Los jabalíes han sido siempre sepultureros, en sus fosas prospectoras de raíces se han podido ir enterrando a los difuntos, pero la religión nunca fomentó destinos tan eco-lógicos. Junto a una iglesia enterrados, los vitrales e iconos podían hacer de plasma, de combustible, para que los difuntos despegasen adjuntos con la nave nodriza de la catedral hasta el cielo y más allá. Al final sólo quemaron la carne y huesos de científicos, y después ya vino Star Wars. No es mal legado ser enterrado en la fosa de un jabalí. Somos egoístas hasta para que no nos coman las hambrientas bestias. ¿Qué mausoleo quieres que te hagan? Que se me coman las putas bestias, y el alma a bocados.
Cuando la diñamos nos maquillan, nos siguen queriendo poner guapos, toda la puta vida y toda la puta muerte. Una pose digna, sabia, para las porteras morbosas miramuertos. Miramuertos, follapresas, pajilleras de cine, de todo hay en la viña beoda del señor.
Nos meten en una caja de pino reluciente, cara, tapizada de un algodón de hotel, y con una selva de flores portátil para que no olamos. Los pequeños faraones. Nos cantan una misa impersonal, burocrática, viejuna, y casposa, para lacrar nuestra vida. Y vamos en volvos a los cementerios, a volver más gris y más de cemento al mundo, sin poder vengarnos ya de tanto comentario conmiserador, vago y buenista de partido por el tercer y cuarto puesto. Se tendría que alquilar una bandada de cuervos para soltarlos cada vez que alguien practica la receta del buenismo en los velatorios.
"Y aunque fue un hijo de la gran puta y un envidioso, de vez en cuando su generosidad autista te llegaba de rebote y lo agradecías".
Yo cuando la palme, que me lleven en carro por los montes, y aprovechen una lírica prospección de raíces de los jabatos. Y que me pongan en una tumba que radie. El Coromines adjunto a la tumba, un diccionario de etimología adosado, para consulta y uso eterno, que nada ni nadie deje de hablar con hondura.
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