domingo, 9 de junio de 2013
Caballos de sol
La claridad es chorreante, masiva, casi líquida y cegadora. Los buscadores primitivos de oro acudirían hoy a unas olas que destellean amarillas como el metal, toda una orilla de oro.
Los pinos de primera línea de mar viven descopados por el viento, arietes de la tierra.
La contienda entre la vegetación y la civilización siempre la acabaría ganando la de las hierbas. Hasta al asfalto de Chernobil le crecen patillas y greñas verdes. Salen de las entrañas del mundo, porque ellas son verdes. Es una rebelión obstinada y corporativa al hormigón, a base de germinaciones infinitas, una insurrección de los que estaban antes, que vegetalmente también nos sobrevivirán.
Un sol que se ha trabajado toda la avenida del cielo de cabo a rabo, acampa en un valle a las tantas. Las puestas de sol tienen los colores de un pintor tumefacto y cansado.
Ha sido un día saunero, cargando una sábana termica sobre las espaldas. Esto es una crónica climática con antecedentes y precuelas . Ahora comienza la serie de la benevolencia del clima. La vuelta al poblado tropical, sin ropa que acumular, la playa vigente y con fruta en los árboles. Lo otro requiere una industria, el frío es pro-industrial, el antisol que genera civilización y fábrica. Hoy la claridad es chorreante, un día de alborozo en las granjas solares.
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