sábado, 13 de diciembre de 2008

Crónica de Fnac

Salgo del Fnac de Diagonal Mar y prosigo con una crónica de mi visita al Fnac (me siento vilamateño y no me gusta, cierro paréntesis:)

Me abruma, me abruma asomarme a las secciones de las novelas. Con tanto título inacabable, con tantos ejemplares, tanto cuentacuentos expuesto en mercado público, miles de libros que parecen chillar sus historias mientras paseo, y de hecho lo hacen. Me abruma imaginarme lo que supone.

Los libros de ensayo permanecen más callados y menos amenazantes en sus estantes, con un título claro y conciso, una parcela cerrada, un orden de más o menos tonos, pero ni charlatán ni dicharachero, ni tan abierto y personal de las entrañas o recovecos de un autor.

Esto me pasa desde que me tomo las novelas en serio, hasta este año la novela era para mí como el tomate crudo, algo que no me gustaba ni probaba. Pero hoy salgo con otro ejemplar de Saber Perder en el ticket pagado, que será regalo de navidad para alguien. Y ese vino paginado será ofrecido más veces. Le acompaña en el ticket un dvd de Muchachada Nui, algo que como casi a diario tras encontrarlo hace poco, y debía tenerlo en más recetas y formatos.

En ese aturullo en la sección de novelas, me fui a refugiar en Umbral, aquel gimnasta que sé que no me va a defraudar, y entre tanta nebulosa de ficción y cuentos y chicle que me rodeaba, me iba a dar turrón, duro turróndelbueno. Su última obra carta a su mujer huele a mortal y rosa, a confesión con tiro en la nuca a la vida, pero al lado estaba un libro obeso Hojas de Madrid, de unas 800 páginas, con varias obras, y artículos y demás. Como Umbral ya pasó mi test de tolerancia más que ampliamente, es hora de seguir hincando el diente a su obra, y una coincidente La noche que llegué al café Gijón, en estos tiempos vitales de tertulias blogueras y jogging creativo en compañía, será la primera en ser asaltada.

Y sigo sin saber si elijo un nano, un shuffle, un touch o un classic, en estas cavilaciones prenavideñas, para aportar esa música necesaria que lubrique la imaginación de los días cotidianos. Me vuelvo para casa, Umbral, Trueba y Muchachada en mano, bien servido mi estómago del alma.

1 comentario:

elnaugrafodigital dijo...

Has hecho muy bien en entrar en el café gijón de Umbral. A mí me flipó hace ya varios años y eso que no conocía ni a la mitad de los presentes. Sus inicios como escritor, durmiendo en pensionzuelas, el contacto con el 'star system' literario... Ya me comentarás.