jueves, 1 de noviembre de 2012

Ensayo sobre el Modelo Económico vigente


Ya he escrito más de una vez que lo más escandoloso de la crisis económica fue la falta de previsión por parte de expertos. Ahora concluyo sin más que la Economía no es una ciencia, por mucho que cacaree ese status. Pese a que quieran hacer cursar a los universitarios bajo títulos de Ciencias Económicas (no amigo, o ciencia o surtido cuétara, dios uno y trino vale, más misterios plurales no tragamos).

Una disciplina o doctrina de conocimiento que fracasa, que no funciona en su papel y no predice lo esencial, no es Ciencia, históricamente testado, como no lo sería la hidráulica si Amsterdam siguiera inundado, o la física cuántica si el acelerador del Cern se demostrase al final que es una tostadora, una heladera o una casa de putas. Que es lo más parecido a lo que se ha vuelto la pretendida ciencia económica.

Y puede que no sea ciencia, porque lo que de verdad ha primado es ser una doctrina del crecimiento económico. No es lo mismo un cuerpo de conocimiento neutro que un corpus orientado e imantado a que se produzca un fenómeno, con presiones de por medio. Al igual que la industria farmacéutica emborrona las publicaciones científicas en pos de la comercialización, la industria económica emborrona el discurso económico buscando crecimiento, muchas veces con impaciencia. Entonces, tenemos una disciplina de conocimiento violada, con un prisma por el que se mira institucionalizado y oficial a favor de unos intereses, veáse a Goldman Sachs como proveedor oficial de funcionarios de alto rango en la administración de EEUU, que viene a ser, el mando del mundo. O la proliferación de catedráticos de una tendencia determinada en las universidades más prestigiosas del país. Ciencia económica = Mi ciencia, yo me la guiso yo me la como, y crisis que te crió. La mayoría de esta gentuza, morralla intelectual, sigue en sus puestos.
De igual forma no ha habido Ministros de Economía, sino Ministros de Crecimiento, que mientras es positivo parece que sea lo mismo.

El artefacto de la doctrina del crecimiento es el consumismo. Sirva aquí la ocasión, para constatar que esto del consumismo ha pasado de sospecha a celebración oficial. En España por ejemplo, eso de consumir era muy relativo tras una dictadura castrante para la economía, hasta mal visto, derrochador, algo inmoral. Poco a poco los párpados del pudor se han ido abriendo década tras década, mientras la oferta galopaba y la demanda la asía. Hoy todos formamos parte en mayor o menor medida de este modo de vida.
En su evolución, esta práctica social, que se da, no se impone, se facilita o induce como mucho, fue tachada de impositiva, denunciada moralmente, y consumista pasó a ser peyorativo. Pero ah de los golpes, sobre todo tras esta crisis y su resaca, ya se ha hablado de consumismo como un elemento necesario del modelo económico vigente, siendo como el acelerador del sistema, tras el motor de la productividad. La mera tendencia se ha constatado como modelo vigente identitario. Si el bicho, masa informe humana, trocada en consumo, cada vez le da más al gas, el auto en conjunto será cada vez más potente, correrá más y la nueva versión sustituirá a la anterior. Es una carrera, un modelo cuantitativo, desatado, liberal.

Los beneficios cantados por este modelo, son que a mayor consumo, mayor trabajo, menor paro, mayor progreso, más clase media donde no la hay... (Brics, a nosotros se nos pasó el turno). Y a nivel comunitario el progreso hace que lo cubierto por el Estado también evolucione, sanitariamente, educativamente, etc. A cada estadio de cuatro años nos vamos acostumbrando, a todo lo bueno, y nos resulta retrógrado volver a estadios económicos más pobres anteriores, teles con barriga, móviles cabina, neuroimagen precaria, profesores rancios, menús fritanga, etc.
En el modelo también se obvia que a mayor progreso, la robotización es mayor y el factor humano en el trabajo empieza a exceder; así como que la premisa de recursos iniciales del modelo no es ilimitada, las materias primas no son infinitas.

La doctrina del crecimiento económico, aka, del máximo crecimiento económico, como si se tratase atléticamente a la economía, y con un vigor interminable, es un modelo de la extenuación. No es un planteamiento cabal, viable a largo plazo. Surgen estas extenuaciones del sistema, tras prácticas dopantes, síndrome de estrés de teta de vaca, donde se reflexiona sobre los ritmos de la cosa. Pero igualmente el coro apocalíptico de FMI, BCE y demás organismos oficiales, siguen cifrando sus mensajes continuamente en un número seguido de decimales que iconiza al Dios Crecimiento. Si no crezco, me muero. Ése es el salmo del mundo.

No hay que caer en estupideces contemplativas comunistas, cambiando de régimen como el que se cambia quirúrgicamente la cara, y poniéndose a regular cinco mentes el tráfico de siete mil millones de ellas, donde todo ha sido embestido como prueba la Historia. El sistema económico capitalista parece esa carne pegada a lo largo de toda la piel humana, y si alguna vez nos diseccionasen descubrirían qué intimamente están enganchadas.
Por un lado es natural, este comportamiento atlético de la economía, leal a la supervivencia, como un animal mastodóntico que no olvida que la última premisa es sobrevivir, y lucha y guerrea cada día al máximo.
Pero de allí a no barruntar la realidad de la dosificación, la estrategia del largo plazo, cierta reordenación cualitativa, unos recodos en el camino-carrera donde ironizar sanamente y rajar del crecimiento para oxigenar otras dimensiones de la economía... de ahí lo insano del modelo vigente, y por inclusión, de la pretendida y falsa ciencia económica actual.

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