lunes, 15 de abril de 2013

Maristes La Immaculada


Tengo las caras almacenadas de unos tres mil maristas de mi colegio, población escolar flotante, entre generaciones veteranas que se iban y generaciones yogurines que ascendían. Me los cruzo por Barcelona y los reconozco, como ex-vecinos de pasillos y patios durante años.

Aquel antiguo convento de las Salesas que destripábamos cada día, caí en la cuenta años después que despertaba la admiración estética de los foráneos por la fachada de la iglesia preciosista. Allí pasamos 12 años de nuestros primeros 18, fue el lugar de nuestra infancia. El recinto no tenía nada qué ver con el 90% de edificios civiles restantes de la ciudad, era un antiguo convento monumental adaptado, modificado y ampliado. Los suelos, paredes, escaleras le hacen todavía una piel particular, reproducida en algún rincon aislado de la ciudad por el mismo arquitecto, como primos hermanos distantes.
El claustro, rodeando al patio central enorme, con decenas de columnas dispuestas como alfiles disciplinados, que no fueron otra cosa que nuestras porterías, alfiles abatidos y golpeados por la goma de nuestras pelotas en su eternidad mineral. Pero aquel claustro tenía algo placentario, era agradable a veces transitar por él, quedarse jugando bajo sus bóvedas, porque tenía algo de bodega humana, de pesebre, una atmósfera hogareña y de amparo, que nos atraía. La piel del colegio era fresca y de caverna, la piedra de las paredes del claustro, que tanto nos sirvió de juego, no era áspera como la de los patios, había sido pintada y su tacto recordaba a la piel de unas enormes manos frías e inertes.
El suelo. Creo que todos nosotros podríamos ahora acudir a una tienda de baldosas, e identificar sin ningún problema el tipo de baldosa que cubría el patio central. Algunos pueden arremangarse el pantalón, y quizás conserven su dibujo tatuado tras una rascada veraniega. Era cuadrada, color terrazo, y repleta de hendiduras también cuadradas en las dos direcciones.

La tipología del suelo marca el estilo futbolístico de un país. El suelo mullido de Inglaterra, con su hierba vitalicia, ha dado un fútbol directo, no regateador, con pase largo y remates arrojadizos sin miedo al cemento en el suelo. En España, los campos de arenisca desérticos han forjado o malos jugadores en esos terrenos impracticables, o jugadores técnicos, de toque y regate, flirteando con la dureza del cemento de fútbol sala. Ahora nos están cambiado la arenisca por el césped artificial, y no nos damos cuenta que nos están cambiando el fútbol del futuro, probablemente más híbrido y con más dosis de verticalidad. En el tropical Brasil, la pobreza ha hecho que en las favelas impere la tierra sobre la hierba, y el preciosismo de sus gentes ha dado futbolistas mágicos y virtuosos, hasta que como ya país emergente, el fútbol empiece a mutar desde las semillas de su tierra.
En Maristas, el suelo nos importaba eso, lo que afectaba a nuestros juegos. A pesar de llevarnos su dibujo a casa en nuestras piernas, no estaba mal, no era resbaladizo, tampoco parquet flotante, pero nunca nos sublevamos para que lo cambiaran, en alguna de nuestras revoluciones.

Creo recordar que la escuela tenía un total de 90 y tantas aulas habitables. Unas sesenta destinadas a las clases de los distintos cursos, y unas treinta restantes que eran laboratorios, aulas de plástica y música, departamentos de asignaturas, salas de video e informática, botiquín, etc. El colegio tenía tres patios rodeados de aulas, una gran iglesia y unas catacumbas. En los subterráneos, los hermanos maristas habían construido un salón de actos mastodóntico que fue cine de la ciudad durante años, salas de conferencias, laboratorios, piscina, gimnasio, que alquilaban a otros colegios, una especie de museo, un bar del teatro... y como aún quedaba una galería por excavar y un negocio en el que invertir, los hermanos construyeron un parking de varias plantas ya acabando mi estancia en el colegio.

La historia de la pedagogía en España es una cuestión religiosa, amplificada por el nacionalcatolicismo de la dictadura. Desde las primeras universidades del globo, educación y laicidad no era una unión muy factible. Luego se fue formando esta míriada de congregaciones de jesuítas, escolapios, salesianos, maristas, marianistas, carmelitas, dominicas, que fueron copando la enseñanza religioso-privada de todo el país.
En el colegio mentaban una llamada telefónica muy radical, la llamada de Dios. Nos recordaban que sus ondas iban a poblar siempre como una nube encima de ese colegio, que Dios, infinito y magnánimo, iba a estar aparcado bien bien no se sabía donde, en cualquier lugar nos decían, y que en algun momento se nos podía aparecer, plantar en el camino, y arrobarnos el destino.
Supongo que eso es lo que sentía un seminarista, que dejaba el colegio y se iba a las comarcas, en el campo, entre campos de fútbol y baloncesto, a relevar los mandos maristas. Este hecho del orden del día siglos atrás, era inevitable entonces y un mal menor aceptable. Alguien tenía que educar las nuevas generaciones, instruirlos, y de ahí su función social válida. Pero a las orillas de los años ochenta, llegaron varados a ese colegio una muestra descalificadora de educantes religiosos. El sádico hermano Saturnino que aún ostiaba con regla en Mecanografía, el militar hermano Castells que promovía un perfeccionismo neurotizante, el borde hermano Benedé cuya simpatía a los niños era inversamente proporcional a su afición al hockey, y el único e inimitable, prefecto, general de las conductas y de los sábados, alias hermano Porkie, que fue un fundamentalista de la perfección y de lo estricto, que tuvo que ser desplazado a subalterno de provincias por enviar cartas obscenas a una niña de sexto de EGB.

Esas instituciones llevaban la friolera de cien años o más funcionando. La propia historia había hecho una criba empresarial, y aparte de verse favorecidas por el temor al Magnánimo, el favor del Caudillo, y el enchufismo del patrón de turno, los colegios eran gestionados cual empresa solvente. Alquiler de salas, instalaciones, cine, parking, bar colegial... era un lugar explotado comercialmente y de ahí su longevidad, ríete tú de las plegarias y los ejercicios espirituales, detrás había Ceos y empresarios en potencia.

9 comentarios:

Ricard dijo...

Buenisssssssimo! Menudo flash back en el tiempo que he vivido leyendo todo esto. Lástima que no haya sido agradable......

Ricard dijo...

Por cierto para aportar algo a la lista de los implicados, añadiría al Alberti profesor de natación mas afín al alcohol que al agua, Al director hermano Bernardo y su peluquín, (para que necesita un hermano un peluquín?) y profesores denominados como "profesionales" como Basilio compuesto por litros de simpatía y wisky entre otros.....

Unknown dijo...

Qué recuerdos , qué fuerte lo del porkie , no sabía que fuera un depradado sexual.yo tuve a benede , menudo ca......on

Anónimo dijo...

Yo tuve a porki porki nuestro rey su libreta es la ley. Lo tuve de tutor en octavo. Me acuerdo de su libreta y las malditas puntuaciones. 3 puntuaciones y pringabas el sábado. No tengo buen recuerdo la verdad. Siempre con la amenaza no te enseñaban a tener la curiosidad de aprender ni un incentivo nada de nada. Me acuerdo también de Buenafuente y la Chascla para hecernos callar. Benedé con literatura era un nazi por no hablar de Izquierdo que lo echaron.Los únicos profesores que guardo buen recuerdo fué el profesor Felipe,el hermano Magí y Vallvé de dibujo. Otro maleducado era Barrera de Ingles

Anónimo dijo...

Pues ahora que comentáis al "amigo Benedé" hoy han comentado por la radio su gran secreto oculto. tras su seriedad (nunca le ví reir) se ocultaba otro depravado más... Benedé, Lucio, Porki, y más que hubieron antes y que aún tendrán que salir.
Grandes recuerdos de G. Jaume Solsona y Monedero (padre)... cuánta nostalgia...

Xavier López dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Xavier López dijo...

Todo lo que se dice está muy bien y, aunque con mucha razón, no era tan traumático como se relata. Estoy totalmente de acuerdo con la extrema rectitud de unos seres estrictos, contradictorios entre lo predicado y lo posteriormente puesto en práctica por ellos mismos, y algo endemoniados. Pero no olviden que a la escuela no se va a hacer el tonto ni sólo a jugar con los amiguitos.

Yo no era precisamente un borreguito y recibí de unos y otros, de los buenos y los malos, apelativos usadps en relatos subjetivos y según descripción previa en vuestros comentarios. Me dieron bofetadas y me castigaron tanto o más que a los demás. Eso sí, me lo merecía y con creces. Y si no te interesaba, ya sabías qué tenías que hacer, coger la puerta y largarte. Así mismo te lo decían, siendo padre de alumno poco disciplinado. Te guste o no. -Caballero, aquí se hace así. Si no le gusta, saque a su hijo del colegio-.
Es más, en mi caso, tenías que oír por parte de tu padre lo siguiente: -Si me lo llegas a decir, te doy yo dos hostias más-. Así que... menos tonterías y más conciencia de lo que realmente tenían que aguantar esos profesores de 160 alumnos por curso. Alguna medida tenían que adoptar contra el desorden. No creen?

Más allá de todo ello, mal y muy mal estuvo su compendio de acciones de carácter destructor y más propio de un pervertido y enfermo. Aunque, -y no leí nunca lo que decían esas cartas-, no creo que la cosa llegara a tanto como se comentaba. A fin de cuentas, eran trozos de papel con unas cuantas guarradas escritas. Que el hecho era intolerable e injustificable? Claro, todo la razón. Pero no pongamos tanta sal a una ensalada que ya la lleva o no la necesita.
También te ponía firme el profesor de natación que tuvimos mi hermano y yo, y no se hacía tanto alboroto con ello. Para empezar, supieras o no nadar el primer día de clase, te tiraba al agua y se quedaba tan ancho. Así que...a puñetero y poco claudicador con los que iban a pedirle favoritismos o simples derechos, no le ganaba ni el más duro de los nombrados en la institución.

En resumidas cuentas, tanto mi hermano como yo fuimos muy felices en ese colegio. El más que yo, o eso dice. Porque siempre nos trataron con respeto y, en mi caso, con cariño por parte de algunos de esos profesores que ya nombraron ustedes.

Así que, con todo y por más, gracias por esa enseñanza y disciplina. A raíz de todo ello soy lo que soy a día de hoy. Y me encanta. Y si no he sido mejor, es porque no me ha dado la real gana. Y porque no he venido a este mundo a competir ni a dejarme los riñones trabajando para un rico hijo de puta que paga dos duros.

Cambiando de tercio, hoy en día los niños están demasiado consentidos y no se les da ni un simple cachete. Ya veremos cómo llegan esos alumnos a edades y niveles avanzados. Antes, en mi época, como te ponían las pilas durante los primeros años, ibas fino el resto de etapas que quedaban hasta hacerte un hombrecito. Por no decir que, -y lo sabe todo el mundo-, en octavo, habiendo no superado el curso, te largaban! Y no había tu tía! Te echaban y punto!
Y volviendo a lo del hombrecito, a día de hoy hombres ya no hay. Lo que hacían nuestros padres y sus sacrificios sí que era de hombres! Ahora, madre mía! Si no saben ni cuando verán a sus hijos la mayoría de esos modernos progenitores! Eso sí, te dicen que es por falta de tiempo, porque ellos trabajan. Y nuestros padres...qué hacían? Se tocaban los cojones todo el día? No, majos, no! Mi padre, como el de muchos otros, se iba a trabajar 16 o 18 horas al día para que el "pájaro" de su hijo pequeño, que soy yo, se dedicara a vivir la vida, a pasearse por el colegio y esas aulas que comentásteis anteriormente, sin dar palo al agua porque no le daba la gana! Eso hacían!

Xavier López dijo...

Lo mínimo que se puede hacer es agradecer, pasar un poco la página y ver realmente lo que somos y gracias a quien lo hacemos. Asimismo, tirar pa´lante y no echar la vista atrás con tanto odio, -justificado o no-, y seguir luchando por dar lo mejor a nuestros hijos, si los tenemos. Esa es nuestra labor, señores.

Vive y deja vivir! Además, muchos de los que hicieron cositas no muy recomendables ya no están en este mundo. Y doy fe de ello!
Dejemos ya todo ese remordimiento insano atrás y hagamos de nuestra vida un remanso de paz, un motivo de superación constante y poder vivir con la mayor felicidad posible. Y el que no tenga bastante cono todo eso, que se la casque un rato, ya que le gusta tanto recordar viejos tiempos del cuplé! jajaja!

Gracias.

José dijo...

El artículo me ha traido muchos recuerdos. Un panóptico de aulas con el sapo, el osito, el nápias, la caponata, el porki, el chino, el chepas, el bacterio… Sólo falta el olor de los pupitres que algunos perforaban haciendo girar tijeras de punta redonda en largas sesiones de aburrimiento. Los métodos didácticos eran de calidad tan escasa. A veces pienso que fue cuestión de suerte no haber sufrido mas maltrato que algún que otro bofetón. Llegamos a percibir como psicópatas a algunos de los docentes desde edades muy tempranas y la mayoría de nosotros se defendía a base de humor a sus espaldas. Ahora que sale a la luz la magnitud de los abusos que sufrieron algunos compañeros y viendo cómo el sistema religioso encubría los hechos, queda un regusto muy amargo. No obstante, Magí, Abril, Superpollo… no recuerdo todos los nombres, también hubo una generación que nos trató bien. Hubo tambien algún que otro profesor con vocación, como el Geli (Pompa y Circunstancia - se podría llenar un libro con anécdotas) y no olvidemos cómo creció el interés por la natación cuando la Mikkelsen sustituyó al Alberti.