miércoles, 30 de junio de 2010

Contra la literatura de pescaíto

Soy uno de los pocos terrícolas que sufre rechazo por la palabra literatura. Yo amo, la etimología, o yendo más allá, adoro la etimología que viene del griego. Con la latina no puedo, ya ves tú, como quien rechaza la cocina inglesa, como a quien nunca convence el chopped.
¿Porque casi odio el vocablo literatura? Pues porque no sé de dónde coño viene. Y poca gente sabe de dónde coño viene. Suena a preparado de letras, póngame una literatura de íes con sésamo tostado, eñes rebozadas - qué las prefiere, en fritura o en literatura? - Es igual, póngame una paperina de ces en literatura y aceite de módena.
Tal palabreja no puede traer nada bueno, un legajo de un millón de novelas banales. Para mí que la literatura es donde meten kilos de ficción y rebajan la realidad de las cosas, y al fin y al cabo eso es estafar gramos o hectogramos de verdad.
No invente, señor Trueba, no invente!
:D Con Cariño.

Y qué más. Con lo bonita que es la etimología griega: en-theos-siasmo --> entusiamo, CON EL DIOS DENTRO, ohhhhhhhhhh. Bonito.
Quién fue el bastardo que acuñó literatura? Pues mire, que le quede claro que empiezo a tolerar tal palabreja peluda. Ahora me imagino una mixtura en alambique de letras, un preparado gourmet de letras destiladas, y me empieza a agradar la palabrita cogida con pinzas claro.
Literatura de los confines de lo cotidiano, esas horas del día donde riza la ola de la normalidad plana y chispean los guiños de una realidad más profunda y con más lineas de metro entre los deseos y los sueños.
Realidad exprimida y presentada en el molinillo del lenguaje para coserle pespuntes que vuelvan visible el sexto continente enorme que yace en la cabeza.
Haga usted literatura, haga visibles los países ignotos sin realidad todavía, que pueblan su cabeza.

miércoles, 23 de junio de 2010

Cuando te caes mucho, el semi-vértigo ocasional no da inspiración. El sudor del esfuerzo accidentado tampoco. Cuando un gas de incertidumbre se ha posado hace semanas, tampoco hay un guiño para la inspiración.
Oiga, si no sabe jugar con el lenguaje, si su cabeza no es una paella donde cuece entero el diccionario desgranado, si no sabe a qué velocidad se mueve cada palabra según la marcan sus vecinas, entonces, no escriba.

Hablar de política o hablar de metafísica, sino todo lo contrario. La escritura se puede mecer y mecer en lo insustancial. El lenguaje encierra el mundo sin necesidad de hablar de él. "El tintineo de esa cuchara que lamió metadona en un sueño difunto" es algo que nunca existió, pero basta una cuchara trágicamente humanizada para resumir un buen cacho del mundo.
Un escritor debería tener un ránking en la cabeza, de la frecuencia de uso de los sinónimos de las palabras, en el mundo público y privado.
La maldición de un escritor es el tópico. Lo pisado.

Si alguien hiciera una radiografía al mundo, saldría una especie de tumor hipertrofiado, una desfiguración, que no es otra cosa que el fútbol. Como la muy nuestra burbuja inmobiliaria, la futbolitis no para de crecer, año tras año, década tras década.
Y cualquiera en este mundo civili.... no podría augurar la muerte del fútbol. La metafísica ha muerto, el arte, la fotografía... pero si hay algo vivo, vascularizado, musculoso, eso es el mundo del fútbol.
El fútbol acabará muriendo. Y será mucho más pronto que lo que la gente piensa. En la época de los gladiadores también pensaban que eso duraría para siempre. El fútbol es desmesura, hinchazón, una especie de tumor del ocio sin sentido. Se deposita casi tanta esperanza en él como dinero.
Pero el fútbol es cada vez más algo aburrido, y con eso no puede nadie. Cada año el mundo del fútbol muta, el ecosistema de los jugadores en los 80 ahora es otro escenario cotidiano, los altavoces de la prensa actual son más presentes que las criticadas vuvuzelas, y el juego, que al fin y al cabo es lo que al final sustenta todo, gana y gana en especulación cada año.
El mundo del fútbol está lleno del típico tonto del nabo. Hasta por mero dandismo la gente se irá distanciando de él, el fútbol al final sólo será para pobres. Y lo siguiente también será de masas, pero un peldaño más arriba en la civiliz..., de matarse entre tigres exóticos, a matar toros, a chutar el cuero...

miércoles, 9 de junio de 2010

Escrito con título aplazado por un tiempo



Vine a Praga, a romper esta canción.

Aquí estamos a la intemperie. Tumbado bajo las estrellas bien dentro de casa.
El taquígrafo que es un escritor sólo pinta muy pocos senderos de la realidad, y muchas veces le falla la tinta o el papel no está. Nada es más parcial para un escritor que su obra. Fuera de su sistema. Hablo de destellos singulares de expresión única. Esos, no volverán.

Y lo que se pinta en el papel es lo que queda. Hablo de esto porque me parece lo más importante, remarcar todo lo que se escapa por el sedal de la escritura.
Por otro costado, que lo que más nos importa es la felicidad es algo tan obviales, que decirlo es hacerse idiota. La felicidad es la ralla de la suma, el marcador de la desdicha o su falta, el resultado más matemático y automático de los sentimientos de uno.
¿Y la mía señores? Que al fin y al cabo, es lo que cuenta aquí.

Je ne sais pas. En parte he llegado a una edad en que empieza a oler que todo lo que pude llegar a ser, nunca lo seré. En que la sensación de desaprovechado intelectual parece algo crónico y perpetuo. Y eso, pudiendo estar equivocado, es lo que siente un servidor.

Las dos primeras caídas en ese circuito más que hostil fueron más que duras. Ahora, circulo por él ya veterano, y aunque con poses de borracho vestido de Carrefour acudo al bar a veces pensando en francés sobre aquello que valida la estética dicho desde una poesía no expresada aún.
Pero eso ya quizás es exhibirse demasiado, levantar las vallas de la intimidad, siempre sin miedo, y ver pasar un destino ágrafo, calvo en protagonismo cultural, como un tendero intelectual.
Nadie le pidió a un árbol del acantilado ponerse ahí en medio, y en los acantilados en tormenta perpetua también debe de haber árboles.
La cuesta es sólo larga e interminable si uno no deja de amar al llano, si no, empieza una historia de amor.

Y ahora, que la escritura ya resbala sola, no hay ningún tipo de problema más. Empieza un dulce columpio de inspiración, un péndulo entre lo agradable y lo mejorado. Escucho a Sabina, con toda su autoridad, algo ya físico como la altura o la gravedad. Sabina hace que tenga ganas de volver a Praga cuando en algún cuaderno de mi cacique interior de ideas estaba subrayado en rojo no volver. Pero en Sabina hay algo atávico. Una fuerza tribal que dicta cátedra. Su capacidad para volver temas en clásicos es una de las más fuertes en la Tierra. Quizás es porque se lo debemos. El autor de ciertos temas, arrastra lo no tan abundoso bueno de otros posteriores, pero en ellos está esa misma voz, esa misma actitud y sentir de "quien me ha robado el mes de abril", esas mismas ideas de "sin embargo", esas metáforas ancestrales de "a la orilla de la chimenea".
Claro que si Sabina no existiese se tendría que repetir, que vale la pena guardar algún clon para las tandas de penalties de tiempos peores en el acontecer.
Y no lo conozco, claro :).
A Sabina lo empecé a "tratar" en autocares de Méjico en el estado de Quintana Roo.
¿Por qué tenemos esa tan necesidad de decirnos?
No basta hablar de uno por las cosas o los demás? No se define uno con sus descripciones? Nos cuesta presentarnos por el rito de ser filtro.

Es curioso que las trampillas para llegar a otras épocas pasadas de tu vida, sea a través de las canciones. Hay canciones escuchadas que fueron las banderolas que ondeaban aquellos tiempos. Reescucharlas implica volver al lugar de los hechos, muchas veces significa poder hacer trasbordo, regresar a aquel lugar atalaya de esa época, conectar con el resumen de la misma, y engarzarlo en la atalaya del presente, y así conectar épocas, y así hacer síntesis y enhebrar sentido en la vida.
Los miradores de las canciones. Estaría bien saber, a qué canciones hemos de volver, para poder conectar épocas pasadas con el presente, y así hacer nuestro collar del sentido. Porque sin sentido mantenido no cuaja la felicidad en ningún suelo.

Para ser científico hay que tener cabeza, para ser músico hay que tener instinto. El primero te puede hacer 200 libros de una milmillónesima parte del todo, el segundo no puede hacer nada sin tener en cuenta el todo visto desde miles de puntos de vista. Ha de oler, o sorber, el meollo en una aspiración, como si estuviera enchufado al mundo.