miércoles, 3 de diciembre de 2008

El intestino de la creatividad

La inspiración de uno es como un pequeño órgano, una vesícula de nuestras visceras mentales, que siempre está ahí. Dormida muchas veces, espectadora sin actividad, mera estructura.
Pero como una glándula salivea en otras ocasiones, late como un corazón, se agranda transida en el néctar de la lucidez. Y vuelve a reposar.

Una especie de órgano genital de la belleza, que se excita o está en letargo según los ires y venires del mundo y nuestra posición.
Esta naturaleza voluble y azarosa vuelve silvestre e indomesticable el proceso creativo, que cae como la lluvia cae una tarde sí otra no.

Y la inspiración va por barrios. Hay quienes tienen órganos vestigiales, secados, estériles, decorativos y postizos. Que no se activan ni para escribir la línea en una postal de Navidad.

En el otro polo están los profesionales de la inspiración. Con órganos bien carnosos, capilarizados y bien lábiles. De esos que cada sms que escriben debe estar sellado por ella.
Los que la buscan debajo de la huella de las piedras. Los que la notan dormida, sus crecientes, enchufada o en menguante.

1 comentario:

elnaugrafodigital dijo...

Es cierto, hay gente que las pasa canutas para firmar el clásico tarjetón de cumple a compi del curro. Es el paradigma del bloqueo creativo. Se retiran a un lugar oculto e intentar parir su frase. Creo que en la cosa esta de la inspiración lo primero que hay que encontrar es el campo en que nuestra inspiración puede ser fértil. E ir abonando.