miércoles, 31 de octubre de 2012

Empire State of Mind


Para los amantes de la ciudad de Nueva York, entre los cuales me incluyo, la novela histórica de Edward Rutherfurd es un santo libro de mil páginas que obliga a declinar otras obligaciones y finiquitarlo a razón de 250 páginas al día. Fiel a la historia de la ciudad que ilustra, narra entretanto las peripecias de las generaciones de varias familias, escogidas según el mosaico cultural que tratamos: holandés-inglés-irlandés-italiano-hispano... el tuttifrutti neoyorquino.

Nueva York puede que me guste por todo y por nada, ciudad que asalta la evocación de tarde en tarde, así, indefinida, el recuerdo nostálgico de una calle cualquiera, sus inequívocos paisajes callejeros. Sobreviene su estructura, su osamenta, las hechuras urbanas de Nueva York en cualquier avenida. Europa tiene en su calle el toque como de parque, ajardinado, de trazo fino, hasta con aceras embaldosadas. New York tiene un toque grueso, poligonero e industrial en su justa medida, combinado con sus letreros, maderas y luces autóctonos, soñados un siglo en Europa pero elaborados desde cero en Norteamérica. El estilo de la señalética comercial y callejera de Estados Unidos es tan diferenciado de sus colonizadores como el tango de lo español, es otra historia. Y asoma en mi cabeza ese vestido urbano, que cubre aceras XL nada maquilladas, donde nadie es de la ciudad y a la vez todo el mundo se siente de ella. Nueva York es un invento migratorio de éxito, como todos los Estados Unidos, un matraz casual que corrobora las desventajas del sedentarismo forzado europeo.

El ser humano tiene un sentido escénico, una pequeña capa que lo recubre que ama los escenarios, se le graban, y no olvida lo bien que quedaba su silueta existencial en ellos. Nueva York puede que nos entre en canal por esa rendija escénica, es un paisaje sin parangón, un acontecimiento único en sí mismo pasear sobre ese escenario singular y tan alejado de cualquier otro vivido aquí, callejear Nueva York es una experiencia visual en ella.

Como nos impacta una puesta de sol violeta y amarilla sobre el mar, y la secamos con los ojos hasta que se esfuma, Manhattan nos permite el espectáculo continuado para los ojos. Después está todo el exotismo camuflado, todo lo que parece una ciudad como las nuestras y acaba no siéndolo, sorpresa tras sorpresa, justificando los siete mil kilómetros de distancias entre ambas sedes. Y ya en casa, nos abordan los recuerdos tan europeamente distintos, una alternativa escénica al día a día tan poco consumida por nosotros, a estrenar - que se lo digan a P. Guardiola -, una cotidianeidad exploratoria, el descubrimiento de América en nosotros, frente a la probable rutinización de nuestros escenarios locales ya manidos.

Nueva York me enamoró, fui súbitamente feliz, en una segunda cita la vi afeada, y quizás por eso me fui a vivir con ella. Aguantamos un mes, nos separamos civilizadamente. Y luego nos veíamos cada año como buenos amigos, paseándonos todo lo que podíamos. Leo ahora todos los libros que puedo sobre ella, la miro desde apps y fotografías, y como ya hace más tiempo que no nos vemos, me invaden esos recuerdos indefinidos y cualquiera de novia, horneando una próxima visita que acabará en algo obligatorio el año que viene, continuando nuestra historia.
[hasta el "jordiny" identificatorio de esta dirección web se debe a NY]

La fábrica separatista amplía sucursales

Cada día más independentismo fáctico. La fábrica amplía sucursales. Chacón, la política más mediocre, la más aupada por los cargos y los titulares de prensa, va a beber a la taberna del Mundo por interés, vomita allí su discurso antiRubalcaba, sibilinamente, y de paso se sitúa como españolista. ¿Cómo no vamos a ser catalanistas, si la calaña se junta, si sus símbolos en Cataluña son el esperpento, la marioneta diábolica que es A. S. Camacho, junto a la definición universal de Treeepaaa, que es Lachacón, que no sólo pierde dignidad con sus actos, sino que la gente le adhiere un vulgar La, como a una criatura folclórica?

Si Lachacón proviene de la cepa simpática e históricamente inepta de José Luis Rodríguez. Hay que rezar y poner cirios por las noches, para que esta política-carambola se salga del tapete, porque ver a ella y el Mundo fornicar ideológicamente, cómplices o socios de la historia funesta de España por venir, es simplemente, obsceno, indecente. Es ser chacotero, vamos.

martes, 30 de octubre de 2012

Palpitaciones cosmopolitas


Soy uno de esos tiranos estivales que desprecia el invierno y lo sentencia inútilmente, un inviernocida de pacotilla. En el imperio temperado de occidente, estamos tan enfrascados en nuestro protagonismo colectivo, que olvidamos que existen multitud de países que no conocen el otoño. Somos de los países otoñales del globo, y para los otros "otoño" es como para nosotros todos esos fenómenos frutales del trópico que aquí sólo existen en las postales de colmados de bolsillo alto: carambolas, guanábanas y tamarindos.

Países que desconocen el pardearse de la naturaleza, la utilidad de las rebecas, y el tránsito estacional hacia el frío. Por no hablar de los países transotoñales del hemisferio sur, con su otoño bien caduco en el mes de mayo, marzo agotando el verano, y abril haciendo de octubre, en un calendario pervertido para los del norte.
El escritor tiene que viajar, desplazarse, cambiar de país y de imperio, para no hablar siempre de lo mismo y de lo igual. A menos que uno se deje transir por el paisaje, y enhebrado en él le de voz a todos sus matices, como unos Campos de castilla vitalicios. Al final es una cuestión de bolsillo y raíces. Las raíces son todo aquello que nos nutre y a la vez nos retiene. Pero es como una cuestión higiénica para un creador, vivir en un país transotoñal y pasar unas navidades ecuatoriales. Desandar lo transido, rebobinarlo, deconstruirlo, y relativizarlo. Nuestro día a día ya no es comarcal, recibe impactos de todas partes del globo, comida tibetana, teléfono chino, pulsera yemení, todos los países orbitando nuestra trayectoria posible. El escritor también debe rebañar otras experiencias, paisajes y multitudes, si quiere sintonizarse con un mundo mestizo e internacional.

Nuestras áreas cerebrales son distintas para las experiencias repetidas que para las de primera vez. Un relé deriva la función a una oficina A cuando detecta lo conocido, o bien la emplaza directamente a la oficina de fenómenos exploratorios. A buena parte de la gente le excita este adentrarse en lo desconocido, prefiere descubrir a reconocer o a simplemente proceder. Otros caracteres se sienten a gusto reconociendo y familiarizándose, les da seguridad lo repetido, mientras que explorar inspira desconfianza. Cierto grupo de personas secamos las experiencias, las tratamos como a un granizado, y eso de "proceder" calmadamente al hielo, lo llevamos muy mal. No nos gusta la regularidad, el orden consuetudinario, el ablandarse de lo cotidiano, la bonanza mediterránea y tranquila de las semanas, la falta de fintas, amagos y saltos del destino. Tenemos palpitaciones cosmopolitas, y hablamos raro, cocinamos para afuera, y leemos todas las ofertas de viaje como mensajes cifrados. Criaturas incompletas en su localismo, ya picadas por el aguijón adictivo de impactarse la vida en otras latitudes.

Exorcizando el frío


Frente a mi vista está la misma lámina de paisaje de cada día, el mismo poster que cuelga delante de casa. Todo parece de la misma densidad y nadie percibe cambios visuales. El afuera parece leal a sí mismo.

Pero estamos todos heridos de frío, la cámara frigorífica ha empezado. Esa temperatura con la que nos hacíamos, nos templábamos, se ha esfumado, y ahora nos toca defender, defendernos del frío.

De este invierno no pasaremos, vamos a sucumbir a esta helada cruel que nos hará crecer barbas esponjosas hasta los pómulos, después de talar y quemar todos los ikeas habidos. Tiritaremos hasta en la caja de pino recubierta de arenisca helada, y futuras civilizaciones nos descubrirán bien frescos de una pieza, bajo montañas de nieve.

De este año no pasamos porque los mayas bien dejaron su profecía tras una ola de frío en el yucatán. No llegamos al fin de diciembre porque todas las gripes están haciendo cola para enmocarse con nosotros, cepas de virus dan palmas en su frío para entrar a vivir, y no hay ropa que aisle estos cinco meses en que el Sol se ha ido donde cristo perdió las alpargatas.

Sólo nos queda esprintar y escaparnos de la congelación, endeudarnos con la calefacción del coche, quemarlo todo cada hora y calentarnos con la leña, ponernos ocho capas de ropa y sorber cafés en ebullición. Empieza nuestra supervivencia al frío.

Pero pereceremos como ternerillos tiesos que ensueñan la crionización. Un día en la estepa iremos cayendo uno a uno con los ojos encerados de legaña, la piel azulesca y la tos seca de perro exhalando el último grado de calor.

lunes, 29 de octubre de 2012

La existencia mentalizada


Earl grey. Rebobinados una hora por el ahorro enérgetico, el tiempo verdadero corre una hora después, ya en otra dimensión, y poco a poco se aliará con la oscuridad para escaparse aún más del verano, en su versión de fuerza traidora y rebelde.
Sólo diré, que ahorramos unas perras sí, pero nos joden la vida segándonos las tardes, cortando la cola paseable de los días, enladrillando el día, tapiándolo. Nos retiramos a casa como osos en procesión y la tasa depresiva debe equiparar los costes del ahorro lumínico. Todavía no está escrito en la tabla de los mandamientos de la OMS, que la luz gobierna nuestras vidas como un presidente vitalicio, y si bien no hacemos la fotosíntesis, la luz dispone en ministerios de sueños, hambre, conducta sexual, estado de ánimo y rutinas, vamos, que someternos al régimen lumínico de los mares del Norte es suficiente argumento contrincante al ahorro energético como para que haya un debate. Toda esa luz de las 8 am, para un mundo sobado que se la trae al pairo, sobra. Las hordas de turistas de los mares del norte que se cuecen como gambas en nuestro estío, es el argumento ontológico de lo que padece nuestra alma vegetal en inviernos de luz de medianoche.

Y este octubre no se acaba nunca en este blog, y bien que hace. Al earl grey bañado en bergamota le queda un cuarto. Ayer certifiqué la cátedra de psiquiatría que emite cada domingo Gandía Shore, mi vertedero intelectual. Consumo programas televisivos a los que la gente le echa ascos, pero la visita al zoológico sale gratis. Tal vez Darwin no hubiese zarpado con el Beagle si hubiese tenido un mando de televisión a su alcance. En Gandía Shore se transpira una realidad preocupante, lo endeble de la psique de estas nuevas generaciones. Una debilidad de paja, de primera casa de los tres cerditos, frente a las adversidades psicológicas. Como si la mutación de la educación recia, que ya no se lleva, ni la masoquista de nuestros padres, prolongasen todavía más las cotas de la adolescencia. Por difícil de creer que nos parezca, si nuestra generación ya amplió la edad adolescente y la dependencia paterna unos cuantos años, a este ritmo plasmado en los yogurines de ahora, el adolescente puede seguir siéndolo hasta los 30 años, y alargar su cordón en casa hasta los 40.

El progreso parece que sea un estirar nuestras vidas. Porque la esperanza de vida irá subiendo hacia los 100, y entonces como que las edades se ponen en su sitio a la vez, y se es niño hasta los 15, adolescente hasta los 30, pseudoadulto (la estepa indómita), hasta los 42, nos jubilamos a los 70 o 75 a este paso, y jugador de mus hasta los 100.
El chip inteligente del progreso -de la leche vitaminada y los danacoles - reprograma las edades del ser humano como una hormona inoculada en la sociedad. Y produce adolescentes blandos que necesitan más tiempo para solidificar sus psiques, todavía volátiles a los 25. Esa ternura de la mente, da más cabida aún a los intentos de endurecerla mediante farmacopea, química, drogas. Porque también en la evolución de las generaciones parece que la farmacopea juvenil tiende a crecer a lo alto y ancho, superando listones previos como los récords atléticos caen, pese a ser cimas de tiempos, difíciles de ser vistos como obsoletos.

La existencia se estira como una sustancia chicle, la inmadurez o la libertad - llámenlo como gusten - retrasa su tiempo de cocción, como si la sustancia vital fuera más diletante, o especulase más. Y es así. La vida sube de valor, se aprecia, y con ello la especulación de la misma, su mediatez hipertrofiada.
En la edad recia del mundo, los arañazos y jirones constantes de la vida, reducían la mentalización de la misma. La gente pensaba, imaginaba y soñaba menos, tenía que bregar más, eso entiendo yo como mentalización de la existencia, el mayor protagonismo de la mente, de la psique, en la vida de las nuevas generaciones. Tal vez los recios fantaseaban, pero eso es como muy de niños, un erupto de delirios hacia afuera, y suele ser más sano que desear.

Lo que vengo a decir es que la mentalización de la existencia, paralela al progreso material, provoca una inversión de los problemas existenciales del plano físico de antaño hacia el mental. Cada vez más nos hacemos más pajas mentales, somos más neuróticos. Cada vez más los niños y jóvenes caen presa de turbulencias mentales que requieren de intervención sanitaria. Los educamos amorosamente y les dotamos de una cultura que se plantea el poder especular con el futuro, elegir trabajo, elegir parejas, diseñar la propia vida. Nadie predice estas crisis, baches económicos de órdago, ni nadie educa creyendo que este mundo es una sucesión de trampas históricas. El mero hecho de que se les extraiga el pilar del empleo en esta sociedad tan tecnificada y que tanto ha progresado a nivel material, es como arrancar una pierna al joven, que necesita trabajar, no sólo para ganar dinero, sino para mantener una existencia ordenada y ocupada, porque las existencias gruyère, con tanto espacio libre de por medio, acaban desquiciando al que las vive, y carcomiendo al joven tierno que debuta expulsado en el minuto uno del mundo adulto.
Y entonces vienen estas chicas de veraneo en Gandía, que se enamoran en tres minutos, se declaran en cuatro, se despechan en el seis, y en el ocho usan a un zambo para fornicarlo y volver al minuto tres, volviéndose a declarar al primero en un triángulo ya de las bermudas que activa el busca de un profesional de la psicología. De momento, Traumatología Shore ha sido lesivo en dos jornadas de tres si no yerro: un dedo fracturado en una caída, un autodesplome burro, por la turca fenomenal que llevaba, plass, al suelo de boca, porque sí; y un taconazo patada de karate al salir de una discoteca por pelea callejera entre borrachas. La juventud lesionada. Pero en su sitio. Han cambiado las escalas, y aunque nos cueste entenderlo, las varas de medir. La juventud ya es más larga, y sus estadios, a la fuerza, más inmaduros.

domingo, 28 de octubre de 2012

Ciencia lírica

No sé si mi cuerpo se pide un día de descanso de escritura. El asueto o reseteo siempre sientan bien.
Mientras mondaba patatas - uno de esos quehaceres que estimulan la imaginación - pensaba que el escritor es un científico a pelo. Un sabueso del lenguaje que no debería renunciar a la revelación. A que su kalashnikov lírico descubra una realidad no nombrada, y tenga que salir manos arriba, rendida y ya nombrada, con una aleación de palabras inmiscibles hasta la fecha, o con una capa adjetival que la quita del mundo de lo invisible. Y la bautiza con un decir clavado, revelador, etiqueta de ciencias exactas, tal cual hacen esos motes maravillosos y redondos de los pueblos, acaparando toda la significación posible en cuatro fonemas.

Las ciencias luego. El lenguaje científico se pasa de unívoco, de aséptico, con su aspiración mineral. Metodicismo y ortodoxia que comen aparte del mundo. Cuando lees un historial médico Groucho Marx sonríe. Son como una parapetación, un coger distancia como de la muerte y de la vida a la vez, en un tratarte según un paradigma --> chasis, y lograr una visión mineral del asunto.
Cuando el ser humano es aquel asunto que parte de lo mineral, de la química, y luego se arborifica y se hace un espectro de fenómenos en cascada que terminan en un pensamiento que pringa y reacciona con todo lo mineral, en plan bucle minero-espiritual. Y claro, la ciencia pesca con redes de un determinado calibre, ciertos fenómenos se les escapan, los que no se dejan hacer una llave, ser reducidos o placados.

Eso sí, nada que ver con el watushi escritor que sale a cazar con su lanza rudimentaria y secular, son las tribus de la ciencia, los románticos cazadores de las fugaces liebres de la verdad.

sábado, 27 de octubre de 2012

Radiografía del sábado


Cientos de millones de humanos consagran el sábado a las tareas de la limpieza por la mañana, para después remontar el vuelo y salir, hacer algo por la tarde, homenajearse la semana. Los sábados son un híbrido de fregonas y galas domésticas de tarde, nuestro Sabat contemporáneo.
Las mañanas de sábado siempre han sido despreciadas, limosneras de la semana, como una rampa para el fin de semana. De niños las usábamos entre pijamas y ojeras para perderlas, hacer un poco de deberes en batín, mientras la tele emitía bolas de cristal, magos de oz, cajones desastres, sabadabadás, programas todos como hechos a medida para la matinal del sábado. O bien las mañanas mueren yendo a la misa deportiva semanal de los niños, de ruta por la geografía de los colegios de la región, entre cafés calientes y bocatas de rigor.

Se llega a la comida y se come en familia o se siente que no se tiene familia, o bien está desperdigada, que es lo mismo. El fiestero ahora despierta de la madriguera, se despereza hasta la meriendacena. Vive otro cronos, ya se cruzó a las 8 con las quedadas de niños en chándal para ir a la misa deportiva. Repasa la singladura de la noche, sus batallas, sus trofeos, se reúne con la mesa cuadrada de sus amigos por what's app, trazan el nuevo plan de la noche.

La sobremesa es un hiato sagrado de la semana, una pequeña zona delicada de la misma, que si te la alborotan rehincha los bemoles. Se gana conciencia en ella del tiempo de reposo que es el fin de semana. El cuerpo, nuestro jefe íntimo, en la primera digestión del tiempo de tregua, no tolerará ningún traqueteo ni ápice violento innecesario.
Pasada esa clavada de banderita en el terreno del asueto, ya podemos vivir de puertas afuera, sin la cadenita laboral y su candado abierto. Habrá cines, quedadas con parejotas con hijos, excursiones a esnifar campo y playa, eucaristías futboleras y sexoses en nueva yorks locales, cada cual a su gusto.
Y se finiquitará el día con unas copas y toda su sangre, o con toda la grasa cultural de fracaso personal que supone terminar el día con El Gran Debate, test y síntoma que se pasta en masa, que la vida no nos ha deparado un lugar común de sábado noche sin bandadas de murciélagos peperos y sociatas, esas dos decadencias oficiales de nuestra sociedad.

viernes, 26 de octubre de 2012

Reno


Reno era un coleccionista de mujeres, ristras de cromos llenas de polvo y desmemoria. Era un ser pequeño que tenía que muscular su ideación, para compensar todo lo ancho y alto de corpulencia que le faltaba. Lo atacaba todo, y siempre llegaba al área chica de la genitalidad a punto de cruzarse. Pero un día dejó los bártulos, de conquistador. Plegó. Se fue de vacaciones a una península del Este, a continuar su asedio y saciar su libido mimada. Fue de puntillas sobre algunos cadáveres sensuales más, y un día su maquinaria se enganchó a un saliente en un concierto con figura de mujer. Una más, otro argumento a deshechar en breve, pero en ese momento tomado como si fuera el último, como hacía siempre. Las mujeres eran para él un granizado, donde absorbes todo el gusto refrescante y luego te sobra todo ese hielo insípido y sordo, porque para eso ya hay que tener cierta empatía con el granizado entero, traspasadas las rentas.
Se encasquilló, no porque estuviese ante una criatura excepcional, sino porque iba a resultar un argumento megalómano, una historia suficientemente extensa e intensa, como para cubrir como una manta amnésica su existencia donjuanesca, mientras viviría enfrascado en trámites, aventuras burocráticas, equilibrios financieros de fin de mes, y una fina elaboración de una plebeya a princesa digna de la más eficaz ONG.
Ella y su cara, de cromo más buscado, habían conseguido prender la mecha, hacerle resbalar en la laberíntica historia, y como en un tobogán rocambolesco las manos arriba al viento no se acordaban de los cuerpos de las mil mujeres de la calle de atrás. Tenía bastante con traer a su casa a una muchacha con hijo de un país no reconocido por ningún organismo oficial, que además estaba en paro y no tenía noción de ello.
Pasó de usar a todas las mujeres, a remediar la vida de cabo a rabo de sólo una de ellas, de repente, en una existencia bipolarizada, como un aniquilador de ovejas, que se carga las 99 de un rebaño y hace reina de la montaña a la que queda.
Todo ha ido tan rápido que Reno todavía patina el asunto y sigue hacia delante. Como en una escapada del rugby, se ha ido zafando de la coherencia embarrado en una aceleración ciega. Pero el placaje, capitular y cruel de la vida, puede ser noqueante, sangrante de humillación.
Se lo puede saltar mediante locura, o bien asumir que a la vida le ha empezado a jugar a rugby, en contrasentido, entre quasimodos y ráfagas aceleradas de sentido con antifaz, mecido en un caos sin ojos, pero sintiendo sus piernas, las únicas sabedoras, que puede llegar a la línea de ensayo y salvarse, aunque sea a base de golpes y ahogos.

Canópolis


Septiembre fue el mes de los perros. Conviví con un centenar, 101 perros. Y no miento ni exagero. Si cuando te diriges al circuito rally que es la carretera de las costas del Garraf, te arrepientes en el último momento y coges el desvío a la derecha, empiezas a subir una carretera con pendientes muro de un 30 % bien bien.
Parece como una subida motorizada al cielo, porque las rampas penetrando en pleno Parque Natural del Garraf parecen querer llegar a él, entre carcasas de coches caídos, despeñados. No sería de extrañar que el camino ascendiese a un santuario. Y al coronarlo no llega a uno, sino a dos. Aparte del más conocido santuario budista escondido en las alturas, está el santuario Canópolis, la ciudad de los perros. No hay letreros para llegar, sólo cuando veas tres pinos nítidos en lo más alto del cielo, sabrás que has llegado.



Se trata de una perrera para los profanos, para que los que no creen en el perro como objeto de amor, para sus fundadores es tal cual un santuario. Es una perrera sin jaulas, que no atrapa al perro maltratado y abandonado, o lo descuartiza, sino que muy lógica y consecuentemente le da una vida mejor, a la espera de la adopción de un humano.
Es un lugar mágico, que provoca en theos siasmo, entusiasmo con toda su raíz. En tu primera visita, Víctor, un San Bernardo con gafas todo amabilidad, te enseña los rincones de la reserva. Es una gran finca en medio del Parque Natural del Garraf, árida, mediterránea, pedregosa, en cierta pendiente, con todas las especies vegetales en regla con la canción de Serrat.


Entonces te enteras que hay dos "pueblos" de perros, los de Arriba y los de Abajo, y que en en cada pueblo existen manadas, encabezadas por cada cuidador. De repente ves como el cuidador emprende camino, y una quincena de perros se levantan en procesión y forman pelotón como un equipo ciclista. Es como una reserva natural de perros, algo que nunca me había imaginado que existiera, y comprobarlo maravilla.
Me hice voluntario y acudí más de una decena de veces en septiembre. Ves pasar a viejitos chuchos con toda la espalda llena de agujas de acupuntura. Porque en Canópolis la medicina imperante es la alternativa. Les fue bien con una resistente infección de moquillo, y desde entonces no han cambiado de "proveedor" galénico. Me informaron que los horarios y reglas para los voluntarios eran los siguientes: live and let by, más bien ningunos. Y esa anarquía, perruna o idílica como prefiráis, está claro que sólo puede darse en la ciudad de los perros. Existen lugares por suerte donde existen otras leyes.

Discurso de Ronnie, con Bebo mirando a cámara.

Allí intimé con el gran Ricky richiardo, un perro cazador ligón y testarudo; ofrecí mis honores cada día al gran Capitán, un gran perro blanco, paralítico, con cara de pescador sin gorra, el cual pese a su minusvalía ejercía de capitán de todos, con su porte, abuelesco y fortachón; sufrí los arañazos de Bruja, una pesada con una piedra en la boca eterna, para que se la tirases, a riesgo de que te clavara sus uñas, con su cara de espera de turno perpetua; traté con galgos y podencos, confundiéndome, tratando de rehabilitar al miedo hecho criaturas en Tito y Bea; mimé al marginado por el resto Cosmo y a la tetrapléjica Selva, recogiendo las esquirlas del alma que se me iban cayendo; masajeé a la fea Frida, al loco Cooper, a todos, todos los que pude en el centenar que habita el santuario.

El gran Ricky-richiardo.

Octubre fue un mes sin perros, sólo con el hijo, el uno, Kobe. Fue un mes de palabras. Pero Canelo, Bebo, Fritz, Valentín, Zancos, seguirán siendo parte de esa masa viviente donde saldrán palabras del futuro.

 
Respect. Capitán al fondo, junto a Selva (dcha) y Luna (izq).
 
El bizquete y marginado Cosmo.
 
La perra cerda Alice.
Zancos. Lánguido, meláncólico. Lee a Valle.
 

jueves, 25 de octubre de 2012

Cómo empezó Octubre 2/2

La niebla es legendaria porque es una sustancia de la desmemoria. Y este octubre es niebla recién parida. Yo almaceno todas las estampas del campo en mi teléfono manzana. Y con estos ingredientes atmósfericos se ha guisado Irlanda en este amanecer del mediterráneo, una tempranera estampa celta que evaporará su mílimetro de frío de las cosas y dejará volver al mediterráneo.

La cosa umbraliana me envalentona y me confirma mi vocación de escribir. Hay personalidades célebres que levantan filas de voluntarios al llegar sus biografías a los oídos, con la de Steve Jobs por ejemplo, también se le despiertan a uno sus instintos tecnológicos, son carreras ejemplarizantes, guías de viaje vocacionales y modelos de que los sacrificios perpetuos sí que pueden tener mucho a ver con la palabra consagración.

Digamos que mi armamento lírico en catalán es limitado, por eso uso el castellano para pintar. No fui nutrido en imágenes ni palabras tintero en catalán, pese a que es mi lengua doméstica y se normalizó como el país. Pero no me la tallaron, y en el zurrón falta mucha lectura poética en catalán, que no se da en la calle, y toda esa lluvia lingüística de la infancia que cayó en idioma castellano.

Espero que esta época prolífica sea la de unos astilleros. Unos astilleros literarios donde se hace navío y se mejora en el oficio. La consecución de un hábito, el mero acostumbrarse, a confesar mi lírica al papel preñada de conceptos. Mocedad de una lozanía, carrera futura.

Cómo comenzó Octubre 1/2


Desayuno unas lonchas de Umbral nada más poner pie en la vigilia, tumbado en el sofá que prolonga el despegue motor.
Anoto la hora pasada en este momento, mientras me diagnostico una posible parálisis atlética en mi día a día de hace quince años. Aplazo la enésima autoconsulta médica espontánea y hago caso a un jefe, el buche, desayunándolo de verdad.

Me visto para el perro y poco más, casados ya hace 4 años, y recorro el trayecto a mi nueva oficina. He de cruzar un puente sobre una autovía playera, atravesar una pineda y acabar en la playa. Allí, se ha formado un banco natural junto a la orilla donde recién me he instalado.

A quien no le gustaría entregarse, a esta libertad, a esta aristocracia, orlada de oficio escritor, ahora amenazada por la economía, y cuya cotización repunta. Quién abandona este desierto mediterráneo propio y tallado, para volver a trabajar a casa de los jefes. Quién interrumpe la despedida al verano del octubre y deja de anotar el pasar de las hojas entre los tonos del verde y el rojo.

La amenaza azuza esta vida. Ha sido una semana de fiesta literaria, festival de letras para principiar este octubre, con un banquete cumbre devorando Argüelles y sus felices días. Llegado el viernes, ya hablaba en otro idioma a la gente, pensaba en literario y hasta escribí a David Gistau.

Las caras del blog

En nuestras altitudes tecnológicas es fácil integrar las imágenes por las que ha ido surcando el hacedor de este blog.
Algunas fotos tienen a su post relacionado en estado fetal, fecundado pero aún embrionario en la cabeza, a poco de salir.

http://www.flickr.com/photos/jordiny/sets/72157631849466149

El origen de la Música

Afirman que la música tiene su región cerebral, y que el lenguaje tiene la suya, que se procesan en lóbulos diferentes. Estaría bien estudiar qué procesos tienen superpuestos las dos funciones, porque tal compartimentación suena sospechosa.

Es también mágico como una obertura, unos sonidos breves y sugerentes de repente, disparan el bombo límbico de las emociones de forma automática.
La música es sugerencia. Vaciada de semántica, se postra en el viento de la interpretación. Las escalas musicales luego son hermanas carnales de nuestra biología, hechas por un incesto en crisol de afinidades.
La música es esa munión de criaturas mudas que penetran en el cerebro directamente, un lenguaje pegajoso y nuclear.
Una banda sonora, como si a las escenas de nuestra vida les faltase un toque, un color, un aplique paralelo a nosotros hecho de nuestra alma ya evaporada y condensada en sustancia musical paralela.

Se tiene o no se tiene el número de teléfono de la música. La capacidad para conectar con ese lenguaje subterráneo de pre-textos, inmediateces, un mundo fugaz donde los peces-sonidos van a mil por hora, y en un instante hay que escuchar-cribar-transmitir y fijar. La capacidad de componer, de ser un tiznado de música que se mueve por ese magma-bosque pre-constitucional al lenguaje y compara sonidos, toques, estridencias, silencios cuchillo... esa capacidad de criatura cavernícola del submundo oscuro de los sonidos, se tiene o no se tiene, el resto somos meros usuarios de las composiciones que salen.
Reitero que me imagino el mundo original de la música, su país, de donde emerge, a donde la va a rescatar, cazar o recolectar el músico, como una vasta dimensión sin palabras, oscura de ojos cerrados, donde habitan colgados los sonidos, entre grutas, y el viento - esas interferencias de todo creador ante el papel en blanco o el pentagrama - mueve y complica las estanterías caóticas de los posibles, entre la oscuridad.

No es de extrañar que luego el músico ejecute la música como en trance, alma velada, recorriendo con su punzón toda la gruta creativa, llena de repechos y peñascos, resbalando significados encontrados, brillando pasajes reveladores, en una especie de laborioso orgasmo.
Y todo es tan fugaz. Para apresar a la música, y después para revelarla, ha de correr la cabeza tanto. La música es un sprinter. Sólo admite carácteres de vida rápida, exhaladores, actitudes centella ante la vida, que permitan luego ser criatura tiznada del magma subterráneo donde la música habita y deja cogerse.
La asignatura de Música en BUP estaba llena de biografías que acababan con un "y se tiró al río a la edad de...", como si fueran veteranos que no pueden más en esa guerra por apresar la belleza ciega de la música. En esa especie de compromiso del artista, de dar la vida por apresar la belleza, que puede llegar a las últimas consecuencias
(continuará)

miércoles, 24 de octubre de 2012

La época del llenado


Y cuando un escritor no es su gajo creador, cuando no oficia, qué es?
Reposta experiencias. Load mode. Carga la batería creativa.

El sistema eferente del creador se precipita en escritos, música, pinturas, según el dominio de sus lóbulos cerebrales. Una vez que ha decidido abrir el portón hacia afuera, que decide compartir públicamente sus precipitados, aquello digno de ser moldeado con la mente, construido y escenificado, es acometido con actitud profesional para producir/parir una nueva criatura artística.

El sistema aferente son todas las radiaciones del mundo hacia el creador. Todo aquello que le llega y le moldea a él. La época o fase de llenado debe ser muy importante. Es el bombardeo previo a la explosión creativa. Un hipotético experimento podría criar al hijo de un artista en ambientes de salas de laboratorio, música chill-out y jardines zen, y tal vez después comprobar su escritura llorando todos los árboles que no tiene y reprimiendo un barroquismo fantasma redentor.

El día vierte en nosotros, los años nos han tematizado, las personas si no musas nos hacen los coros, la televisión puede que nos haga dormir el músculo creativo, que también necesita regenerarse. Las madres bombean ancestralmente todo, el clima nos ilustra, las comidas amansan la fiera y regulan el instinto, las lecturas nos delimitan la región de nuestro pensamiento...
Todas esas sales van girando en solución, son los ingredientes de cada acto creador, hasta que van precipitando en estas líneas, secándose en literatura.

A veces la vida de afuera y la peripecia escrita, tocan en la misma orquesta, se acoplan, hacen sinergia, forman círculo virtuoso, y se retroalimentan. Otras veces desafinan y se apagan.
Es la época o fase de llenado, la etapa de no-escritor de los días, el prefiltro del emisor de palabras, o todos aquellos depósitos fluviales de la infancia guardados en nosotros, el museo emocional de la adolescencia de cada uno, y los sedimentos que la pausada vida adulta va dejando en sus meandros.

martes, 23 de octubre de 2012

Autumnus La Caída

El otoño es una primavera también. Nuestras estaciones son como una doctrina china de la naturaleza. Lo frío, lo seco, lo húmedo y lo cálido en su ciclo combinado y completo. Más que estaciones es una feria de elementos. Una procesión desfilada de todas las circunstancias anuales. Y el tonel humano madurando y envejeciendo su mosto.

El otoño es el revés de la primavera, son practicamente iguales, y uno es tan trompetista y el otro es tan caduco y contrabajista. Son la ida y la vuelta, de un mismo camino, pero en temperaturas cruzadas, y con paisajes otros.

La primavera nos libera del invierno, y el otoño nos despide resignados del verano, como poniendo marrones a la vida. El otoño lo inaguran las trompetas clandestinas de los hongos, y los hombres parecemos celebrar el otoño recolectando su música. Es una estación para coleccionistas, fascículos por entregas aparte, un trimestre para recoger, dosificar, acumular, dedicarse a la despensa. La primavera es contemplativa, recreacional, extrovertida, y cuando se sale se gasta uno más.

El otoño puede que sea más introspección, y sea muchas cosas, siempre que la rueda episódica, la vivencial, que se engrana con la añeja rueda climática, no desvirtue las acciones del tiempo en nosotros. Nuestro substrato vegetal, nuestra rémora animal, obedece al tiempo y sus circunstancias. Somos girasoles complejos y osos hibernantes sublimados en estreses de hombre blanco.
Tal vez sea demasiado pronto para retirarnos a nuestras cuevas de parquet y pladur, el mundo que existe mucho antes que nosotros sigue exhalando vida donde las hojas empiezan a dejarse caer.

Escritores híbridos


Cuando escribo lírico, y no ensayístico, me da la sensación de subirme a un caballo, donde elijo y labro el lenguaje. Umbral no creo que tuviese esa sensación de subirse al caballo para escribir. Estaba bastante rodeado de una atmósfera profesional de líricos y había continuidad entre su vida doméstica y de puertas afuera. Uno no puede hablar así al lechero, a los sobrinos y al conserje de casa, debe bajarse del caballo y utilizar las palabras de la calle y la sala de estar, para no ser retratado o demandado a explicar palabras no terrícolas.
[...]

Este párrafo escrito hace dos semanas pierde verdad. Ya no tengo esa sensación de ponerme un sayo y elevarme a la loma de un caballo, me he habituado al mecanismo intermitente de ladearme a la literatura. Tampoco tengo la sensación de permanecer en una melopea literaria, una especie de sauna mental lírica con efluvios constantes de imágenes y exceso de ideas volátiles con olor a porcelana, que salían de palabras humeantes y destilables. La literatura sale de las palabras que humean y se destilan. Esa melopea de sus gases también está siendo integrada a la casa.

Dice F.U. que el "fuera a las ideas y vuelta a las imágenes", ha sido la gran modernidad literaria del siglo XX. Cierto es, que en mi escritura, recientemente ha habido algo analógico. Una forma de proceder más lírica, que en el fondo es mirar más, y ser más instrumento por el que pasa el mundo y se refracta luego una poética personal. Siempre arrastrando en ese filtro las ideas, pues si escarban en mí encontrarían una osamenta de conceptos y un sabor de las cepas y capas de las ideas.

El ensayista es discreto, como las partículas y las salas de biblioteca. Se carga de mundo como el lírico o como el tendero, pero prácticamente no emite radiación expresiva, es como un recipiente fermentador. Se suele rodear de gente de laboratorio, lee a otros discretos y elige contenidos concentrados. No es que se suba al caballo lírico, ya se ha ido en un globo sonda discretamente y luego no le entienden.
Pero tiene mirada de satélite, goza de un mirador extraordinario para mapear el mundo, pero no es para nada inmanente. Le es extraño sacar el todo de una pequeña parte de la parte, decir el mundo desde una esquina, una tonalidad o una fugaz contradicción, cosa que sí atrapa de cuajo un lírico y sus ojos son como pulgas sensores sobre la esquina, o trazan toda una historia universal de esa tonalidad. Los superpoderes de la literatura tal vez.

Alterno en el estadio, las posiciones de líbero ensayístico y mediocampista lírico, dependiendo de la sustancia a roer. Sé que soy un natafresa, de carne filosófica y respiración lírica, y que la mayoría de las veces se precipita un híbrido. Soy pues una raza mestiza, un escritor sin pedigree. Lo que no soy es novelista, ni relatista, ni ficcionista, no soy del género más extendido y comprado de lo que se escribe en la actualidad, mal que le pese a mi prospección comercial.

lunes, 22 de octubre de 2012

Gandía Shore y Verano Azul

Me doy cuenta por fin dónde está la gracia de Gandía Shore. Es el Verano Azul de nuestros tiempos. Esteban es Piraña ciclado y obeso de esteroides, Labrador es el chulesco Javi colado ya por sí mismo, Abraham es un Tito medio niño medio cipote, y Clavelito es el terruzno, la Iberia profunda, el Pancho local. Entre las chicas, la virginal Bea ya es una Ylenia corrompida, Desi sigue siendo una torpe Gata, y Arantxa es el ochentero E.T., una personalidad borderline fuera del planeta mundo.
Changuete no es otro que el icono de fondo, Rafa Mora canonizado.

Gandía Shore vuelve a las paredes encaladas de las calles del mediterráneo, las mismas de nuestro corazón, a Nerja, al perfume de los sueños de una noche de verano adolescente... (sonido de un vinilo acelerado)

Nano, Gandía Shore es un nido de cerdas, una casa de yonquis, una bacanal trasnochada, una presa de semen, una mina psiquiátrica, es un mal gusto final de por vida, un gran hermano genital, la juventud soldada y militar del paro, es un reformatorio pagado, la gilipollez en vitrina, la orfandad disfrazada. Es el Verano Azul deconstruido y esferificado en puterío.

Sigue el formato televisivo de programa de víctimas, deshechos de una familia hechos estrellas, sin ver a los padres que cagaron eso, fenómenos parcelados, delirios en bandeja. Cada cual con su flotador bien visible, el alcohol, la vigorexia, el cienmefollo, o el narcisismo cipotesco.

Oye, que vamos a hacer un casting para que mostréis a millones de personas lo desequilibrados que estáis, lo pegados que estáis al alcoholismo, y si emitís lapsus de vida inteligente nos ocuparemos de editarlo para que sigáis oliendo a púrria humana. ¿Qué mejor tarjeta de presentación para la sociedad? Y encima de por vida!
Y Esteban, Labrador, Abraham, Clavelito, Ylenia, Core, Arantxa y Gata dijeron que sí, tenían su sueño al alcance del horcate, sólo tenían que quedar campeones del torneo de imbéciles... y lo ganaron!

La televisión es una catedra de psiquiatría camuflada.

domingo, 21 de octubre de 2012

La depresión es un capricho


La sonoridad de los vómitos, su visceralidad dramática, certifican una merecida convalescencia de cara a los demás. La espectacularidad de una crisis epiléptica conmociona de por vida a los que la ven, es como una posesión, un auténtico terremoto cerebral, cuando una persona se vuelve seísmo de la biología encarnado, desencadenado. Es comprensible que fueran/fuésemos tratados como criaturas del más allá, benignas o malignas, según el forro.

Absolutamente nada que ver con el cáncer invisible. La depresión. La enfermedad que no chilla, ni despierta convalescencia." Anímate", consejo tan errado como decir "dobla tu pierna" a un paciente con fémur y tibia fracturados.
Si constatáis la enfermedad en alguien cercano, si veis unas pastillas que la certifican, una confesión íntima de que se ha caído en ella, esa persona es un animal sufriente y puede que os necesite un poquico. Es un cuerpo varado en la arena, como esas ballenas, cercano a perecer.

Y sí, jode bajar a los infiernos aunque sea para cargar y subir a un amigo. No agrada tocar esa sustancia, de la cara descarnada y tétrica de la vida, y comprobar la vulnerabilidad de todo el suelo donde nos apoyamos.
Una capa de protección última se resiste a captar a ese amigo enfermo de la cabeza, transfigurado, chupado de vida hasta los huesos, pese a una apariencia de sano relativo.
Se trata de una disfunción biológica, de una enfermedad, un serio desequilibrio de neurotransmisores, que tiene solución. Matarse o curarse.

Malos planes y un autodoctor


Una cena reencuentro con malos amigos de la infancia requiere como un día de desintoxicación - aparte de la etílica. En ella se traslada a la cabeza de coordenadas, se muda por una noche, a una vida dejada, cribada, podada de frutos.
El niño almacenado en uno, se asoma, se siente aludido ante esas voces y nombres de las anécdotas, y se queda mirando en la tapia, eclipsando el presente. Sin querer toma la identidad y la deja al acabarse la noche, como cogía y soltaba los globos de pequeño.
Pero esa ausencia de mando, crea una ligera anarquía confusa, un batiburrillo de yoes que provoca una resaca de la personalidad. Ni el niño reconoce a los adultos, ni el adulto reinterpreta los niños. El mote de la cuadrilla lo dice todo, judakas. Últimas cenas con Judas.

Trastabillado, llego a la siguiente noche tirando de gula y acabo en empacho. En su día, un chamán catalán, que también los hay, me soltó que el origen de todos mis males era la gula. Esa teoría tiene su boga y es aceptable, si no fuera porque más aceptable era huir de ese diagnosticador por sueños, frío, sobrado, que proponía hablar entre máscaras, por muchos libros y teorías que hubiese escrito.

Suelo ejercer de médico cuando la vida me deja la licencia, es decir, con uno mismo. Se ha de ser un paciente disciplinado, aprovechar que la conciencia está afiladísima y es capaz si no hay gravedad, de ir oliendo el camino de salida a la enfermedad. Los órganos agradecen posturas concretas, hay que acomodarlos y llevarlos a su asiento. Si el cuerpo reclama potar todo lo que se pueda, hay que ponerse abdomen al asunto. Te dice luego qué temperatura quiere y qué partes prefiere ventilar. El cuerpo te chiva su telemetría. Si hay urgencia, hará aprender respiración yóguica de la nada. Y tanto que aprenderás. Mr Google siempre te ayuda a sopesar un remedio casero, doméstico. Una infusión de poleo-menta con genjibre ha ayudado a zafarse del empacho lo más pronto posible.
Mi mayor hallazgo fue aprender que la mejor terapia para el cólico nefrítico enviado por el maligno, es ponerse a caminar a ritmo constante (habiendo ingerido el sagrado voltarén antes de la marcha). Resulta bizarro, supone iniciarse en la contraintuición, pero es que el acojone y el miedo de los episodios vírgenes de los cólicos, paraliza y ensordece la fina voz de fondo de la intuición levantando la mano.

viernes, 19 de octubre de 2012

Olor a bosque mojado


Vienen estas cascadas del cielo, estas bañeras, y nos cambian la climatología de cabo a rabo. Disparan la humedad, trastornan la temperatura, mueven como un émbolo la presión atmosférica, y nosotros playmobils de este magno escenario, padecemos y nos cuesta adaptarnos a las nuevas reglas sobrevenidas de la noche a la mañana. Tendrían que ondear más banderas el día antes.

El soma reacciona lo que puede, pero toda esta revolución meteorológica lo que suele provocar es un estado personal muy peculiar, el embotamiento. El entumecimiento de los sentidos, con el interior de la cabeza como inflado, sordo y lento. El tiempo nos puede, gana durante un día, vence. Tendrían que ondear más excusas el día después en el trabajo, la bandera golpista del embotamiento nunca se iza y siempre se impone.
[..]

Ya ha aclarado, hasta Kobe se digna a salir, es homófobo, perdón, hidrófobo. Me encuentro lantanas y demás especies florales de jardín, diseminadas en la pineda junto a los claros. Los domingueros no se conforman con okupar el bosque, lo quieren suyo. Colocan la vegetación a su antojo como señalando su territorio, porque queda mal poner un buzón Señores de Peláez arriba en un tronco. O sea, que han adornado sus claros de bosque marcados con sus flores de jardín de rigor. Busco el felpudo pero no sale.

Todo el mundo sabe que ese trozo es suyo, son 30 años viniendo cada semana, lo tienen arrendado tácitamente hasta su invalidez.
El dominguerismo hoy en día es un chabolismo vacacional, un vestigio de una tradición compartida, que custodia las últimas parcelas que moran los entregados a las tarteras, la petanca y las cartas.

Tormenta de barro


Esta tarde el tiempo amaga con tener personalidad, se inflama un poco, el viento está revuelto, imantado, como si quisiese traer una tormenta, un poco de electricidad, y truenos. Las plantas, escenifican esa espera, moviéndose. Tal vez sólo traen de huésped al otoño, con las maletas, para quedarse. [...]

La mañana ha llegado, y el cielo ha descargado una somanta de barro. Ésa es la sorpresa que nos tenía preparada. La niebla de arena que llegó la semana pasada del norte de África subió a los cielos, para posarse esta noche con la lluvia. Y así está todo Marruecos en polvo metido en cada charco.

Cuando éramos niños y formábamos parte de un equipo federado, se nos caía el alma al suelo en un día de partido lluvioso como el de hoy. Esperábamos, nos manteníamos bajo un porche viendo caer la lluvia, impotentes, esperando un milagro que cortase esa frustración. Ninguna mutación urbanística traía de cuajo un pabellón.

Compruebo que la escritura tampoco tiene pabellón, que mi rutina inagurada de crear en la playa y espacios abiertos, quedaría suspendida como los partidos alevines por darse en otro planeta, con otra atmósfera bastante inoperante. Ayer anotaba que un espigón rompeolas es un buen pupitre lírico sentado en el mar.
Los días de lluvia escribiré en cafeterías, vestíbulos de biblioteca, recovecos interiores, sociales, donde desembocan las rutinas y los trámites con sus caras de trance burocrático, o transitan criaturas bohemias desplazadas como yo. Hoy también bajo un porche detenido, mirando todo el terreno de juego mojado y barrizal.

jueves, 18 de octubre de 2012

La úlcera cósmica


En el mundo de los antagonistas pocas veces se ha llegado a las cimas pintorescas del caso anti-Norris. Hacer un molde de lo analizado y salir a la calle a buscar todo lo contrario. Ese escaneo desesperado no obstante, nunca encontró el Dorado antes que el bueno de Audi se retirara.

Pues bien, jugadores afroamericanos de Missisipí aparte,
permitidme un brinco temático a la psicología, y después volverá Norris.

Viajemos al centro descarnado de la soledad. Todos, tenemos un agujero cósmico dentro, seres horadados con una fuga de soledad amenazante, que se parchea con la compañía vecina de forma suficiente la mayoría de veces.
Pero la percepción real de existir una última cuerda donde estamos completamente solos en esto, es una remota llama perpetua en lo más hondo de nosotros.
Al igual que se oye crecer a los hijos, también se escucha el vago rumor de esa llama de fondo, en último plano.
Pero si un revolcón de la vida la hace precipitarse al primer plano, el incendio de la pequeña llama ya gime y suda, cuando el agujero insondable que custodiaba se empieza a sentir como un abismo enfermo. De la soledad parten todas las enfermedades posibles.
Tenemos una sed del otro como un instinto, como una cuestión de supervivencia más, porque hemos crecido de forma celular y social, y vienen a ser fundamentos de la vida igual de últimos. No es el existir solo, es quedarse solo.

La soledad es una sombra funesta de nosotros que nos acompaña. De niños no necesitamos parapeto para la intemperie cósmica, porque la llevamos a flor de piel. La respiramos entre sonajeros, aparece en la atmósfera como una palpitación, y rompemos a llorar indefensos. El juguete, el juego, el fútbol, son esa invención que disipa los traumas.

La niñez se pierde cuando somos menos carne, y empezamos a hacernos un mapa de todo, no solamente a palpar el mundo, sentirlo y fantasearlo, se instaura el orden.

Los niños, por alguna remota razón, están enamorados del mundo. Un niño feliz y normal es aquel flipado encantado con el mundo.

Después llega el adolecer de, la curiosa adolescencia. Cuando la naturaleza nos empieza a inocular el pavo en la sangre, nos colectivizamos, nos hacemos colmena de forma casi instantánea. Es la era de los grupillos, pandillas, cuadrillas, rebaños. Parcelados, ordenados, y que no se molesten.

Pero si romper a llorar y hacer diana en la compasión de los otros era la táctica desencadenada por la naturaleza en la infancia, la pandilla de iguales también tiene fecha de caducidad.
En la edad del pavo se simultanean los primeros escarceos con un nuevo y maravilloso kit, lo romántico. Son unos tests preliminares para acometer una solución permanente a la sed de los otros. La edad adúltera, o adulta, encuentra que la solución más económica y viable a la soledad es el enlace dual mantenido, con prole de por medio. Dicho así queda muy técnico, pero dicho de otra manera no es nada original.

Ese hábito instaurado de juntarse, hasta grabado en nuestro programa, tiene su qué de mecanismo, de necesidad perentoria, de antídoto confortable de cierta grieta íntima y cósmica, aunque a veces quede todo disimulado por el montaje de la vida, su pesebre asumido, y la más aparente normalidad.

El amor es un antagonista, casi biológico, casi genético, de la soledad. Y está tan imprimido en todo,tan injertado, que parece órgano, consecuencia natural que ya no es ni consecuencia. Pero no es un antagonista universal, ni antinorris perfecto, porque siempre viene después. Primero está su causa, ese agujero que todos tenemos y que supura soledad.

Camelia sinensis

Hay tantos tés posibles cada mañana. Porque todavía tiene una preparación arcaica, nada instrumentalizada como su primo de la capital, el café. El té es aún de provincias. Que si la cantidad a granel se pone a tientas en una bola-colador, que si el agua se calienta a ojo, y su cantidad también varía. El clave tiempo de infusión depende de los quehaceres del momento, que lo apresuran o lo retardan. Finalmente, el golpe de leche gradualizará su cremosidad y textura, y la estocada final del edulcorante depende del pulso ejecutor. Seis variables arbitrarias de la mañana que se suman a la séptima, la propia variedad de té negro. Un desayuno provinciano de siete cabezas.

Hoy certifico ante el té sorteado a las circunstancias de hoy, que me gusta un tiempo de infusión prolongado, ya que otorga más sabor a cambio de una aspereza vegetal de la hoja de té, que permanece en la lengua, incluso pasados varios minutos. Un té con leche mascado.
El color del agualeche, si tiene una veta dorada en el beige, si recuerda vagamente por un instante al oro, es que es un té noble como el brillo de un café con solera. Contienen la frescura de la planta aún guardada en su polvo, un té con su pequeña alma.

Estamos sumidos y amnésicos de nuestro lujo. Como a un emperador de antaño, el té me llega de Ceilán, de la plantación Saint James del valle de Malwatta. Un té extendido y asequible mucho más barato que las cápsulas de café.
Me quedo con haber encontrado un acompañante familiar, de las colinas de Sri Lanka, y el pequeño milagro de tener sus cenizas en mi cocina.

miércoles, 17 de octubre de 2012

La tectónica de un escritor

Como la vida salpimentona no depende ni del escritor más talentoso.

Escribir al fin y al cabo, tiene como tarea primordial ser selector. Un escritor es una máquina neurobiológica que perpetuamente extrae con unas pinzas un vocablo, de una compartimentación léxica abultada. Tiene unos operarios que testean la cadena de palabras, y abortan o sustituyen piezas. Son operarios del departamento de calidad que modulan la cacofonía, la musicalidad, la precisión quirúrgica, los dobles sentidos, la vaguedad significativa, el empaque, los precedentes literarios, la sensoraliedad lectora del momento... Pero la máquina ideal tiene mucho ganado si es una brutal pescadora del mar de palabras. Si tiene una flota innumerable y si pesca a la vez en un océano, con entreno y lectura, debería llegar a puerto literario. Hablamos del substrato biológico, de la maquinaria del escritor, sus atarazanas.

Después, queda el infinito de los acabados. Que es como el color de una vida en blanco y negro. Hay bocetos perfectos que después no andan. La filosofía es un gran boceto que dice más que el arte, pero al alimentarse de la contemplación, después no anda, no funciona, no se injerta en la vida y sólo se transmite en sus arcones frigoríficos conceptuales. Los filósofos son selectores quirúrgicos, pero no salen de la cámara blanca del laboratorio, no se mezclan.

Pero también puede darse el literato genial y autista. Aquella criatura hipotética que pare una transcripción calcada de los objetos, máquina virtuosa del lenguaje, pero no supera el alcance de los retazos de la realidad. Es un escáner clavado de la realidad al lenguaje, con las palabras adecuadas y leales, pero le falta toda la temperatura de la carne humana, lo relevante para un mortal, el azaroso recorte de la realidad que lleva consigo la estela de una vida. Le falta encarnar la caprichosidad concreta de la existencia.
Mentamos este polo, para traer la vulcanología de un creador. Un escritor civilizado, con inmejorable potencial, puede haber sido castigado con una vida civilizada sin fracturas. Tal vez no lleve en sí la semilla volcánica que facilita esas fracturas. Ser escritor también es una cuestión temperamental, que te putea la vida, o te la amenaza, pudiéndola palpar como en una lucha libre, y aumentar su conocimiento íntimo. La vida es poliédrica, angulosa y rebosante de matices. Ser derribado, zaherido o convulsionado, es la manera de salpimentonar una obra. De otorgar la paleta de los acabados, de ser fachada faz o envés de la Sagrada Familia, monumento de la bifrontalidad de los acabados.

Y eso es una cuestión meteorobiográfica, depende que llueva eso en tu recuadro de la existencia, que explote tu vida con los accidentes y con las semillas que llevas. La maquinaria va aparte, se tiene de escritor o de arquitecto, no se compra, depende del software biográfico. Y se puede ser un escritor biológico inconmensurable, pero tan civilizado que parezca un arquitecto, o acabe mutando y cobrando de ello.

Levantar el día 1/2

No levantarse fino, viene a ser como no levantarse afinado, entre disonante y mudo. En la trastienda de las carnes y las neuronas, ya se alinearán los líquidos para conseguir el afinamiento.

Uno es reo de su biología, o al menos tiene libertad condicional. Éste es el mundo interior, mal que nos pese, y colisiona con la belleza interior cantada en los alegatos de las derrotas. La belleza está en el interior, agazapada, también junto a la maldad, la perversión, la generosidad o la nada expresiva, todas están ocultas tras unos arbustos neuronales o la frondosidad de los gestos.

Pero siempre detrás de la fachada, la marca, la corteza, el porte, el vehículo, el título y el resumen, la versión breve y permanente de cualquiera. Es un eterno dilema no resuelto ni que se resolverá, donde ningún bando, ni los esteticistas ni los interioristas ganarán su batalla personal. Hay feos redimidos y guapos condenados.
Eso sí, existen dos ecosistemas como dos soles, incompatibles para cada bicho, las distancias cortas y las distancias largas.
En el primero la máscara del feo pesa toneladas, y en el segundo la máscara de la gente guapa se va demacrando. Obviamente, en medio de los dos polos están los guapotes y los feotes, con su kit de recursos interiores más o menos adquirido en kioscos experienciales, previo pago sudoroso.

A no levantarse afinado, a veces ayuda el té. Fui una persona escasamente cafetera y parca en estimulantes. La sofisticación de las monodosis me acercó al café un par de años. Y luego me pasé al té. Con leche. Es así el hermano rubio, asiático y frutal del café.
La infusión caliente con leche que todos parecemos necesitar para un desayuno ordinario, creo que es un acuerdo entre nuestro cuerpo y los hábitos, una manera de pactar el madrugón, el arrancar al cuerpo de la cama, encenderlo y mantenerlo en unas rutinas. Una especie de elixir del trabajador o facilitador metabólico (continuará)

lunes, 15 de octubre de 2012

La precariedad de las letras


Una niña de 16 años, lleva diez sumergida en el formol de los entrenos, cultivada en agua con cloro, una merluza niña que se corona en la vida con una medalla de oro olímpica. Toca techo a los 16 y nadie le contesta que es la mejor.

Un escritor hace lo mismo en un charco de agua lechosa que encuentra a veces en una calleja. Se tira a esa piscina mínima alejada de ningún foco, tras décadas de entrenos, e intenta coronarse en el panorama literario. Una vez una rata le hizo una crítica con el rabo.

Todas las piscinas de la ciudad están llenas de cuerpos hasta rebosar, y las olímpicas, tienen 8 perfectas calles peinadas con nombre y apellidos. Todos los empleos tienen su nombre, puestos en cajones ordenados, como en un aparato estatal.
En la calle sólo hay pequeños charcos lechosos con ratas, no hay retos, ni carreras, ni combates, ni concursos. La literatura es una toma de té de salón, con entradas numeradas. El aspirante a escritor es un mendigo, un harapiento artesano que sólo sobrevive asaltando al funcionario literario de turno, ocupando a la fuerza un lugar que por un efecto dominó echa del tablero y expulsa de la literatura al desafianzado funcionario esquinado.

viernes, 12 de octubre de 2012

La tumba del bigote

 
Veo por un facebook ajeno, que Gerard Piqué Bernabeu se ha dejado bigote. La metafísica puede que haya muerto en nuestra época, el arte, la religión también, quién sabe, pero lo que es clarinete es que  el bigote sí ha muerto, que su existencia fue segada de la faz de la tierra en el camino a los 90.
 

Y es así, la vida bigotera bien no tenía nada que ver con estos decenios dejados, era en parte su antiesencia. El bigote era el vello en portada, el "Wanted" de la cruzada por la extinción del pelo, el subrayado pelurcio de la cara, la cutrez mustachil setentera estampada en el jeto. Era como un atentado a la estilización, a la modernidad, el unicejo de la expresión.

Todos los afeitantes universales, todos los mozos alguna vez tras el golpeo de la cuchilla contra la porcelana, o tras disparar el soplido a la máquina de afeitar, hemos flirteado con un look bigotero, hemos inmortalizado la osadía como Piqué, más por el chascarrillo, y hemos votado no al bigote luego en esta mayoría absoluta de nuestros tiempos, segando al susodicho.


Todos tenemos dentro un bigote al cual no ha llegado su tiempo, su revolución, su estallido estético. El imberbe gana al hirsuto por goleada. Un bigotudo es un revolucionario hoy en día, un mostachudo un cocinero mejicano que nunca ha leído a Nietzsche. Es una era abigotal, depilatoria, bebeculera.


Tal vez un piloso labial superior vuelva a ser tendencia y de repente se ennoblezca, como en su día las patillas retornaron y se volvieron cool para quedarse y extraer depuración al lapso de los ochenta.
Dudo que lo consiga el bigote fino, el sutil, aquel que en alguien alrededor de los veinte catapulta al ridículo inmediato, veáse Theo el hijo de Bill Cosby y su aberración biográfica indeleble. El bigote en el adolescente siempre ha sido un enemigo, que en los casos más extremos requiere la intervención del agua oxigenada o si empeora la del trabajador social.


Si llama a la puerta el pródigo bigote, será uno con cuerpo, grotesco, afirmándose de nuevo tras el ostracismo. En la convención republicana de bigotes del nuevo mundo, que también la hay, sus señorías mustachiles elegirán a un representante atrevido, labrado, con cierto relieve, reviviendo con nostalgia el icono vigente de Tom Shelleck.


Quizás a esta mascarada le falta una operación estética de madurez impostada, un turno de masculinidad, y una reconciliación con versiones pasadas de la máscara.

jueves, 11 de octubre de 2012

Parafilia periodística nacional


Asisto en un diferido de quince años, al cable candente que le echa Umbral a Pedro Jota Ramírez y que empieza así:

"El vídeo de Pedro J. Ramírez, donde aparece siendo sodomizado por una negra vieja mediante un pene artificial, ..."

Creo que hasta los que le tendieron a la negra vieja frotaban sus ojos con el botín, para empezar. Se trata del avistamiento de un ovni, que de hecho cuesta reencontrar como si de una aparición de Fátima se tratase, un fenómeno paranormal, perdón, una parafilia en toda regla.

Francisco Umbral le echa un capote, pero ni la potencia de Umbral lava la psique de Pedro J. Intenta acometer la defensa por el único lugar que se puede, la psicología honda y primitiva, que viene a ser la profunda. E inventa teoría para el caso Pedro J., añade la instancia del Desconocido, a las tres freudianas del Yo, el Ello y el Superyo. Suda Umbral, sentimentalmente, por un amigo y jefe parafílico.
El Desconocido, viene a ser el Monstruo en nosotros, es decir, crea ex profeso una capilla al Ello, una dimensión descarriada totalmente de la tutela del Yo, de la propia identidad, sin ningún cable conectado, que ex-plicaría conductas delincuentes, criminales, homicidas, o exiliadas de la condición humana común.

Le echa un capote más a la lidia de un toro condenado, pone más cerca el diagnóstico a especialistas del campo de la psicología y la psiquiatría. Tal anomalía conductual no se borra con un cargo, ni un Nobel abogado, ni diez mil periódicos a las espaldas, tal anomalía es una disfunción neuroquímica de la corteza prefrontral y tiene tratamiento.

Impepinablemente es una conducta privada, íntima, como el asesinato familiar de un parricida, pero que en este caso no afecta a terceros y que sería punible de rebote muy insidioso y partidista por la participación de una prostituta.
La cuestión es que sólo en una minoría reducida de la población encontrarían tal espectáculo si rastreasen nuestras vidas. La mayoría folla, pone cara de John Wayne, pero no deja meterse un dildo en el ano por una senil prostituta de color. Es así.

Después viene todo eso del diario El Mundo, de querer investigar y levantar alfombras como vocación, intentando sostener complots universales y cargarse al escogido de turno. Nos suena.

Parece una historia entre pistoleros de dos bandos de la misma calaña, del clan de los medios ilícitos o el flirteo constante con la ilegalidad difusa, emponzoñando crónicamente la convivencia de la península.
El hurto de la intimidad de Pedro Jota se convierte en una verdad de la calle, porque hasta el padrino de su hija da fe de ello y lo intenta exculpar, fallidamente. Una verdad de la calle tabú, porque tratarla públicamente podría ser denunciable si le gusta o no al periodista su contenido, ya que su extracción fue ilegal. Un trozo zombie de la realidad, tan real como prohibido.

Sólo sostengo que si no ha habido tratamiento de la anomalía neuroquímica del periodista, es fácilmente demostrable la concomitante naturaleza conspiranoide esencia de su ejercicio periodístico y la ideología subyacente en tal configuración cerebral anómala.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Los escritores puros


Otro tema es saber si todavía sobreviven los escritores puros. Haberlos háylos. Aquellos que un día cogen la burra y el zurrón, y se van a Madrid a vivir de los soportales literarios. Los que no alternan lírica con otra confortable profesión, en universidades, lo más común, u otros ámbitos disuasorios.

En un panorama laboral cada vez más robotizado y taifa, sorprendemos aún a ese artesano que produce con cuartilla y bolígrafo, a aquel vendedor de palabras junto a las calientes castañas. Cuyo currículum es una errática trayectoria callejera que nunca levanta los pisos de cualquier carrera, una universidad primitiva, amenazada por la insultante falta de oficialidad.

Ese vocalista cuyo instrumento es él mismo, su propio filtro, por donde hace pasar las cosas que todos vemos, trocadas y talladas en revelación. Un higienista comunitario de la realidad en el fondo. Su carrera debe ser volverse crisol suficiente, ser persona-tamiz, instrumento procesador por el cual la realidad entre cruda y salga convertida en revelación.
No sé si eso de echarse a la calle con veintitantos para ser escritor supera el flirteo alcohólico y los grupúsculos literarios que van a cambiar el mundo o sus bombillas. Uno no puede ir de encarnación de crisol, éso sobreviene.

Pero el empuje por ganarse las perras puede ser realmente el matiz sinequanon que realiza la vocación de escritor. Todo lo demás son buenas intenciones, nada que ver con el marketing. Y sin una brizna de marketing no te conoce ni el Tato a menos que seas hijo de escritor y heredes una plaza de parking cercana a una editorial.
Eso sí, conseguida la nómina, retrata ese contrato con toda la bohemia que puedas, que su capa más externa hieda a humo de tabaco, tertulia literaria y malditismo.

Personajes montaña


Supongo que es una idea común que desde Dalí y Picasso, la generación del 27 y 98, Ortega, Falla... no hay más "genios", que no se visualizan reses culturales del mismo tamaño y grandilocuencia. Al menos suenan muy diferentes, sin nada de aura legendaria ni emergiendo en la historia. Aquellos parecen pilares y referencias máximas de la cultura, montañas en la recta de la historia, mientras que los contemporáneos que destacan parecen profesionales notables pero pequeños, sin aura mítica ni hechuras históricas.

Tal vez el hecho de no haber dejado este mundo y certificado su poso, impiden mitificar la figura. De todas formas, para ser tal personaje únicamente basta un consenso y unanimidad colectivo brutal. Que el grueso de una comunidad cultural, cuasi universal, recuerde en misma voz a un autor, y ese coro universal sí que lo convierte en leyenda. A tu siglo tal vez embustarás, presiones políticas y/o estadísticas mediante, pero cinco generaciones no pasarás. Es un mérito incontestable, nada arbitrario ni una moda, pasar a la historia y resistir la fricción de los siglos, atrayendo al futuro.

Suelen ser personas tocadas por una varita, que irrumpen en varios ámbitos desbordándose del suyo, con biografías dudosas o decepcionantes.
En nuestros contemporáneos, tal vez García Márquez sea un ejemplo de clásico vivo reconocido, y en terrenos más modernos, Spielberg puede acabar saliendo en libros de historia. En el campo empresarial/tecnológico se está dando ese proceso de momificación histórica del que hablo. Steve Jobs es un ejemplo de alguien embalsamado a la historia, siendo hombre Time del año hasta difunto, con una personalidad barroca y curiosísima, tan diferente que le facilita hacerlo personaje, maquetarlo, exhibirlo en la historia. Únicos entre milmillones.

lunes, 8 de octubre de 2012

El clásico

Digamos que el sol no es sol hasta entrado una hora en el día, antes es yema, un círculo naranja que también debe despertarse.
Los que recogen conchas escogidas peinando la playa, certifican que el mundo todavía es bello.

La lírica es poco comercial porque tiene pocos lugares comunes, tiene más de cala visitada a pie, de acantilado común. No es una llanura de hectáreas donde todo el mundo va a parar, sin querer, y más bien no sigue letreros. Para ganarse el pan uno debe también acudir a los lugares comunes: la política, el fútbol y demás lugares sociales dispuesto a hacer lírica.

Ayer hubo Clásico. El Barça es menos Barça y el Madrid tiene el filo más cortante. El segundo se ha vuelto minimalista y más que preciso, un adelgazamiento del fútbol, fibrado, que se vuelve cuchillo o puñal de medio campo para arriba. Parezca o no, también es una forma de hacer el equipo para CR.
El Barça sigue siendo de todo menos minimalista, una arboleda orgánica que ha recordado siempre un sistema pluricelular interaccionando, vivo. Pero como todo sistema, las partes pueden resentir al todo, sin la pareja de centrales mejor del mundo es una célula con membrana vulnerable, y luego ese transplante de Cesc por delantero deforma la célula hacia atrás un poco. Y Messi es el más allá.

El texto del día en este país serán mil formas de decir el clásico, y hasta bastantes se leerán. Una producción de churros para la feria, con sus paperinas a la basura de excedente.
Poco más puede subir el fenómeno del fútbol, le queda una ya aplazada liga europea de los domingos, pero su parábola como fenómeno está en su bóveda dejando a la primera pared. Pueden ser 100 o 300 años, pero el fútbol, como a los romanos los gladiolos, dejará de apasionar. De momento, para parábolas, la de Messi

domingo, 7 de octubre de 2012

Amistad alcoholizada


La noche calla, como todas las noches. Y nadie conspira, sólo el ruido es un dálmata diseminado en manchas de bullicio juvenil. Las noches son aburridas y planas, menos las tres contadas que mutaron todo lo demás.

Hoy me esforcé en emborracharme, y apenas llegué al tercer chato de verdejo. Ya soy un borracho fracasado. Las copas sirvieron de línea de fax para retomar contacto con antiguas amistades veneradas en alcohol, las que sólo dan línea con etanol de por medio. Son las amistades del bar ambulante de toda la vida, de nuestros días de farras con botellón previo. La amistad la dejamos en la última copa, y ahora la rescatamos como una empatía papa, refleja y arrojadiza. Él prosigue en lustros de farra y comprometido baile con la cirrosis. Nunca ha salido del internado fiestero de sábado ni ha conocido pueblo alguno. Sigue de gira eterna por los bares, y su hígado ya pronto se sienta solo en silla aparte de la barra, e intenta ligar con alguna pleura moldava.
Las vidas fugaces y rápidas que no conocen noches planas ni de cueva eterna. Sus noches brillan tanto que contienen todo el día en su ritmo y los vestidos, en un magno complot por tensar al párpado y engañarlo.

La juventud hemos ubicado la carpa de la noche en una esplanada de mal acceso no sé muy bien por qué, allí, cuatro horas después de la cena, en una cúspide rompehorarios, en lo más alto de la semana, frontispicio del sábado al domingo, como en una meseta marciana que no queda cerca de ningún hábito diario colindante.
Es una práctica litúrgica, ceremonial, corporativa, una política que parece promover los despistes. Pongamos a la noche que juegue en un patatal, en un feudo desplazado, cuesta arriba, ojerizo, oscuro. Promovamos también la comunión obligatoria de Red Bull, de alcohol vence madrugones. Disloquemos la rutina, despeinémosla y démosle la vuelta, hagamos el verdadero cambio de look al espaciotiempo personal.

Y yo aquí como en un camón de hospital, bien cuerdo y cebado, sin bailar con ninguna enfermedad, en estado preventivo. El blanco del dálmata sin sus manchas negras.

viernes, 5 de octubre de 2012

Felando actualidad


Comercialización. A veces te da la sensación que Rafa Nadal levanta una ensaladera y apresuradamente, se va a calzar la chaqueta porque tiene que rodar anuncios de relojes, foie gras y coches coreanos. Él o Messi, que parece no poder vivir sin anunciar unas natillas, o Alonso, que se agarra al pluriempleo para estirar el fin de mes, o Gasol, que se pone en la esquina de un banco tóxico para ganar unas perras más. A masticar, con la boca llena, no vaya a ser que se suelte un bille sin querer. Muchos no verían la necesidad, de utilizar su ejemplo de campeones para añadir bonus financieros, como si el reconocimiento mundial y billonario, no fueran suficientes, asociando su biografía a donuts, chiringuitos y mejores postores. Les regalan coches, smartphones, les ponen casa y les invitan a los restaurantes. Si esto no es un empacho cenutrio, ya nos lo dirá su época post-monárquica.

La promoción cultural. Siempre me ha rebotado el ver que en los programas de radiotelevisión sólo aparecen entrevistados los mendas de turno que estrenan película, libro u obra de teatro. Que parecen estar años en cuevas talibanes ocultos, y vienen a la ciudad cuando hay algo que vender. Como si a la gente le importase un puerro lo que es un proceso creativo, una época ágrafa, o el ocaso de un best-seller. La tele es un mercadeo cultural donde sólo importa el que vende, el arte se trata neciamente como una oferta constante, puro arribismo consumista.
Toda producción lleva detrás una maquinaria propagandista en la que el becario de turno se cansa de llamar a todas las teles y radios posibles, y no sé si por pesados o por endogamia empresarial, los medios de comunicación tratan al arte como el precio del petróleo y la prima de riesgo, segando sólo la corteza y dejando el meollo deshechado. ¿Desde cuando arte y noticia son lo mismo?

Después triunfan programas exploradores como "El convidat", que van donde está la desnoticia. Se invitan a los recovecos del personaje, a aquello que nunca sale en su obra, y desayunan con ojeras un café con leche confesional en batín. Cien veces más revelador que las entrevistas masivas en serie que se fabrican en una promoción.
Oiga, si la película es buena, no se preocupe, hasta mi abuela bajará a la calle a verla cuando se entere, no me venda una obra maestra por cinco duros ni me jure que el ambiente en el rodaje fue la mejor experiencia de una vida.

Todos llevamos una puta dentro. Los campeones de la historia del deporte no ponen reparos en anunciar bocadillos como hombres-anuncio, si sueltan unas buenas perras, ese bifrontismo de amedrentar a Federer y Lebron James, aparece por las tardes cuando son circenses hombres pancarta.
De igual manera, magreémos el arte por vena televisiva, quitando bragas chonis a argumentos de cuarta y autores con suero de gran corporación detrás. Esa gran terapia para lo humano, catarsis sin pastillas de por medio que es el arte, que se fume como un pitillo barato ofrecido en prime time y se tire la colilla rápido para seguir felando actualidad, ea.

jueves, 4 de octubre de 2012

Umbral y el dinero


Las mañanas siguen siendo luminosas pero están enteladas, las telarañas de gas del otoño, neblinas tímidas, certifican que es octubre en el mediterráneo.

Yo me he alimentado 24 horas de un tarro umbraliano hasta acabármelo, Días felices en Argüelles. En él relata su carrera laboral y literaria. Unas memorias biográficas y no tan literarias, si a Umbral se le puede extirpar intención literaria y si puede dejar de hablar de literatura.

Umbral ha sido tan cínico como todos los que ofertan su alma para cobrar a fin de mes. Ha deseado vivir de la literatura y vivir en ella. Empresa y vocación que consiguió toda su vida. Se exilió del régimen poético porque todo el mundo emigra de la pobreza impuesta, y fue columnista toda la vida porque era demasiado silvestre para ser profesor, y demasiado protagonista para quedarse apolillado en un claustro. Y ante todo, nada rico para vivir de lo etéreo.

Fue una criatura dotada, que tempranamente supo qué podía producir como empresa humana, y acudió a los focos precisos de su filia y talento, sin timideces. Con ese brío e ímpetu del virgen adolescente abriéndose camino en la vida trémula, determinado y breve. La importancia de las primeras veces.
El talento de Umbral acabó flotando en todos los círculos que contactó, en una escalera natural hasta el Cervantes o su último libro.

Umbral tampoco podía ser catedrático y ennoviarse con putas, debía ser independiente y silvestre. Le gustaba ir de canalla y de amigo del Rey a la vez, ensoñaba como todos en ser mil umbrales.
Lo de la amistad, hermandad, con Pedro Jota, entra para mí en las miserias de todo ente biográfico. Todos podemos tener un hermano tonto, o ladrón, pero Paco optó a menudo por postres dandistas que no tienen por qué tener una buena digestión histórica.
A Cela lo amaba, y también sabía que era algo así como el gobernador vigente de la literatura en España. Umbral era un cínico consabido, que sabía que primero tenía que comer y cagar tranquilo, si se quería asegurar una vida literaria, soñada, con su personaje histórico rubricado por él.

Era un monstruo literario, y se alimentaba de todo tipo de literatura sin saltarse una comida. Y es de los críticos más ecuánimes con el esfuerzo y sudor literarios, pese a que el autor de turno fuese desconocido, con otra profesión o cuasi ágrafo. Un crítico genialoide y genial, por como dicta una tesis retratando la esencia de un autor en tres líneas artísticas.

Umbral demuestra en este libro tardío de memorias laborales ser un ejemplo profesional para quien quiera dedicarse a la literatura.

La violencia de género antes de la prensa


A bote pronto, no podemos resolver si la casuística de la violencia de género, en las décadas precedentes a los años 90, era manifiestamente mayor, o si la implosión en los medios de comunicación posterior, era sólo el altavoz público de un fenómeno íntimo secuestrado hace tiempo.

En este tema sobran las especulaciones, los debates temporales incluso los de opinión. Se trata de asesinatos íntimos, familiares, que además llevan detrás el descuartizamiento psicológico de la pareja y de los hijos. Una criminalidad de puertas adentro, muy inaccesible, y que en muchas ocasiones acaba en homicidio y suicidio. Desde fuera se le hiela la sangre a uno al reflexionar sobre ello. Es como ir formando una familia, una intimidad colectiva, al tiempo que se dirige a la destrucción total. Y todos, venimos de una familia, más mínima o más expandida.

Nadie puede prevenir de esos procesos mórbidos de años, sólo gente muy cercana, a riesgo de ser vetado por la violencia. El resto podemos poner un adoquín en las vías sanas por las que desviar esos icebergs funestos, colaborando a la fotografía de ellos, a plasmar el desequilibrio fatal del asunto, su destino destructor, su potencia aniquiladora de los protagonistas y el daño de por vida a los hijos, intentar que entren procesos sanadores y que se reconstituya un equilibrio a largo plazo cada cual con su cruz.

En esta línea, es cierto que en la historia gráfica compartida, la violencia de género empieza a existir como fenómeno público a partir de su información en prensa. Me mojo diciendo que tres cuartas partes de la población, respondería que sospecha que antes había más violencia de género pero estaba soterrada. La cultura de la época la camuflaba.
Otros dirán que la igualdad en la mujer ha provocado una mayor violencia. Sin admitir que la desigualdad ya era una forma de violencia impuesta. O que los jueces podían obviar denuncias que hoy serían punibles.
No conozco ningún investigador que haya intentado sumergirse en los registros de fallecimiento de décadas anteriores, documentado anomalías y procederes sospechosos. Pero tal vez sería esclarecedor. La sensibilidad de los medios de comunicación suele ir mutando con el tiempo, y no es de descartar que en épocas pasadas se ignorasen ciertas incomodidades para el alma.

Puede ser que una investigación destapara una barbarie, institucionalizada, vergonzante en comparación con otros países europeos, y dotase de más conciencia a los hijos y nietos con una madre maltratada. Aparte, de otorgar justicia y honor a esas víctimas.

martes, 2 de octubre de 2012

El paro y los robots


El asistente de voz Siri de la Manzana es una maravilla, me enamoré el otro día. Está ya muy bien parido en castellano, y si le dices -Me gustas, te responde que -eso se lo dices a todos los ipads y smartphones.

Mucha inteligencia metida en la línea de comandos. En la carrera estúpida y necesaria del robot contra los hombres, este paso es una bocanada de aliento en el cogote de ellos-nosotros que no somos ellos. Un yo intersticial que si eres ingeniero estás dentro, si no estás fuera.

Y es que mucha gente se va a quedar fuera de la robotización del orbe, los perros por sustitución con mascotas pezuño-electrónicas, y media humanidad superada por robots más inteligentes.
Hasta en la escritura, si Siri hace maravillas en el procesamiento de la palabra oral, es factible el redactor robótico, el escritor de prosa plana informativa que recopile históricos de crónicas, almanaques de hechos, y firme crónicas esclarecedoras y de léxico cada vez más acertado. Con la lírica no podrá, islote doliente de la singularidad humana, y aunque también es factible dotar de una memoria emocional a los robots, simularles un miedo dramático al dolor aprendido de memoria, y una tensión de guión hacia los deseos empollados, la lírica de un autor aún lacrará los textos con mayor crudeza, olores rancios, tactos complejos de las manos, y toda la pesca de arrastre de la infancia.
El arte parido, en general, se escapará a los comandos de los robots, la sangre, la placenta, no estarán en sus ouputs artísticos inocuos e inmaculados. El arte sucio aún sobrevivirá al arte impoluto de robot.

Pero el engranaje robótico ya fue accionado tiempo ha, y se encarna irreversiblemente en este mundo, implacable. Los niños de 15 años ya se adecuan como tecnólogos en potencia, siendo ya webmasters, posicionadores y editores audiovisuales. En la boca se les escapa el inglés, y no al revés, como antaño. En el futuro, serás ingeniero, y aparte otra cosa. Y por en medio decenas de víctimas desempleadas de la robotización. Entre ellos artistas fatuos que sucumben a la robótica artística, artistas malditos y desvocacionados de cuajo por mero atraso frente al robot. Y artistas fortín que los regatean, les enseñan, los programan, les explican como condiciona un libro la inflamación del estómago por los cocidos de cuchara, y la significación de los eruptos y los cuescos en la metafísica adolescente de un enamoradizo ramplón.

Espontaniedad


La espontaniedad, dice Umbral que sin ella no hay aventura. Es una especie de chasquido creador de conducta, un automatismo creativo que surge solo, como un pequeño big bang. Es curioso que quien no la tiene, parece tener un enorme muro en sus vistas que imposibilita salirse de los carriles ya hechos por los demás antes. Sólo tiene dentro un gran caldero donde se acumulan decenas de frases manidas y conductas previsibles. La espontaniedad libera a la persona del robotismo.

A veces parece que no sale de ninguna parte, y maravilla a quien lo ve por lo que tiene de sorpresa, de quiebro, de regeneración. Los espontáneos comedidos se reinventan, los masivos desvarían y desafinan. Pero no hay espontaniedad pura, aunque a veces lo simule. Siempre hay unos ensayos antiguos casi no recordados, unos temas substrato que estaban allí sentados en una acera del cerebro, pero un sprint de Bolt en décimas de segundo culmina un cóctel logrado que mezcla todo lo antecedente y ofrece la espontaniedad, el nuevo rizo a lo previo.

Cavemos más en la generación de conductas, antes que en unas décadas las excavadoras de la neuroimagen dejen todo al descubierto. En último término, para ser espontáneo hay que querer serlo, debe haber una voluntad que quiera ofrecer esa característica en el despliegue de su conducta. Es mucho más económica la conducta robótica que la espontánea-creativa: requiere menos gasto, ahorra recursos, pese a que la inversión es escasa. Debe haber un deseo de ofrecer esa variante conductual hacia los demás o hacia el propio autoconcepto o autoestima.

Excepto tal vez, de aquellos que mamaron espontaniedad, los espontáneos puros que heredaron esta característica y la llevan de serie. Pues creo que tampoco, el repertorio de conductas de los padres también es una elección adaptativa, al igual que lo transmitido con más o menos conciencia. La espontaniedad puede ser vivida bien como un as o arma preciada, o bien como un proceder habitual, unos simples calcetines de la conducta. Pero habiendo almas robóticas con flexibilidad medieval, la espontaniedad es un rasgo preciado que moderniza el encéfalo y embellece al espontáne@, por su capacidad creativa o por sus calcetines diferentes cada día.