martes, 6 de agosto de 2013

Murmullos de verano


El bosque está repleto de cadáveres muy bien disimulados. Espigas de un rubio ya senil aguantan la vida por un hilo de agua profundo. El calor parece detener más la pineda, el tiempo, este sol promete permanencia, y lejanía de cualquier aceleración. Lleva implícito el pronóstico, es un clima sin un ápice de incertidumbre, que trae horas en fajos.

Los olivos llevan algo de muerte en sus hojas de verde apagado, plata, verde metálico e inerte. El mediterráneo y sus montes pelados llevan la muerte y la sequía escondida, son monegros con la suerte del mar próxima.
La naturaleza soporta un verano, más que lucirlo, lo sobrevive. La gente emigra en masa a la costa, y santifica un verano. En invierno ni los más antisistema toman sus vacaciones. Porque uno no se puede desnudar, tumbonear, gambificar. Porque la alternativa de trabajar en hornos lo impide. Vacaciones el ser humano se las puede coger y se las tomaría, hasta en primavoño, pero currar a 35 grados es el fundamento de que se vacacione mayoritariamente en estos meses.

Así que el gran paraíso atribuido al verano, tiene truco. Un verano sin vacaciones laborales, un summer in the city estricto y literal, se vuelve mucho peor que un azul invierno corriente. Las vacaciones son una doble redención, por oportunas, por proteger de un tiempo extremo y acosador. Eso, y el aire acondicionado.

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