miércoles, 17 de abril de 2013

Misa arenosa de abril


Han puesto una parada de metro en la playa, que está más poblada que en agosto, y más desordenada. Playa esparcida de chándals y señores blancuchos. Happening playero de seres yacientes, misa de sol dominical.

Torrarse como objetivo de la vida: dorarse, cocinarse, ser reptil. Aprovechar toda la vegetación sahariana de la playa, las flores ausentes, los prados, el melanoma agazapado que nos librará del destino soez. Bañarse al sol como vicio, dos, tres, cinco horas, como si se acabase el solamen en abril, tal que pordioseros del sol o ratejas de lo ultravioleta.

Sol con gachas, sol a pelo, sol y arena, toalla, y sol. Ni música ambiental, ni rumor de mar bravo, ni cartas. Solazo y what's app como mucho, retransmitiendo el bronceado. Entre tanto chándal y paseantes fortuitos que se dejaron caer, algún que otro pechote en pompa como voluptuosidad prematura y matutina, genitalidad al sol desafiando el chandalismo y el azúcar infantil de la mañana de abril.

Aceites, cremas, lociones, wash ups, a la pasiflora, al aloe, a la pitahaya, al ñoñi, al argán. Que esto es una parrilla, de salida, con poles, al verano, a los certámenes de belleza de paseos marítimos, al juzgado del espejo de cada pasillo.
Playas europeas sin argumento, con infraestructura desentrenada, novicias y caducas, lejos del festival orquestado de las perennes y profesionales Copacabana, Ipanema, South Beach, y demás mecas playeras, con su infraestructura desarrollada todo el año sin descanso de música, comida, actividades, publicidad, entre criaturas tropicales y tostadas que no conocen el otoño.

No hay comentarios: