sábado, 5 de enero de 2013

Las sectas adolescentes


Una de las manifestaciones que desencadena el género femenino de nuestra especie da canguelo. El fenómeno fans constituye el momento en que la personalidad adolescente pasa de tener la consistencia de un flan, a fundirse y ser papilla psíquica.

Encumbrar al pintamonas de turno como la luz de su día, por el fundamento supino de que "es que es tan guapoo". Es que, es que, verbo ser + pronombre que sustituye al todo y la nada a la vez, sintomatología de un síndrome compartido con los padres. Podrían robar sí, o asaltar a punta de pistola. En este caso chillan de histerismo cuando su pintamonas abre la boca, o emprenden una cruzada si el resto del mundo opina que su ídolo es vaho.

Es un lunar en la vida de alguien, un regalito de los padres, que nunca se marcha. Yo fui fan de Loco Mía, de hecho dejé Argentina para venirme a España por ellos, oí helado una vez. Lo siento chica, yo no puedo darte lo que tú necesitas, no tengo acceso a un arsenal de pastillas psiquiátricas vitalicio.

Eso sí, nunca un eufemismo borró toda la mancha. Tengo una personalidad fanática y papillista, se me va la pinza y fantaseo en colores, pero sólo soy fan, mi tío se carga gente, pero sólo es ase. Clubs de ases de fin de semana. Los padres, contentísimos de que se forre la habitación y la vida con el careto de un semidios americano de 15 años mascachapas. La productora, tirando del anzuelo como locos y aprovechándose de las miserias psicológicas. El libre mercado, hasta las últimas consecuencias. Y las adolescentes, chupando compulsivamente ese ídolo como si se acabase el mundo, esnifando pegamento del bueno, y pasando de un futuro adulto, por la puerta de atrás.

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