jueves, 3 de enero de 2013

La costra de la genialidad


Publico los escritos como posts, con cierta urgencia, porque es la manera que los textos se mantengan frescos y turgentes como un vegetal. Dejarlos en un cajón rompería esta mínima cadena de frío y podrían arder en el apolillamiento. El aire del público lo evita, cierta brisa del desafío. Así, es una forma de escribir de cara a alguien, y no un ejercicio de cueva anacoreta, cavernícola y divinamente espúreo.

Una de las mejores consecuencias de la experiencia con las 150 obras de Umbral es la vivencia de los límites. Como recurrir a buscar cuántas palabras tiene el castellano, aproximadamente cien mil, y ver la escritura en tales perspectivas bestias.

La costra de la genialidad. Un autor joven debe nutrirse de esa capa todavía no seca del todo, que han dejado sus predecesores artísticos previos, casi inmediatos. Las más antiguas pueden ser geniales, pero mucho más difíciles de transmitir en este paso constante del testigo lírico en la Historia. Hay lapsos, hiatos, deformaciones del mensaje, mediatez secular, frente al mensaje actualizado y vívido de los últimos.

[...] Cuánto tiene de mecanismo engranado nuestro cuerpo, de compuerta, esclusa, reloj de pared. Le cambias las variables, una dieta por ejemplo, y a las horas notas la cascada de adaptaciones que se obran a la que llegan los cambios por el engranaje inevitable. Es la parte aburrida de nuestro cuerpo, su cola pesada. O será la edad, y la pérdida de virtuosismo del cuerpo, menos disimulado.
Entiendo la voluntad de relojero de los escritores (no cambios, no meteorologia, no estaciones en la semana).

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