martes, 19 de mayo de 2009

Posts y cagarrutas.

Post atópico, sin topos, o thopos, como un collarín de lexemas y palabras mezcladas que casualmente se parecen. Le damos a la palanca de la tragaperras del léxico, y empiezan a girar las etiquetas... Atípico, atópico, topos, topos sin ojos, topónimo, todas forman parte de la misma ristra, vecinas azarosas de la misma calle neuronal.

El párrafo anterior no ha contado nada, ha sido un regate sobre sí mismo, una palabrería con guiño neurológico. Quizás me propongo en todo el posst no hablar de nada. Porque este escrito ha sido más bien pedido por otros, que ahora me otean desde el sofá, y yo que soy obediente pues escribo un libro si hace falta. Es decir, que tenía cero ganas aparentes de crear.
Pero-oye, cuánta comida nos hemos tragado sin gusto y cuántos proyectos hemos continuado-porque-sí. Aunque no haya lira, ni una musa élfica, ni un atardecer en una isla, escribir se puede. No está mal el putearse, irse a un bar ruidoso a hacerlo, encima de una moto como paquete, hacerlo arrodillado; es una forma de quitarse ese hábito mimado de ser artista, y pasar a ser un profesional columnista. Dejar de lado alguna sabia carámbola maquinada que intente mover una macrocosa, y escribir con judías y chorizo, en un vehículo barato y todoterreno que se pueda ir apañando cada vez que se quede calado a media página.

Pues no, estos posts de fast-food, por hacer algo y no hacer nada, por ser escritor con las ocho letras y tener una obra regular, y no un ocasional escribiente que sí se juega la vida cuando lo hace, para hacer esto uno puede hacer cualquier cosa. Llámenme preciosista, esteta, o racionalista, pero no me motiva escribir, ni vivir, con el motor a ralentí, trotando y despistándome, sin tensión definitoria. Prefiero la precipitación natural, cuando lo que tiene que sedimentarse en los lóbulos lo hace, y luego un espasmo orquestado decide cumplir, con la tarea expresiva de contar algo, que condición sine qua non, me-fascine.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El penalty de la literatura [Los títulos de los títulos]

Los blogs tienen mucha más costra, mucha más piel, que un libro. Empiezan y acaban cada día, un título hace de epidermis y un desenlace argumental acaba de cerrar su textura. Cuatro párrafos de vida, sucintos como un poema frente a una novela, que intentan ser un organismo recordado. Su título es esa pancarta de lo mínimo, que a veces representa más del 20 % del efecto del post, de igual manera como los ángulos dotan de sentido a un mueble minimalista. El titulador es un aromista, debe extraer la esencia del escrito y encabezarla ahí arriba. Titular mal es una suerte de alopecia lírica, de resignarse a tener escritos calvos y rapados, pudiendo tener un atractivo peinado, o aún peor, el título es ahí donde se nos mira, por primera vez, como unos ojos; el título son los ojos de la cara de una obra, y nadie quiere tener unos ojos color nada.

Un libro tiene 200 veces más miga, su costra son el título, la solapa, el índice si lo tiene. [David Trueba separa la miga en escenas, y así gana costra]. Es una piel mínima, una apariencia escueta, que el autor debe haber alambicado en la travesía de la confección de la obra.
El arte de la sugerencia, es el mismo que rotula tiendas, domina el tente de la poesía, escoge las entradas con el sexo opuesto...
El título son los penalties de la literatura, las jugadas a balón parado.
A veces sólo hay que empujar la pelota y titular con una frase feliz que aparece en el texto, como el día de hoy. En otras hay que exhalar la idea general en alguna frase poética (hoy en corchetes). Y si no, hay que buscar el efecto sorpresa y dar lo que no se espera, un efecto rompedor sin caer en las vanguardias (también buscado entre corchetes). Titular y postear parece una suerte de repostería literaria, pequeños pasteles a ser consumidos.

Nuestro físico no deja de ser un título de nosotros mismos? Aquello que resulta subrayado en las distancias cortas -porque no cabe más en ellas-, aquella esencia de físico y gestos con las que la mayoría de seres encontrados se quedan de nosotros. No es el título esa brevedad que el tiempo deja? El manido interior no entiende de distancias cortas, no le da tiempo a desplegarse, a menos que se vendan tus monografías en kioscos y tiendas. [Buenafuente tiene el interior desplegado en cientos de carpas exteriores, por ejemplo]. Y la brevedad, esa circunstancia de la verdad, no permite leer a todas las personas, así que nuestra librería personal esta llena de títulos. Aunque un lector monobloque de títulos es una especie de tonto o paciente con un síndrome desconcertante. Titúlenme algo hoy en los comentarios, dotemos de costra y empaquetemos con gracia, algunos trozos de nuestras vidas

martes, 12 de mayo de 2009

Yo no escribo mi obra...

Muchas veces la palabra vez encabeza el demarrar de un escrito, es una muletilla temporal más de la cual zarpar la imaginación. Otras tantas, al menos en mi caso, hay una idea inspiratriz apremiante, que pide crecer inapelablemente tras ver la luz en la cabeza. Es una necesidad, le va la vida desarrollarse y extenderse rebozada en palabras. No somos tanto los agentes de nuestra obra, muchas veces, sólo somos un transmisor del mundo, un contenedor donde se mezclan miles de experiencias, y ellas mismas fraguan y acaban hablando por nosotros. Y ellas mismas se entuasiasman al verse como una criatura especial jamás contada, y quieren hacerse mayores. Son como renacuajos llenos de vida que se saben grandes criaturas. Un buen autor sólo narra a veces lo que le pasa por la cabeza, se ha de preocupar de vivir y llenar la despensa, que todo se acaba formando solo. Y no cuesta hacerlo, es como mear; encender el transistor y ponerlo en su frecuencia para parir palabras.
Hasta no está del todo mal cambiarse el nombre y mundificarlo, llamarse Radio Santamaría o emisora de palabras 17/01/77, creerse menos importante y agente, menos responsable de la grandeza o la miseria de la obra artística de uno. En el fondo es el debate de "hasta qué punto tenemos un Yo", si al 100 % como se cree, o rebajado al 53 % o menos como huele y como Hume blandía. [Hasta en los empiristas hay creencias e ímpetu de ideas, ningún filósofo construye sin oposición a otros].
Sólo tenía apuntada la idea inspiratriz como arranque de un futuro post, ese picor que provoca un escrito. La no agencia de una obra vino por contagio creativo. El ánimo para ponerse a escribir vino de una visita postergada al statcounter, buen acicate. Sigo creyendo que sólo tiene sentido escribir cuando lo haces destinado a alguien, si no es hablar solo, predicar. Escribir por escribir es maquillarse y gustarse durante horas ante un espejo, muy de psicoputo. Señores, aquí el herrero forja metales para la arada, el panadero hornea panes para los colegiales, y el frutero distribuye viandas para después del currele. ¿Puede el artista currar para los demás o creéis que hay obras equiparables a una autofelación crónica y consoladora para el Ego de uno?

domingo, 10 de mayo de 2009

Cubanio + Tiquicio = sal + ácido (Un lugar más)

Día n en la Habana, un poco más de lo igual.
Este relieve algo abrupto del viaje, invita a releer y hacer conclusiones. Las conclusiones se suelen hacer o bien solidificándose en la nevera, o bien ladrando a bote pronto. Mirándolas de reojo mientras van a la nevera, sé que no huelen a entusiasmo. No puedo concluir afirmando que este país/régimen/civilización me entusiasme. Ni tampoco que me resulte repulsivo como en el primer viaje.
Un lugar más, con sus ventajas, reventejas y resventajas para quien lo visita. Eso sí, cansa. No es un lugar para vivir -a menos que uno haya crecido para mártir- ni tampoco es un destino sobresaliente. Venir a vacacionar a la Habana es una equivocación, tiene más de laboral que de asueto. Pero eso ya contábamos.
Singladura con otros saldos no tropicales también, como llevarse un buen amigo más allá de lo virtual. Y ausencia, ausencia también valedora para cimentar lo que se deja en casa, alejado pero estando, y transpirando todo su meollo.
Toda experiencia se valora por el peso de su poso, motor de la evocación futura, y reactivo que como ingrediente amplie la química de uno. Y sí creo que he podido hacerme con el Cubanio, de símbolo Cb, y que podrá reaccionar con el Tiquicio (Tc), y con el Catalanio (Ct) de base, y así paliar un cosmopolitismo latente.
Última-llamada para los pasajeros del vuelo IB6431 con destino a Madrid, hagan el favor de embarcar por la puerta 13.
Y viernes. Y qué.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Carta de ajuste

Día 11 del viaje, o -5 del no viaje, recta final vamos. Vuelta a "casa", regreso a la Habana, calle Industria, Centro Habana. El viaje se ha vacíado de historia, como una colchoneta desinflada que se usó los primeros días mucho. Uno hojea en la lonely planet cosas que hacer en el extrarradio de la Habana, recuperadas las fuerzas tras la disentería y una pequeña insolación en el valle de Viñales.
Hay cierto tono de carta de ajuste de fondo a estas alturas del viaje, y a nadie le gusta emitir o recibir una carta de ajuste. Esperemos que haya otra carta escondida en la manga de esta semana. Me preparo para la cena [...]
Pasó un día sin penas ni glorias. El viaje ha llegado a su tercera edad serenamente, camina despacio, ve otras obras en ejecución, y sabe asumir llegado el fin. Está senil, pero es bello que un viaje esté senil y acabe poco a poco. Aparte está en cierta época de jubilación de viajes, lo nota, singladura una tras otra los últimos años que darán paso a un período de marinero en tierra.
Ayer se deslizó en una visita a la Finca Vigía, casa museo de Ernest Hemingway, icono tal vez de la literatura del siglo pasado. Productiva visita con un buen guía, desvelando biografía del autor frente a la que fue su casa los últimos veinte años de su sinpar vida. Una casa repleta de libros y unas cuarenta cabezas de caza, las dos pulsiones del escritor, cazar y escribir, como dos bifrontes de su libido. Una finca de 4 hectáreas con 8 sirvientes, 56 gatos y 9 perros, surtida de recuerdos de sus viajes por los 4 continentes.
Creo que no se me ha perdido nada más en la Habana. Quedan 48 horas en las que tal vez haga una excursión programada a algún alrededor de la capital. Serán 15 días satisfactorios y con ese grato saldo me quedo. A partir del sábado veremos...
gggggggggggggooooooooooooooooooooooollllllllllllllllllllllllllllllllllllll
iniesta, gol

Física de lo cotidiano: los tensores del tiempo

Existe una física de lo cotidiano que habla de los tensores del tiempo, o de esas tensiones capaces de proyectar un horizonte existencial. Cuando somos estudiantes el mantel de tiempo que todo lo ocupa, está tonificado por la escalera de cursos a subir, y por cada ciclo anual a circular. El horizonte y el paisaje, están bien claros y definidos. Hay un eje para el tiempo que vertebra días y meses, sólo quedando colorear los huecos libres de ese esquema.
La década de los 20 parece una escalera a un ático que resulta ser, la estepa de los 30: llana, inabarcable, silbada por el viento, sin horizonte a la vista. Tras seguir letreros y más letreros hacia ese lugar alto, realización de todos los timones, nos sentimos una hiena solitaria en esa meseta desolada. Y esta clara crisis de sentido, que amenaza al lobo estepario/a en tornarse fría tundra en los 40, sabana de depredadores en los 50, y desierto mortífero en los 60, se vuelve mero decorado si alguien vuelve a tensar el eje del tiempo, si algo atiza el sentido de nuevo y obra el milagro cuántico por dentro.
Nuestra sociedad individualista no avisa que la torre de babel de nuestra excelsa capacitación conduce a una emboscada en la estepa de la madurez. Estamos programados para hacer nido y para transmitir a las futuras generaciones las mejoras y lo aprendido, no tanto para quedárnoslo todo y con eso acabar solos en esa estepa. Me siento un polluelo pensando que mis padres se han pasado toda la vida currando y ni siquiera se plantean vender parte de su patrimonio requetesudado para así legárselo a sus hijos. Sé que mi generación no hará eso, nos desviviremos tal vez en entender mucho más los nuevos tiempos y mentes de los hijos, pero no seremos tan sacrificados en lo material, son otros tiemposes.
En la era de nuestros padres nadie acababa en una estepa. Sí quizás en una mesa remendada, con arroz y pollo para 3 o más hijos, entre gritos, con dolor de riñones, y frente a una tele en blanco y negro. Era un pulso cotidiano, pero con todos los tensores del tiempo pulsados y las cuerdas del sentido vibrando. Un hijo vuelve a dotar de eje toda estepa, tundra y llanura, es lo que la física de lo cotidiano y alguna lectora de este blog llama el centro de gravedad. La vida es orbitar más que descubrir un mediterráneo, aunque sea difícil en esta encrucijada de los siglos en que se chocan natalidad y progreso. ¿Quién coño quiere llegar a Marte, el planeta de la estepa, pudiendo oler a sudado y vida, tras unos pañales o un entreno de gimnasia del cachorro?

Etiquetas: follen y vean, la llamada de la selva, centro de gravedad, la estepa de los 30, los tensores del tiempo, física de lo cotidiano, orbitar.

Próximas entregas: el espoleo o puya original.

domingo, 3 de mayo de 2009

Calma S.A.

Interior de una casita de campesino cubano, o guajiro, en el valle de Viñales famoso por sus mogotes a 3 horas oeste de la Habana. Tierra de arenas rojizas que combinan con el verde de las palmas y las plantaciones de tabaco y piña, ecos australianos de paisaje, en un juego de colores seductor, vivaz y singular. Valle de la calma donde las horas se desgranan con el ritmo de la sangre lenta, lugar apartado del mundo como una habitación trasera de la paz.

Aquí uno se deshabaniza, se saca los olores y rumores del urbanismo tropical de la capital. Ayer emulamos a un guajiro, inspeccionando los valles a caballo lento, en una carrera de lentitud de dos jinetes zotes. Hoy nos enrolamos en una excursión algo turistera al cayo Jutías, islita unida por un pedraplén de dos kilómetros al continente. No iremos en ese andar lento de cowboy plano, sino en una clásica buseta de aquí un par de horas.

En las islas tropicales uno tiene a balnerizarse, macerarse en agua y sal, tostarse al sol, rebozarse en fina arena blanda, tratarse con coco y algas, un proceso natural de regeneración agradecido. Hay que ser agradecido a las islas y cayos tropicales. Es una manera de sentirse más vivo por los poros de la piel, se trata de una sensación de viveza principalmente dérmica, y a mí los lugares parece que me conquistan por ahí, así que no me importaría plantar una casa en un país de conquista dérmica de éstos.

Aún nos queda más de un tercio del viaje en la recámara. Tras la intensidad de los primeros días, y la disentería de los segundos, sigue reinando la calma, y no hay ninguna prisa ni aceleración de las vivencias. Los objetivos ya se cumplieron y ahora es un dejarse llevar plácido hasta la fecha de regreso. Los gallos siguen cantando aquí y allá por el valle, Eduardo dormita eficazmente a pesar de todo, el desayuno espera en la mesa con el bañador y las gafas de buceo listos para macerarse en compañía. Todo preparado para que siga la calma.

Literatura y huchas

Podríamos decir que un libro es un reguero parcial de la obra de un escritor, cuyos tomos invisibles permanecerán así para siempre, como libros que fueron pensados pero no vertidos al papel. Hasta que no pongan una grabadora en el cerebro existirá una gran biblioteca de no libros que nunca fueron.
Hay mucho escritor alcohólico y rozando la enfermedad, escribiente no es una tarea natural de nuestra especie, quien más se fuerza peor acaba. Yo he sido escritor estos días porque no tenía otro remedio con el insomnio, tal cual. Me encanta el poeta que habla de poesía, el escritor que habla de escritura, al hacerlo uno piensa en Bécquer, y eso supone sentirse más cerca de su redondez. Lo bueno si breve dos veces bueno, lo poético si directo, si interpela, como que aborda más la energía de uno.
Que poco científica está la literatura. Hace falta una neuroliteratura o bioliteratura. Algún manual que bosqueje síndromes lingüísticos y figuras literarias. Las diferencias de estilo y estructura en los creadores nunca han sido relacionadas, pudiéndose hacer, y son una nebulosa global artística las ciencias humanas que no oyen a criterios taxonómicos y concienzudos. No hablo de diseccionarlas, pero sí una base para los criterios estéticos, una base mínima que ponga algún umbral y algún tope, para que no se destruya tanto árbol innecesariamente, es una medida ecológica.
Qué etimología tan fea y poco romántica tiene literatura, y en general, como destrempa la etimología latina al lado de una griega tan lúcida e inspiradora. Literas, freiduría de letras. Carne, carnicería, suena funcionarial, nada artística. Yo no hago literatura, ni escribo cuentos largos de 300 páginas. La poesía creo que la he abandonado, y sólo volverá si accede algún momento de inspiración tremebunda, una especie de dictado de Dios o una iluminación tal, que lo haga todo prístino y automático. Como cuesta hacer poesía, los poetas son los herreros del lenguaje, ser poeta es una soledad tremenda, tú, el lenguaje, y sólo dos o tres palabras que te valen y se esconden. Los poetas más que alcohólicos han acabado locos. Yo no quiero ser poeta.
Y todo comunicar tiene su lado egoísta, o llámale egoico. Hay quien se deleita escuchándose, hay quien sólo lo invierte en seducir, hay quien erige palabra a palabra un monumento o mausoleo de sí mismo. Pero en notable medida es un bálsamo para uno, el saber que hace una cosa bien, que los otros escuchan y le miran con encanto, aunque no se lo crea, sí produce una calidez y una paz consigo mismo, vamos, que no se suele sufrir de baja autoestima, y potencia el autoconcepto de uno. La escritura no deja de ser un: "mira esto tan bonito ven, mira aquello tan chocante escucha" que se dice por las calles y las plazas. Un comentar inocente sobre aquello que uno dispone a ser comunicado. Y a todos nos gusta producir y percibir una artesanía atractiva y sabrosa para los sentidos.
Después están los precios y los intercambios, el pillaje y los árboles talados. Siempre llamaré escritor de mierda a un mal escritor consolidado, bazofia, ladronzuelo, y gente con carencias psicológicas. Todos deberíamos ser Marsés. Que el señor Ruiz-Zafón sepa lo que tiene de jinetero literario, que sepa la gente que vende para la masa, y que hay productos menos cocacoleros que valen lo mismo y su efecto en las vidas pasa de una atracción pasajera, que hay libros que cambian vidas o hasta te producen ataques físicos (somáticos, Ecce homo en mí). Por lo tanto, dejemos de invertir nuestras perras en individuos de biografía y obra más que dudosa. Rajemos de Planeta y su proxenetismo artístico, alabemos un poco más a Anagrama y sus continuos aciertos editoriales, tiremos unos cientos de ejemplares del best-seller de turno en una plaza del centro de la ciudad, como se tiran los packs del zumo de la merienda.
Cualquier acto, por absurdo que parezca, puede mover algo, las carambolas del devenir son indescifrables. Es como que un famosete se ponga a distribuir huchas con un niño negrito que inconice África, que se pongan de moda como las pulseras de Amstrong, y que vayamos tirando los céntimos que molestan en cualquier mesa y bolsillo, después, que unos trepas tal como El Corte Inglés, quieran lavar imagen y se ofrezcan a recogerlos y llevarlos al punto x donde se redristibuye en ONG´s coordinadas. Y a base de huchitas fashion de altruismo y famosos pastosos con milímetros de consideración, se crearían carambolas de hectómetros de mejora, en ese no-planeta que es África. Eso, o que a los polítikos les de por hacer algo, quien sabe, quizás es que quieren darle emoción al tema.
Buenas tardes y saludos desde la Habana. Mañana nos movemos hacia Viñales y el oeste, puede que no haya internel hasta el martes, no me sean malos.