martes, 31 de marzo de 2015

Martes 31 de Marzos


Acabo de alistarme y fundar la petición para que algunos meses del año pasen al plural, o que meramente se permita como una cuestión de estilo. Hoy es más 31 de marzos, que de marzo, todo el mundo lo sabe. Así Sabina también recuperaría uno de sus abriles por probabilidad.

Estos días están cuajados de primavera, como dispositivos con diversos sensores biológicos no podemos escapar a esta percepción. (menuda forma de decir el 'ya es primavera' del Corte Inglés). [para que después digan que la literatura no es raruna, alternativa y por suerte, poco metafísica y sustancial, versando sobre callejuelas de la realidad].
Meridianamente, el paisaje se enverdece, se motea de colores/flor, nos olvidamos las chaquetas en los coches, la piel se enrojece, se atesta la playa, como síntomatología y evidencia del presente. Mas subrepticiamente, de incógnito, la cascada hormonal labra otro carácter por dentro. El animal que somos abandona la hipoactividad del invierno, su configuración defensiva de cueva, y no sólo vamos a poblar playas y bosques, sino que todo en nosotros se vuelve más expeditivo, aunque en el proceso ni caigamos en su análisis. Después a los accidentes colaterales de la primavera les llamaremos de otra forma confundidos, con lo fácil que sería echarle el muerto a la sangre, alterada, de la primavera. Es más, podría haber un teléfono lírico de afectados, con un equipo de poetas cubanos al otro lado. Lo ven, esta idea surrealista es por ser víctima animal del cambio de estación.

A medida que me hago mayor las flores me gustan menos. Son tan oportunistas. Burguesas de lo vegetal incluso. De derechas, ya me parecen de derechas. Quiero decir, que como peatón habitual de campo, valoro el todo y no su producto estrella. Le he cogido cariño a los verdes y marrones de maeses vegetales durante todo el año, y este colorido mínimo, puntual y repentino, me parece más una fiebre discordante, o una belleza demasiado evidente como pasajera. Nuestra especie se desborda en primavera a recolectar todas las flores posibles, llenar despensas, regalarlas a tutiplén. Yo me imagino en cama de hospital y me parecerían demasiado azucaradas, me reconfortaría más un ramo verde y marrón del hermano bosque, básico y discreto poco dado a maquillar situaciones. Las flores son un chute más, y para el aula secular del bosque suponen un momento alienígena.

Al final la literatura es hacer transitar a la gente por parajes de lo imaginable nunca recorridos. Trazar nuevas calles al mundo y promover ese turismo. Por los marzos y los julios, la kale borroka de la primavera, y la floristería de tallos, hojas y raíces, para peatones bosquimanos. Extravertir un introvertido todo ese contenido que se le va precipitando en la cabeza como estalactitas estéticas inexploradas.

Contra la autoayuda IV


Leo un retweet de Luis Enrique Martínez, entrenador del Barça, que dice:

Corre, descansa, nada, camina, pedalea, haz lo q sea pero sobretodo...

lo que decidas hacer, asegúrate que te hace feliz.

Otra sentencia más de la heteroayuda sí. Que a algunos nos produce cierto rechazo a la décima de segundo de leerla. Cuando oímos que alguien vela por nuestra felicidad, así, de manera general, nos toca en parte la poca intimidad que tenemos. Oiga, yo no reparo en un cajón de mi existencia que responda a la categoría de felicidad. Es más, ustedes lo inventan, es una fábula. Digamos que aquello que ustedes no paran de mentar como el axioma de una nueva religión, y que hasta imprimen en tazas de desayuno, no es más que el resultado de una profunda ecuación con muchas variables, por lo que su doctrina me parece llanamente superficial. Se la quieren saltar los fieles de la autoayuda con una regla de tres, buscan atajos simplones o una receta manuscrita de algo tan hondo como la felicidad. Y como todo apostolado, como toda necesidad de afirmarse los nuevos sacerdotes de la sabiduría, te la implantan a la mínima oportunidad que pueden. Necesitan predicar para creerse aquello que en el fondo les rechina de una manera sorda. Es más bien el síndrome de la fe.

Nunca se mojarán los pies en pantanos científicos donde su estudio sobre la educación de los niños te puede echar un capote en los temas más trascendentales de cara a tu felicidad, ni mejorarán tu status laboral con la formación precisa que catapultará tu currículum, qué va. Ellos repanchingados en un sofá pronunciarán una sentencia generalista comodín, consolatoria, lastimera, concurridísima, de párvulos de psicología, sobre la felicidad, tu felicidad, y se aprovecharán de tus horas bajas con un autoengaño en una frase, tal que el "consigue tu casa con una pequeña aportación al mes" de los bancos, "conviértete en millonario con sólo unas pocas horas al día" de los trabajos estafa, "yo soy el amor de tu vida" de un tío enbolingado a las cinco en la discoteca. Una receta de una frase, un libro con dos únicas ideas parafraseadas de cien formas, una tirada de cartas de tarot, una partida de risk, un trivial, un parchís...

Me la pela tu "felicidad" de marras, me la pela mi felicidad. Cuando era pequeño una secta ya se encargaba de mi parcela en el cielo, y ahora vosotros hacéis ver que tenéis la fibra sensible por la parcela de felicidad de cada uno. No quiero más prospectos vuestros, no contaminéis con tanto panfleto, libro, taza y dejadme los chakras en paz, porque yo tengo uno muy grande por donde desembozan todos los otros y no voy exhibiendo su contenido por doquier como hacéis vosotros con vuestra boquita de piñón. Magos de la felicidad, ilusionistas, no secuestréis la insatisfacción de la gente y hacerlos un poco menos dependientes de vuestra cuenta bancaria, gracias.