viernes, 1 de noviembre de 2013

Desamistad


Cuando empiezas a cambiar la carga emocional al recordar el nombre de un amigo, se hiende ya esa persona en el recuerdo. La amistad goza del poco abuso que se hace de ella en comparación con la relación de pareja, siempre al trapo, siempre en el medio, mobiliaria, comodín, llena de inercias y vicios. La pareja se usa, se emplea, se gasta, porque no se separa, no se elimina esa fuerza de gravedad vinculante salvo en las rupturas en forma de cohete al más allá. Nuestra pareja de dobles en la brega diaria es la misma y exacta temporada tras temporada, mes tras mes. El barroco es aquel movimiento cultural que se supera año tras año en las iglesias del XVIII y en las discusiones de pareja al uso, con un complemento más, un énfasis nuevo, el último añadido. Hoy emergen los singles, como colectivos de actividades culturales y rapiña, tan contradictorios, pero este mundo ha sido y es de doblistas, aquí se ha jugado siempre a los dobles que solo uno larga poco y se cansa más.

La amistad es esa relación pura, delgada, cómoda, de los segundos platos estrella. Sin inercias, diáfana, a estrenar. Satélites que te orbitan, a veces los ves, vienen a casa, recuerdas anécdotas, muy bien, hasta la próxima, cada cual a su casa. Cuando alguna vez se extinguen, no necesitas que vengan los Tedax, como sí pasa con las separaciones de pareja. Cambiar de compañero de dormir, resulta un acto dramático y harto complicado, una cirugía biográfica con un par de by-passes. Es cambiar todo un sistema operativo, teclear sin monitor, y desprogramarse unos cuantos años. Digamos que era un camino donde te adentraste varios cientos o miles de kilómetros, y hay que desandarlo, sin tener ni idea qué tocará hacer después. Los amigos extinguidos se borran cómodamente igual que vinieron, sin nada de dramatismos. Un dime, un direte - ni siquiera la causa queda del todo definida ni importa -, se espacian las llamadas, se deja de quedar, se constata un vacío por parte de los dos, se comenta con otros amigos, se acaba haciendo un post sobre la amistad perdida destacando su poca trascendencia a la luz de las parejas.

En nuestro obrar mamífero, tal vez no necesitemos a los amigos, pese a que esta sentencia sea un agravio turbador en muchos muros de Facebook. Quiero decir, que en genérico "los-amigos" es un ingrediente vital para cualquier persona/homínido, pero que acaban siendo más intercambiables, sustituibles, reponibles, que el lugar monopolista y exclusivo que ocupa la pareja, verdadero rol tirano de nuestra existencia monárquica y romántica. El amor es tirano y mártir, donante y gángster, la amistad es una comedia republicana.

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