viernes, 23 de agosto de 2013

Carretera y manta


Iniciamos la singladura escocesa en los Trossachs, nombre de fonética clavada para el lugar, esta zona tiene cara de trossachs. En este país hay dos polos de paisaje, in/out, el focal en medio de la masa forestal, o el plano general en medio de la nada, páramos desolados en la inmensidad. Los Trossachs están en el modo uno, bosque tupido. La marca de la mirada a estos bosques, es provocar cierta vista borrosa. Los abetos se llegan a ramificar simétricamente tanto, que fractalizan la mirada. Son conos centrípetos, trenzados desde dentro, que se desdibujan.
El helecho, tal que un arbusto jurásico, coloniza laderas y extensiones de las montañas. Tal es aquí la abundancia de agua, vida, que se ha expandido un arbusto animal, rudo, reptiliano, como es el helecho.
Los Trossachs son cogollescos, algo peludos, con un sotobosco que es un desván numeroso en musgos, líquenes, alfombrando densamente unos bosques encantados. A veces éstos los pueblan otros abetos flacos y espigados, desnudos sin hojas hasta bien entrada la copa. El brezo ahora florece de un fucsia discreto, y alterna con musgos vecinos verdes y amarillos, flores azules, y así, tenemos laderas mullidas de brezos y musgos que son las que buscan hacer luego las floristerías, pequeñas obras de patchwork naturales que aquí brotan espontáneas y multicolores.

Entramos a un pub antiguo y rural a comer. Lugar tiznado, refugio, denso, amaderado entre sucio de tiempo y lignificado. Verlo hace imaginar el frío como su fiel compañía. Templo rústico dedicado a las ales y los single malts. Proseguimos la marcha.

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