Y todo este tropel de gente mañanera, sintrabajos, turistas, pensionistas, funambulistas laborales, que toman el café de las diez de la mañana. La estridencia de una sierra de metal de fondo, presta toda la sintonía fabril y currante a la relajada estampa.
Leo y releo "Crónica de esa guapa gente, unas memorias sociales de Umbral en el 90, con título equívoco y maleditadas por Planeta. Es un libro más bien biográfico, a partir de unas fotografías que comenta y expande. Libro mal maquetado pues las fotografías no preceden al texto. El subtítulo "Memorias de la jet" embiste lo comercial como un mihura del cotilleo. Luego, el libro sorprende, no es tan baratario, ilustra pasajes de la vida de Umbral interesantes y no conocidos, así que lo incluyo oficiosamente dentro de los libros autobiográficos del autor, que con otro título y editorial, hubiese sido referencia y no obra aparentemente menor. En él, se erige un personaje no tan nombrado en sus otros libros, Francisco Fernández Ordóñez, y se nos aparece como el mirlo blanco de la casta política, rilkeano, ex-ministro, escritor frustrado, ejecutor de la ley del divorcio, y amo de Iván, ese pastor alemán negro y senil.
[...] El cielo tiene un ataque de color cobre, un quemar bello y moderado, en los primeros témpanos del otoño. El sol es un ámbar deshecho, una yema segregada, que otorga un baño de cobre a toda la bóveda, que tiene exactamente el mismo color que los calderos antiguos.
El algodón de las nubes recibe una luz que las hace llamaradas congeladas, inmóviles, pero totalmente ígneas. Un antepasado remoto podría atribuir a lo sobrenatural o extraterrestre esta aparición de unas colosales llamas inmóviles en el entresuelo del cielo.
A las cinco y media salen los niños del colegio, y a la misma hora sale el sol dramático fuera del día por los campos arados, donde vendremos a buscarlo a diario Kobe y yo.
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