disociados positivos según Laporte, o períodos de verdadera felicidad e inspiración máxima. Los momentos humanos más cercanos a la mística, tesoros de las entrañas de forma natural, o diana adictiva y agujero negro si se elicita artificialmente. Es curioso esta vecindad mortífera de la felicidad y el sumidero psíquico de los humanos, como que si te equivocas de casa al llegar, abre la vecina de la felicidad con una guadaña; porque sus fachadas equivocan, y uno aprende a dejarse caer mejor por la inconfundible puerta de atrás de lo feliz. A la felicidad se la reconoce mejor por el culo que no por su cara pues, y entrarle con drogas es entrarle por la jeta. El delicado y frágil lugar de la felicidad.

Por eso, esta porcelana china nunca dura más de lo deseado. Los cénits de nuestras vidas son breves, interruptus, porque por definición un cénit es eso. Consuelo-el-queda, de volver otro día gratis a ese paraíso perdido.
Pero miremos lo que sucede en el cerebro cuando encarna esos estados expansivos. Hay un aleteo cortical de mucho cuidado, un nivel de revoluciones de máximos, como si todo funcionase optimizado y las neuronas tomasen las curvas despeinándose fugaces y se tornasen todas sabias conocedoras de su vertiginoso y certero camino.
Son esos momentos en que todo tiene sentido, todo se enlaza y cuadra, como jeroglíficos resueltos en cascada. La olla tiene poco de vertedero y mucho de círculo virtuoso.
Existe el estado sólido, el líquido, el gaseoso, y éste es el estado de la lucidez. Pero una lucidez desbordada y desordenada, que es imposible pescar, ya que hay una abundancia de peces que rebosa cualquier red que los fije, sea papel o grabadora, y existe además una rebeldía de lo vívido a ser secado en palabra o recuerdo, una limitación por donde simplemente no cabe.
Son inundaciones. Momentos de precipitaciones intensas, que encharcan el pensar de bellos reflejos, con su arco iris posterior, y su paso a otra cosa. Supongo que depende de la meteorología imaginativa de cada persona, cada uno tenemos un clima mental, el mío es así de lluvias torrenciales aisladas y períodos de sequía entre descargas, mediterráneo, como si se hubiese abarcelonesado por ósmosis. Los debe haber tropicales, más continentales, monzónicos y desérticos.

Ganan un poso de irrealidad cuando tras tal aleteo cerebral en que Todo está mucho más interconectado, las carreteras de la cabeza parecen apagarse, dormirse y volver a un estado corriente en que el cerebro parece más monobloque, serio y compacto, ya no felizmente disociado. Es una cuestión de velocidad y revoluciones sí, pero de naturaleza exponencial. La potencia asociativa se empina a medida que se le echa carbón, y el pasar de un estado expansivo a un estado laborable de conciencia tiene una sensación de bajuna, como la del post-orgasmo masculino. Cuando se pasa de un estado poseído a un estado en off.
Los poseimientos de la vida y los minutos después de ellos. Cielo y tierra.

Y comento todo esto en un tren a las puertas de Amsterdam, con olor a épica venidera, y quioscos, con dulces y drogas em paquetes. Entramos en un reino expansivo. Prometo alguna crónica élfica. Con algún dragón, reyes, y...

domingo, 28 de diciembre de 2008

Soy Dublin y te digo vete

Revolvemos el viaje y le giramos su intención, estamos en Dublin marchándonos de él. Hemos venido a Dublin sin ánimo de visitarlo. Ex-cursión igual, pero de sentido virado, que no revirado, adsurdo más que absurdo, palabra más palabra menos.

Porque Dublin es melancolía espesa y total. Frío gris en muelles de cemento, azules invierno, metálicos paseos sin luz natural, vacíos urbanos sin gente que les aporte su sentido, aroma mohíno de concentrado de cerveza, y una devastadora decadencia inglesa acechando rincones célticos. Dublin sin verano invita a esquivarlo, a meterse en sus cafés o pubs, y entonces invita a irse. Acechado a su vez por esas meláncolicas y depresivas baladas del hambre y la tristeza irlandesas, cantadas por un bardo humilde y castigado. Como si en lugar de cacahueses te sirvieran un cuenco de pastillitas de prozac.

Puede ser que la capital de un país sea inversamente proporcional a su resto. Aquí hay una clara y abtrusa invitación a abandonar la urbe, un mensaje confuso o adsurdo pero franco y servicial. Los irlandeses puede que sean así, muy blowing on the wind, la respuesta está en las cosas. Y el resto del país es una reserva maravillosa de esta simplicidad y easy-going de la naturaleza y su mundo. Irlanda es una reserva natural, paisajística y humana. Un país que amo hasta en el detalle de tener una capital letrero que indica que te vayas, un país encanto, un país souvenir.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Las novelas de mis posts

Me ha llegado un email del señor Blogger pidiéndome que ponga algún ejemplo de las cosas que digo. Algo indignado, le he contestado: ¿qué quiere, que haga una novela con personajes de cada post? - Y él va y me replica: sí exacto, y un cuadro también, una imagen plástica.

Como mi jefe es el señor Blogger, no me queda otro remedio que acatar sus ideas, y muy aplicado, ya me he puesto a poner ejemplos o contraportadas de las novelas que se podían desprender de posts como Lo pájaro del hombre, La atmósfera psicológica, Funcionar, o como en el caso de hoy, El venazo misionero. Los cuadros espero que también vayan saliendo. Ahí va:

Javier, un oficinista del área de contabilidad, que trabaja sus ocho horas cada día de los años entre excels, frente a una pequeña ventana donde se le va desgranando el planeta no-vivido. Llega casi a somatizar la ventana o cualquier tipo de pequeña obertura transparente. Tiene síndrome de gruta, de madriguera occidental. Repta. Se topa con las paredes de su horario, sus mismos vecinos, la misma tele, la misma familia tipo con dos hijos que se le va formando. Se topa con su mismidad. Siente el tic tac de sus engranajes a veces en sueños. Y no se para de formar un pus de rebeldía dentro suyo.
Un día ve un boquete en la realidad y se mete, a los pocos metros va mirando para atrás, en ese contactar a un desconocido anuncio colgado en el corcho de una librería de viajes, y siente rareza, pero sigue avanzando como un niño que explora. Poco a poco ya está embarcado en otra vida, se plantea quedarse en Gabón o Guinea quizás ya para el resto de su vida. Ve una foto suya en Madrid y no se reconoce. Pero tarde o temprano tendrá que regresar al menos de visita a la madriguera que le vio crecer...

Cuadro: (al que lo pinte, je) engranajes de reloj básicos como tema, sustituyendo reloj de las manos por móvil sms. En las ruedas dentadas podría haber mensajes sms escritos en sus circunferencias, referidos a esferas de la vida de la persona. Todo interaccionando entre sí, en complejo y barroco mecanismo, a la vez invadido por musgo y enredaderas, y como basculando todo sobre una isla-edén-dependiente.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Comprehensión de venazos: el venazo misionero

Nuestras vidas son un engranaje, un mecanismo de decenas de ruedas dentadas que van moviéndose, se paran, se activan, aunque nunca las veamos. Aparte, hay muchos ruidos en nuestras vidas... la tele, el crepitar de dentro de la tele, la olla-express que suena entre el aire acondicionado, el grito del conductor del coche de la calle, el viento, el vacío del viento... Hay un tic tac perpetuo, un eco sordo de universo de fondo que no cesa, tal como si al girar nuestras vidas y escucharlas, también saliese el ruido del mar, como en una caracola. Somos engranaje, taller, ruido.

Quizás ese sentirnos mecanismo, el saberse máquina, notando en las puntas de los dedos una libertad reikiana y meliflua, provoca un sedimento de vida-de-cera que acaba haciendo razonables los venazos. Aquellos decretos ley repentinos y fugaces que hacen saltar nuestra vida como el moverse del caballo en el ajedrez, auténticos hipos de nuestra trayectoria vital. Roturas de esas ruedas dentadas que petan y se cargan todo diseño del esquema de uno. Porque algún sedimento o trompo bloqueaba una salida y acaba sucediendo la cascada, el venazo.

Uno de ellos es el venazo misionero. Aquellas personas que dejan el primer mundo como quien deja el rellano del primero, y se mudan al tercero sin más, yéndose cientos años atrás en el tiempo en cuanto a condiciones de pobreza económica se trata, arruinando su vida material, y exponiéndose a un equilibrismo funámbulo de su supervivencia. Y todos sus allegados con los ojos como estrellas.

Tampoco es tan loco no dejar de apartar la mirada a lo que realmente pasa en el mundo y en África (o no-mundo). Tú y yo sabemos que cada minuto a un niño africano le explotan las tripas hinchadas, y sale sangre, y muere; y cuando acabe el post habrán sido 30, y en el día de hoy más de mil. Todos sabemos que eso es una rueda dentada más del devenir, que hemos aceptado ese mecanismo, y que una parte de nosotros lo toma como automático, casi como algo necesario de la vida.

Mientras tanto, tú y yo, intentamos ser felices, batallamos como espadachines contra miles de detalles de nuestro primer mundo para gozar de una estabilidad y bienestar. Muchas veces no lo conseguimos, como un barça o madrid patéticos y ricos frente a la otra mitad del mundo pobre y sin presupuesto.
Que mi vida es mía está muy claro, y la tuya es tuya, y haremos lo que sea para gozar en este mundo, que no es de nadie, ni de dios- falsos creyentes de todos los siglos-. El egoísmo que siempre rereflota es la mejor prueba de la no existencia de Dios y de la sí existencia del yo.

Pero esa voluntad perpetuamente humana de felicidad, nada tiene que ver con el saber como llegar a ella. Estar en el mundo más rico, civilizado, culto, limpio y comido, parecería suficiente como al menos ganar a la felicidad por la mínima. Pero parece ser que un joker cósmico del mundo, un dios más bromista que cualquier altar, o una naturaleza más compleja que la mayoría de mentes del mundo, esconde más cartas en las mangas de lo que nos gustaría.

Simplemente si la ecuación de la felicidad tuviera como equix a la utilidad y sentirse plenamente ocupado, en África uno puede dedicarse a ser civilizador (anticolonialmente claro) y vivir varios cientos de años recorriendo un vacío secular.
Si sentirse útil y habitar una tierra sin burocracia y sí con monos y zebras, tiene algo o mucho que ver con ese sentimiento mediano y estable que es la felicidad... entendería fácilmente esa llamada de los pobres o de la selva. Ese retorno a un origen silvestre perdido, reconquista de lo salvaje y auténtico de uno, que fue sedimentado entre tanto Artificial.

Y así una visión, o un venazo, hace dejarlo todo en un decreto de segundos, hace estallar los engranajes automáticos de ruedas dentadas de nuestras vidas en ciudades del mundo occidental, y nos envía a una cabaña en medio de la jungla entre enfermedades como un equilibrista pendiendo de la cuerda de la felicidad. Pasaríamos de brokers de la felicidad a lampistas de ella. Buscarla vs. enmendarla. Alfa vs. Omega en el fondo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

La musicalidad de los lexemas

A veces parece un secreto hermético el porqué elegimos una palabra frente a otra que significa casi lo mismo al sonar mejor a los ojos, un misterio insondable por qué unos versos o frases suenan tan bien desprendiendo una musicalidad que clava con lo que expresan...

Si reflexionamos un poco podemos ver la naturaleza onomatopéyica del lenguaje. El cerebro, gran estadístico, tiene un vasto almacén con hileras y más columnas de palabras, y como un pentium de gama alta destila en décimas de segundo promedios y medias de todo ese mejunge de letras y sílabas. Cada idioma tiene una cosmovisión onomatopéyica guardada tras sus sílabas y lexemas combinados. Las pes palatales del castellano nos sugieren una contundencia, alejadas de la sutileza de las efes, o la expresividad de los seseos ibéricos.
A la hora de escoger la palabra, el cerebro bascula entre lexemas y frases sonoras que quieren decir lo mismo pero no aportan lo mismo, y a base de pequeños colores perfilados el texto acabará brillando más o menos.

Estoy hablando de la musicalidad de los lexemas. Del alcance o lo conciso de los bisílabos frente a palabras más largas, o del efecto remate de los monosílabos. Algunos escritores procesan esta síntesis musical, esta orquestación del lenguaje, con premeditación y alevosía. Este proceso, maquinado seguramente en el hemisferio derecho, para nada semántico y sí musical y semiótico, es el secreto que muchas veces da sabrosura a un texto. No es fácil bailar con estos flecos, colas y faldas del lenguaje, muchas veces hay que estar enchufado para captar esos pequeños matices, y algunas veces el cerebro está bailongo y parece un patinador de hielo deslizándose entre los guiños de las palabras.

Me parece ésta una pequeña cosa, un detalle puntillista que sí se quita origina un vacío por el cual la bañera del arte carraspea y se queda seca, entre burocrática y afásica. Y sigue siendo arte, pero menos musical y más escultórico; apolíneo, como decía aquel.
La música se fundamenta en las repeticiones, En los lugares comunes, Compás y ritmo, Memoria a corto plazo...
Y lo fácil y esquemático es agradable y agradecido.
Pero esto ya es materia de otro posst

jueves, 18 de diciembre de 2008

Continuará...

Voy conociendo en carne y hueso a los habitantes de mi blog, espacio que al tener poca densidad demográfica hace que dichas personas copen el protagonismo como compañía en este proyecto.
Con estos vecinos de escalera que nunca habían sido vistos, sólo leídos, nos unía una relación intelectual y opinadora, a través de las ondas de internet.
Pero llega el día en que una cercanía de mentes hace tener ganas de conocer a esos vecinos invisibles de las ideas de uno. Hoy fue la playa de Mataró testigo, como en su día fue la parada de Antón Martín y las callejas madrileñas, del encuentro con Siberieee y el Naufrágo Digital, respectivamente. Que dicho así, podrían sonar a luchadores de wrestling mejicano, pero no, son personas normales de este mundo de dios.
Lo que sí es que son personas con obra, más o menos larga, hasta con pseudónimo internetil, albañiles de la palabra al igual que yo, y no es como conocer a Paco o Marga de la calle. Uno ha conocido antes su maquinaria creativa y sus productos intelectuales, esa trastienda selecta situada unas cuantas calles más al este de la persona. Se acabará conociendo al tío o la tía detrás del pseudopersonaje que se nos adhiere a nuestra obra. Falta conocer todo el bastimento, la encarnación, los silencios y los zapatos. Todo el sabor común con las otras personas mezclado con ese aroma especial de los creadores.

Entonces uno experimenta la normalidad de Edu tras sabe dios lo que ha leído ese hombre en sus tardes, y lo que ese hardware transporta acá y allá por las calles y proyectos, y se nota culturalidad arrastrada en sus gestos, pero de una forma natural y de cuadrilla. Se puede hablar de Heidegger y se puede hablar de Guardiola, ergo este tío vale la pena (continuará...)

La otra pobladora de mi blog, Romina, no es tan excéntrica como amenaza en su blog, ni puede ser tan salvaje como el mundo nos limita a los silvestres, ni tan diferente a mí (también se inventa que sabe francés jee).
Hemos transitado el encuentro por una vía común, cada uno desde su sitio polar, y con nuestros ecos de guitarra eléctrica, no clásica, compartidos desde los adentros. Dos versiones de un mismo tono quizás, una permeable y la otra trenzada, pero con una plaza común en sintonía (continuará...)

sábado, 13 de diciembre de 2008

Las fases del Facebook 2/2

Intuyo que el micro pc va a hacer más a la cantidad de mi obra, que el móvil a mi comunicación. De vuelta en tranvía veintinunesco, volvemos al tema facebook.

La página sirvió para recontactar con multitud de viejos conocidos perdida su pista en la gran urbe, principalmente de la escuela, aquellos que no seleccionamos para seguir acompañándonos por la veintena o en sucesivo. U otra gente de veranos, trabajos, cursos, que tratamos de vez en cuando pero ahora están si quieren cada día más cerca. Ésa fue la fase 1 del facebook, el reencuentro. Preliminares y fórmulas sociales basadas en “el cuanto tiempo hace”.

Pero esas relaciones no eran una serie de fósiles sin forma. Por arte de web, cada una despierta de tal letargo mundano, y recobra una vida que no siempre tenía que estar sumida en el olvido. Entonces el facebook se vuelve un recuperador de pasado, un update de relaciones sociales que de otra manera quedaban destinadas al encuentro azaroso y remoto. Y en ese update, muchas versiones 13.0 que descargamos, nos llegan a alguien mutado y transfigurado. La cuesta de 13 años, o más, o menos, es suficiente para que muchos viejos conocidos, en el camino de la post-infancia a las puertas del mundo dulto (sin a), se hayan vuelto unos desconocidos a nuestra geoposición actual. En esta fase, sobrevienen las sorpresas del facebook, y la convocatoria para presentarse a asignaturas pendientes de la vida... fase 2: “el pasado siempre vuelve”.También se agregan las nuevas amistades y se ensocializa el presente, pero eso ya lo hacía el messenger y todo lo existente. 

Qué fases futuras nos deparan? Claro que tras agregar y agregar gente, ver que teníamos cerca la surreal cifra de 200 amigos (señor facebook, mejor acuñe conocidos), va a ocurrir una criba o fase cualitativa. Por otro lado, el pasado volverá, se mezclará con el presente, y ya no volveremos a ser como antes, una vez el update esté encarnado. Ese mestizaje pasado-presente es quizás lo que nos ha aportado esta herramienta en forma de web social. E irá adquiriendo dinamismo, no será tan políticamente correcto, y hastá habrán facciones y hostigamientos.

Porque, todos sabemos, lo hagamos o no, que la frecuente función estúpida que hasta ahora ha tenido, ha sido informar de las vacaciones del personal, o de los días que faltan para ellas, como si la vida de 335 días restante fuera una mierda digna de ser escondida. Qué malo soy.

Crónica de Fnac

Salgo del Fnac de Diagonal Mar y prosigo con una crónica de mi visita al Fnac (me siento vilamateño y no me gusta, cierro paréntesis:)

Me abruma, me abruma asomarme a las secciones de las novelas. Con tanto título inacabable, con tantos ejemplares, tanto cuentacuentos expuesto en mercado público, miles de libros que parecen chillar sus historias mientras paseo, y de hecho lo hacen. Me abruma imaginarme lo que supone.

Los libros de ensayo permanecen más callados y menos amenazantes en sus estantes, con un título claro y conciso, una parcela cerrada, un orden de más o menos tonos, pero ni charlatán ni dicharachero, ni tan abierto y personal de las entrañas o recovecos de un autor.

Esto me pasa desde que me tomo las novelas en serio, hasta este año la novela era para mí como el tomate crudo, algo que no me gustaba ni probaba. Pero hoy salgo con otro ejemplar de Saber Perder en el ticket pagado, que será regalo de navidad para alguien. Y ese vino paginado será ofrecido más veces. Le acompaña en el ticket un dvd de Muchachada Nui, algo que como casi a diario tras encontrarlo hace poco, y debía tenerlo en más recetas y formatos.

En ese aturullo en la sección de novelas, me fui a refugiar en Umbral, aquel gimnasta que sé que no me va a defraudar, y entre tanta nebulosa de ficción y cuentos y chicle que me rodeaba, me iba a dar turrón, duro turróndelbueno. Su última obra carta a su mujer huele a mortal y rosa, a confesión con tiro en la nuca a la vida, pero al lado estaba un libro obeso Hojas de Madrid, de unas 800 páginas, con varias obras, y artículos y demás. Como Umbral ya pasó mi test de tolerancia más que ampliamente, es hora de seguir hincando el diente a su obra, y una coincidente La noche que llegué al café Gijón, en estos tiempos vitales de tertulias blogueras y jogging creativo en compañía, será la primera en ser asaltada.

Y sigo sin saber si elijo un nano, un shuffle, un touch o un classic, en estas cavilaciones prenavideñas, para aportar esa música necesaria que lubrique la imaginación de los días cotidianos. Me vuelvo para casa, Umbral, Trueba y Muchachada en mano, bien servido mi estómago del alma.

Las fases del Facebook 1/2

Los micro pc.s permiten escribir en esos ratos muertos tan vacíos a inundarse por la escritura como son los trayectos en bus de punta a punta de la ciudad, y si algunos fans del móvil a todo trapo sin auriculares se exhiben, yo también puedo quedar notas cual Jessica Fletcher urbana en una mañana soleada de sábado. Pero calladito, rarito y... q se jod.

El facebook ha pasado de un embrión cibernauta más, no aceptado en las primeras intentonas de los pioneros de lo social en la red, los amigos extrovernautas que nos invitaban a probarlo sin éxito, hasta convertirse en un pulmón de ocio y escaqueo laboral por donde respiramos la mayoría cotidianamente. De una promesa más ha pasado ya a epifenómeno social por su implementación. Y como herramienta sociológica, estudiosos y empresas deben pasar por él porque también es un medio para muchas campañas, targets, inducciones y apoyo investigador. La encuesta automática. La fiabilidad buscada dado el tamaño de la muestra.

Este mini-mundo, esquemático, multirelacionado, pero poco complejo pese a que quiera cubrir rincones a los que nunca llegará, aparte de informarnos de qué figura es más admirada, o qué tendencias calan más entre los grupos, atañe sobretodo al micromundo de las personas y sus relaciones sociales. (qué técnico y poco literario me está saliendo el post autobús!).

jueves, 11 de diciembre de 2008

La vía legal (edicto del PPC, área justicia)

Observo que la tele, como mundo de fondo mientras escribo, sigue rodando y en este caso, escupe un programa de telellamadas con premio a altas horas. La inspiración no se resiente, feliz de comprobarse inexpugnable a la desinspiración que ataca de fondo.
Prosigamos.

En la vida acumulamos con el pasar de los años multitud de asperezas y rozaduras con empresas de servicios, empleadores, desilusiones políticas, etc, que crean un poso imperceptible como el desgastarse de la piedra de la virgen del Pilar... mas nunca solemos recurrir a, la vía legal.

No es este un país en el que se recurra al abogado a picar pleitos por cosas del día a día. Como si estuvieran sólo esperando a que les llamáramos para la ocasión del divorcio, el testamento, y poco más. Amor y muerte, no metemos al abogado más allá. La secta de los vendedores de su dignidad, sí que se dedican en cuerpo y alma al picapleito con paparazzis y revistas rosa.
El otro día, el "constitucionalizador" de Miñón, histórico hombre y discurso, recordaba la frase de un amigo sobre nuestro Estado "España es como el musgo, nunca va a dar flores pero lo aguanta todo".

Y bien, parece que siempre nos queda y nos guardamos, quizás ignorándolo, la vía legal. Hablo de vía, y no de recurso, porque en muchos casos no está inagurada. Como una calle de la vida a la cual no le hemos puesto adoquines. En un conformismo que duele, nos hemos resignado decenas de veces a ser humillados por un servicio y atención al cliente delictivos. Los ricos y consejeros delegados de este país, saben que el españolito no pierde el tiempo y las ganas en picapleitar, que tanto da darle por culo, porque encaja los golpes como nadie. También sabe que es un Estado laxo en reglamentaciones, lento en justicia, y desamparado en rigor comercial. El servicio es lo de menos, si mi bonus crece más. La ética para los pobres.

Cuando uno emprende la vía legal, debería hacerlo en tarifa plana leída la letra pequeña, y montarse a la cruzada moderna katana en mano para derrocar a esos gigantes llamados Jazzteles, Telefónicas, Santanderes y tomapelos de gran escala planetaria. Tendría que empezar la era del picapleito, aquel abogado de oficio que hizo cola en la facultad de derecho para encontrar sitio en el saturado bar, y que tiene ganas de una revancha corporativa más allá del mileurismo licenciado. Usemos a las hordas que amedrentan en Derecho, cual cuco ejército de orcos justicieros, para lanzarlos contra los skyscrapers de la Castellana y la Diagonal. Que muerdan poco a poco esos despachos, que asusten a esos teleoperadores esclavos del timo que nos joden la vida y ya nos producen miedo a llamar a esos sitios. Que sacrifiquen sus vacaciones por salvar esta angustia azarosa y pluripresente que amenaza un bienestar razonable. Queremos un estado del bienestar sin crisis subprime chafaburbujas. Queremos borrar cualquier plafón que lea "Atención al cliente", quiero sinceridad, quiero que ponga "Te voy a joder la vida, y te voy a cobrar lo mismo". Eso es un buen comienzo de las cosas, sentémonos y hablemos.
Y ya.
Siento el tono y las formas, la medicación me mata : D

Los posts de los posts

Los cuarenta mil lectores que no tengo, se preguntarán tal vez como se gestan los posts. A mí me gusta crearlos a partir de una idea que me fascine y de allí desarrollarlos en otro momento blogspot en mano. Esas ocurrencias son peces resbaladizos que muchas veces se escapan a un ciberespacio del olvido sin ser anotadas. Otras veces son apuntadas en un papelajo o en un sms guardado del móvil.

Aún así, todavía son salmones con mucha contracorriente que salvar. Si el autor, un servidor, sólo ha apuntado un escueto título o sugerencia, no sirve, el salmón puede perecer.
¿Cómo condensas en una breve anotación posts como La ciencia familiar, o El movimiento heredado? Qué pones en la nota pre-post para que prepare la entrada a venir... psicología intrafamiliar dinámica? Inercia post-infantil adquirida?
El blogger a veces se topa de repente con que fijar una idea requiere ya parir una gran etiqueta para sí mismo, porque, confieso, alguna vez releo una de esas etiquetas y la idea profunda a la que se refería en aquel momento álgido de lucidez meridiana, no viene al frotar mis ojos con tal breviario de aquel ayer mágico.

Tengo esas ideas anotadas aquí y allá en papelajos, lomos de libros y hasta billetes del metro. Algunas ya han salido, otras hacen cola, y las demás están por descifrar. Ni mucho menos voy apuntando cada día ni cada cinco las ideas, aunque a más frecuencia escritora más pesca de ellas.
Quizás un grabador de voz contenido en el móvil o mp3 ayudaría en el caso que nos ocupa. ¿Tú Náufrago, honoroso único comentador constante de esta blogopea, cómo lo haces? ¿Estás de acuerdo que el post tuyo Asociar-Disociar, no hay humano que lo fije en papelajo previo sin escocerse la cabeza? Cá!

Por fortuna hay una repesca existencial de esas ideas perdidas en el ciberespacio. Ya pasaron por la mollera, y los caminos tortuosos e intercomunicados de la vida hacen volver a enfocar hacia el lugar donde ellas nacieron, y se pueden volver a evocar. Son tesoros que no dejaron un mapa para ser encontrados siguiendo un recto camino. Reaparecen al torcer una esquina del pensar y del vivir sin que uno los busque. Y uno tiene esa felicidad de quien se reencuentra con alguien querido. Ah idea mía, estabas aquí.
Jeje

Los del hockey y los del basket

Bienn, ya me dediqué a vivir un rato, y cuando le vive a uno la vida mucho, se producen posts como esporas; tengo diez en el horno, así que los iré sacando poco a poco.

Empecemos por los menos transidos por lo trascendente, arranquemos livianos.
Todos hemos tenido grupetes. Los grupetes del cole, o del insti, para los niños de colegio de no pago y sí apertura. En el mío, existía un factor cohesionante un poco bizarro: el deporte que practicabas. Desconozco si las líneas del campo de basket contenían algún germen de la amistad, pero los grupetes unían a la gente por los del fútbol, los del basket, los del hockey, etc.

Una amistad y cercanía cimentada alrededor de los entrenos y los partidos. Hoy en día seguimos quedando de sandías a uvas los amigos de Maristas para cenar, y todos los sentados en la mesa emulábamos a Epi y Solozábal, no hay ningún elemento extraño que llevara stick de pequeño o espinilleras.

Y es que las reuniones humanas muchas veces son agolpadas, desordenadas y descuidadas. Nuestras generaciones se han esmerado mucho en elegir a la pareja del otro sexo, pero han dejado el grupo de amigos como algo secundario en cuanto elección y criba. El amor ha sido medio sagrado, pero los colegas simplemente bienvenidos a la próxima a montar, sin nada de coladores, ni posteriores evocaciones. También habla un romántico converso, jeje.

Al final, las parejas crecen, se reproducen y perecen. Es algo que por fin la gente empieza a creer. Los colegas siguen ahí esperando en un número de móvil o un casillero del facebook. Relegados, postergados, por la XX de turno, ya que somos XY y poco más podemos hacer. Pero si sumamos, quizás hemos pasado más tiempo con ellos, que nunca se han ido ni han explotado como aquellas desconocidas, quizás estamos más destinados hoy en día a re-cabalgar con ellos para siempre, tras la enésima prueba de cuadrar el amor o la estupidez, elijan el nombre. En la estepa a partir de los 30, por allí campan unos y otros, donde ya no hay camisetas para casarse ingenuamente, y sí tribus y caballeros haciendo pelotón hacia algún sitio, en medio de la desorientación. ¿Cuando perdimos un ojo? ¿O es que simplemente llevábamos gafas?

Y aquellos grupos del basket tan felices y de caña de crema tras la ducha de un entreno...
jaja, no volverán nunca (con voz de malo maligno : )

domingo, 7 de diciembre de 2008

Brevería

Tendría que escribir hoy.
Ya escribiré mañana.
Hoy voy a vivir.

P.D: Ayer ya pensé.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Desde los estados disociados

La poesía tendría
que ser autómatica
Un volcado
("nada de búsqueda")
Dejarse velar como papel fotográfico

y transcribir ese dictado de fuera de uno. Y si se ve que no va a deslizarse esa lámina entera, si no pedazos, es mejor pasar a la prosa. La poesía debe ser redonda, esférica al oído.
Intentar parirla bien es una lucha, un continuo rechinar gimnástico que le cuesta clavar las piruetas mentales. Y si alcoholismo y prosa a veces van ligados, ser mártir y poeta van de la mano también. Gimnastas-de-trapecios-sin-red.
Y si no son mierdas de poetas claro, de bucolismo ñoño y costumbrista, cá*

Y las poesías esféricas son como una escultura pequeña, un objeto en el umbral de lo físico ya tallado. Y se pueden llevar.
Son compactas, como diamante.

La prosa ya es otra substancia física. Como papel de periódico. Un despliegue. Sin palabras de menos. O un trotar la palabra.
Escribir es trabajar. Intentar escribir bien es gastar la inspiración, consumirla, y ponerse a forjar el lenguaje en formas propias de uno, con ambición estética,

Y qué poco plástico es el lenguaje escrito cuando llega al final de las frases.
Qué pocos signos de puntuación hay más allá de las letras. Qué poco dibujado es el abecedario occidental.
Qué lejos queda ya el inicio poético del post, qué prosado quedó todo.

Uno al menos debería escribir una poesía esférica en su vida. Junto al árbol, el hijo y el libro. Poner ese huevo cuando se haya incubado por los vapores de las inspiraciones y los días, y ya.
Qué stupidez es a veces sorberse la inspiración de uno y no clavar mejor estas piruetas.
Y al fin, queda la opción de dejar un poco de ese magma sin gastar, irse del papel, y dejar que vaya subiendo como levadura otra vez. Para inundar el día no-escrito

jueves, 4 de diciembre de 2008

A propósito de "La insondable edad adulta" de E. Laporte

http://elnaufragodigital.wordpress.com/2008/12/04/la-insondable-edad-adulta/

Excelente post. Con chicha de la buena, sugerente y seductor.Hablar de crisis de los 30 lleva a topicazos, que para nada expresas en tu post. Hablas de una crisis diferente, y más especificada, no de la tontera conversacional que se puede derivar con ese letrero.
El adjetivo insondable le viene al pelo a todo lo que acontece en la alta mar de los 30. Territorio por cierto, más náufrago que los 20.
Y timing vital otro gran hallazgo creativo.

Pero creo que la historia hasta los 30 no es que sea ordenada, lógica o predecible, sino que tiene un movimiento más necesario (en el sentido físico del término), una inercia, un movimiento mucho más heredado, del cual nosotros somos continuadores.
No es el tiempo pionero de los 30, en que esa inercia ya se pudo calar, y tenemos la sensación de alta mar de la que hablas.
Somos animales continuadores del tiempo, e iniciarlo precisa de unas energías muy elevadas.
Bendito aquel al que nunca paró esa inercia, y encadenó proyectos aunque fortuitos, y nunca tuvo que volver a arrancar el motor de la vida, fueran vodeviles o historias con sentido.

Toda adolescencia tiene algo o mucho de ensayo sí, y en esa realidad todavía no madura nos sentimos cómodos, como llevando un estandarte hacia algún sitio.
Pero que a los 30 comienza la vida de verdad… es algo que me gustaría creer, pero no me sale. Uno siente a veces a los 30 la invasión de toda la vida de mentira, esa vida de afuera tan funcional que tan poco tiene qué ver con lo auténtico. Uno siente a veces que a los 30 empieza la vida de mentira, (quizás la verdadera crisis), y se propone sacudírsela y regatearla con pericia. Y siente más verdadera esa vida de los 20 en que la mayoría de horizontes personales y colectivos aún estaban tapados por la manta del futuro.

LA RIBERA de este diciembre

Caen las horas desde la vuelta del viaje, y uno intenta que la savia de ese periodo no se vaya secando, que esa especie de transplante de sangre que uno lleva, se prolongue lo más posible en los meandros del reino cotidiano varado de rutinas. Se aspira a que la magia continue y se esparza en las semanas en puerto burocrático.
En el fondo es como aguantar enhiesto e inspirado el mastil de una embarcación de vela, en medio del viento confuso y los obstáculos de la desinspiración, aprovechando el impulso y las ráfagas traidas en la maleta.

Uno juega impulsado a encajar esa energía en las cosas. A mantener el tono de aventura, de intrépido, que se pierde cada lunes caminando por las calles hacia el trabajo. Esperemos que este blog sea una ribera también. Icono idílico y buen título para un blog o lugar de escritura, la ribera. Que también permanezca en este nuevo blog el nuevo peinado que da cada nuevo viaje, un peinado del alma que uno siente, y teme perderlo rozándose con tantas cosas ya aprendidas. Y no hay joyero ni lugar físico para depositar y guardar este recuerdo, este magma energético y psíquico que no quiero que se corrompa existencialmente. Así que tendré que volver a esta expresión hachetemelizada, para poder sorberla de nuevo, como una especie de liturgia literaria re-ligacional.
Uno intuye en el fondo que hay mucha felicidad en la maleta eterna. En el peregrinaje por el mundo como forma de vida. Pero al igual que una gran ola de surf nadie la acomete a la primera ni a la tercera con éxito, solo oye el olor feliz, de forma incierta, de saberse domador de tal aventura un día futuro.

Europa se me presenta en forma de agenda, aparece como un contenedor vasto de horas a llenar. Un mundo firmado aquí y allá por la misma persona, yo mismo, sin ningunos compañeros de viaje íntimos. Tengo esa angustia ya aprendida de quien tiene huecos de tiempo. Agujeros profundos de horas que no se enganchan con nada, y permanecen solas estiradas en un sofá.
Allí al otro lado está América. Una versión rupestre de la Europa de diseño, subdesarrollada, y a la vez virgen. Intrépida e insegura como la selva. Pero con compañeros de viaje y de la vida, horas enganchadas a cualquier saliente familiar, horas implicadas, horas mías sin ser mías, horas de otros en mí.
Y en el fondo hay un pulso entre dos fuerzas. La europa garante y desesperante, desarrollada, exquisita, individualista, afamiliar, y sin ya casi inocencia. La Europa bonita y segura, frente a la América incierta, central, explosiva, virgen y culpable, incómoda, familiar, ecológica, nueva.
Un pulso entre el 4 y el 3.
Vuelo 6313 Madrid - San José de Costa Rica. Vuelo 6314 San José de Costa Rica - Madrid.



Post bañado con música americana. Arjona tiñe muchas vivencias y recuerdos en ese continente.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El intestino de la creatividad

La inspiración de uno es como un pequeño órgano, una vesícula de nuestras visceras mentales, que siempre está ahí. Dormida muchas veces, espectadora sin actividad, mera estructura.
Pero como una glándula salivea en otras ocasiones, late como un corazón, se agranda transida en el néctar de la lucidez. Y vuelve a reposar.

Una especie de órgano genital de la belleza, que se excita o está en letargo según los ires y venires del mundo y nuestra posición.
Esta naturaleza voluble y azarosa vuelve silvestre e indomesticable el proceso creativo, que cae como la lluvia cae una tarde sí otra no.

Y la inspiración va por barrios. Hay quienes tienen órganos vestigiales, secados, estériles, decorativos y postizos. Que no se activan ni para escribir la línea en una postal de Navidad.

En el otro polo están los profesionales de la inspiración. Con órganos bien carnosos, capilarizados y bien lábiles. De esos que cada sms que escriben debe estar sellado por ella.
Los que la buscan debajo de la huella de las piedras. Los que la notan dormida, sus crecientes, enchufada o en menguante.

Soltando anclas

Por la tele el bichejo ese basurero, Wally, desangelado y lejano. Como la sensación de ataúd de todo avión prolongado en horas, un interior relleno pero embalsamado en sueño y letargo. Una nave nodriza, que transporta individuos en estado de hibernación.

En la nave nodriza la única inspiración que se halla es acordarse de la serie V, del capitán Spock, de como suenan el interior de las neveras. Hasta uno enfría y mitiga su odio a Iberia, que lo dejó en tierra 19 horas sin haber hecho maldad o delito alguno, sólo el detalle de haberles contratado a ellos.

Pero es la última oportunidad en este entorno nodrizo para mirar atrás aún en los lindes del viaje. Acaecerá ya en sucesión: Europa, Barcelona, la nueva casa y el diciembre por el Eixample, más navidades y turrón.
Por el arte de magia de los aviones, me esfumo de Centroamérica y aparezco en unas horitas en Europa. Se corta la visión, de la vegetación verde de Costa Rica, se para la sensación del ver lo húmedo en todo; remite el hablar un dialecto que empiezo a dominar agarrando carros y tomando frescos; disminuye el sentimiento de provisionalidad y de aventura diluido que hay en esta civilización, y me dirijo a la eficiente, previsible, lenta y especuladora Europa.

Se para también mi relación con Orlendy, Oriana y Bernal, mis tres ticos, y lo más cercano que tengo a una familia propia. Seguramente ellos y yo estaríamos de acuerdo en seguir siendo una familia si no hubiera 8000 mil kilómetros de por medio. Y no es poco. Ambas partes nos hemos dado las gracias por el tiempo compartido estos días.
Y en el futuro habrá más.

Me quedo con todo lo visto y requetefotografiado, con el equilibrio de ocio, trabajo y amistades en que ha transcurrido el tiempo. Un viaje como debe ser, siguiendo la vida en tierras exóticas, enriqueciéndose, sin soledad, y con escasos malos momentos, que esos ya los monopoliza Iberia por acto natural. Un buen viaje del viajero empedernido, que amenaza con hacerlo mes sí mes no, trillando la soledad y extendiendo una escritura mimada de viajero.

A venir, el archiviaje pendiente a Cuba, reporteril y único, que está en la recámara. El viaje a Brasil a visitar a un amigo que allí trabaja, también le quedan dos telediarios. Un road trip de Florida a New Orleans con Corle también medio preparado. Y seguir la brecha abierta en Centroamérica acabando el puzzle vivencial en los países del istmo. Así que el 2009 quizás nos trae estos 4 viajes transoceánicos, con un ánimo bastante claro de seguir vivenciando en América.

En mi cabeza vivenciar América tiene como escudo un pedazo de ruina colonial húmedo, con su color marmóreo y negro característico, erosionado por el batir de las olas del Mar Caribe, y con el olor a coco, salitre y palmera de la playa donde yace.
Ese es mi escudo mental que me anima a seguir viajando a América. Al corazón de una tierra más virgen y espectacular, edificada de 1500 a 1800 por la españa colonial. Seguir sumergiéndome en esta naturaleza y en esa historia, reciente y definitiva, que marca las paredes de todo lo iberoamericano. La España colonial, la olvidada y sumida españa colonial.

Lo pájaro del hombre

Este vuelo sólo me dará para 2 posts por falta de baterías.
Los humanos no somos sospechosos de parecer muy avinos. Mamíferos, terrestres, primatoides, solemos compartir con los pájaros sólo el hecho de saber esfumarnos rápido de los sitios.

Pero quizás nos parecemos más de lo pensado a ellos, en el acto de hacer nido. Es un fenómeno de la voluntad que aparece en la vida de uno, no muy marcado, más bien sutil, en el que se prefiere ir haciendo nido.
Tras la larga etapa adolescente, y los flirteos con el mundo adulto, uno se cansa de cabalgar la vida, de ir de aquí para allá, de fomentar su personalidad e independencia, de hacer currículums de cursos y vivencias. Uno se gasta en la convivencia hercúlea con el protagonista de su vida, uno mismo; y pese a poder seguir yendo a muchos sitios y seguir haciendo muchas cosas, parece que ese motor de la individualidad rechina y se gripa.

A uno le sale entonces una ligera y quasi involuntaria apetencia (por biológica), de hacer nido. De cambiar de canal casi radicalmente al otro polo. Formar una estructura, con hebras, ramas, en su día a día, que le den estabilidad y morada vital.
Se acabó el dar vueltas, el explorar, el transitar. Ahora se trata de un movimiento mucho más diferente, en el mismo sitio y circularmente.
Hacerse con una casa, sofisticar ese nido para hacerlo lo más hogar posible y apropiarlo. Tener criaturas a semejanza y amparo de uno, eliminando esa independencia hercúlea y viviendo en la otredad, algo nuevo hasta la fecha como proyecto principal y cotidiano.
Y encontrar a una partenaire de nido que no se coma a sus crías ni a uno mismo sobre todo, y que ya puestos a formar todo el pitote del nido, la cosa no explote en poco-medio tiempo y la convivencia sea llevadera, sin estrellitas de comedias de Hollywood, con los te quieros por encima del 60 % de verdad, y con ganas de que en ese nido la gente viva bien con sus pesares y sus alegrías.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Fotografías quinto viaje de Colón

Espacio ahora para actualizar tema fotos de este viaje. Aquí abajo están los links de los cuatro álbumes hasta la fecha en formato slideshow, que cada cual los pase más o menos rápido y dosifique las más de 200 fotografías seleccionadas. Recomiendo activar show info y en options variar el slideshow al gusto...

- Excursión a Parque Nacional Cahuita en la costa del Caribe:

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157609509596934/show/

- Fotografías de San José ciudad:

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157609338218488/show/

- Excursión a Reserva Natural del bosque nuboso de Monteverde:

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157609639168282/show/

- Fotografías de la estancia en Panamá. Casco viejo, Downtown y excursión al valle de Antón (*añadido Panamá vieja y Canal):

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157609906011163/show/

- *Viaje posterior que hice a Guanacaste:

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157611254480577/show/

domingo, 23 de noviembre de 2008

La brecha heptagenaria


Escribí ya sobre los mayores y sobre la idoneidad que era acumular años de vida frente a la juventud en términos de satisfacción existencial (http://jordiny.blogspot.com/2008/09/mis-viejos.html).
Quiero añadir alguna que otra excepción.

Tal como sucede a Leandro, personaje anciano de la novela de David Trueba Saber Perder, el grupo de personas de la generación austera, las de guerra, post-guerra y dictadura media, las de la laboriosidad y el ahorro, las beatas comparadas con lo de después... son susceptibles de sufrir la brecha heptagenaria.
Una invasión y desbordamiento de la modernidad en ellos, aturullante y desintegradora, que zozobra la estabilidad decente y encorsetada que les ha sustentado. Su psiquismo se ha sustentado como un istmo entre las aldeas y los aviones con wifi, en un pasadizo vertiginoso de la historia, donde todo lo de siempre parece haber mutado. Ellos resistieron como lapa agarrada a unas ideas conservadoras, teístas, corteses y ejemplificantes, basadas en la idea de lo correcto.

Toda esa estructura de carne se ha deshilachado y les resulta incómoda para posarse en la mayoría de interacciones del mundo de las nuevas generaciones, a cual más liberada. Una incomodidad consciente que les hace sentir dignos pero extraños en su mundo de siempre, su todo. O una incomodidad inconsciente que avanza como un virus y causa una ansiedad filosófica con lo contemporáneo.

Y es que el virus de la post-modernidad es muy potente, y ellos aprendieron a vacunarse sólo contra la creciente, ingenua y transitoria modernidad. La post-modernidad trajo un ablandamiento de todos los fundamentos, un ablandamiento desigual y particular, individual, que mejora el arte e hipertrofia la libertad a la vez, un baile con el relativismo que no todo el mundo sabe no llenarlo de pasos nihilistas.
Esa invasión del "todo vale", de lo irreverente, del descuartizamiento de ideales pasados... indigna o seduce, a los desencorsetados, entre la vergüenza y la tentación.
Leandro se ve invadido hasta ser poseído, por una libido mundana que en medio de su tiralineada y tradicional familia con nietos, le hace ir de burdel en burdel comprando sexo y buscando cariño.
No toda la generación se ve desprotegida, huera frente al virus postmoderno de inicio del siglo XXI. Los hay más vacunados, preparados por méritos vitales de flexibilidad mental adquirida, forzada o no. Alejados de un conservadurismo algo casposo, que parece correlacionar con la desintegración senil postmoderna.

Hematología austral

Ayer fui al laboratorio de análisis de patrias en sangre a un chequeo rutinario. Esperadamente, los niveles ticos ya alcanzan el 1% sanguíneo ajustándose a su cronología en mi vida. Igualan ese 1 % anglosajón de veranos de estudio y trabajo en Inglaterra. Mis niveles de catalanidad van subiendo mestizados con los españoles, a medida que me alejo de mi educación pasada más españolizada, y prosigo mi devenir en el seno de la sociedad catalana de generaciones post-franquistas como la mía. Soy donante AB de ambas.

El etnógrafo doctor me recomendó subir mi nivel de leucocitos irlandeses, y evité la receta de baileys y guiness en vena comunicándole mi pronta visita en navidades, así como una transfusión ocasional en Amsterdam este fin de año. Y van nueve transfusiones.

Me felicitó por la líquida tropicalidad, lo multicolor de mi sangre, pese a seguir sufriendo cosmopolitismo, y para ello me asesoré sobre unas vacaciones de verano por las Castillas Mancha y León, amén de Andalucías y Extremaduras, para subir colesteroles manchegos y darle terruzno a la sangre.

Vio tonos castizos madrileños nunca vistos, y hasta lugar para peces o pirañas cubanas en la sangre. También alguna toxicidad yankee en el suero, pero ya sabe doctor, es deformación profesional.
- Modere los atracones eslavos, ya sabe que usted no es muy compatible.
- Sí doctor.
Y África o Asia le han hecho algo? - No doctor, pero es que no hay muchas calles o comen muy raro con salsas. Asia no me llama, son mu chinos, pero Japón parece un viaje interesante. Australia para cuando esté muy aburrido.
- Ayyy, señor Santamaría, no tiene usted solución, con lo bien que se está en Torrepacheco.
- Ya.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Sociología austral


Filosofaba al amanecer mientras esperaba unos huevos revueltos en el comedor del hotel, que América pájaros no ha pasao por el feudalimo, ya sabéih, la zapatienta aquella de lo señore y los isclavo a media! Hoy no tengo ganas de escribir normal, so sorry.

Pues eso chátiros, que una de la cosa que má me sobreviene en los viajejicos a las Américas es la delgada línea que ostenta la clase media en la sociedá. Que vas por el metro oye y too son pobres, y vas por el eskailain ese y too son tíos de perrah gordas, naa que ver con el bar del pueblo, que hasta el Marcial se compró un tovolumen desos!
Y barruntaba yo, ej que lo sistema sociale se materializan en escenarios ma o meno esculpido... y en Lamérica como que no deben haber esa zanjah y relieve de lah cosah y el pasao... como nus pasa en Europa pájaros, que el trigo etá ya muy molio.

Y de ahí he saltao, porque loh huevo no vea tús como tardaban, a pensá no sé muy bien cómo, sobre q lo hombre nu hemo basao toda la vida en una divinidá! El espejo que todos los días y siglos mirábamos, una divinidad a semejanza, ingenuamente humana, con los mismos anhelos e inestabilidades de los hombres. Y la muerte de Dios quizás es una mutación de la especie afuera del ansia de perfección, y adentro de la ociosidad y lo pagano. Como cuando a un pobre le llega dinero en el siglo XX y mata su naciente ociosidad, quitando del altar de la estoica austeridad ese espejo de perfección y no limitación que en su día sustituyó a los mitos de la aldea.
En los estantes, hoy se amontonan multitud de periódicos deportivos y copiosos botes de cremas estéticas, donde antes sólo había frío y objetos no manufacturados de la casa.

Y ese q habla quién ehh, q ma quitao el micrófonos. Pué nada pájaros, q ha llegao el desayuno y q he seguio comiendo la pitanza, mu rica etaba con su huevitos, su cebolleta.., y q me voy descursión a ver pajarracos desos del pico como una zapatienta, lo tucanes, y lo monos, y jaguarses. Q pensá no hace ná, solo q decí coño-mira lo q he pensao, y hay que sembrá los bancales!
Un abrazoo



viernes, 21 de noviembre de 2008

New blog (novela)

Breve post para anunciar que ya he abierto un espacio para el experimento novelístico. Aún falta adecentarlo pero la dirección es: http://eltallerdeunanovela.blogspot.com/
La intención es ir escribiendo las partes de esa historia, a la vez que se comenta su proceso creativo y se reflexiona sobre el novelar en sí. Un taller, con el producto acabado y su proceso de elaboración. A ver como sale el melón

Furthur ibérico


En Centroamérica se ven a menudo autobuses escolares amarillos de USA readaptados. Yo, os voy a relatar una de mis fantasías emprendedoras ocultas.


Nació tras la lectura de la novela basada en hechos reales “Ponche de ácido lisérgico” de Tom Wolfe. Allí, en pleno bloom (no boom) psiquedélico, Ken Kesey, autor del exitoso “Alguien voló sobre el nido del cuco”, emplea parte de su fortuna por las ventas del libro para promover un anhelo surgido en ese momento histórico. Restaurar un autobús escolar amarillo, adornarlo con tintes psiquedélicos, convocar a sus compañeros más liberados e intrépidamente humanos, y salir a patearse Estados Unidos sin empujar con pan.


Los conocidos Merry Pranksters. Una aventura del siglo XX sí, en plena civilización y urbanismo, una originalidad mítica de verdaderos argonautas. Una rotura ejemplar con todo, un sabatismo sobresaliente. Un poder decir que se ha vivido. El autobús rotulado Furthur (de further), el imposible Neil Cassidy (protagonista de En el camino) al volante, un conductor suicida pero nacido para la fórmula uno; el novelista Ken Kesey al timón, un joven Tom Wolfe de grumete, y una serie de criaturas surreales e inolvidables en la tripulación... sorteando América con la energía de una batería que no para de empezar su compás una y otra vez.


La vida se iba creando tarde tras tarde en esa singladura, abriéndose camino entre la utopía y el futuro ilusionante, y se parían mil aventuras que nunca más se volverían a contener en tan poco tiempo, entre una sociedad conmocionada y alborozada por la psiquedelia aparecían ellos, el no va más, conteniendo una incidentalidad y vivencia implícita brutal.


Esa fantasía, ese rompimiento de todo y de todos, en inocente viaje multicolor, cruzando España un verano como una bandera psiquedélica en el 2009, que sucede y se extingue... no me digáis que no es sueño.
Algo que jamás pasa por nuestras cabezas ni que nuestros ojos esperan ver para nada. Los hippies no hacen esta parafernalia, es algo más serio. Sin ningún objetivo ni meta concreta, simplemente la aventura. Abanderarse en colores y poco más, sin siglas ni programas. Lo más parecido a un happening de 3 meses huyendo de vanguardismos y colectivismos, nuestro happening.


El de los que ya tienen las plazas ganadas: David, que podría ser conductor cuando no corteja- Corle, lector de mapas físicos y mentales, bálsamo de asperezas en la convivencia... invitaría a monsieur Náufrago Digital, formal pero eminente mente no prescindible, et Sardina rara avis y su juventud... Romina y su gaseosa forma de estar, más fresca y espontánea que nosotros...
y nuevas criaturas maravillantes que brillen por su unicidad y aceptasen tamaña aventura, visitándolas en los puntos de España donde fuera la caravana, uniéndose y desuniéndose a lo formado, sin rumbo fijo, en símil 4amiguil truebiano extendido a más de la decena, una tribu veintiunesca transgresora y comprometida.


Un verano -de los de escuela, de casi 3 meses-, con autobús escolar amarillo diseñado según nuestros pareceres estéticos, inspirados en Furthur, personalizados. Sin preocuparnos de los gastos tal como hizo Jordi Kesey, psiquedelizando España y Ejpaña (psiqué + delos, no tiene por qué ser con drogas, tampoco se excluye), arribando a ciudades y pueblos de Andalucía siguiendo nuestras inquietudes, atravesando la Mancha, uniendo criaturas en Madrid, peinando el levante de colores, haciendo presencia en el País Vasco como extraterrestres, sintiéndonos cercanos a fantasías astures, cántabras, meigas... sonrojando la seriedad catalana... y no sé yo si apareciendo al final en prensa (algo entre inevitable y destinado), para apagarse al final de ese verano como se diluyó Furthur en la década de los sesenta


Y bien... voy mirando de contratar un embarque de bus amarillo escolar a restaurar en Calafell?...

jueves, 20 de noviembre de 2008

Desandador de caminos

Mi teclado tiene vida brincando en el autobús con los disciplinados baches que no cesan de sucederse en horas de carretera, asfalto tico de la casa.
Aparte, gozo de la valiosa fortuna de tener a una cantante espontánea en la treintena, sentada unas filas adelante, con el superpoder de irritar deeply con su odiosa voz. Es una Perséfone cuyo repertorio sólo ofrece canciones de desamor, en un tonillo pachuco, de pantoja de puerto rico lírica, agudo en la distancia, que impide el desarrollo de cualquier otro tipo de actividad humana.

Se calló, se le agotó la inspiración. Alivio. Paz.
Me dirijo a media tarde a la reserva de Monteverde, 5 horejas de autocar hasta llegar al bosque nuboso del lugar, que será visitado ya de día cuando aclare, antes de regresar a San José de nuevo en la tarde.
El paisaje sigue tapizado en verde. Las alcobas interiores sonríen en este viaje en el que de momento ejerzo de pajarillo que va picando lo mejor de aquí y de allá, como en un buffet de experiencias exóticas. Tras Monteverde llega un finde largo en Panamá, viaje que aún no he preparado lo más mínimo y tocará tirar de improvisación.

Meditaba el otro día sobre como monté un castillo en Costa Rica y lo desvanecí en pocas horas. Los seres humanos cuando andamos algo perdidos nos solemos aferrar a un proyecto desarrollándolo e implicándonos sin haberlo medido, en una entrega que nos ocupa los días y sus vacíos, como el operario que va a trabajar sus 8 horas día tras día sabiendo que no tiene y tal vez no puede escoger algo mejor que hacer.
Mi estancia en Costa Rica fue básicamente laboral, cuando ése era quizás el menor objetivo a desarrollar aquí. Monté una oficina con toda la multitud de flecos que montar una empresa conlleva en 6 semanas.

Desde la distancia mirando cafetales por la ventana, veo como me refugié en ese laborioso proceso que una vez empezado tenía que acabar, con mi vertiginosa forma de hacer las cosas. Por algún motivo encendí esa mecha, me pegué al proyecto, y una vez coronado, funcionando y finiquitado, traspasé todo el negocio en 48 horas por el agobio final que me había causado el entretenido pero innecesario pasatiempo empresarial.

Sin más. Fueron casi dos meses, período tampoco demasiado largo, y sí, fue como coger un bus a un lugar lejano para cuando llegas volverte a subir al autobús.
Aunque no lo veo como una pérdida de tiempo, pues me quedo con los dos trayectos y lo transitado, con el viaje a ninguna parte, con un necesario perderse humano y repetible, con un resultado aparentemente estéril pero tal vez cortado a tiempo para evitar pesares mayores, saber perder truebiano quien sabe, je.
A veces la vida consiste en levantar una torre, terminarla, y todo seguido volverla a desarmar. Nos quedamos sin torre, pero también han valido los cigarros de la montura, la mecánica aprendida, los compañeros conocidos...
ser desarmador de torres mientras sea ocasional y no la profesión, no deja de ser otra senda vital más.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Rara forma de escribir

Valle central de Costa Rica, lluvia y nubes ahí afuera sueño y cansancio adentro.
Regreso de un intraviaje por el destino pendiente de la costa caribeña, Cahuita y Limón.
La vegetación en Costa Rica no se acaba nunca, es un país tapizado concienzudamente, donde la playa empieza en la orilla de la selva, la carretera avanza como asfalto forzado entre miles de árboles y, cientos de ardillas nunca pisarán el suelo. Costa Rica sólo puede ser verde oscuro. Una pixelación verde en la mirada al paisaje que acaba fatigando un poco la estética de uno, ese niño profesor de arte que llevamos dentro y se queja de la uniformidad.

¿Y qué combina bien con el verde? Rápido y por lo visto, como respuesta demográfica, como que deben pegar esa tribu de parejas de treintañeros rústicos, de mirada afable, ropas de Decathlón o equivalente, que no de rastro, mochila al hombro, espaldas más bien anchas, clase media y voluntad hippy.
Pero un modisto poético, diría que con el verde costa rica pegaría bien el blanco, y el azul celeste. Zonas y huecos y paredes de blanco a crear, símbolos de civilización y anticiudad, arte humano paralelo, ríos de modernidad zen, bancos asiáticos en este parque natural, rotulaciones de progreso a juego.
Y todo el complementario azul celeste del mundo que frenase cualquier desmesura del progreso suplementario y de lo humano.

Tras esta bandera lírica, ejercicio de utopía que aún no sé muy bien donde la cogí estos días, me remonto al sábado noche, apoyado el mentón entre las manos, sobre el bordillo de la piscina del hotel selvático, y mirando el cielo estrellado sobre la playa a través de palmeras.
Me daba cuenta entonces donde estaba, y de donde venía, tras la magia cognitiva de los vuelos. Y pisaba, escuchaba, olía ese lugar presente, y al mismo tiempo sentía lo remoto que era ese edén, que hasta me parecía a ratos un decorado. Como a quien le cambian su habitación un día, por otra maravillosa, y sabe que la va a tener que dejar pareciéndole entonces menos real o más decorado. Unas vacaciones decoran el paisaje y la tierra de uno, pero no penetran en su identidad.

Y a la vez me parecía excesivo vivir en ese paraíso, y me resultaba extraño también vivir con una mujer ideal, por gastarla, pisarla, consumirlos como un chicle.
Los ticos no deben apreciar tanto su mirada como un habitante del desierto mediterráneo, aunque lo sienten suyo sudando entre salitre y olor a plástico floral, bañados en aceite de coco y viendo en verde oscuro. Seguro que su conciencia es más ecológica, y son más reconciliados, o vacunados contra los gadgets civilizadores.
Y yo no sé hasta qué punto para mí resultará más un Gran decorado, o una ética pendiente conmigo mismo en lo que a habitat se refiere.
¿Se puede ser más feliz en la selva anticiudad. En el retorno a los orígenes. A lo básico, a reinventar una vida sudando entre plácido olor a salitre, y juegos rudimentarios, y naturaleza excelsa, y sonrisas suficientes?

Ah y todos los pueblos costeros de Costa Rica son como calles de camping surferas, pedregosas, polvorientas, con 4 cafés, un súper y dos tiendas de artesanía; guiñando a lo hippy, con árboles de fruta de sobra, robinsonianos, jubiladores de vidas, antisistemas auténticos, pacificadores hasta la saciedad...

sábado, 15 de noviembre de 2008

Levando anclas

Minuto 5 de la singladura-viaje camino a El Prat, el taxista me placa con su verborrea las ganas de empezar a escribir. Como un melón aún sin abrir, intuyo que este viaje va a salir bueno. El taxista sigue. Es curioso la forma de aplacar una conversación que ni te va ni te viene, se hace con palabras sueltas y certeras que añades para resumir toda la perorata del taxista, al menos así no intervienes y te lo miras desde la barrera. Al discurso taxisófico sobre la crisis, he ido añadiendo: desorbitado, poco ecuánime, recalcitrante... intervenciones puntuales que cumplían mi papel en este Congreso económico en el taxi.

Un factor que ayuda a hacer a un viaje bueno es que haga tiempo que no viajas del mismo modo, en este caso, en solitario y cruzando charcos. Así, las 11 horas más escala que aún me quedan pueden tener un sabor agradable.

Una cosa que he de agradecer al Náufrago es el creer que muchas partes de la cotidianeidad pueden ser carne de escritura, me lo han transmitido sus escritos, muchas veces detallistas y cotidianos. Y así ser menos centrípeta, y no apostar sólo por temas profundos, psicológicos o a mi parecer trascendentales.

[...] Ya en el asiento 31D del avión a San José, pasillo, que soy muy inquieto. Justo nos despegamos de la silueta sobre la península ibérica y acometemos el Atlántico.

Iberia ya ha tenido que joder la marrana. Sistema informático en el check-in averiado, retraso del vuelo de enlace de una hora, cambio de avión, retraso de este nuevo avión, y llegada a la puerta de embarque in extremis con una angustia que a ellos les sale gratis y a mí no. Resultado: incremento del odio acumulado a esta compañía. No todos los países deberían tener compañías aéreas nacionales, y me cuestiono si la informal España está preparada para ello, alguna gestora internacional podría poner más sensatez en el mundo aéreo.

Ahora estoy con esa sensación de “drowsyness”: leve sequedad de boca, cuerpo algo entumecido, sueño de fondo, con el hilo sonoro envolvente y sordo de los motores.

No creo que se hayan escrito grandes obras en un vuelo largo. El cerebro se contagia de este entumecimiento y se uniformiza con el paisaje que ve: la decoración mínima y funcional de un aparato aéreo, hospitalizada, gris, de alfombras y plafones como una feria de muestras sobre aparatos eléctricos.

A mi cerebro le cuesta desperezarse y entrar en un modo lírico, ponerse a pensar en las aventuras que me pueden esperar entre la exhuberante vegetación de Centroamérica. Lo intento envolver con música y opto por tirar del recuerdo y situarles en las cuatro visitas anteriores que he hecho este mismo año a Tiquicia, apodado así el país por los costarricenses o ticos...

Tiquicia

Eran otros tiempos en que escribía mucho menos. Hace un año, tras un inocente viaje de 15 días en el que visitaba por primera vez Costa Rica, volví al cabo de 3 semanas con la intención de empezar una vida allí. Novia, nueva oficina y país encantador, fueron los 3 pilares que me convencieron a iniciar esa aventura. Dos meses más tarde los mismos tres pilares no fueron lo suficientemente fuertes como para prolongar mi decisión de cambiar de casa tan lejos. La novia resultó ser poco afín, la oficina un entuerto innecesario, y el país un lugar muy inseguro y amontonado y desagradable en su capital. Dos nuevas visitas más para cerrar capítulos se sucedieron, y hasta la fecha de hoy, 7 meses después, no regreso a Tiquicia.

Costa Rica es exhuberancia, una maravilla vegetal. Esa es la suerte de los turistas, explorar parques naturales a cuál más bello a destajo, moverse entre cafetales, volcanes, playas paradisíacas y selvas, fotografiar paisajes y animales que en su vida volverán a ver, y disfrutar de unos días en el paraíso que no les pertenece.

Yo viví más el país de los ticos, el día a día en la zona de la capital, con sus barriadas normales rozando el chabolismo, las rejas en todo por donde quiera que vayas, el miedo a la inseguridad, y la fealdad y desorden de San José. Ningún turista es animado a patearse la capital, y muchos hoteles esperan a sus inquilinos en las lomas de las afueras.

A pesar de todo mi estancia en esa cotidianeidad hostil fue agradable y la recuerdo con cariño. Contaba con el apoyo de tener una “familia” allí y sus contactos y conocidos, era un españolito asimilado. Se acabó imponiendo el peso desfavorable frente a la vida en Europa, pero no fue por mucho, y es más, aquí estoy, retornando a ese lugar que también forma parte de mí.

Postales del náufrago digital

El “Náufrago digital” va a dejar de ser un blog, a mi cercano blogger Eduardo Laporte ya le han publicado un extracto en forma de libro de su obra en internet, bajo el título “Postales del náufrago digital”, cuando llegue a Barcelona os informaré de donde comprarlo. Un reconocimiento merecido para este escritor.

Hace unos 6 meses que lo descubrí linkeando en la blogosfera y rápidamente lo agregué por la calidad de su escritura. Desde entonces he seguido sus nuevos posts, y este libro me servirá para conocer muchos de los antiguos que desde 2004 él lleva publicando con constancia.

Digamos que es de ese tipo de escritores que no sabe escribir mal aunque quiera, aparte de aunar riqueza léxica y pulcritud sintáctica en sus escritos, es agradable siempre de leer y uno puede aprender del oficio de escribir y del estado de las cosas en general leyendo sus posts. Tiene talento y capacidad para parir una gran obra, que no deje indiferentes a almas grandes en cuanto a arte se refiere. Y pese que recuerdo que hace tiempo que no le comento “gran post Eduardo”, tiene esos tics genialoides que sólo los grandes autores y los diferentes a la masa de la élite escritora tienen.

Actualmente tiene en la incubadora una novela y es de esas personas con las que me gustaría trabajar en un futuro si un proyecto colectivo surge oportunamente, quién sabe, un guión, una película, una editorial...

Mi vida en el trópico

Me levantaba con el sol del trópico, sobre las cinco y media de la mañana, hora de poner las calles en los países más cercanos al ecuador. Lo hacía en la cama de Orlendy, en su casa del barrio de Mozotal (Ipís, Guadalupe) una zona humilde y europeamente chabolar, como otra cualquiera de la periferia o centro de San José.

Con el sueño en los ojos salía de la casa en busca de un taxi para llevarme a trabajar. Conseguí alquilar una casa-oficina en un barrio un poco bien cercano al centro de San José. Stop.

Detengo mi lineal y aburrida narración de mi vida allí. Vamos a intentar ser un poco más explosivos...

Costa Rica fueron los bocadillos en los Subways y Quiznos, tan diferentes al bocadillo del viejo continente. Fue Oriana, la hija de Orlendy de 9 años que me maravillaba cada tarde por su insaciable sed de aprender, su madurez e intelectualidad, alguien destinado a llevar riendas de este mundo por talento y trabajo, si no se tuerce nada. Pocas personas me han impresionado más que mi pequeñaja en el mundo de los adultos y los notables.
Fue el asfalto de sus callles, oloroso y levantado aquí y allá por la vegetación tropical rebelada. Sus palmeras y cocos omnipresentes, la tierra donde mi madre o un botánico serían solteros con el amor ya ocupado.
Los muchos viajes en taxi, los primeros días en el Gran Hotel Costa Rica, monumento arquitectónico, hotel con señorío colonial, caoba, olor a maderas tropicales, campo base ideal para aventuras en el trópico. El bar vegetariano de Katia y mi niña Ainhoa, las canciones de Arjona, las excursiones a parajes naturales que aún me parecen increíbles, playas a pie de selva, jardines del edén, pueblos hippies desiertos, canales en medio del paraíso...

Las tardes en casa de Orlendy, cocinando chayote, soya, piña, gallopinto, en ese suelo de fábrica, con un estado paternal que nunca he tenido y sí disfruté, aprendiendo con Oriana cosas nuevas cada tarde. Las calles salvajes de ese barrio peligroso y propio, las visitas al colmado para comprar queso Pinitos, piña criolla, huevos, culantro, entre un fuerte olor y el cielo inflamado de los países con clima vivo.
Mi vida de tres meses en Costa Rica, mi estancia en el Trópico.

El determinismo novelístico

Cercanos ya al ecuador del vuelo, en algún lugar sobre el oceáno, el escritor Jose María Mendiluce atraviesa el pasillo derecho del avión hacia la cola. Novelista con más de un título ambientado en Costa Rica, parece ambientar folklóricamente este viaje mío relatado a ustedes.

No sé muy bien de lo que hablar, y precisamente de ello voy a hacerlo, del contar. Un novelista puede que cumpla la función ancestral del cuentacuentos que se hacía en las aldeas. Aquel alrededor del cual todos formaban corrillo para oír el relato imaginativo del contador. O aquellos seriales radiofónicos de cuando no existía el televisor.

Sí, puede que una novela no sea más que un cuento largo. Algo que atrape la mente de los que escuchan y los transporte antes de irse a dormir o a trabajar en el metro. El cuento, la ficción, la versión de la vida, se teje de formas varias y complejas, cada maestrillo con su técnica. Los hay que inflan el texto a dragones y crímenes, y otros que intentan hacer sutileza con aguja psicológica y artefactos artesanos de carne y letra.

Todos buscan ser atractivos, tener ese appeal necesario que pegue a la gente al libro. Y los libros son un producto, que nada tiene que ver con una película o unas canciones. La naturaleza audiovisual del hombre hace que una mala película pueda ser tolerada, pero la lectura reflexiva de las letras de un libro sube su nivel de tolerancia hasta niveles mucho más exigentes. El hombre se mueve en escenas durante su vida, y no entre páginas para comer, hacer deporte o bailar. La vida es una sucesión de escenas, hasta algunas con sentido, jeje.

Pero los libros pueden prescindir de todo lo accesorio de las escenas, de la trivialidad de lo cotidiano, de la paja a kilos de una vida. Pueden ser elixires frente al garrafón de la escena. Para ello han de pasar la exigencia del lector, que acude al libro no para ver las mismas escenas de siempre, quiere esa destilación, que concentra el guión y lo oculto de sus películas vitales.

Yo me vuelvo estúpido, o sea, me enamoro, cuando las escenas con ese alguien se tornan espontáneamente como las de una gran película, de esas de autor, de diálogos, gestos y miradas genialoides.

De cada escena humana se podría hacer un estudio taxonómico enciclopédico. Si empezamos a fijarnos en cada detalle, y lo estiramos en todas sus ramificaciones y flecos, la historia de la escena se va haciendo gigantesca y puede ocupar 25 novelas si se quiere. La historia de un simple anillo puede dar para al menos un libro. La historia de las cosas es casi infinita como el mundo.

Por ello un buen creador sabe delimitar ese mundo infinito, sin negarle la complejidad que siempre tiene, para intentar hacer una obra redonda, perfilada, y lo más atractiva posible a una mayoría respetable.
Pero, ¿cuántas versiones tiene Cien años de soledad? ¿Y cuántas novelas diferentes podrían derivarse del mundo de Cien años de soledad?
Si una cosa está clara, es que no existe ni de largo el determinismo novelístico.

Mis destinos ticos

Dos horas a destino, el cuerpo ya se siente más apaleado. Un viaje largo en autocar parece que no desgasta tanto porque en el avión no tienes sensación alguna de movimiento. No hay transiciones, estás parado dentro de una caja sin paisaje, y las 10 horas en la cápsula con el monótono ruido de motores de fondo se hacen tediosas. Vas a 750 km/h pero la sensación dinámica es de salón de té de campiña.

¿Cuál es mi planning en estos 17 días entre Caribe y Pacífico? Como no quería otro viaje en solitario, acumulando jornada tras jornada de 24 h conmigo mismo, elegí Costa Rica por tener allí gente cercana.
Excursiones fijadas sólo tengo el segundo fin de semana con vuelo a Panamá y una estancia en Guanacaste unos días después. He de acabar de decidir si trabajo algo o nada estos días, depende de mis sensaciones después de este fin de semana, las ganas de desconexión que necesite o no, y el jaleo que haya en la bolsa. El resto de días serán cubiertos con excursiones más cortas o largas por los puntos del país que tengo pendientes aún.

La gente suele asociar Costa Rica y Caribe, pero no sabe que éste está inundado y lleno de manglares, así que el Parque Nacional Tortuguero ocupa buena parte de la costa caribeña dejando sólo una pequeña zona de playas al sur con el parque nacional Cahuita. Este es uno de los destinos pendientes. Otro es el bosque nuboso Monteverde, más cercano a la costa Pacífica. Un bosque húmedo tropical espeso y repleto de nubes por estar elevado en altura. En Costa Rica la cámara de fotos es imprescindible y espero gastarla en buena medida. Ya aparecerán fotos en flickr.

También en la costa Pacífica norte está la península de Guanacaste, la zona con mejores playas y olas para el surf. Es también el destino favorito de yankees y donde más se les ve, volando ellos directamente a la ciudad próxima de Liberia. Destacan Playa Conchal y Playa Flamingo, dos enclaves que me gustaría poder visitar en esa escapada prevista con un amigo tico.
Por último, en la zona sur del Pacífico está la península de Osa y el parque natural Corcovado (hay más de 30 parques naturales y el país es la décima parte de España), que reúne un % bestial de la biodiversidad de todo el planeta, es la joya de la corona en cuanto a flora y fauna. También está pending, pero su difícil accesibilidad hace que de momento permanezca en interrogante..

Aparte, estaré días en San José, con excursiones por los alrededores, visitas a la gente conocida allí, y trabajando los días que elija. Esta vez a ver si fotografio más el day-to-day de la capital, cosa que no hice en los meses que allí estuve el año pasado. En flickr podéis ver las fotos de los 3 volcanes principales del país: Arenal, Poás e Irazú; el comentado parque nacional Tortuguero; la franja del pacífico media con el parque Manuel Antonio; el sur de la península de Guanacaste, incluída Isla Tortuga; y otras excursiones pequeñas que hice en su día.

Y bien, aterrizaremos a las 23 hora española, 16 hora tica. El sol aquí también se va sobre las 6 de la tarde. Taxi al Hotel Costa Rica, paseo por el centro de la ciudad para cenar algo, y dormida hasta bien pronto cuando el sol aparezca antes de las 6 de la mañana. Entonces esperará el omnipresente gallopinto para desayunar: arroz-frijoles-ají y culantro con natilla, en medio de frutas tropicales, huevos revueltos de hotel, y café de... Costa Rica.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Moribundo y naranja

Este post de título umbralado, pretende solventar todos los males del mundo.
Últimamente escribo poco, y bien feliz que queda uno; ya lo dije alguna vez, lo de ponerse a hablar una persona sola, aunque sea al papel, no es una conducta muy natural del ser humano. Rara vez acude esa imperiosa necesidad de sincerarte ante el papel, pero de ahí a hacerlo tarde sí tarde también hay un amplio trecho.
Así que, tras malacostumbrar mi lírica a expresarla casi cada día el pasado verano, hay un mono de intensidad que se traduce en querer cambiar el estado de las cosas, mediante esta inspiración que está corriendo y guiñando estas líneas.

No creo que lo haga. Escribir es como mucho arar, arar la tierra del lenguaje que sostiene una parte del mundo, removerla como un jardín zen del sentido y quedarse con esa foto estética resultante, quizás bonita pero perecedera.
Son días vacíos de escritura pero circunscritos a coladas, neveras y carros de la compra. El escritor, esa especie ociosa, baja de las nubes, de la nada, descarga su púmblico cerebro, y se pone a eso que le llaman vivir. Días sin mucho esqueleto como es habitual en mi vida, persona sin estructura, sin rutinas, sin ataduras, con libertad excesiva y sobrante. Días ya previos a otro viaje, transocéanico, colon-ial, periplo todavía abierto que no sé cómo acaecerá, si será una aventura duradera y recordada, o un viaje más nocambianadadevidas.

Época reciente también de encuentros con nuevas personas, en ese bosque espeso que es la vida a veces azarosamente encuentras pequeños tesoros entre cenizas, ortigas, paja. Gadgets último modelo para polemizar muy entretenidamente, y personas llanas de lejos y altas de cerca de esas que se enraizan silenciosamente en cualquier interior de uno.
Al final acabamos hablando de nosotros mismos, porque quizás es lo que tenemos más a mano o lo que más conocemos. Pero sí que parece delimitada ya una categoría temática de mis escritos que podría llamarse "bagatelas íntimas", "confesiones cotidianas al papel", o "el estado de mí mismo", pero llamaré Mortal y rosa, en otro guiño umbralesco (un diario íntimo en el fondo debería ser una elegía).

Épocas en que mi vocación de no ser escritor se cumple con bastante placidez, y como lo de las vocaciones tiene que ver con la felicidad, tiempos más cerca de ella lejos del procesador de textos. El tatuaje sigue en mi piel como una costra de la nada, como el epitafio de una tumba que empieza en la piel de mi tobillo.
Y la verdad sigue ahí suelta corriendo, tirada, en medio de las cosas. Inaprensible. Escasa y generosa y huidiza. En medio de todo a dosis bajas, como una energía nuclear cognoscitiva difícil de recolectar, independiente a la caza. Como ex-filósofo, o como ex filósofo, preciso de almax que alivianen bulimias y empachos de verdad. Buscarla más en contenedores como la caja tonta o demás, donde sea opaca, enana, milimetrada y olvidada. Quedarme con los gramos justos de ese virus esencial tan poco de la existencia, dejarme enraizar por quien se lo merece. Vivir de espaldas a la verdad y que ella amanezca o se publicite cuando quiera.
Es eso, buscar y remover más entre lo falso, aunque a uno le de más la sensación de remover ropa amontonada en un Corte Inglés buscando a la verdad. Pero es que en esta vida se ha de ser muy falso, de nada sirve esa corrección artística para sacar un 10 gimnasta en la vida, puesto por ningún jurado y por todos los que no existen. Sólo hay jurados, y vestuarios, y público, que quiera ver cincos y cincos. Existe un sistema de creencias en el mundo para justificar todos los cincos de los días. Creo en la distribución normal estadística. Y creo poco en lo visceral, irracional y automático. Pero las cosas por su nombre. Este mundo está lleno de falsas y falsos
Falsas vidas como polluelos endebles que tiritan su cerebro. Refugiados en chaquetas de Zara, y en pantallas LCD en sus casas. Pero con un cerebro de plástico también de Mango o Coelho y una vida mediana o mediocre...
Prescindible y con papel en la nevera que recuerda comprar zanahorias.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Epifenómenos: El taxi pre-disco

En esas noches de botellón casero, esquema al uso de nuestro ocio de principios de siglo XXI, todos hemos abandonado la casa del anfitrión y hemos precisado de un taxi para llevarnos a algún lugar donde dar rienda suelta a nuestras neuronas infladas de etanol.

Entonces los colegas en cuestión, inspirados en esa fraternal inhibición rompe-rutinas, en unas pequeñas vacaciones de la cordura, emulando el estado natural libertino de American Pie, y destinando todo el talento creador de sus mentes al cachondeo, la chirigota y la ocurrencia dionisíaca... se topan con la única persona esa noche que está trabajando ajena al ocio, con su chaqueta de punto granate y sus gafas de años ha en la mirada.
Es cuando se produce un bancal humano muy curioso en medio del desnivel de ambas realidades. El trabajador y el borracho, esta vez no se cruzan a las 7 de la mañana en el metro, cuando uno se arrastra con aspecto gastado y aliento inflamable, mientras el otro centrado, ojeroso y periódico en mano, se resigna a levantar el país que el otro ha removido. Esta vez el destino cotidiano los encierra en el mismo habitáculo, y están condenados a relacionarse, por la desinhibición del borracho y la trasnochada verborrea del taxista. De repente, el borracho más bestia inicia las hostilidades con una pregunta bestia o una observación hiperbólica tipo: - hay-que-ver cómo-están-las-mujeres, me-pica-todo-de-pensarlo. A la que le siguen frases aún más bestias, en un tipo de conversación que sólo puede existir en los taxis, y de desaparecer ellos sería una "charla en peligro de extinción". Donde el frenesí es rebajado, frenado, acomodado a las dimensiones semi-serias del trabajador, y se sigue la chirigota en una especie de oficina andante, efímera, caduca, pero los payasos de la noche que somos, por un momento entramos en contacto con la otra cara de la vida y paseamos nuestra locura de puntillas.
Y es curioso como la psicología del gremio taxista no rechaza esa impostura alcoholizada de felicidad, ni esa locura arrolladora que entra y sale de sus asientos traseros. Se da un punto de comunión entre la psicología del taxista y el vicio destapado del borracho discotequero. Es más, parece disfrutar y transitar sin incomodidades por la senda propuesta, y al final, el habitáculo tapizado de cuero acaba siendo una suerte de confesionario donde su dueño puede desvelar sus secretos más oscuros con aquellos desconocidos de la noche que pasarán a mejor vida.

9 treinta por favor.
Tenga 10 y haga bote pa eso que nos ha contado que hace, madrededios!
Y otro taxi anónimo ha sido testimonio de una conversación imposible que se diluye en la ociosidad de la noche y en la ebriedad del momento

viernes, 31 de octubre de 2008

Atrapada en el chip

C firmó el recibo del mensajero y abrió los dos paquetes. Le habían traído los dos artefactos y se disponía a examinarlos con ilusión para emitir su veredicto.
Abrió al azar el primero, y se quedó desconcertada con lo que veía... rara vez había visto tanta complejidad. Tal pretensión de conexiones, materiales nuevos y estructura innovadora, que de llegar a funcionar significaría un hito en su tiempo. Era de verdad, una apuesta al futuro ilusionante, y nunca se le iría de la mente ese amasijo de cables rojos y chips verdes que brillaban, y resultaban tan atractivos al recuerdo.

El otro paquete en elegante envoltorio aguardaba su momento. Se deshizo del papel y cayó a la papelera al descubrir la primitiva estructura del segundo artefacto...
Playskool, la palabra que definía, esa obra científica: simple, rudimentario, equivocado, primitivo y... mala leche, era lo que le provocaba su visión.

C enseguida se puso a manipular el intrincado dispositivo del artefacto de cables rojos. En dos movimientos ya se había cargado dos circuitos y fastidiada empezó a tachar esa complejidad con sus etiquetas mentales previas, entonces ya era un "circuito raro y endeble" pero siguió manipulándolo como siempre lo había hecho. Circuito quemado, antes de funcionar. Manazas al poder en medio del posible hito.

Volvió al segundo. Era una mierda pinchada en un palo, pero era experta en tratar a lo mediocre con la misma o más condescencia que a lo que destacaba. La burda simpleza del objeto pasó a ser eficiencia suficiente, lo asquerosamente primitivo se tornó esquematismo confortable, y los resultados tras manipularlo sin atisbo de problema, promesas eternas a desarrollarse. C era un antropoide con el chip de la igualdad metido, ese que venden en Pricoinsa al lado del chip del socialismo. Un algoritmo simplón que obligaba a tratar a todos los antropoides creyendo que eran iguales, poniéndoles un uniforme de fondo común. Una igualdad burda y piadosa que sólo pretendía que los circuitos emocionales del antropoide no tuvieran una depleción de energía. Nada que ver con la ciencia, nada que ver con la inteligencia, nada que ver con la verdad; un mero ajuste emocional para llegar a viejo.

C se movía en ese incómodo peldaño entre la mediocridad y la excelencia. Se apiadaba de los primeros y era torpe con los segundos. No se quedaba con los primeros, y los segundos no se quedaban con ella. Como el artefacto simple que rechazó y como el artefacto quemado por ella.

Pero todos eran iguales. Todas las personas debían ser iguales.
Si no, qué pasaría??

Le daba miedo...

Chip.

Ahí ya estaba el chip.
Todo quedaba a salvo

domingo, 26 de octubre de 2008

Despedida del experimento novelesco

Último trozo de esto-que-no-sé si será una novela o qué
A partir de ahora tendrá su propio espacio en otro blog que estoy creando. Ahí va

Marta cambió en un mes 3 de sus cinco números favoritos en la factura de su teléfono móvil. Empezó rescatando a su amiga de la infancia Malena, de una vida condenada a la soledad, y así tener a alguien junto a ti en el cine de los domingos, y que tu móvil suene no sólo por el despertador y la llamada de los padres. Marta había dejado a Malena más veces que a cualquier novio. La había abandonado sin darle explicaciones una y otra vez desde los 14 años. Le había dejado tiempo suficiente a solas para que ella pintase y pintase, cuadernos, cuadros, servilletas y paredes. Malena era una tímida diseñadora gráfica reconocida, apodada gorfea (de gorda y fea) perpetuamente por los compañeros de colegio que ahora reencontraba en el Facebook. Y no tenía rencor a Marta ahora tras el enésimo abandono, porque Malena no había aprendido a resentirse con la gente, ella simplemente se había amargado y reducido la vida a las dimensiones de su cuerpo y la fachada de su rostro, una manera calculada de no complicarse la vida, una forma aprendida de valorar el sabor amargo, y una larga travesía en el desierto asumida.

A Malena le encantaban las luces de neón, los rótulos de llegada a los sitios, las últimas cucharadas de los helados. Disfrutaba con los finales de las cosas y su email pregonaba theend@designia.com. Era una niña herida con una venda de 30 años, que le tapaba las magulladuras y los ojos. Creía fervorosamente en un Dios, un dios esculpido y aderezado con las trazas de su amiga Marta, aquella persona que veneraba y envidiaba sanamente a gajos iguales. Las intersecciones y muescas de las vidas paralelas desde la infancia, acaban siendo tan íntimas y profundas, que pueden hacer teóloga a una persona de la otra, sin saberlo ninguna de las dos.
Malena quería ser como Marta, y no se atrevía, o no la dejaban, o no debía. Marta quería ser como Marta, pese a no saber quién era. Malena vivía confiada en que estaba en una travesía hacia algo, que su camino desembocaba en otra vida, y sólo la excelencia en su trabajo bastaba de pilar último para seguir aguantando esa fe, aunque a los 30 años empezaba a experimentar temblores cada vez más perceptibles.

El otro número telefónico de rescate era el de Sofía Madel, amiga de la facultad, antónimo de Malena y entonces alejada de Marta también por un novio. Sofía era aquella típica amiga que se hace en la cola de la primera asignatura a matricular en el primer día que se acude a la facultad. Nunca casarse fue menos complicado. Y nunca la afinidad estuvo tanto en entredicho. Son estas uniones parecidas al troquelaje de los patos siguiendo a la mamá. En un mundo nuevo y desconocido en la universidad, se acepta y apoya el compañero de viaje que está más a mano, y se crea una sólida fidelidad, conformista pero suficiente. A nadie le dirás "es mi amiga de la cola de la matrícula de la facultad", si no, Sofía, mi mejor amiga de Relaciones Laborales.
Ya, el roce hace hasta el cariño. Marta y Sofía se odiaban, eran expertas en el esgrima de la ostentación, en el yo más pero te lo digo sutil porque soy educada. Y falso, ellas en la cola de la facultad se hablaron porque eran claramente las más fashion de todo ese pasillo larguísimo, porque en esa pasarela estaban a la misma altura y la cuestión era aliarse o derrocarse en el primer combate. Como ambas eran pésimas reinas de nada, intentaron ser marquesas de la facultad de Relaciones Laborales ex aequo.

El tercer número de teléfono era el de un hombre mayor...