domingo, 9 de noviembre de 2008

Moribundo y naranja

Este post de título umbralado, pretende solventar todos los males del mundo.
Últimamente escribo poco, y bien feliz que queda uno; ya lo dije alguna vez, lo de ponerse a hablar una persona sola, aunque sea al papel, no es una conducta muy natural del ser humano. Rara vez acude esa imperiosa necesidad de sincerarte ante el papel, pero de ahí a hacerlo tarde sí tarde también hay un amplio trecho.
Así que, tras malacostumbrar mi lírica a expresarla casi cada día el pasado verano, hay un mono de intensidad que se traduce en querer cambiar el estado de las cosas, mediante esta inspiración que está corriendo y guiñando estas líneas.

No creo que lo haga. Escribir es como mucho arar, arar la tierra del lenguaje que sostiene una parte del mundo, removerla como un jardín zen del sentido y quedarse con esa foto estética resultante, quizás bonita pero perecedera.
Son días vacíos de escritura pero circunscritos a coladas, neveras y carros de la compra. El escritor, esa especie ociosa, baja de las nubes, de la nada, descarga su púmblico cerebro, y se pone a eso que le llaman vivir. Días sin mucho esqueleto como es habitual en mi vida, persona sin estructura, sin rutinas, sin ataduras, con libertad excesiva y sobrante. Días ya previos a otro viaje, transocéanico, colon-ial, periplo todavía abierto que no sé cómo acaecerá, si será una aventura duradera y recordada, o un viaje más nocambianadadevidas.

Época reciente también de encuentros con nuevas personas, en ese bosque espeso que es la vida a veces azarosamente encuentras pequeños tesoros entre cenizas, ortigas, paja. Gadgets último modelo para polemizar muy entretenidamente, y personas llanas de lejos y altas de cerca de esas que se enraizan silenciosamente en cualquier interior de uno.
Al final acabamos hablando de nosotros mismos, porque quizás es lo que tenemos más a mano o lo que más conocemos. Pero sí que parece delimitada ya una categoría temática de mis escritos que podría llamarse "bagatelas íntimas", "confesiones cotidianas al papel", o "el estado de mí mismo", pero llamaré Mortal y rosa, en otro guiño umbralesco (un diario íntimo en el fondo debería ser una elegía).

Épocas en que mi vocación de no ser escritor se cumple con bastante placidez, y como lo de las vocaciones tiene que ver con la felicidad, tiempos más cerca de ella lejos del procesador de textos. El tatuaje sigue en mi piel como una costra de la nada, como el epitafio de una tumba que empieza en la piel de mi tobillo.
Y la verdad sigue ahí suelta corriendo, tirada, en medio de las cosas. Inaprensible. Escasa y generosa y huidiza. En medio de todo a dosis bajas, como una energía nuclear cognoscitiva difícil de recolectar, independiente a la caza. Como ex-filósofo, o como ex filósofo, preciso de almax que alivianen bulimias y empachos de verdad. Buscarla más en contenedores como la caja tonta o demás, donde sea opaca, enana, milimetrada y olvidada. Quedarme con los gramos justos de ese virus esencial tan poco de la existencia, dejarme enraizar por quien se lo merece. Vivir de espaldas a la verdad y que ella amanezca o se publicite cuando quiera.
Es eso, buscar y remover más entre lo falso, aunque a uno le de más la sensación de remover ropa amontonada en un Corte Inglés buscando a la verdad. Pero es que en esta vida se ha de ser muy falso, de nada sirve esa corrección artística para sacar un 10 gimnasta en la vida, puesto por ningún jurado y por todos los que no existen. Sólo hay jurados, y vestuarios, y público, que quiera ver cincos y cincos. Existe un sistema de creencias en el mundo para justificar todos los cincos de los días. Creo en la distribución normal estadística. Y creo poco en lo visceral, irracional y automático. Pero las cosas por su nombre. Este mundo está lleno de falsas y falsos
Falsas vidas como polluelos endebles que tiritan su cerebro. Refugiados en chaquetas de Zara, y en pantallas LCD en sus casas. Pero con un cerebro de plástico también de Mango o Coelho y una vida mediana o mediocre...
Prescindible y con papel en la nevera que recuerda comprar zanahorias.

6 comentarios:

elnaugrafodigital dijo...

Para tener vocación de no-escritor, de Bartleby a lo Pepín Bello veintiunesco, no lo hace vd. nada mal, carajo.

Carol dijo...

Gran escrito. Felicidades :-)

Anónimo dijo...

George; eres el mejor... Ya sabes si tienes que "remover ropa amontonada en un Corte Inglés"; a mi me hacen un 15% de descuento.

Da recuerdos a los monos aulladores cuando vayas a Costa Rica.

Jordi Santamaria dijo...

Gracias, gracias. Con estos comentarios hasta me saldrá la vocación.

A patir de ahora intentaré hacer un añadido a los posts curioso, en el apartado etiquetas añadir dónde fueron escritos y todo aquello que me parezca significativo que rodeaba su momento de gestación (tiempo, música, posturas, etc...)

Me piro a digerir el trompazo laboral que hoy me he metido, glups

Verónica dijo...

Que te sigan emanando grandes frases enlazadas con tantas otras y que tus lectores las podamos disfrutar.

Buen viaje!

Siberieee εïз... dijo...

Escribir es bueno, aunque sea para uno mismo, puede llegar a ser terapéutico. En mi "humilde" opinión, much better que la farmacologia.
Aunque no dejamos demasiados comments (a ver quien es el guapo que se pone a tu altura!!) te leemos a diario, y seguimos los retales de tu vida, a veces, como una telenovela (no te me piques ahora, que t'ho dic de bon rotllet). Sospecho, deseo, confio y espero que tarde o temprano se esfumaran los nubarrones que alborotan tu azotea. Al fin y al cabo, todos merecemos ser felices.

pd:Demoraré el Festival de TEQUILA para el regreso de tu viaje.
Del "xai" ni hablamos ;p!

un beso y yogures.Fins aviat!