jueves, 28 de febrero de 2013

La ventaja de no creer en Dios


Dicen que si aguantas un día por el acantilado del descalabro sin caerte, al día siguiente te propulsas como una catapulta a su envés, al lugar más firme de la Tierra.
Y eso me sucedió ayer. Tras la hecatombe del lunes, permanecí deshilachado el martes, infusionado de catastrofismo, con ojos negros y aliento triste. Todo resonaba a derrota, hasta el parquet gastado y sus muescas. Era un paquete franqueado a la rendición, disimulando su destino.

Es la atmósfera de lo traumático, de la que escapas con el tiempo. Palabras bellas aparte, bromas acerca de que sólo fue un 1-3, yo no estaba tan mal. Mi corteza sí, estaba convulsa y candente, pero más adentro en las oficinas centrales, la plantilla de jordis no cejó de trabajar al máximo desde la crisis, al grito de más madera. Yo jordi timonel no me enteraba de la brega inconsciente, bastante tenía con no hacer naufragar a todos. Pero ellos, trabajaron como duendes todo el martes mientras yo ganaba tiempo.
Me sorprendió ese día levantarme a las 6 enérgico y como un vendaval. Continué pleno hasta las diez o así, que desayuné una lectura de Umbral a las alturas del día. El retrato poético que hace de Rubén Darío, en el libro recién comenzado "Las palabras de la tribu".
Tras la catástrofe, había vagado un día, me levanté vigoroso, me introducí esas palabras, y salió de repente una idea empresarial para arrancarme de ese mal trago de verme con la fuente de ingresos destruida. Y la capulla era una gran gran idea. Los chicos habían trabajado bien, mi inconsciente, mi corporeidad, había obrado esa remontada del averno. No hice nada para ponerme a analizar salidas como un desesperado, seguí mi trayectoria previa, y la miel de Umbral fue el colmo como input para que cayese esa idea voluble de la imaginación, sedimentada de meses, trufada de años. Simplemente la lectura licuó el cerebro como suele hacer, y en ese Mar de las musarañas circulaba un tronco salvador epifánico.
Que incluso si no se llegara a realizar, u optase por vías menos empresariales, ya me ha demostrado que tengo una tropa de ángeles de la guardia, dispuestos a sacarme las castañas del fuego. O el inconsciente como seguro de vida.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Yo y los teléfonos


Un post temático hoy? Dejamos el fonendo y hacemos un rondo a un tema? Pues tratemos uno bien delimitado, como el yuxtapuesto Sex and the city, abro la serie, Yo y los teléfonos.
Nos llevamos mal, un servidor y el invento de Graham Bell. Esa puerta a la socialidad, súbita, que aparece en el aparatejo con el que me conecto a Internet. De repente, una especie de sirena anuncia con premura que fulanito espera cuadrado un encuentro social conmigo.

Ok, yo tengo cierta discapacidad en la sociabilidad. Por el what's app funciono como una seda, el lenguaje escrito es lo mío, mi habitat. Siempre pienso que por qué no me escribirán. Uso el teléfono escasos minutos al mes, veinte a lo sumo?, lo cojo en contadas ocasiones. La voz es encuentro físico, la escritura es telepático, implica mucha más distancia, a veces recorrida en menos tiempo. Pero la voz, es un input que activa otras áreas cerebrales distintas, es la serpiente física de la persona, su hilo distante, que consigue flotar sonoro y es un sustituto suficiente de alguien. Las voces manosean el cerebro como la presencia física. Los extrovertidos necesitan el teléfono como agua de mayo, a los introvertidos más bien nos sobran esos advenimientos repentinos del más acá. Como si los vecinos tuvieran licencia para abrir la puerta de casa y presentártete con una palmada en el baño o un meneo en la siesta del sofá, el teléfono no llama a la puerta, te rapta tu flujo del momento.
Valoro a las personas que llaman poco. Una llamada telefónica standard consiste en dos tipos poniéndose al día desordenadamente, tropezándose, yendo de allá a aquí, sin profundizar, porque los teléfonos no están hechos para profundizar. Las llamadas son aperitivos que se hacen largos, que muchas veces versan sobre todo y no versan sobre nada. Los intercambios de información por teléfono a menudo buscan cumplir, yo te hago tres preguntas sobre lo tuyo, tú inquieres sobre lo mío, y cuando vemos que la información alcanza un peso suficiente en la cesta, ya podemos proceder a colgar el aparato. Así de torpe y sin gracia es muchas veces hablar por teléfono.
Se inventó para cubrir distancias, para complementar todo lo que no se incluía en la presencia física. Yo soy atelefónico, es un invento que no me gusta, ese meterme en la piscina de lo social de golpe, a bocinazos, con prisas y ultimátums sonoros. Tal vez debiera cambiarme el tono de llamada, poner una música sutil que desvanece, y hasta personalizar algunos tonos.
Evidentemente, me irrita sobremanera las llamadas comerciales, sean intempestivas o tempestivas, les envío a la soberana mierda, ya que nunca pierdo el tiempo ni gano el dinero en denunciarles. Si les tuviese cerca les fostiaría, a mano abierta. Medio país tiene fantasías con ello. Deberían hacer una actividad en el Mobile World Congress consistente en dejar al presidente de Telefónica, aka Movistar, en medio de una plaza pública tres horas sin intervención policial, a ver si la gente haría una barbacoa con él o sólo una costillada a palos.
Teléfonos, teléfonos, teléfonos, mal inventaos que están los bichos

martes, 26 de febrero de 2013

Meetic


Un día me apunté a meetic, el cash converters del amor. Uno va a esos centros de desintoxicación cuando anda jodido, desparejado, gordo y viejuno. Se trata de un escaparatismo más de esos, en que las tías circulan en cadena como patitos, y los mozos tiramos bolas y bolas al aire hasta que a un pato le llueve un bolón. Es una feria de cortejo de ganado cibernética, paralela a la discotequera al uso.

Vamos a ver, aquí a plena luz, con la total lucidez de no ir ebrios y en un escenario de trabajo como es un ordenador, el modus operandi requiere mayores rodeos y una nube de dignidad bien arriba. No se trata de maquearse, dar la mejor versión posible de uno en distancia corta, ponerse ciego/a de cubatas, y soltar cuatro chascarrillos en la oscuridad. En meetic hay que rasgarse las vestiduras y ponerse lo más digno posible. Siempre se ha de restar de un 30 a 50 % de belleza en la foto de perfil escogida, y de un 70 a un 90 % de los atributos psicológicos que la persona quiere desprender en los chats. Ellas, nunca te dirán que van a follar en la primera noche, jamás, pese a que se cumpla muy a menudo siempre te hablarán de la cosmogonía del amor y de su biografía fiel a los más nobles sentimientos, incluso teniendo pareja.

Meetic es una gran pajarería de aves heridas, de eliminadas en los cuartos de final del amor, es la gran repesca para ellas. Ahí todo el mundo está tarado, es morralla sentimental, un gran montón de ropa de ocasión que nadie quiere, donde se lucen las taras de los 30, lo que en los 20 apuntaba sólo un pequeño descosido sin más, hoy es motivo de rebajas. Las chicas andan cojas y se confunden, te venden la novela del amor, y luego doblegan a nuestra crónica salidez, como si estuvieran encontrándose y aún no han mudado su piel postiza de noblezas y escudos de lo correcto. Y tras el fragor, constatas que la descompensación llega a todas las esferas, que además de un ser dolido como tú son criaturas perdidas que andan a palos, y que no se puede ir a ningún sitio con ésta, ni con la de la semana pasada, ni con la belga de la que viene.
Porque es una cinta de patitos que pasan y te sonríen, y tú tiras a cientos como meteorito y ellas tienen uno o tres satélites fijos orbitando. Son las reglas tácitas del cortejo de la especie, aún en el siglo XXI. Unos, perros husmeadores, las otras, farolas. Hasta que se cambian los papeles y el perro mea en todas las farolas, y el rollo de somos unos cabrones y todo eso...

Unir caos


El tiempo se desgrana en la madrugada, los coches rasgan la noche, el cerebro está cascado. Alterna música, me pone canciones del subconsciente que aparecen en segundo plano mientras leo cosas por internet recién desvelado. Alterna canciones de la destrucción, pop lentísimo, pero wagneriano de alma, con canciones de 6:30 h de la madrugada, funk digital que hacía de banda sonora al volver a casa de borrachera.
Hace de disc-jockey solapando el presente con un pasado caótico. Tal vez lo hace por unir caos. Habito el caos. Vivo en la calle caos. Otra vez alcanzado por la metralla de mi trabajo, porque la última ocasión, hace 50 días, que me daban por muerto, me regeneré en una semana en el hospital de campaña. Pero hoy es de esos días en que llega una carta a mis padres diciendo que estoy muerto. 8 años y 10 meses después, usted deja de prestar sus servicios en la guerra de Wall Street, felicidades soldado, usted duró casi un decenio en la contienda, vuelva a empezar su vida.

Ni una pegatina te dan cuando te vas. Sólo el vacío de perder, extraviársete el trabajo. Momento indeseable del gran juego de la oca de la vida, en que caes en la casilla 36, y te dice: divide tu edad por dos y sufre la precariedad laboral atmosférica de los 18, sin el festival lúdico y la inconsciencia de entonces. Plas.

Reinventarte. Desde las astillas lanzadas de uno, desde el caos. Reinventarse es demasiado bonito, muy de teorías y laboratorio. Restaurarse, siendo de carne doliente. Reinsertarse, desintoxicarse, tal vez.
Buscar un nuevo sitio en un mundo lerdo y etiquetado, tatuado de prejuicios por todas partes. Buscar un sitio cómodo, con la calculadora de lo factible, donde no le manoseen mucho a uno la dignidad. Y a unas malas como malla última, como rendición final, retirarse a una vida del siglo XIX con perros y libros, y 400€ de presupuesto, pero con toda la libertad personal del orbe. En esta soledad cósmica, en que eres el impar puro, sólo te rescata del averno tu par, el suelo de tu vida, la socia y compañera de vida y destino.

Es la crónica de un parte de guerra desafortunado. La constatación entre olor a pólvora, que tras un año en el frente, de sacrificio y batallas continuas en el frío, no ha servido para nada. La inutilidad de la guerra, que es un tópico para ti, para mí es una realidad que me envuelve, que me domina. Habito el caos, debo desintoxicarme, usar esta silla de ruedas un buen tiempo.
Y que la propia silla me reinvente.

lunes, 25 de febrero de 2013

La sapiencia de los ayeres


De vez en cuando los paseos de tarde, que suelen marchar hacia el crepúsculo, suscitan evocar a la par el mundo pasado, que siempre fue más misterioso, incierto y esotérico, como el ambiente que ahora oscurece.

Cualquier tiempo pasado fue más rudimentario. Tiempos de antenas de televisión que se solucionaban a golpes "mágicos", en noches gélidas con leños en el salón y bolsas de agua caliente entre mantas peludas. Las onomatopeyas animalescas de un módem accediendo a internet, rechinando, en su conjuro chirriante, esforzado, herido. Como haciendo fuego con dos piedras parecía el módem prender internet. O la incertidumbre de un despertador con cuerda o campana, que podría fallar y no sonar. El fiel retraso de los trenes, impulsados por una mecánica desorganización. El mundo era más imperfecto, falible y sorpresivo. Todos y todo era más ingenuo, naïf, emocional. El día a día resultaba más misterioso y precario a la vez, emocionante pero porculero.

A uno le entra nostalgia de la parte misteriosa y negra, en hoy un mundo más aséptico, limpio, claro y explicado. Esa impotencia de comprenderlo todo, en oscuridad, y ponerse bajo la manta cálida de lo mágico y emocional. Esas noches de invierno en una carretera de montaña en que se estropeaba un symca, y no había más que frío y vacío, pero una tasca en la carretera, con un fuego, unas matutano de bolsa y la melancolía de Anillos de Oro en el televisor de madera, nos rescataba de la mortífera peripecia. La pobreza siempre tuvo radiadores de calidez, y una capacidad de discriminación más lúcida, antes de la amnesia que otorga el progreso. Y la nieve en el televisor...
siempre Fue de Ellos

domingo, 24 de febrero de 2013

Diario de


Tras una guerra de pareja - eso que vienen a llamar crisis, y así dejar de ver lo bélico de las relaciones de a dos por pura ingenuidad -, firmamos la paz de la Diagonal, y acudimos a una cena prevista para esa noche en casa de unos conocidos. De los cuales sólo conozco historias, es ayer cuando les pongo caras, gestos, dinámicas, y empiezo a desbrozar toda la paja que llevamos las personas en sociedad, pese a que sólo nos interese el tuétano, calar el alma y el núcleo de las criaturas cercanas. El mundo es una gran foto movida.

Cinco horas después estaré regurgitando y vomitando entre bramidos de bestia, los moluscos y bivalvos que ahora empiezan a servirnos, y que yo ignoro tanto como el tuétano de los anfitriones, los dos vestidos de negro y que conocí en labores de guiso pescadero hace nada, uno al vapor, el otro en la liturgia untuosa de vegetales y peces, a ofrecer en la pira que es el horno.

Todos nos analizamos, lenguaraces, pero escaneando al desconocido que ejerce el turno de protagonismo. Leemos entre líneas. Se acaba sedimentando lo que somos, entre idas y venidas de temas, en sucesivos cambios fortuitos que aportan retazos movidos de quien somos. Después en casa se recompone el puzzle y te das cuenta del olor a currante que tenemos los cuatro, tipos laboriosos, que llevan mal lo de relajarse. Eran cuatro espíritus en una mesa sacudiéndose sus farragosas existencias. Cuatro tipos maduros, bregadores, amueblados de lo cabal, pero beligerantes con sus metas y crispados hasta conseguirlas. Creo que cenamos adrenalina, o la eruptamos.
Hablamos por cierto, de un un maquillador ex-banquero, un broker poeta, una ex-química wedding planner, y un patronista ex-pedagogo. El Circo del Trol o los chiripitifláuticos.

Después está el binomio de cada pareja, su formulación matemática de contrapesos y compensaciones, que ya es mucha ciencia para un primer encuentro. De la cita de dos parejas brotan luego automáticamente los manguerazos de palabrería, como si estas citas tuvieran su razón de ser porque generan tres o cuatro tomos de comentarios posteriores. El mundo es una gran foto movida y no paramos entonces de buscar espejos.

sábado, 23 de febrero de 2013

Romper el silencio


Perdido el hábito lector, y el hábito escritor desparramándose por el suelo. Porque es profesión, y ahí está el mérito de levantarse cada día y darle al pico para arar lenguaje. Es fácil esperar que un tren de acontecimientos te embista, y que la prosa salga automática. Pero la vida te llueve lo que te llueve, y hay que saber rascar los días cuando no vienen tupidos.

Tampoco he hallado un formato temático para que salga un libro, un órgano externo de mi creatividad. De momento pienso en dar forma a un "Muestrario", a un "Aperitivo", como títulos. porque lo escrito hasta ahora es demasiado voluble [y lo escrito es lo publicado en el blog, no mucho más].
Y aparte, tengo un síndrome de escritor ágrafo, aquel que no acaba moviendo un dedo para publicar. He proyectado aquí visitas a agentes y pregúntenme qué he avanzado en ello. He recopilado cero coma posts para juntar ese "Muestrario" evanescente.

Sólo me queda aplicarme, recuperar el ritmo fecundo, seguir repostándome con buena lírica. Por medio se colarán dos asignaciones de Psicología: trastornos del Desarrollo, y Diseños experimentales. Más un trabajo de fin de grado sobre la superdotación. Entonces me darán un título, cosa que rechacé tener durante mucho tiempo, pues prefería siete subtítulos con borrones. Pero la incertidumbre hace que hasta los místicos hagan una carrera y paguen peajes. Si todo va bien, esconderé ese sacrilegio de ser licenciado de psicología por la inmunda UB, oh pulcritud.

Y tengo que barcelonear más, viajar a la capital y glosar la marabunta en maquetas que se esparce por la ciudad.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El cristianismo visto como empresa multinacional


Conozco un vagamundo que a veces me cruzo, que especula con el sentido económico de la religión. Sostiene, que el ánimo inconsciente de toda cultura religiosa persigue el cumplimiento de una verdad económica. La religión no sería más que una ancha teoría para que el inconsciente colectivo consiga su objetivo: ahorrar, que es al fin y al cabo lo que permite una supervivencia a largo plazo. Si no han caído en ello, el principal gasto económico y energético de una vida es la descendencia, y la descendencia aumenta probabilidades con el folgorio. Si convertimos en pecaminoso el folgorio, estrecharemos el grifo de la descendencia, la dosificaremos, y nuestra economía prosperará más que con otros planteamientos.

Le contesto a mi amigo especulador y algo freudiano, que como interpretación a posteriori de la cosa, tiene su sentido aunque dudo que realmente se buscase ese objetivo voluntad mediante. Me responde que era inconsciente, yo le digo que entonces era ciego, y acabamos acordando que son como unos vientos metereológicos de la especie que acaecen, y que el inconsciente colectivo poco tiene que ver con una vida concreta y mucho con un concepto aplicado a posteriori.

Eso de legislar y dominar la vida de los otros, propio de la religión, produce más que nada un sentimiento de fortaleza por un lado, y vasallaje por el otro. La idea romántica de donación, el mortal generoso, es un rasgo que se tiene o no, es como el color de los ojos, no hace falta ninguna religión o sabiduría que fuerce a los necesitados de autoestima a su conversión generosa. La vida llueve o nieva suertes y destino, la vida llega y dota de año en año, y a algunos araña y a otros regodea. Somos seres-consecuencia, obramos según se nos da, según nos sobra, o nos agrieta la sed. La maldad o la bondad son saldos y consecuencias.
A toda religión la descapulla una sabiduría relativista, mucho más compleja y menos emocional y primeriza.

El ennegrecimiento del fornicio, es un ingenuo engalanamiento de un yo medieval, que si está duchado, limpio, y con polainas, huele a más regio, blanco y celestial. Es más puro y mejor, más veraz.
Cierto es que sexo y economía son dos expresos que chocan frontalmente en la prehistoria anticonceptiva. Instinto y planificación en batalla existencial. Pero la historia cristiana no destila un noble ánimo de planificación familiar, se mueve en disyuntivas absolutistas, el sexo es monstruoso y se debe castigar. Es la dramática y sanguinaria lucha del bien y el mal, histérica y violenta.
Nuestras tribus primitivas del medievo, que aún pululan en peligro de extinción, administraron no otra cosa que la Verdad en la tierra (occidental). Hoy en día, menos mal que la verdad está rota, y cuesta apoderarse de un código que hechice todas las mentes, mucho menos miedosas que han visto el desarrollo de la ciencia y no justas medievales y carricoches.
Para el sacerdocio de la verdad antigua, hacía falta la suma de cierta inteligencia, oratoria y un ánimo de dominación. Eran pastores de psiques más blandas y se conchababan con el poder económico si hacía falta. Intentaron quemar en la hoguera a la ciencia por un problema de monopolio.
Consiguieron su hegemonía a partir de un casual mito hebreo, no de una manera sermonista, a base de publicaciones de sus opiniones esperando un poder de convicción refinado y arrollador. Así no se convierte a una masa, y menos durante siglos.
Generaron unas rutinas, un corpus de ejercicios [recuerden, para aprender un idioma, un código, se deben alternar muchos ejercicios], que implicasen día a día a los seguidores, y para conseguirlo todo estaba atado en una enorme bóveda de reglas estrictas. El cristianismo es legislación, una gran cascada legislativa que proporciona un esqueleto tangible al movimiento. La impronta de la culpa en el cerebro humano, en una aleación con el castigo y el miedo, servía de herida psíquica para atar al feligrés con la causa cotidiana. Es una fiscalización para la vida personal, se establece un organismo regulador de las rutinas y los instintos. A partir de ese momento, con ministros, gobernadores y concejales locales de la fe, se tiene dominado al mundo, por otro lado fácil de dominar, pastorear y cercar. Para adherirse, entregar la vida, sólo requieren un carbonero, campesino, ganadero, o monacal... salto de fe. Nada elaborado o sofisticado, un golpe "glorioso" de voluntad, cual la mula lanza un zapatazo enérgico hacia atrás, es una mera cuestión épica al vacío, vida eterna mediante en palabrería mágica, aunque te abrases el corazón o te anules, tú, dispositivo excelso de miles de millones de años de evolución.
Añadimos nomenclaturas, uniformes regios, oropeles, y erigimos sedes imponentes e inconfundibles, tal y como hacen los bancos en la actualidad. Si la Iglesia hubiese eclosionado magna en el siglo XX americano, hubiese hecho rascacielos. Es la historia de una gran empresa, en el sentido amplio del término, pero una mera empresa humana más.

lunes, 18 de febrero de 2013

Emanaciones de verdad


Llevamos huéspedes alojados en nuestra inteligencia, convidados dormidos que una noche llaman a la puerta y piden asilo protagonista. A Ricardo Arjona, el compositor barroco, en el vientre de América lo adopté en su día, y por Europa a veces volvía a mi cabeza a tomarse un café y saludar. Que es dejar su imprenta intensa, arrojada y su romanticismo cerebral.
Esta noche sin embargo, sobrevino de repente en mi cabeza, como una hoguera de intensidad en el presente, y parece que ha venido con petate para quedarse unos días. - Profundízame, murmulla lo "arjoniano" en mí. - Me descubriste, hará más de cinco años; - pasa al capítulo 2, que soy lo suficientemente extenso como para durar una trilogía. - Sólo pretendo ser radio, hacerte de banda sonora, de sofá acústico, soy un mero envolvente, un acompañamiento y una atmósfera -. Todo eso me dice el tío.

Porque la música es un fluido corporal más, una mucosidad emocional que siempre está en su segundo plano. La música siempre nos suena y sobreviene a la cabeza desde un segundo piso nuestro, con balcón a la realidad. A veces surje como un erupto energético, música eléctrica que ejerce de batería a lo que nos pasa. En esta línea debo confesar, que tuve eruptos musicales [de pensamiento] hace unos meses con el estribillo "Quí-ta-te-el-top" de Paquírrin, y esta almorrana ideativa salía de mi organismo, no era ningún implante, era una excreción, un mojón mental que salía de mis adentros. A veces cago mierda imaginativa, hay que intentar entonces que no huela.

Todos tenemos momentos de clase de aerobic espontáneos, sin haber pisado nunca una de esas sectas. Nos venimos arriba y se nos escapa un pedete bisbalero y musical. Otras veces se produce todo lo contrario, la epifanía musical. La canción no nos viene de las vísceras buscando agitación coctelera, sino que desde esa balconada que es la música en nosotros, el cerebro musical percibe con total lucidez el panorama de nuestra vida, y como un jukebox neuronal nos pone una canción consonante, definitoria y reveladora, de ese momento complejo que estamos viviendo. Con una letra de canción clavada, o hasta adelantándose un poco a los acontecimientos. Como si el puzzle de la realidad vivida constase de suficientes piezas para nuestro tocadiscos interno, y así completase espontáneamente con acierto lo todavía no nombrado mediante una canción.
Un suceso muy tangencial a la magia. Porque se tienen dos procesadores cerebrales y en ese momento aparece uno con el que no contábamos. Surje desde los mares de la inconsciencia, por la rendija musical, esa inteligencia lúcida y ominosa, que resuelve por mero acto tocadiscos, sin pensamiento ni análisis de por medio... sólo por emanación de verdad.

jueves, 14 de febrero de 2013

Perrología


Tendría que escribir un libro que se llamara "Perros". Afontar una ventura lírica y destilar una caracteriología perruna. En ellos duerme la vida, en cada alfombra de cada casa mientras el mundo labura.
Si no puedo rodearme de quince seres perrunos, al menos poder entrevistar a un centenar y leer alguna biografía de gran hombre, con su húmedo y frío hocico detrás.
A veces se sedimentan tus pasiones por eliminación. Ya que lo humano me parece un bulo, una mentira, me quedo con los perros, que están a mano y no nos camelan. Prefiero el mordisco rabioso de un perro al barroquismo truculento y elaborado de la agresión humana, siempre con dos o tres máscaras.

Hay perros muy fundidos, que se te disuelven al verte, perros licuados de un cariño cualquier, sin personalidad ninguna, perros churreros. En contraposición, está el perro mirada lánguida y pose más madura que un profeta. Los perros que cautivan tocados por una serenidad de buda peludo, de justos movimientos, mirada más que humana, con una leve tristeza perpetua, que cuando se vuelve cariño parece el reconocimiento de un enamorado. Son los perros sobriedad o los perros carismáticos.

También está el perro agonías. Aquel que parece dopado con speed o anfetaminas, y es una especie de cabra corpulenta espitada que salta y se te tira como rutina de vida. No hay seguro de hogar que cubra el perro desperfectos.
Y por último, nombraré al perro pancho, al que no ha venido al mundo a dar un palo al agua. El perro que nació cansado. Amable, alegre, correcto, pero más vago y comodón que un erasmus en verano. Que hasta comen con desgana y beben mordiendo el agua. Los perros becados.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Animalista


Soy animalista sí. Sufro más porque se agreda cruelmente a un animal que a un humano. Lo segundo me horroriza, pero lo primero es superior a mí. Ahora toca razonar este animal-ismo, porque no suena política ni corporativamente correcto. Parece que prefiera el bienestar de perros, pájaros y peces, por encima del de mis semejantes.

Digamos que la violencia gratuita no es algo que me entusiasme. Sólo nace de las necesidades perentorias, que promueven el secuestro del instinto, o nace de la misma violencia, en respuesta a ella. Es como un agudo de la existencia, que irremediablemente tarda un lapso violento en volver a reposo.

En nuestro mundo se puede entrar a un establecimiento donde te sientas y unas señoritas te hacen las uñas con una lima, te pintan un hermoso mini-cuadro en su lámina, y si quieres te masajean las cervicales antes de irte. Puedes ser mediocre, proletaria, o pensionista, que igualmente lo hacen, no es necesario tener abolengo. Quiero decir, que en nuestro mundo civilizado del siglo XXI, el peligro físico que suponen un perro o un minino, es insultantemente ridículo. Son las dos escasas bestias que pueblan nuestro paisaje metálico, los adornos animales de nuestra civilización. Son un pequeño legado, un souvenir de la naturaleza, que a pocas es nuestra madre, nuestra placenta ambiental. Un perro es en algún modo un puente de millones de años en la evolución, una relación que recupera la amnesia de un pasado ancestral, que también nos pertenece. Y las hormigas, y los gusanos, y las bacterias. Sí, y el hijo de la gran puta que se dedica a despellejar gatos, y muestra las decapitaciones de perros como quien se saca una foto en la Torre Eiffel? Que me explique alguien cómo se ha de estar de tarado para abusar de niños, de animales indefensos, o de ancianos enfermos. Porque a los "animalistas" nos jode el hecho de la indefensión, cómo sale la sed de violencia, de ver a un animal tranquilo y paciendo, y tirarse sobre él con toda superioridad mientras gime y chilla, para torturarlo y que ninguna voz de la conciencia detenga esa psicopatía. Pobre de aquel que se me cruce en acto de degüello animal gratuito, porque me lo cargo mida dos metros con lo cobarde que es.
[Quien agrede a niños por la calle creo que precisa presencia policial, eso es un monstruo y acaba con el niño y todo el que pase].
Y Toni Cantó es una lacra para la humanidad y es exterminable.

Amo el Real Madrid



Todos seguimos y arrejuntamos para un equipo de fútbol de la liga BBVA - trapero nombre -, y lo hacemos con mayor o menor cordura. Los hay que tienen la vajilla con escudo que "financian" los tebeos deportivos, los hay que la tienen y no pueden comer en ninguna que no sea ésa. Nórdicos, edredones, cuberterías, escudos teselados en el fondo de una horteropiscina, así hasta acabar generando un futurible Rastro monotemático del culto deportivo.

Es culto, rito, jaculatoria. Hacer de la choza una pequeña capilla litúrgica, y si la vida nos lleva a un poblado de Etiopía, fundamos una peña bética, que el Betis es maná, nada me falta.
Están los dramáticos y los ultras enfermos de la "afición", los kamikazes evangelistas de una raza otra, la de los bobos, que muy consecuentemente se ve invadida [raptada] por un sentimiento de superioridad encriptado, para no pegarse un tiro más que nada.
Pero luego está el forofo medio, el que come en otras vajillas, que si no le gusta el fútbol y lo usa para otros menesteres psicológicos no tan extremos como la cepa tarada ultra, defenderá las tretas, las trampas, el mal gusto, la violencia, en pos de una triste victoria de su acomplejado equipo.

Existe el amor sí, y aunque no se verbalice, hay cierta gente que Ama, un patán club de fútbol. Se puede seguir, vibrar, usar el fútbol, pero hay aficionados que aman a capa y espada su equipo. Ojo, no voy con hipérboles, reitero y preciso el acto amatorio, de entrega, de fundamentalismo en la vida del hincha de turno.
El fútbol, ha llegado a unas cuotas de protagonismo existencial, que cualquiera puede ir saltando de rama en rama y nutrirse psicológicamente de equipismo. Desayuno con el diario, escucho el parte hacia el trabajo, dialogo con los compis de las trenzas de Messi, veo el telediario, trabajo un poco, escucho el programa específico de la tarde, y me preparo para la batalla, joder mi miocardio con el partido en directo [a los del Barça hace tiempo que no nos pasa eso de sufrir como método], y luego la resaca, el post-partido, punto-pelota, la llamada al cuñado, el larguero y la vuvuzela.




Che, es un burdo juego, un mundo de cachorros, eso luego no da de comer ni paga las facturas, tú-pagas las facturas de los pibes, despertate.
Si añades la bajeza humana de personajes como Mourinho, el lloriqueo victimista compensatorio, los locos como Stoichkov pisando a los árbitros, los Giles Núñez jeques y gremio nazi constructor administrando el cotarro, el olor a memez periodista que encumbra declaraciones autistas y eleva la inflación del fútbol a niveles estúpidos... encima hay una marabunta de comemierdas que lloran, agreden, defienden, se blindan, por unos colores. Por Amor, a unos colores.
Quien justifica a Mourinho, al mayor gitano que ha conocido la historia del deporte, ama el Madrid, como un adolescente, por encima de casi todas las cosas, de forma romántica, entregada y lerda.
Es Amor, amor por un equipo de fútbol, una camiseta pringosa como leitmotiv de vida. Son los esclavitos que catapultan los sueldos millonarios de sus ídolos, los comemierda que ensalzan e idolatran al primero que pasa. Por gentuza como ésta, porque la psiquiatría no ejerce aún con gases para mayorías abyectas, hemos de convivir con subnormales que aman una mierda de equipo de fútbol. Tomen nota, dejen de hablarles, son peligrosos, que terminen su orgía delirante tatuándose las estadísticas de la décima o la quinta en el pene, y que haya suficientes cavernas en el mundo para que puedan morar el resto de sus tristes y alcohólicas vidas.

Sigue buscando


Siempre he sido una niña muy aplicada, y ya puestos en vereda literaria, he procedido a examinar autores consagrados por eso de visitar el gremio donde me he metido.

Olfateando esquinas, me hice con un tomo de la serie "Salón de los pasos perdidos", titulado "Los hemisferios de Magdeburgo". Es el octavo de los dieciocho volúmenes que tienen los diarios de, Andrés Trapiello. Tiré la caña a ver si salía un pez gordo, similar a los 116 kilos/libros del pescado Umbral que me da de comer las neuronas.

Pescar pesqué una bota. Trapiello me pareció palabrero, estetizante y porcelanista. Es demasiado fidedigno, lo hace técnico, preciso de vocabulario, que no de poética. Me resultó prospectivo, de lenguaje como de prospectos farmacéuticos de la realidad, episodios en prospectos. Me asustan sus poemarios de antemano. Ya se ve que soy un lector ultra, o me fascina, o le doy pal pelo.
Te imaginas una voz débil, delicada, a punto de quebrarse, cuasi femenina, te viene a la cabeza un lameheridas.
Utiliza subpalabras, vocablos escogidos por su precisión, prescindiendo autistamente de la musicalidad, de la musculatura y carne del lenguaje.
No hay ninguna nervatura íntima, todo son nervículos con un eje vago, tropel de impresiones deslabazadas de tensión protagonista. Muy limpio sí, casi aséptico. Gris. Metáforas con señalética. Hay escritores limpios , escritores guarretes, y escritores Diógenes (como a mí me parece Vila- Matas).
Diario narrado, siempre en diferido, en sosaina pretérito imperfecto, sin apenas violencia, virulencia interior. Sólo es exhibicionista mostrándose ufano de su exilio extremeño de la civilización, y poco más. No me entusiasma, lo dejo en relativas pocas páginas bastante sentenciado.

Así que acudo a otro de los popes de la literatura española contemporánea, Antonio Muñoz Molina. Él juega con ventaja porque el libro versa sobre Nueva York, "Ventanas de Manhattan". Con el demérito de que tampoco me entusiasma. Me gusta más que Trapiello, tiene menos horchata en las venas y apunta más vidilla, pero es eminentemente descriptivo. La persona Antonio Muñoz Molina no existe, quien escribe es un visor, escáner, más o menos virtuoso, pero parece luchar contra el lenguaje fotográfico. Es literatura a la plancha. Son fotografías explicadas, detalladas. Y al final nos describe una tarde de las cien mil millones de tardes que ha habido. Es más preciso que evocador. Informa más que epata. Poética y lírica se dan en cuentagotas. Muy prolegomenista, muy de preliminares, tantos que así acaba el libro. Es agudo y reflexiona oblicuamente con acierto e inteligencia. Algo marabuntero. Y puestos a relatar, no da cuenta de la estética general de la ciudad Nueva York, ni menta su tipografía, sus hechuras, no sintetiza mucho su esencia en su vagar analítico.

Otro dejado a medio vientre de libro. Habrá que seguir buscando.







lunes, 11 de febrero de 2013

El orgullo de pisar Nueva York


Uno está en Nueva York, y ve aviones que te increpan a cincuenta metros encima tuyo en el Main Street de Flushing, como una furgoneta más del barrio que hace su reparto. O patea el Northern Boulevard y se acuerda que tiene que comprar unos Juicy Fruit en el Duane Read del barrio, el que está al lado de un McDonald's y enfrente de un Burguer King, porque América podría tener un mapa basado en referencias a sus fast foods más proximos.

Estás en Nueva York sí, y ya te ha invadido un sentimiento de orgullo paralelo. Están las personas que han pisado Nueva York, y las que no. Los ignorantes de Nueva York, entre los que yo militaba hasta abril de 2005, tampoco sospechábamos de nuestra carestía. Pero pocos lugares superan el aura de ser excitantes y mitológicos una vez sobados por el presente. Nueva York, repito, rezuma lengendariedad estética por los cuatro costados. Es lo más cercano a una ciudad mitológica que puede haber, por fisonomía, por dimensiones, por estética, por sumidero intercontinental de los siglos donde ha ido a parar y se ha arremolinado tanta diversidad, en forma de museo-resumen del planeta albergado en rascacielos. Como una exposición universal permanente en Manhattan.
Capitalidad, capitalidad, y más capitalidad, es lo que desprende Nueva York al mundo. Y uno se siente, bajo su ala, un pariente de esa centralidad y altura planetaria cuando pulula por Nueva York, un hijo de la madre del mundo.

sábado, 9 de febrero de 2013

Lírica y épica


En el colegio nos iniciaban en esto de la literatura de los otros, hablándonos de sólo dos planetas, el verso y la prosa, la lírica y la épica. En estas lecciones de plastelina de la literatura, no iban tan mal desencaminados. Salvada la diferencia primera que un chimpancé bonobo puede distinguir, que el verso es animal y la prosa vegetal, la lírica y la épica son sustancias un poco extraterrestres. Son dos fluidos volubles que se contienen, se separan, se superponen y forman éxclaves e ínclaves entre ellos. Para que surjan las capas de petróleo lírico en las carnes de uno, ha de haber una épica sedimentaria de fondo. Un fragor de sables acumulado en época bregada, ya sea propia en un pasado, ya sea del ambiente y de los otros en favor de uno, la épica de los demás en mí. Luego una sustancia lírica, una voz cuajada, se va desprendiendo al pasar por las carreteras de la escritura, o lo hace de paisano por la dramaturgia personal. Hay trozos y trozos de literatura que no quedan registrados y se pierden en conversaciones de pareja, de trabajo, familiares... Frases inspiradas de la vida sin micrófonos, que forman parte de la dramaturgia espontánea personal, y que forman la cara B de la literatura universal.

La épica entendida como crónica es el periodismo cuando no había diarios. Todo poema gravita en lo épico omitido, a menos que quiera ser costumbrista. La lírica a su vez azuza el instinto épico, lo peina y ase. La voluntad épica se nutre en períodos de tregua en el abrevadero lírico, donde descansa, le mecen, transpira y se alimenta.
Vivir, es épico a medio plazo, somos criaturas épicas. Malos tiempos para la lírica - que es ese auscultarse con precisión y actitud hondonada - pues buenos tiempos entonces para la farmacopea psíquica, hoy que los confesionarios ya no pueden ser de madera teológica. La lírica es confesarse, forma parte del Ministerio de Salud, es un vomitar nada apestoso, es quererse, quererse encontrar algo dentro, vida inteligente, más lo primero que lo segundo, es descubrirse.
Máquinaa, crackk, eres un crack, súper fuerte tía, los políticos son unos chorizos, sálvame deluxe, nano, pero qué me estás contando, facebook.com, por mis hijos mato, we are the champions [confeti plateado], descubrimiento tardío del gin tonic, lexatín, cinexín, escalestri... O las etiquetas del amasijo humano, como cacería furtiva de la lírica.

viernes, 8 de febrero de 2013


Por debajo de los 10 grados puede pasear tutía, más sin el kit lanudo: gorro-guantes-bufanda. Han metido al bosque en una cámara frigorífica, una mano cósmica mete el pesebre terráqueo en una nevera de la galaxia, y en marzo lo vuelve a sacar.

Ayer me bebí las dos horas y media de la película Lincoln. Que es más un documental, de la recreación de la enmienda decimotercera sometiéndose a votación. El título es falsamente biográfico. La detallista recreación pasa. Te ilustra una época. Te mantiene la atención, no piensas en bocadillos, excels o tipos de parquet jaspeados. Bueno, pocas veces.

Te planteas con qué varita están tocados los niños estadounidenses para que cuando sean mayores vendan mucho más cine, corran más en los estadios o lideren los hitos tecnológicos de forma dominante. No es que entre complejo de mundo segundón, pero sus industrias parece que nos mean y que vivimos una inferioridad crónica. Que moviéndonos en el mismo horizonte temporal, con todas sus cartas visibles y en la mesa, algo de nuestro esqueleto se encasquilla, esos matices históricos no son tan nimios al presente y son astillas en las articulaciones y puntos vitales, dando un gigante estatal débil. Que no basta vestirse de moderno y gastar los mismos zapatos último modelo de país, que lo que falla es la carne, los órganos, la circulación, las hormonas. Como un niño algo malnutrido.

Leemos literatura de aquí y comemos cebollas de aquí, sustituimos el endulzante serial extranjero por el autóctono hace ya tiempo, y no compraríamos otro. En Finlandia aprenden castellano por Fiti, Santi y Josico, aka Los Serrano, jamón dramatúrgico. Pero montamos gadgets y pseudotablets Energy system, con los botones lábiles como dientes de vieja, y cuando llega el sábado de las series, les toca ponerse de etiqueta para ese corta y pega de gala que es el cine, entonces vendemos como castañeras y camioneros del melón, y ni dios paga una entrada por el cine trasplantado de series populosas. Vienen los americanos con el ordenador, la fantasía, y el glamour de los obesos, y nos abofetean en los rankings con su mercadotecnia nuestro ya grabado complejo de inferioridad. Porque siglos de tradición artística y literatura de una lengua, de un código, parece que no son suficiente riqueza acumulada en los sótanos de la creatividad para que venga Will Smith, se saque la chorla, y nos orine a todos en el jeto.
Necesitamos un presidente más verdulero y menos encorbatado, que mire que es lo que falta. Que aquí somos lerdos en tecnología, yo se la pongo, cuarto y mitad?
Que plante unas lechugas de silicio para el 2026, unos bananeros de bioindustria para el 30 o el 40, que estamos a principios de siglo y esto no cierra hasta el 5012 o el 6033, qué número tiene usted en la tanda?
Que de esta crisis no nos vamos a salvar, aquí pringa tutía y lamía, pero que si acaso los muebles sí que se salvan pobres y que tengan vida inteligente alrededor en el 2036 y el 2072, por eso de legar un futuro con contenido a los hijos, y tal.

jueves, 7 de febrero de 2013

Trozo de libro


En este diario, que es parcial, como todos los diarios contienen lo que se tolera, hoy traspienso del frío y de Dios.
Últimamente busco mi libro inédito, y mi natural temática impar puede que se aloje mejor en eso, un diario tolerado.

La lírica del tiempo, la lírica del clima. La muda traidora de todo invierno. Sonreímos y nos congratulamos de la suavidad de nuestra latitud, cuando el sol y lo cálido se asoman en enero, en gritos del verano desde su cueva. Constatamos que al invierno y la gelidificación sólo le falta su último cuarto, y es cuando, una ventolera, aupada por los Siberias o los Árticos, por el demonio en fin, llega en menos de un transbordo, y sorprende nuestras sonrisas plácidas poseyendo un clima suavón, y esfuma nuestra fantasería del verano chillón.
Y hay que volver a estofar la casa, porque viene uno de esos estornudos cuya metralla llega de nariz a codo. Ese dolor agudo en el codo tras un estornudo, de cuerpo tieso de frío, que es un dolor linfático, un botón que te sentencia en el resfriado porque lo gélido ha invadido las células blancas y apóstoles de la linfa, las únicas que nos salvan con sus patrullas, de todos los gángsters gérmenes del mundo. Es nuestra capa anónima de superhéroes que limpian el mal, una de nuestras siete maravillas de la existencia, que obviamente no tiene ni nuestra cara ni nuestra firma. Es una cepa mínima y medio ajena a nosotros, que forma parte de nuestro chasis heredao, y poco se parece a nuestro yo manazas. Los primos segundos superdotados de nosotros. Qué perfectas son nuestras células, y qué imbéciles somos las identidades que las calzamos.

Y Dios. La otra hoguera de pensamiento que ha ardido y voy a trasplantar en una hoja. Todo ese celulario magnífico que hemos heredado, y la mecánica perfección de los tejidos vegetales que dan árboles escultura y tomates que sonríen, siempre ha tenido la versión de un padre que plantó todo eso por nosotros e hizo el mecano del mundo. Una interpretación consecuente y más que plausible, que ha gozado de siglos de comunión. Mi infancia fue escolástica y practicante. Pero cuando asumes falsa esa padrificación de la evolución, con todo lo que a un padre toca los cojones tener cachorros estúpidos e hiperemocionales, que a la vez sufren ese desamparo y trauma existencial, cuando lo asumes te das cuenta que has vivido una juventud ortopédica, con la libertad marcada con un precio y una temática. Percibes que te has perdido grutas y sendas silvestres de la vida en pos de unas ordenanzas arbitrarias, que has ingerido kilos y kilos de tradición antigua con la voluntad de que milites ese conservadurismo frío, metálico y con envoltorio de bálsamo doméstico, como aquél que le redime cada día una colonia arcaica.
Tu vida tiene unos cimientos piadosos, ortopédicos, culposos, predicadores, que son como el color de piel de uno, modificables pero estructurales. De ahí toda la duración de una vida para cocinarlos y mutar su crudeza.
Yahvé, Dios, y toda la ristra cristiana, es tan poco femenina. El ámbito religioso, ámbito de amparo, tiene tan secundarizada a la madre. Lo religioso, como fenómeno histórico pasajero de la humanidad, es una preponderación de lo masculino y sus valores. De ahí la violencia, la severidad. El fenómeno religioso debería haber estado en manos femeninas. Las mujeres han criado y posibilitado nuestra supervivencia emocional. Luego los hombres, ya crecidos, se han hecho con la silla del mando absoluto y las han marginado de la administración "sacerdotal" de la verdad.
Como cuento o mito te lo compro, pero resulta que es la historia de la humanidad.

Aparte de esta parafernalia carnavalesca de la verdad, el ropaje secular del Dios absoluto, llámese cristiandad, musulmanismo o animismo, siempre queda claro está, la pregunta inteligible, y cuántica: ¿cómo se generó todo, cómo "apareció" el universo?
Una pregunta que no es de antesdeayer cuando nos fuimos al campo, de un poco antes. Ningún antropoide ha podido responder a esta pregunta y yo me la respondo antes que se acabe de pronunciar. Lo hago en mis entrañas, intuitivamente, sin abrirme, sin poner a examinar las consecuencias que afectan hasta los segundos de mi vida, tal como harían los que responden -Dios. Precisamente porque la respuesta es -NoDios, me sale operar a la inversa.
Si inconscientemente gana la opción de la generación espontánea, del pedo fortuito como inicio de todo, para que voy a obrar después una cosmovisión que haga de ortopedia de mi vida. Precisamente la "respuesta última" apunta a una completa liberación de prótesis, a una frugalidad filosófica que se deje llevar por las oleadas terrenales, sin ningún mapa apriorístico. La aventura de la intemperie, frente al cobijo de la caverna cristiana. Cuando ahí dentro había una civilización, temerario era el errante. Hoy en día hay demasiado físico cuántico para seguir siendo topo.

La verdad, última, definitiva, queda oculta así hasta el siguiente nuevo episodio existencial. Provisional y provisionada de acontecimientos. Una verdad perecedera y renovable. Terrenal, más compleja e intrincada que la tiralineada, ominosa y polaroid verdad teológica. Una verdad en cocción, elástica, que envejece igual que la carne de uno.
¿Y de dónde ha salido todo esto pues? Ni estaba aquella noche, ni lo repetirán en cines o en la 6. Sólo puedo visionar esa torrentera originaria en el río del 2013, tal vez pueda aprehender algunas perlas de lo que pasó, y aún así, tengo todo un corpus de existencia enorme y suspendido que continuar, una destinación en la que fajarme y seguirle escribiendo colores.

El miedo atávico a la masa da una masa [lo fatuo en lo humano]


El meritar. En toda formación o instrucción, hay una parte que es ingerir conocimiento, a veces mantecoso, un pasar etapas de un proceso como quien acumula kilómetros, superar exámenes, hacer trabajos, sellar las páginas de una asignatura. Escasa magia trascendental en los contenidos, pero una montañita arenosa de conocimiento, que juntando la docena te dan un título, te meritan, te llevan al portalón medieval del sueldo contante y sonante, y ahora sólo falta desplegar todo el arte silvestre del escaqueo, para pasar por el callejón trasero de la existencia -el de los listos- sin pena, ni gloria, y disfrutar de la comedia de la vida.
Es un programa educativo digno y prescribible, más para los espíritus que no les apetece las cumbres y las simas, el trajín y desgaste de los máximos y mínimos. Carril.

Y si todos fuéramos una marea japonesa, no espoleada por mitos, épica, y lo ejemplar? Sin un gigantesco dedo índice acusador denostando la bajeza, la mediocridad expuesta, o la regularidad? Y si los extremos fueran tabúes, desplazando otros tabúes comulgados? Qué pasaría si por un criterio de salud, se ensalzase la medianía, el equilibrio, la polivalencia, el no destacar, la versatilidad? Qué precio mediático tiene la gloria, en qué cuenta de ahorros uno se pone a especializar su vida, barroquizar una rama, y se sustenta y succiona de ella en un desequilibrio flagrante y fundamental a la vez?

Los occidentales queremos tanto tener un nombre y apellidos, ser alguien, que si nos parecemos a los semejantes nos asustamos, nos confundimos, nos colapsamos. De niños las identidades se trocan como los cromos, a veces somos el vecino, otras somos varios en un mismo día. Funcionamos en alma común. Después nos volvemos capitalistas, nuestra psicología es capitalista.

Ya no pertenecemos a la banda de una calle, incestuosa de identidades. Nos parcelamos, y lo parcelamos todo, iniciamos una singladura a la parcialidad, en un renuncio a la totalidad panteísta. Afilamos una ocupación, y nos crece un brazo gigante frente al otro menguante. Un hemisferio cerebral se hipertrofia y el otro le despide abrumado. Nuestros ojos se vuelven partidarios, visores intermitentes, y se van cerrando en una vigilia REM anárquica y de abogado defensor.

Paseamos la madurez como monstruos especialistas y descompensados. Es una deriva del equilibrio, de la versatilidad, de la criatura multidimensional. Mientras construimos catedrales y chamizos, cavamos raíles de trenes supersónicos y fosas comunes al mismo tiempo. Nos graduamos del maniqueísmo en vigésimo curso, y continuamos apostando por una trama de máximos y mínimos, de picos y valles, de catedráticos y ninis, por una política de ruta en fin, emocionada, humanista, dignificante y a la postre flipada.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El tuteo como evolución


Cuando vemos una película de los años 70, o de los años 40, cuando asistimos a una obra de teatro escrita en el siglo XIX, o leemos poemas del XVII, en todos nos invade una percepción de lejanía, que aquello es arcaico y demodé. Hay una falta de tuteo e informalidad total. El principal motivo de su antigüedad y desfase, es el encofrado aislante de la intimidad. El pudor de la propia personalidad está camuflado en formalidades, ustedes, fórmulas de cortesía y creencias. Inconscientemente, el cogollo humano viene a ser demasiado sucio y animalesco, y eso se ha sabido siempre, de forma que la evolución industrial y tecnológica ha corrido paralela a una evolución hasta el tuteo, no otra cosa. Hacia una simplificación y desnudo de las formas, y no a su emperifollamiento. Así de falsario es lo humano, acongojado por los miedos.

Hemos llegado al tú, nos hemos mostrado, cuando hemos tenido la suficiente sensación de control. Se ha producido por generación espontánea de las nuevas generaciones, mientras ocurría el apagón de lo sagrado. Nos hemos liberado, de nosotros mismos, de la cortesía, nos hemos dejado de cortar, de la timidez que suscitaban las enormes manos negras de la vida, ahora que no son manos ni oscuras ni existen. Y ha brotado el humorismo, se ha licuado lo intocable, y todo es más jocoso y desencajado.

Lo monstruoso hoy en día se llama paro, corrupción, cambio climático. Somos más inteligentes. También somos más asépticos, y menos inflamables. Se corre el riesgo de hacer vida de hámster, desnaturalizado, liofilizado, virtual. El decoro y la cortesía hoy medra en Facebook, nuestra tarjeta pública, el gran teatro de vanidades. Da cierta rabia que la identidad personal se apuntale a base de tanta fotografía de la parcialidad. Ahora que nos llamamos de tú, sólo nos queda saber pasear nuestras vergüenzas.

martes, 5 de febrero de 2013

ESCRITURa TriBal


Tengo los ojos llenos de miel. El libro "Ramón y las vanguardias" me parece el colmo de la lucidez.
Analiza Umbral el aspecto ritualístico de cualquier estilo de escritura. Es más, desvela que toda actitud discursiva es un rito. El discurso, como forma expresiva que el 99 % de los prosistas utilizan, es un rito.

Contrapone esta "costumbre" con la escritura de Ramón Gómez de la Serna, que siempre está empezando un texto, ya sea entre-párrafo, en el ecuador de un libro, o en su última página. Y avanza aparte, con frases cortas, separadas por puntos. Se olvida de la condescencia ritual de consenso estilístico, ignora los cánones. Y lo hace también de cara a las expectativas del lector, que se encuentra escritura parturienta por doquier. Rompe el acto discursivo. Redactar, es un acto ignorado para Ramón. No escribe a lo ancho, se olvida de la dimensión que hace de levadura a un texto, no le dota de cuerpo, sólo de caras. El arte de lo fragmentario, como menta F.U.

El Francisco Umbral más filosófico, con igual aguja prodigiosa en terreno etéreo, me preña, y me hace tremendamente poético. Arrastra mi capacidad lírica hacia los balcones analíticos, y comulgo esa filosofía lírica tan lúcida, que cala la realidad y las entrañas de las personas. Se me llenan los ojos de miel, y así hasta educo poéticamente a Albita.

Lo icónico por lo cósico. He aquí un gozne aprendido en esta travesía umbralista por el oficio. La imagen ha de hablar en mi cabeza, suscitar, y ponerle un título. Se debe anticipar a ver su "representación", su palabra, su cosa. Hay que desacostumbrar al cerebro a tirar de etiquetaje, y así retitular líricamente cada presente del mundo. No hay que describir nada, se ha de tirar de talento retiniano.