sábado, 6 de abril de 2013

Estrés de cala


Recordad. Todos los caminos de vuelta de una cala, no llevan ni a Roma ni al origen. Entre laberinto y serpentín de barrancos aquí estamos bregando para rehacer la salida. Ácido láctico on, las agujetas han venido para quedarse. Trepamos con unas victoria modernas y unas botas de lagarta buena como calzado. No llevamos la apropiada bota de montaña, de tergal y mullida, ésa que algún hippy por Barcelona se pone a diario digo yo para agarrarse al asfalto, que es mucho agarrar, en un calzado excesivo y deslocalizado.

Preguntamos a un civil, pero es turistoide como nosotros. Ese hombre llevaba toda Castilla en la garganta, y un aroma a Ducados. Las gargantas parecen animales que se desplegan. Algunas contienen fuerzas y matices reveladores, afinadas como violines.

Seguimos en el laberinto y pronto llegará la noche o el Minotauro. Todos los menorquines son iguales. Tienen rasgos de ser todos primos. Me debato entre encontrar el norte o el sur. Pienso si la Menorca del mapa está boca abajo o boca arriba. Con la respiración entrecortada, parece que oímos una carretera cercana. Caigo en que los mapamundis son totalmente eurocéntricos, que nunca los hacen girados, ni para un argentino. Con las primeras ampollas formadas, por fin divisamos el coche. Culmino la caminata fantaseando que con mis cuatro lectores, formaremos una república guayabera, fractal, y antidaliniana, con un mapamundi boca abajo, a lo austral, en su bandera. Ya deliro capril y asténico.

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