sábado, 30 de enero de 2010

Wilkommen

Y pensar que Umbral tenía vértigo para escribir cada día. Quiero decir, que sentía lo vertiginoso cada mañana dentro suyo, por el torrente de ideas que se avalanchaban por salir, notar la cola de palabras notables que se empujaban de las ganas que tenían por plasmarse en escrito. Dichoso ser o estar.

Botón Umbral, ya saben que es botón lírico, de autoyo, de decirse a uno de forma nueva y fresca. Y ese protagonista yoico que es a la vez el instrumento más cercano para glosar, está en unas coordenadas ante todo nevadas. En medio de Europa, cerca de Austria, de Suiza, y de Alemania a la vez, en un fin del mundo de casitas nevadas, bien plano y boscoso a topos. Lugar que en verano es una especie de Toscana temática de la naturaleza, en versión alpina. Una zona desconocida, o no descubierta, he ahí el quid.
Paso por aquí como dije, por temas mercantiles. Una ocupación que se resume ayer en un restaurante estilo cabaña, con esa calidez diseñada que compensa el frío polar de afuera, mirando las gafas de quien va a ser norte y guía en esta singladura empresarial. Un tío que se levanta a las cuatro de la mañana, duerme cuatro o cinco horas, se va correr por campos helados una o dos, mientras prepara ultratones de 100 kilómetros, y clava maratones en 2:30. Luego se encarga de una empresa multinacional bastante a sus espaldas, ya sabes, llevar 300 establecimientos uno solo. Se acababa su filete de reno con la última masticación, un sorbo de vino merlot, y cena terminada. De vez en cuando entreveía yo la faz del hiperactivo. Porque no es el primero que conozco, ni germano, y se me aparecía otro ser en su cara. Esas pistas del inconsciente intelectual tan sepultadas. Más vino, no quiere postre, sólo otra taza de café. Era un tipo teutón, que destilaba eficacia por los poros, sin conceder a la ociosidad o la informalidad nada de terreno. Un tipo normal, con su flexibilidad y sentido del humor conseguido.

Ok, le dije. Me pongo en sus manos. Se levantó, alzó las manos, y yo arrodillado recibí el contrato y la licencia. Después me dijo: - Te he contagiado mi epidemia de hiperactividad?
Y yo le dije, maldito cabrón, sólo he podido dormir dos horas revolviéndome con ideas en la cama, tras tu descarga y ritmo del día anterior.
- Bienvenido a la familia.
Gracias. :)

La concatenación

Hay una forma de escribir que busca el contraste, y encuentra la uniformidad [o lo hace parecer]. La primera frase de este post es un ejemplo del escritor concatenado. Aquel que busca la rima semántica o conceptual. Es un recurso estilístico más, como pueden ser la hipérbole o el oxímoron. Pero si quieres vender humo, es una sutil manera de aumentar lo blanco del jamón en tu producto, sin que se enteren. Forma parte del catálogo de deshonestidades que puede tener un escritor, y no está penado por ningún tribunal de la Haya ni nada similar.

Se trata de jugar con los opuestos y los complementarios. Cosa que hecha, una vez, dos veces, puede especiar los escritos y potenciar el estilo, dar dinámica, no deja de ser un looping, que acelera la lectura. O le da fuerza, pues sirve para cerrar, a veces sentenciar o remachar una idea todavía abierta. Pero ser un escritor concatenado, con ese vicio, de impulsarse cada dos por tres oponiendo el significado de verbos, juntando substantivos opuestos en la misma frase, etcétera, tiene bastante de encefalograma plano monótono y crónico.
Risto Mejide por ejemplo, es un buen escritor concatenado. Yinyánico. No sabe hacer mucho más, es publicista amigos, y ese deje mercantilista parece no poder abandonar su ser ni persona, pero pese a tirar de concatenación constantemente, del baño frío-caliente conceptual, que bien va para la circulación de la imaginación, el tío hace concatenación escénica. Más que semántica o conceptual, es una oposición estética, de imágenes, y sus metáforas suelen estar bien logradas, pese a ser una eterna lucha de opuestos estirada y recurrida hasta la última página. Y prou de hablar de este mamarraccho.

Como he dicho, son unos grandes vendedores de humo. Oh, cómo odiamos a aquellos comerciales que mercantilean con las ideas y las palabras. Son muy difíciles de ver a veces, pero se acaban delatando, es la historia de la caída de una máscara currada. Sus párrafos son diferentes, hay una escritura sobrecargada, inflada, hiperbólica a veces. Porque concatenar y exagerar es el abc de la expresión con ritmo, son más monologuistas del club de la literatura falsa, que artistas atrofiados.
Y cuando alguien te está vendiendo humo, es porque quiere otra cosa, generalmente mucho más relacionada con horcates, los grandes seductores de la barra del bar de la mentira (frase sabinesca), o con ganar dineros sucios de esos que las madres se alarman cuando los tocábamos de niños (porque el dinero también se vuelve sucio).

viernes, 29 de enero de 2010

Carta a una socia [Boran tu SL]

Son tiempos de ocupar la vida en negocios. ¿Por qué? Pues obedece a dinámicas, a maneras de ponerse a funcionar más que a maneras de ser. Y como siempre, se debe a la gran vertiente de las circunstancias, matriz de lo que finalmente filtra y fluye.

Desconectar ese cable, el que mantiene atada a tu gran aliada con el mundo impuesto, es una bonita oportunidad. El cable que el 90 y tantos por ciento de los congéneres tienen que llevar de serie, y por donde pasan cada día los despertadores asesinos de la calma, con sus madrugones a quemarropa, el ser un bulto más en el metro asardinado hacia el tajo, el estar la mitad de tu día despierto a las órdenes de un capo, las nóminas cercenadas en una cifra que amputa las expectativas del futuro, y un marchar más cercano al esclavo, con horizonte tapiado, y aliento de la limitación en la nuca. Se quiera luego maquillar en cientos status de facebook, nos miremos en el espejo de los que son como nosotros, o bajemos los brazos para siempre asumiendo una derrota puede ser que justa.

Ayudar a alguien que quieres en esa especial cirugía existencial es algo justo, y más bien consecuente y necesario. Y aunque esto huela a salvación y redimerutinas, siempre se acaban salvando los dos, y no es más que un extenso y debido agradecimiento. Qué coño, no quiero que esto suene a salvación de nada. Somos una sociedad, para lo bueno y para lo malo, para lo doméstico, lo metafísico y lo terrenal.
A la posibilidad de ayudar a alguien, se une la posibilidad de ayudar y salvarme a mí. Con mi abundancia desértica de horas, horas que a veces parecen hacer pompas de jabón, y se atrofian deshinchándose en agobiante y paralizante abulia. Maletones de tiempo huérfanos de proyectos.
Se podrían cristalizar en muchas cosas, desde montar una editorial a crear una fundación de investigación antropológica, pero básicamente las empresas de este tipo se acaban forjando en grupo, sociedad, aunando esfuerzos colectivos, en compañía y no en titánica soledad. O bien ahí no llego o no sé funcionar.
Y en mi activo social, principalmente está un tú concreto, que es quien me acompaña y apoya en la faena diaria para construir cosas, y dotar de sentido los ires y venires. Y los otros no están. Un neg-ocio es una gran manera de placar la ociosidad rebosante como bien señala su etimología.
Todos los caminos llevan a Roma, y si tú hubieses elegido una bifurcación hubieses tirado por ésta, y yo si hubiese ido a un médico, me hubiese aconsejado ir por las mismas.

Y en ese Tente estamos, en esa construcción ociosa que se hace vocacional, y en ese proyecto innecesario que se hace indispensable. Somos dos, y entre nosotros va a nacer nuestro primer vástago común y a dos manos. Bonita manera de rubricar el primer aniversario de una íntima sociedad ;)

miércoles, 27 de enero de 2010

La llamada del arte y el Tribunal de dignidades colectivas

Este autor, afanoso de desvelar vetas escondidas de la sociedad que se quieren ir de strankis, pozos disimulados que contienen un mundo detrás, quiere faenar esta mañana con la pátina inocua de grandeza que todo artista se aplica sin querer o queriendo.

En la llamada del arte, por primera vez cuando se avista tierra en años tiernos, y posteriormente cada tarde cuando sus bellos alaridos nos despiertan las ganas de crear, siempre que pica al timbre el arte uno se enorgullece de su visita. El arte nos da una pátina extra de nobleza, porque parece que su lugar esté aquí en las alturas, bastante en oposición a las bajezas de otros instintos y conductas. Hasta nos parece hecho de efluvios, ser de estado gaseoso. Y tiene una facilidad enorme para enroscarse en la identidad de uno. Casi nadie censura la vocación al arte de un cercano, y suele ser elogiado.

La cuestión es hasta qué punto se es más noble por dedicar partes de sus vidas al arte. La respuesta, del propio arte, podría ser cero, o que cuanto más aumenta su precio menos puede alardear de nobleza.
Hay en el arte una atmósfera de gratuidad mientras se crea en que nada habla de precio, luego los precipitados finales se entregan a una máquina-horno, que etiqueta y parcela los costes de todo, cuando se mundifica-socializa la obra. Fulanito en el salón de su casa tejió entre vasos del Ikea y comida precocinada su mundo, luego se fabricó el producto acabado que sólo sabe vivir en estanterías de tienda. Después hay un arte efímero, destellos entre amigos, frases célebres que nunca se registran, gestos eternos que nadie más los verá, escenas ejemplares sin ninguna cámara delante. Ese arte es mucho más gratuito, fortuito también, ocurrente en esencia, incidental, no buscado. Y un arte anónimo, sin precios ni grandes públicos, más elaborado pero con bastante de accidental y de irse por una cañería.

Pero aparte de costes y precios, el artista es un privilegiado, un actor del reparto con mejor papel que otros, alguien que puede hacer la mayoría de cosas que los demás hacen, pero además elabora otras que sólo están reservadas a unos cuantos. Allí la pátina de nobleza es absurda, porque no hay igualdad de condiciones. Y un artista reconocido, es como un afortunado subrayado en fosforecente, que debería ser todo menos desagradecido.
Luego claro, ves que hay mamelucos reconocidos que en lugar de ser desgraciados genéticos subrayados a doble línea, son trepas que se han colado en altares de la sociedad por chupársela a, casarse con, o dar patadas a. Entonces admitimos nobleza de artista como animal acuático, o lo que sea, y en lugar de pátina un encofrado de dignidad. O simplemente, hablemos de estadios evolutivos distintos, y de cercanías o lejanías a prehistorias y edades medias. Al final, el tribunal de dignidades sociales y colectivas, pudiendo ser por un lado una cosa de vida o muerte, acaba siendo más bien una ruleta de audiencia televisiva digital. Motivo más que gordete para pensarse eso del arte o desenamorarse de él. O tal vez ver que con sólo arte no se llega a ningún sitio. Y también vale para la II República Española, sus buenas y nobles intenciones, y su falta de sangre y fusil para controlar lo que se advino luego.

El alba de la adolescencia




Hay una parte nuestra, todavía no secada ni inerte, una parte aún blanda y vascularizada de cuando éramos niños. No la parte ya sí seca y remota de la primera infancia, si no ésa donde debutaban nuestros escarceos con una vida adulta lejana e ignota. Hablo del alba de la adolescencia de los 11 años en adelante, la época en que un bigotillo velloso y el pudor recién estrenado, convivían creíamos camuflados, en la inagurada intimidad de hacía un par de días. Cuando la infancia empieza a perder grados de inclinación y empieza a ser otra cosa.

Nos cueste creerlo en nuestro papel protagonista, que asumimos por hecho en nuestras vidas, hay un dispositivo mecánico y tirano detrás, que es la pubertad, causante de todo este cambio de guión en la trama hasta entonces. Una metamorfosis por otro lado de Oscar de la academia biológico, un maravilloso despliegue multilateral, que va goteando hormonas físicas y psíquicas como una máquina inteligente, imposible de crackear ni entender en su momento, pero que nos embarca de raíz a la única singladura hacia la adolescencia, aquella época en que creemos como nunca tener de todo, cuando en realidad carecemos de casi todo. Quizás la edad adulta sea cuando crees que te falta casi todo, y en verdad tienes mucho más de lo que crees.

Pero hablaba del niño adolescente al que aún se le siente blando dentro de nosotros. Aquel ser ingenuo y a la vez determinado, que tanto sentía, y que balbuceaba garabatos de sueños en hechos. Era más una criatura en la barra de los sueños, que acababa sorbiendo chupitos de ellos.
Un niño sin personalidad, embrión de muchas cosas, que da manotazos de vida preadulta escribiendo un corazón de tiza en la pared por ejemplo. Todos los cambios son tan naturales que parecemos haber crecido para ellos. Es también la época vulnerable de nuestra psique por excelencia, cuando el blindaje de castillos de fantasía de la infancia se ha esfumado, las niñas dejan de ser compañeras de juego e iguales, el bigotín cercena nuestra estética, y las hormonas son como un jarabe mágico, que engullido muta todos nuestros paisajes habituales a la vez que nos apasiona por ellos. Eso sí, se olvidaron un tríptico con las instrucciones de la nueva consola que no aparecerá ya nunca. La naturaleza, en su rol de sabia, es implícita.

Así que somos graciosetes miniyoes. Vigorosos bigotudos con narices anchas en plena y llana edad del pavo. Un ganso de persona, expuesta y auténtica, con la maravillosa contraprestación de vivirlo todo con una pasión máxima. Nuestra imbecilidad sonriente de entonces no es más que la suerte inigualable de descubrir tantas cosas, probar tantas experiencias humanas por primera vez. Por mucho que queramos volver a ellas, a aquellos tiempos en que vivíamos colmados con tan poco, con sólo probar las cosas, nunca prodremos regresar.

Hay años felices, y años estables, años heroicos y años de éxitos, años de realización y años de nostálgica infancia, pero los años de sentir días y días a flordepiel, aquellos maravillosos años sólo son unos y merecen ese apelativo, porque es un abrir por fin el regalo de la vida por uno mismo, un regalo casi infinito y personal, sin que te quiten el papel los otros o sea un sucedáneo con esquinas de goma, es el bendito juego real y de tamaño inabarcable. Y es un juego y disfrutar, porque todavía no lo ha agriado nadie. Hay un maravilloso bonus los primeros años con vidas que parecen infinitas, al menos a mí me pasó, con derecho a hacer el ridículo y equivocarte otra vez.
Luego ya vendran los sudorosos ritos de iniciación y el embudo marginal de la cultura, el tener que ser alguien y renunciar a la magia, y el inevitable sufrimiento de tener un yo.
Pero en esos años se nos permite seguir soñando e inventarnos las reglas del mundo mientras se tiene que volver a casa a las diez. Y sentimos aún blando ese miniadulto que fuimos, engreído y vulnerable, tan diferente a como somos ahora pero con el mismo color.

Yo era requetetímido, estaba requeteenamorado de la chica más tonta de la urbanización, me teñía el bigotillo con agua oxigenada, iba a misa sin mis padres, no paraba de hacer deporte, era creído, y era el hombre más feliz del mundo. Si entonces Radio Futura, Mecano, George Michael, podían ser las divinas melodías de aquellos días de Tom Sawyer, seguro que esta noche algún adolescente titila vida en su habitación, mirando al techo, soñando su vida esta semana, y escuchando la melodía del turno de los tiempos. Por ellos, por nosotros ;)


sábado, 23 de enero de 2010

Encarnación del Término Medio

Betandwin: ¿acabará matando Maradona algún ser humano? ¿es aconsejable dejarle suelto por las calles?
¿lo hemos creado nosotros, es un excremento sumo de nuestra sociedad? ¿hay algún psicólogo en la sala?
¿es Coca Cola tan nihilista por cierto?



¿Pero Argentina hizo mal papel o no?

viernes, 22 de enero de 2010

Runrún1

¿Seré yo, o veo a partir de este mes a la prensa más portera, más baja aún en contar cosas accesorias y levantar trapetes sucios, más tonta en definitiva de sus niveles ya por sí bajos de costumbre? (¿Seré yo o está pasando?)

miércoles, 20 de enero de 2010

Escribir mata

Post de a dos, como una canoa, sentado en el sofá, copa de vino reposando en la oreja del sofá, y M. en la otra oreja zapeando. Sobre qué voy a escribir, todavía ni lo sé. Pero cuando se tiene blogorrea uno es un extrovertido literario.
En la tele, Gran Hermano, undécima edición. Unos 150 tipos deben haber sido reclutados ya para el programa, a este paso será una especie de mili la telerrealidad, en que tarde o temprano te toca ir. Nunca iría a estos programas-escarnio, pero pagaría algunos chelines por verme allí observado durante tanto tiempo. ¿Es una experiencia más? Pues claro, diferente y explorable. Bonito zoo de los humanos creo que siempre ha sido.
Veo mucho la tele. Y mucho es mucho. Suelo aprender poco o nada de ello. Pero me entretengo. Precioso verbo y vocablo entretener. Un no tenerse, una sala de espera amena, un entretiempo liviano, paréntesis y nada aliñada.
Este post es flojete, recauchutadete, naufraguil o eso, de entretiempo, entremés, o aperitivo.
¿Alguna vez un libro será realizado como una película de cine, con la intervención de decenas de personas? El escritor, uno y trino, podría al final de su obra lanzar unas líneas de créditos con todas las variadas funciones que realiza: elaborador de la trama, paginador estructural, corrector de estilo apelmazado, administrador de signos de puntuación a largo plazo, costurero de giros narrativos, arquitecto de subtrama paralela a la historia principal, relaciones públicas con sus protagonistas, gestor de farmacopea creativa, diplomático en misión con los editores, pared para lectores perdidos y pesados, e te ce, etc.
No me extraña que la mayoría de ellos acaben hartos de vino, osease, alcohólicos, drogodependientes o psiquiatra dependientes. Mucho jaleo tú. David Trueba, ese ser que admiro y que tantas veces viene a cenar a casa (juas), escribe poco o lo justo, porque alterna la refriega solitaria, con el trabajo coral y cálido de una película. Imagínense un largometraje rodado, ideado, post-producido todo por la misma persona y su primo de Alpedrete. No puede ser. Esto de la escritura es una mala carrera para la salud. Tendremos que probar suerte en otro mundo, no sé, a ver qué marca mañana la brújula de los futuros. Mañana os lo digo.

La glándula pineal y Bécquer



Acá estoy con el ordenador roto, que es lo mismo que tener el camino al trabajo repleto de nieve. La densidad de las nubes de esta mañana es menos sólida, y la luz, que dicen viene de una estrella láctea, puede entrar entre ellas.
La foto del día que todos vemos tiene más brillo, y por tanto los colores son otros.
Más allá de la cromoterapia, somos seres lumínicos, fotosintéticos a nuestra manera, el caudal de luz incide en nuestra glándula pineal, corazón hormonal de los ritmos circadianos.

La glándula pineal ocupa un papel importante en la obra de Descartes, René. En ella sitúa el nexo donde se encuentran cuerpo y alma, soma y psique.
Poca broma su papel de lugar físico del alma, y representación psíquica del cuerpo.

Este bultito del cerebro no da para tanto. Aunque, también resulta que para lo que en los humanos es una glándula, en algunas especies animales todavía es un tercer ojo. Un órgano ocular fotosensible que traduce el mundo en imágenes. Una tercera ventana adicional que algunas especies todavía conservan.

Para colmo, diversas sabidurías orientales e hindúes sitúan el chakra principal, centro energético primordial, o como lo llamen, en la mismísima glándula pineal.

A nivel de calle, sólo sale a luz este organito cuando se le refiere junto a la melatonina, en artículos sobre jet-lag, ritmos circadianos, etc. Pero permanece anónima en nuestra cultura.

Entonces, qué conocimiento científico tenemos sobre la glándula pineal en la actualidad? Ahí va el link de wikipedia muy interesante:
http://es.wikipedia.org/wiki/Gl%C3%A1ndula_pineal

Productora de melatonina y dimetiltriptamina. La primera, una poderosa hormona que interviene en los sutiles ritmos circadianos de toda la vida, en los sueños, y en el megavertedero despreciado del dormir, además, sustancia de doble filo en torno al cáncer, antioxidante y cancerígena a la vez.
Y productora de alucinógenos naturales, fábrica drogota dentro del cuerpo que no puede ser cerrada, alambique que proporciona las gotas de surrealismo y arte al procesador funcional cognitivo que es el cerebro. ¿Qué es poesía? qué es poesía dices tú cuando clavas tu pupila azul en mi pupila, qué es poesía? y tú me lo preguntas? La dimetiltriptamina es poesía.

Modelo trimestral 110 de la felicidad



¿Quién demonios ha puesto este cielo hoy al día? Nueve de la mañana, me levanto, me siento en la ventana del escritorio, y el día está, encapotado, pesado, triste, húmedo, frío y cerrado. ¿Quién puede no contagiarse hoy de la melancolía?

Hoy tocaba un post lírico, un mortal y rosa, le toca a las palabras salir de la boca y acabar de recomponer hacia atrás todo mi cuerpo opaco. La felicidad, modelo trimestral 110 de su declaración. Pues diré, o confesaré, a los lectores de otra vida parece, que estoy raro para mí mismo. Un poco desconocido. Algo que ya es bueno, porque 33 años juntos como que da para pocas sorpresas. Sé perfectamente el agente demiurgo en forma de repostería, que obra estas mutaciones. Y estoy tranquilo porque son livianas metamorfosis, y porque siendo hiperconsciente como soy, el fenómeno ya tiene un detective a su vera desde el inicio.

Soy más drogadizto últimamente y no me importaría hacer bandera frente a la suciedad (pónganle una o :) . Así que, en definitiva, acabaré estando en un tribunal de la marihuana, propio o social. Para los de ojo de aguja, ya deben notar algunas mutaciones en la escritura. Luego vendrá lo inevitable, me saldrá pelo por la cara, tijeras en las manos y bambú de la suerte en los pies.

Respecto a mi vida, estoy igual de perdido que siempre, si siempre se entiende los últimos 13 años. Ya no aparece lo que uno quiere si no lo que le da la vida, ese es el lema del perdido. Tengo el trabajo que el 90 % de la gente quiere tener, y los viajes que el 10 % restante querría hacer en su vida. Pero eso no es suficiente para llegar a la satisfacción, honda y constante. Aparte, puede que falte amor propio, amor que tutele y de ostias con tal de conseguir esa satisfacción; y ambición, ganas de gula de comerse el mundo y hasta que salga tu foto en los diarios. Porque esto es una selva, y tiene reglas de selva amigo.

Bueno, en fin, uno acaba el post, deshinca las rodillas del confesionario, sabiendo que pese que su declaración trimestral de la felicidad en el modelo 110 ha salido negativa, no todo está tan mal y más se perdió en Cuba seguro. Jordi, no estáss nominado. Gracias

domingo, 17 de enero de 2010

Olerada M23Yes

Rapapunciel sarjonas estrikedamanabamos
rolas, semuaces, carten far semiolas.
Fluros den seras, jarminosh dimenarados
tutilia demia sucarfaministas.

Zurpiel, zurpiel simal ni filas
pastemana, iridada, zurpelase
So, si, se, sosise murdiana
temas odas sabras fenales
Gggg, tumiar, stt fiñana
Ta, sappalia, niente Murcia.

miércoles, 13 de enero de 2010

Me llamo anZ63218792K98

Qué importante, trascendente y única parece la realidad. Lo que para nosotros es real no hace falta decir que depende 100 % de nuestro cerebro, el filtro asumido. En los márgenes de la realidad se quedan los infrarrojos, los ultravioletas, los improbables, los no nacidos, las opciones paralelas no escogidas...
Qué difícil es admitir que hasta nuestro yo es un accidente. Que entre las miles de camadas de miles de espermatozoides de millones de progenitores históricos, la bolita fue a dar un ser con nombre y apellidos, DNI, libros de fotos y poemas escritos. No se nos pasa por la cabeza poner a nuestros hijos anZ63218792K98, algo que puede parecer monstruoso porque se parece a un código de barras. Pero no por ello debemos olvidar que eso somos. Esta identidad perecedera nos daría más sensación de intemperie, ver la vida más como una sala de espera, en que en cualquier momento te pueden llamar, cosa por otro lado bastante realista.
Preferimos no mirar. Que la realidad sea el centro del mundo, que el universo gire sobre ella, a pesar de lo que digan los astrónomos. Nuestra realidad es aquello que queda tras un colador ontológico colosal. Después de eliminar archimillones de posibilidades (espermatozoicas, geológicas, astronómicas, cuánticas...) aparece esta realidad que nos resulta tan única, especial e irrepetible. Cuando fácticamente nuestra realidad es más una sala accesoria, pequeña, ni mucho menos céntrica, como una alcoba alejada de lo que en verdad es real.
Una sala cuca eso sí. La realidad es ontológicamente cuca. Un dios jubilado seguramente pagaría por ella un buen precio. Es pequeña, no muy céntrica, pero bien amueblada y con diseño, hasta con un jardín todavía vivo.
Nos cuesta eso de bajarnos los humos y creer que somos de barrio. Nos tira ser de palacio, las fauces de nuestro ego sí que son eternas. Nos ponemos en el centro de los tiempos y los espacios, nos montamos un Dios todopoderoso y decimos que somos el hijo de Dios... Y en menor medida, intentamos que las verdades de la ciencia no tiñan nuestra ilusión de importancia. No queremos mirar. Nos ponemos nombres y apellidos para ser únicos, hasta intentamos dejar absurdas huellas pseudoinmortales, vivimos la vida como si fuera una posesión a explotar, más en trono que en el suelo,una gran obra que tenga hasta museo para visitarla al final de nuestros días. Nada que ver con esa sala de espera del anZ63218792K98, que puede llegar a durar 90 años, más bien un regalo a cuentagotas continuo que otra cosa. Que se sepa que se acaba el mundo, que ya se sabe, no quiere decir que tengamos que cagarnos dentro antes de cerrar la puerta. No va a haber más guerra, que la que hay en Tierra Santa, vergüenza del ser humano, en un territorio antropocéntrico y teocrático a más no poder. Lo que probablemente más haya, sea un necesario sentido del humor.

Próximamente:

Mi sonda y mi megalomanía: o porqué soy un filósofo.

jueves, 7 de enero de 2010

The human activity rate

Which is a common human activity rate?
Cuál es la ratio de actividad razonable del humano común? Cuántas revoluciones son las ideales para un alma saludable? Cuando somos enanos muchas veces somos alistados en enésimas actividades extraescolares, colonias de verano y torneos de invierno. Hay un mercado inacabable de cursos para enanos, en buena parte motivado por la necesidad de alojar a los vástagos allén de las horas laborales de los padres. Pero esa oferta saciante fenece paulatinamente y se finiquita al llegar el marcador a la cifra 20.

Puede ser que hayamos sido criados con un ratio de actividad excesivo, o tal vez la segunda edad esté mal planteada en términos de agenda. El ritmo de pequeños puede ser frenético, pero no hay tiempos muertos para aburrirse, para amargarse, y ya le viene bien ser tan pautados en una era en que la autonomía propia está verde limón.
Luego podemos elegir a nuestro antojo a qué dedicar nuestro ocio, pero si hiciéramos una encuesta poblacional extensa nos podrían sorprender las insatisfechas conclusiones. Llenar una agenda fuera de las horas laborales en este mundo hipersofisticado no es tan sencillo.

Y creo que el ser humano es feliz cuando tiene ratios de actividad elevados. Que la propia palabra realizarse, un hacer mediato, ya desprende esa necesidad de elaboración y performación continua. Que antes los grandes males inevitables del buffet de la vida, el estrés parece algo menos malo que otros más inoperantes como depresiones, ansiedades o males físicos.
Ya de por sí, nuestro cerebro parece tener vías distintas para el inicio de una conducta que para su mantenimiento, y muchas veces lo imprescindible es encender un fuego, porque lo otro, los mañanas, y los posibles futuros, suelen llegar solos sin más.