viernes, 25 de enero de 2013

Universitat Central


Accedo por uno de los portalones antiguos a la Universidad Central, entro por una garganta del saber, hendidura labrada en madera de cinco metros de altura. Al menos la metáfora se sostiene, frente a este recinto monumental reservado al saber, entre artesonados y paraninfos. Es un edificio de factura eclesial, que tiene hasta estatuas de santos del conocimiento. A toda ciudad se le ha de visitar un mercado, un parque, y su universidad. Cuánta gente de la ciudad nunca ha entrado a esta catedral donde se afila el cerebro, por qué Barcelona vive a espaldas de este lapso monástico y civil, y hasta sus jardines en pleno centro están vacíos de todo, tiendistas, jubilados o parejas guarras.

De hecho sé que la universidad está muerta. Su atmósfera de nevera sirve para conservar el cadáver, un bulo para que no se note. Es un fiambre mastodóntico de piedra. Ya ha empezado a fermentar, y los techos de los claustros se desconchan. Un nisperero-naranjo enorme se ha apoderado de un claustro que ahora es suyo. Los peces del estanque mínimo de Letras están quietos, ya no se desplazan, acompasados a la diletancia del lugar, son peces reos de lenguas muertas.
Las carteleras, picadas como por granos, son la estampa deprimente de los alumnos funcionarios, llenas de mensajes de la no-revolución.

No es que el lugar sea fantasmagórico, es que lo han reducido a la mínima expresión, y durante mucho tiempo. Para empezar, la joya central universitaria de Barcelona, está habitada por el fantasma burocrático, que nace de la madre masificación y del ente público, fantasma que habita toda la UB y la hace vulgar y sin alma. Suerte tienen las carreras de ciencias, que no necesitan de espíritu. La universidad tiene de élite lo que yo de pepero.

Luego a la Central, la hacen sede de filologías renanas, carpetovetónicas y matemáticas. Tienes un corazón, y te lo juegas a los dados a lo primero que salga. Y tiene de todo menos vidilla.
Ese espacio medieval y monástico, bucólico, de sabiduría pastoreada, está para ser violado. Es la virgen perfecta para revolucionarla. Ahora los civilizados que la habitan la respetan como un museo malo. El principal protagonista del edificio es la piedra, la única que habla entre lingüistas. Qué se yo, mezcla a los de Historia con los de Ade, que convulsionen, que se peguen, que tengan hijos toreros. Junta a Bellas Artes con Derecho, que haya tensión, que no se dirijan la mirada, que se deseen tomando el bocadillo. Al siguiente año, alterna Filosofía con Psicología, y cierra la cancela del manicomio. Que alguna vez el edificio de Elias Rogent aparezca en los diarios, que es como un gran bostezo plantado ahí en medio de la plaza.
Basta pasear por ella, para notar que toda la energía que desprende esta catedral del saber - sin cristo dictador que la eclipse - se pierde. Es un fósil habitacional. Un monumento que no está a la altura de la banalidad que lo usa, un desaprovechamiento democrático de una hectárea de arte.


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