martes, 28 de septiembre de 2010

Rousseau el adivino

Las principales naciones de Europa, y por ende del mundo, se han dedicado a:

a) joderse dentro de ellas con el feudalismo opresivo porque no podían salir a ostiar fuera con impunidad, todo ello patrocinado por un cristianismo de abades obesos.

b) una vez que cogen un barco y topan con tierras vírgenes llenas de indígenas vulnerables, coserles a ostias, explotar los territorios, y hacer del colonialismo escuela. Con un cristianismo capitalista de spónsor, para purgarlo todo.

c) una vez que el curso de los siglos, los expulsa, y hace que los colonos se crean otra nación que su madre patria, se parten peras, y Europa vuelve a ser lo que fue, una Europa original pero ahora reducida.

d) fase cuatro, puteados como están todos por haber perdido cada cual su imperio a las puertas del siglo XX, y hostigados por el cansino de turno, Alemania, el estado peor encajado geográficamente en la carrera europea, que para salir a colonizar ha de dar codazos a lado y lado, y siempre llega tarde... se empiezan a dar mamporrazos bestiales el uno al otro. Con un segundo round, que continúa la tradición colonialista de ideología podrida, con un todo vale sanguinario, en este caso, alemán, goyesco, y, nazi.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Spot

Calle de la Inspiración, número tres: solar deshabitado.
Malas hierbas como barba dejada crecer, pueblan el suelo.
Malas vidas, como barba dejada crecer, abortan por las calles.
Un cielo con capota de nubes, me cuenta que cierra todo el día.
Al dios de los madrugadores no le sonó el despertador.
Hoy parece hacerse una película recia,
un hipo del invierno en el otoño.
El solar se convierte en tundra, la tundra en Siberia,
y tras ella hay un supermercado del Lidl adosado.
Obama canta flamenco, o Messi toca el violín,
reza la publicidad del mundo...

Qué lindante es la publicidad de la literatura y del arte, y cuántos miles de kilómetros les separan en su desembocadura. El ingenio en pote y con etiqueta, la astucia alistada en el ejército de una marca, el arte bastardo que trenza genialidades para gritar Compra!.

Artista y publicista van al mercado, a vender sus ideas y sus palabras. El segundo va arropado y esponsorizado por una multinacional, el primero es más el pintor que trabaja en su buhardilla. A un publicista no le toca otra que transmitir la verdad de un arroz, un todoterreno, o la bondad de un banco. A veces tienen la suerte de dejar la hipérbole. Otras veces alquilan su potencia mental. La marca les alquila para hacer ingeniosa a la marca, transferirle unas propiedades intelectuales que no tiene. El producto se vuelve simpático, gracioso, potente... porque un publicista ha sabido adherirle unas cualidades ajenas de ingenio. Y a nadie se le puede negar en este mundo, el intentar ser simpático.

En las redes de la publicidad caen todos los personajes públicos. Parece que por más kilos de billetes morados que se gane, nadie dice no a otro fajo más. Sueldos obscenos de deportistas y actores no importan a la hora de hablar bien de un banco, una marca de relojes, o unas natillas. No vaya a ser que suban los precios del Lidl, que no llegarán a fin de mes.

Publicidad y arte son dos bandos que a veces intercambian soldados. De una carpa y campaña publicitaria, se pasa a una tienda de campaña a la intemperie. Porque los que escribimos, profesión individualista y solitaria donde las haya, nos gusta dramatizar con nuestra vida a la intemperie. La intemperie cósmica, aquella a la que nos sometemos, pudiendo tomar una caña en el bar si nos gustase.
Un publicista es un optimista de la vida centrado en un producto, con unos cuantos billetes en el bolsillo, para pagar la luz y el agua los próximos años.
Un artista es un desgraciado, que responde a una llamada de la vida, y se compromete a ser transistor de una verdad nueva, aprovechando el engordamiento de su autoestima, y un posible abultamiento de su figura y su cuenta bancaria.

lunes, 20 de septiembre de 2010

No veo tan mal prohibir la filosofía

Para que la mente desconecte, para que apague el motor y se ponga a dormir en un área de servicio, no hay cosa mejor que los saltos de ski en año nuevo, las carreras con sonido de mosquitos de F1 los domingos, y una clase de filosofía de bachillerato dada por un profesor que se está escuchando el ego. Es como tener la tele o la realidad encendida al lado, pero no prestarle atención más que de rebote, como un eco del tedio, cosa que contrasta respectivamente, con la resaca que condensa la víspera del festejar el final de un año, las ganas de vivir un domingo de asueto después de la F1, o el embotellamiento que sufre el adolescente a su vida desbocada torturado por un predicador de la tontolidad de la razón.

Este post va en contra de la filosofía. Acabo de volver a ser adolescente, recién despertado, escuchando una entrevista a un catedrático de Estética, Rafael Argullol, sobre lo que dice en su nuevo libro de 1200 páginas.
Y es estéril. Eunuco. Con toda la pólvora explosiva de la creatividad muy mojada. No se puede ser catedrático de estética si no eres poeta cuando hablas. Si repites, y pisas, y te mueves, por conceptos manidos de los otros. No tienes casi nada que aportar.
Pero este virus del eunuco filósofo consagrado, está muy extendido. Cualquier mequetrefe intelectual que ha llegado a profesor universitario en la facultad de filosofía, que sigue haciéndose pajas mentales, en una secta de caníbales de mentes, te acaba haciendo unos productos culturales tan largos y con tan poca realidad en ellos. Lo que pasa es que están disfrazados de alturas, jalonados de abstracción que rebosa. Pero eso es mierda pura. Y es así de malo, por la precisa razón, que al leerlos, al oírlos, son megalómanos. Ellos piensan que están hablando de las últimas verdades, las más importantes, las primeras de paso. Y se les escapa ese narcisismo connatural de filósofo, asqueroso, que se cree salvador de los demás por el medio de su razón.
Precisamente por ello me dan pena. Un literato más bien escupe una serie de verdades, sacudiéndose, dejándolas ahí, con muchos más kilos de realidad, sin la cobardía alpinista de la abstracción. Los filosófos parece que se suben ahí arriba de arriba de las tramoyas, y te hablan desde ahí, ehhhhhhhh chillan, que estoy aquí mozo, con Hegel, Kant, y Heidegger. Porque también está esa veneración santera a la ristra de filósofos oficiales de la historia.

Un filósofo es un ser desgraciado, que un día se perdió por los vericuetos de la razón, un quijote absorbido por la abstracción, que abstrae mal. La filosofía es un mal hábito que debe dejarse, si se quiere no acabar siendo un jubilado que hace maquetas de monumentos con palillos creyéndose que resuelve los problemas de la humanidad.
Un puto loco vamos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Abdominales de amor

Todos nos quejamos de lo complicado que es el amor y lo clamamos repetidas veces a lo largo de la vida... y pongo sobre la mesa: ¿no será que estamos mal entrenados, mal instruidos, que nos han enseñado mal?
Porque, cuando se aprueba justeras, que yo sepa, siempre un mejor profesor de repaso ayuda.

Puede ser que antes, los que nos enseñaron, sólo se examinaban una vez en 50 años, y encima el 3´8 valía como nota. Que en ningún lugar se oyó, que la evaluación pasaría a ser continua, y quisquillosa.
Esos amores cerrados a cal y canto de antaño, de acero muy oxidable, ocultaban más que enseñaban a los cachorros que traían consigo. Antes no hacía falta amar para estar juntos, hacía falta casarse.

Pero los diques fueron estallando irremisiblemente. Hoy en día todos somos presidentes del amor, antes se era funcionario subalterno de él.
¿Pero en qué nos podían haber entrenado? ¿O qué deberíamos entrenar ahora a nuestro prole sobre el carajo de quererse?
Ay amigos, tal vez a no montar en globos, a ensayar alguna ostia con tirabuzón, a pensarse las cosas dos dosis antes de soltarlas, a contar por las noches de resaca que la red del trapecio son los amigos no-olvidados, y a querer en la justa, rebajada e inflamada, sintonía.

O tal vez fuimos unos enfermos románticos, que brotamos en las heridas de tanto amor negado y recio de nuestros padres...

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los mares del sur

Tras ver esta farmacia, uno tropieza la vista con una de tantas agencias de viajes, y se enreda su imaginación con los tentáculos de lo paradisíaco. Salen desprendidos de la imagen de una isla en escaparate, cuajada de azul tentación.

En el cerebro, hay un cajón, reservado y sin llave, donde hemos metido un paraíso. Todos llevamos nuestros mares del sur cuando paseamos por las calles de nuestra ciudad, archivados, en una torreta de nuestro castillo, con una banderita siempre ondeando. Son otro pequeño corazón lejano que tenemos latiendo sin oírlo. La ilusión de dejarlo todo, irnos para siempre a una isla, un trópico, y abandonarnos a ese espectáculo natural intentando empezar de +1.

Cambiar de vida, abandonar la que tenemos, evitando que ella nos deje en los pellejos. O simplemente hacer realidad un sueño, y llevarse la propia vida a una playa cien veces mejor. Porque el primer europeo que pisó esas tierras abrió bien la boca y lo llamó paraíso.
Y todos guardamos ese ticket imaginario, esa posibilidad que pocas veces se ejecuta, pero que es azafrán de ilusiones.
En los paquetes de tabaco obligan a estampar las desventajas de fumarlo, en el futuro pueden obligar a las agencias, a estampar todo lo que se le escapa a la vista, frente a un póster de isla tropical. "Para formarse estas islas se requiere una estación de lluvias que ocupa la mitad del año". "Usted no los ve, pero llévese un galón de antimosquitos con vocación frustrada de banderilleros". "Cuando no llueve, el calor del aire y probablemente del agua, superan los 35º en 23 de las 24 horas del día".

Hasta los mares del sur tienen pegas amigos. Hasta yo, ser inteligente, atractivo, divertido y maduro, a veces tengo pegas. El que no se frustra es porque no quiere.
Todavía nos queda ........... !

jueves, 16 de septiembre de 2010

Hay cuatro géneros

Acudo a rescatar libros de Umbral del pirata de la desmemoria, varados en librerías de viejo. En Barcelona estos cementerios se arremolinan zafonianamente en el cruce de las calles de Diputación y Aribau, justo en la espalda de la antigua Universidad, más bien cosidos a ella.
Los dos están bien anclados al pasado, son un reducto y una ventana a medio cerrar de él. Ahora esa región librista, ya fue invadida y conquistada por un ejército, pacífico y colorista, como es la comunidad gay de Barcelona. Estamos pues en pleno Gaixample, osease, el Chueca barcelonés.

En el mismo chaflán de las dos calles, también yace una Farmacia. Y es una farmacia gay.
Choca ver esa apariencia de farmacia en principio aséptica, y medicamentada en potes como todas, con predominio de tonos blancos de salud. Pero a la que tras dos segundos a uno le empieza a aparecer la lente focal, deparamos en unos monitores Apple de 25 pulgadas en cada caja, la matemática de las líneas de los dispensarios, en colores limpios y futuristas; giramos la vista, y nos damos cuenta que toda la farmacia está hecha un pimpín: maqueada, arreglada, y adornada sobriamente, dando cierta lección de diseño futurista. Es un auténtico toque gay. Me juego la vesícula a que el propietario de la farmacia es gay.

¿Es lo gay otro país? ¿es otra cultura? Una tradicional farmacia sublimada puede dar fe de ello. Ellos no son lo masculino, claro, ni tampoco lo femenino, por más que haya cierta migración de uno a otro. Son un tercer género (las lesbianas podrían ser el cuarto). Sus productos culturales, son otra cosa, no clasificable en lo masculino o lo femenino, y sí guardan unas constantes culturales como comunidad. Es por ello, que existe arte gay, literatura gay, lenguaje gay. Hasta la propia palabra gay es un acuñamiento gay.
Y es una expresión muy comprometida con la estética. Aparte de un detallismo femenino, existe cierta fuerza masculina detrás, cierta potencia y vigor. Una estética diferente.
Y hasta aquí puedo leer. Se volverá al tema en futuros paseos, seguro

lunes, 13 de septiembre de 2010

El fetichismo del vino

Aroma a frutos rojos, regusto de cedro y nogal, poso de avena y melocotón... ¿Qué es?
El fetichismo del vino. Los fetichismes del vino.
Una pintura sufre una inflación, una inflamación dineraria, con dimensiones de tumor arbitrario. El capricho es el virus que provoca la hipertrofia. En el mundo del vino realmente no sé qué es lo que hace que 750 ml. de mosto fermentado se propulsen en cohete hasta los mil o tres mil euros. Allí hay una adoración. Un pesebre, un altar, y hasta un credo de fe, señores. Un amago de fanatismo. En su día fueron los tulipanes, ahora el vino está en primera clase de la moda.

Se justificaría si fuésemos una especie animal vinícola, pero paráte che, el gen del vino es vaho. El vino, ademáses, no existe en la infancia, proustianamente es aún más vaho, apuntando a una hipérbole adulta.
¿Y si los amantes de vino van hasta arriba de vino? Y si la adicción superdiluida levanta la carpa de la adoración, el mileurismo por botella, y todo lo demás?
El vino es una droga doméstica, un entajamiento elegante, y tiene su qué de síndrome de estocolmo, ningún adolescente aprueba ese brebaje agrio y tan penosamente afrutado, que ha sido visto como un primo tabú embotellado todos los días en casa, ese mismo vinagre joven al que luego le saldrán aromas a tutifruti en las catas.

El vino es una suerte de pasaporte, un salvoconducto al mundo de los adultos, como en su día fueron las caladas a un piti. El vino, es de esa parte tonta de nosotros los humanos. Una acción del Ibex de la trastienda, que cotiza sobrevalorada, engalanada, y con un destino condenado a la bajada de precios y cierre de bodegas, paralelo a la fiebre de la construcción.
El vino no es más que vino.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Los católicos de bocadillo: pánzer y cáncer

Los niños nacidos en la explanada de los años setenta, aún teníamos que lidiar con una instrucción en la fe religiosa, que se convertía en una especie de gimnasia mental entre libros y oraciones. El creyente activo, es aquel cuya fe no suele estar quieta, sino que se desvela ante los apagones de Dios en el mundo, y la fe se tiene que recolocar madurándola más, ante la nueva prueba. En ese atletismo de cabeza, en esa práctica en fin de la filosofía metafísica... llámese teología, el porcentaje de ateísmo en sangre es placado sesudamente de una forma escolástica. Es en estos vericuetos, cuando uno llega a una suerte de página cofrada, breve, solemne, y con muchos visos de definitiva, como es el Argumento Ontológico de San Anselmo sobre la existencia de Dios. Parece un Argumento con solera, con nombre redondo, una demostración con arrojo, una semifinal épica de la fe. Su título contiene algo de lírica, y tal rareza en la metafísica, le da una rotundidad sonora. El Argumento clava las uñas a la realidad, se aferra a lo literal, y se olvida de que existe algo llamado ficción. Pero la publicidad previa ha sido muy buena, seductora.

Un hombre cargado de fe es en parte un militante. Y tiene la fuerza especial y movilización de los militantes. Son personas temibles por su determinación y capacidad de acción. Ya sea en las marchas políticas, en los debates sociales, en las gestas de tener 6 o 10 hijos, son los ciclistas que saltan a la etapa poseídos y rayanos en vaciarse hasta la extenuación si llega a hacer falta. Unas gotas de fanatismo hacen ejército tras un cantante de pop guapo y chico líricamente. Unos litros te hacen estampar un avión por Alá en un rascacielos de cien plantas. Y unas gotas de nuevo, crean un cojinete último en tu mente, un cajón de sastre donde cualquier atisbo de desgracia acaba mullida y rebotada en nombre del Más Grande, cualquier crisis es absorbida, remendada, y explicada, por un orden de cosas que no alcanzamos pero que ya son solucionadas de antemano. El mundo tiene un mapa, cuatro o seis confines, maldito el que se complica la vida destruyendo ese mapa.

Ser creyente es muy práctico. Explicar el mundo vía Dios o vía la teoría de las supercuerdas (o vía Madonna), es encauzar tu vida o irte de escalada al Everest sin oxígeno, llevar corbata-maletín y tener 3 retoños (palabra de la casa), o andar más perdido que Orzowei en los dos miles.

Un psicólogo de la seguridad social le diría: ellos tienen un sistema motor de ideas, compacto y acabado, y las dudas que los reconcomen, son abolidas a la décima de segundo con una bofetada militante de hechos. El católico puro y duro hoy en día es un pánzer, a ver quien puede con él.
En cambio, aquellos que optaron por dejar a Dios, le echan de menos. No íntimamente, sino mecánicamente, como pieza. La pieza de Dios era un chollo. Absorbía todos los golpes, explicaba todas las cosas, dejaba atado todo el sistema de propulsión de las creencias preparado y con aceite.
El creyente se faja a la vida, mientras ustedes están en su laboratorio. Ustedes existencialistas dudan, y ellos pasan páginas de hechos como quien come fruta. Al final claro, ellos no tendrán la bola extra eterna, el bocadillo milkilómetrico de las manifestaciones, pues no habrá vida eterna. Con este detalle ustedes ya cuentan. Ellos acabarán su vida ilusionadísimos despidiéndose cual participante entre humo de Lluvia de Estrellas - es una vida de Antena 3 - para ir al hoyo mudo y tétrico donde los gusanos te comen las vísceras.

Pero les envidio su mentira, siempre están tan enteros y arreglados en cualquier justa. Son animales sólidos, siguen con las cruzadas, incluso en tiempos de fe desbravada, aunque en los jóvenes que hoy compran en Bershka haya muy poco teólogo, ejem.
Son un rival zafio y duro. Abonados a la derecha, porque va con el carnet de Dios, siempre se acaba volviendo a la derecha. Son otra especie humana, menos evolucionada, pero más brava y sintonizada que versiones posteriores. Están más acabados, y más acabados también, a la fuerza su fanatismo diluido es peligroso. Quieren decidir por nosotros. Ya nos vapulearon en el 36. Porque la II República era ese sistema humanista inacabado y dubitativo, y los que se levantaron en julio son los que pasan página de hechos como el que come fruta. Y allí toda la mayoría de un país les siguió de alguna manera, con franqueza. Porque fueron 40 años de franquismo y nacionalCatolicismo, oléeee! Porque Dios el pringoso aparece siempre en episodios truculentos que lo hacen un mito chapucero y malo.
Porque parece, que los existencialistas, los ateos, y cuatro chicas del montón, aparte de ser unos meadudas diletantes, perdidos realmente en la vida y en sus vidas, también se movilizan y pretenden acabar de una vez con la última aristocracia que aún pulula por la tierra. Odiamos a los creyentes ricos. No por ricos, porque lo somos igual o más que ellos. Por peperos. Esa es la palabra, que la RAE algún día acogerá. Los reyes de las artes marciales para abofetear la verdad cuando les place, los antiguos señores de castillo, sus mismas formas, que demuestran superioridad por el argumento del yugo. Yo soy superior a ti negro, sudaca en este caso, véte de mi país, sobras. Este país es mío, sudaca, perdón, catalán. Tú no abortas porque yo no quiero. Y fue Eta ehh, fue Eta!! Jejejejejejejeje.

Yo soy nieto de mis abuelos. Alguien, en nombre de Dios, entre otras cosas, asesinó a sus amigos, y destrozó la evolución de mi país-Estado-casa todo un siglo.
Y todavía cacarean.
Nunca mais.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Cualquier tiempo pasado fue peor

Es asombroso como vence la nostalgia al pasado y noquea al presente. Ese K.O. que ocurre cuando nuestra mente empieza a recordar escenas de ése nuestro pasado, de sus escenas cotidianas, las de stand-by, las que pobablan otra época y que ahora ya no tocan, no se reproducen. En seguida se escapa un gas nostalgia al rememorar esos hábitos antiguos, y el recuerdo se vuelve cándido, blando... y el pasado nos parece mejor que el seco presente.

Puede que sea un modo falaz de funcionar el ser humano. Que rememorar sea siempre alterar y engrandecer un pasado que nunca lo fue. Echar la vista atrás es un acto partidista y parcial, los ojos se van a cuatro actos folclóricos, esbozan un cuadro cándido con personajes bonachones, casi ribeteado en un blanco y negro de principios de siglo, y se olvidan de todos los intersticios de tedio, dolor, y tajo que había por medio.
Si no somos capaces de evocar el dolor agudo físico, cómo vamos a rememorar lo farragoso y vacuo de nuestras vidas pasadas.
Nos giramos y recordamos lo bueno, lo folclórico y majete de aquellos helados, juegos, pandillas, primeras novias, y hasta lo gracioso de los amores y ex-amigos odiados.

Somos expertos en preservar nuestros traumas en una cámara estanca. La memoria sabe que están allí, pero nuestro sistema emocional blinda esa cámara para que sólo se abra lo justo y oportuno. O menos.
Todos sentimos que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque la película corrida de nuestra vida es selectiva, parcial y partidista. Y la firma un director amigo de nosotros.
Eso no afecta al sabor de la vida. Las penas y las alegrías sí que suman, y cada cual tiene un sabor de su vida en la escala de la felicidad.
Pero el sabor es algo holístico, intuitivamente confirmado, no es un proceso como el recordar, no nos pilla en movimiento, es una mirada rápida.
Recordar es pasar la mano por nuestro lomo, y allí, uno ya se puede dejar engañar con el tacto y el palparse esa espalda de pasado. Todos cuando nos tocamos el pasado nos acariciamos de alguna manera.
Cuando el pasado es el que chilla y se nos cuela sacudido en el presente, entonces sí que es un callejón sin salida, con muro en el ahora.

Pero es algo muy humano ese sentimiento de que... cualquier tiempo pasado fue mejor.
Allí brota las fuentes de la nostalgia. Esa melancolía flaca y llevable, lucero de un tiempo bueno que da fe.
Una morriña por todos los buenos tiempos que no volverán a existir.
Y una disfunción mental momentánea - ebria de emociones - que provoca amnesia de lo pudientemente malo del pasado, y una falta radical de motivación y fe para los momentos mágicos otros, que están llegando en el futuro.

El pasado amigos, está sobrevalorado