sábado, 15 de noviembre de 2008

Levando anclas

Minuto 5 de la singladura-viaje camino a El Prat, el taxista me placa con su verborrea las ganas de empezar a escribir. Como un melón aún sin abrir, intuyo que este viaje va a salir bueno. El taxista sigue. Es curioso la forma de aplacar una conversación que ni te va ni te viene, se hace con palabras sueltas y certeras que añades para resumir toda la perorata del taxista, al menos así no intervienes y te lo miras desde la barrera. Al discurso taxisófico sobre la crisis, he ido añadiendo: desorbitado, poco ecuánime, recalcitrante... intervenciones puntuales que cumplían mi papel en este Congreso económico en el taxi.

Un factor que ayuda a hacer a un viaje bueno es que haga tiempo que no viajas del mismo modo, en este caso, en solitario y cruzando charcos. Así, las 11 horas más escala que aún me quedan pueden tener un sabor agradable.

Una cosa que he de agradecer al Náufrago es el creer que muchas partes de la cotidianeidad pueden ser carne de escritura, me lo han transmitido sus escritos, muchas veces detallistas y cotidianos. Y así ser menos centrípeta, y no apostar sólo por temas profundos, psicológicos o a mi parecer trascendentales.

[...] Ya en el asiento 31D del avión a San José, pasillo, que soy muy inquieto. Justo nos despegamos de la silueta sobre la península ibérica y acometemos el Atlántico.

Iberia ya ha tenido que joder la marrana. Sistema informático en el check-in averiado, retraso del vuelo de enlace de una hora, cambio de avión, retraso de este nuevo avión, y llegada a la puerta de embarque in extremis con una angustia que a ellos les sale gratis y a mí no. Resultado: incremento del odio acumulado a esta compañía. No todos los países deberían tener compañías aéreas nacionales, y me cuestiono si la informal España está preparada para ello, alguna gestora internacional podría poner más sensatez en el mundo aéreo.

Ahora estoy con esa sensación de “drowsyness”: leve sequedad de boca, cuerpo algo entumecido, sueño de fondo, con el hilo sonoro envolvente y sordo de los motores.

No creo que se hayan escrito grandes obras en un vuelo largo. El cerebro se contagia de este entumecimiento y se uniformiza con el paisaje que ve: la decoración mínima y funcional de un aparato aéreo, hospitalizada, gris, de alfombras y plafones como una feria de muestras sobre aparatos eléctricos.

A mi cerebro le cuesta desperezarse y entrar en un modo lírico, ponerse a pensar en las aventuras que me pueden esperar entre la exhuberante vegetación de Centroamérica. Lo intento envolver con música y opto por tirar del recuerdo y situarles en las cuatro visitas anteriores que he hecho este mismo año a Tiquicia, apodado así el país por los costarricenses o ticos...

2 comentarios:

Siberieee εïз... dijo...

Bufff... pues te dió por escribir un rato largooo. Seeeis posts del tirón... hummm...Felizzz vuelo Monsieur Santamaria ;p
(le dejo, que empiezo con Tiquicia)

elnaugrafodigital dijo...

Admiro su capacidad escritora en aviones. Yo no soy ni siquiera capaz de escuchar música en el mp3, de tan lelo que me quedo. Además, esa asquerosa sensación de 'drowsyness' me quita las ganas de hacer cualquier cosa, deberían inventar unas pastillas para acabar con eso, te anula el alma. ¿Alguien puede escribir algo poético con la boca como barrio periférico del infierno tras el paso del katrina? Mis felicitaciones.

También le felicito por la invención de Tiquicia. Ya tiene usted su particular universo ficcional basado en la realidad, como lo tuvieron Gabo Gª Márquez (Macondo), JC Onetti (SantaMaría), W. Faulkner (Yokanapawhta o algo así, paso de levantarme a Google), J. Benet (Región), A. Muñoz Molina (Mágina), L. Mateo Díez (Celama), Roberto Bolaño (Santa Teresa) y ahora J. Santamaría con Tiquicia.