martes, 6 de noviembre de 2012

Algias


La felicidad, la dicha, estresa. Todos lo sabemos. Esa piel tensa y estirada de la felicidad, estresante, porque se nota culmen, y se sabe perecedera, cima de la que empeorar. Es la experiencia de un tope, y se nota la fuerza de la gravedad tirando a cotas más normales.

O se pincha. Rozando la altura del éxtasis ya es todo flanco, vulnerabilidad violable, cualquier incomodidad es disonante y acaba petando y desinflando la dicha. No hay satisfacción de fondo si no está jalonada de capas de esfuerzo, lonchas de renuncias, en una rutina combinada que ya encontró su patrón. Inconstante se queda en eso, subidones, que vienen a ser tropezones de felicidad.

El frío ya se ha convertido en el asaltacaminos de la sociedad. Sorprende a unos por la noche destapados, a otros al salir del trabajo. Ya dije que quería acabar con todos nosotros. Es el comercial de las enfermedades, y en esta época trae un amplio catálogo para que nadie se quede sin la suya. Vamos cayendo ante este colonizador de nuestro paraíso tarde o temprano, porque el frío es un ataque, un medio hostil, hasta una plaga.

Empatado con el resfriado, que sigue aparcado en doble fila, un leve insomnio me destartala el descanso y el día por sudar. El turbión de vida que fuimos, se descascarilla con la edad ligero. El alcohol no deja dormir, al menos a mí, es la forma de cobrarse las tasas de inhibición. Pero antes necesitaba las copas del athletic para que eso pasara, ahora en la falda de los 35, con las copas del depor es suficiente para obrar el insomnio.

La cabeza tiene una algia de fondo, que es como la lesión a arrastrar toda la cuesta del día - a mí que no me pasen pelotas. En el descampado de los días, nunca sabes cuando un ferrocarril de infortunios te va a embestir. Hoy es de esos días que por forzar, te despistas, y andas expuesto caminando por la vía del descampado, y el ferrocarril cargado de pollo con tu pareja, por ejemplo, le toca la hora del reparto y te embiste al tú girar la cabeza.

Ayer henchidos de felicidad, hoy desterrados de ella, en expedición a esa rutina fácil y compleja, hacia la clase media - alta de la felicidad.

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