martes, 6 de agosto de 2013
Lógica gelatinosa
Los críos somos unidimensionales. Éramos capaces de otorgarle más prestigio a aquellos rascacielos desarrollistas de los suburbios, porque eran los más altos, hasta fardar por haber estado en uno. O nos creíamos superiores a los niños de los pueblos, por una mera cuestión acumulativa de la ciudad. Señalábamos con todo el índice a una persona de color, si aparecía en nuestra latitud desinmigrada y caucásica. Nos seducían las cifras del palmarés del Madrid, como ubres aireadas al viento. El niño siempre mantiene una actitud ventajista en sus adscripciones, uniéndose al más fuerte y dejándose de alternativas.
Para el niño existe el plan A, rechaza los planes B, y a lo sumo se encariña con los planes Z estrambóticos, fantasiosos e inviables. Si se le ha sugerido una opción que es de su agrado, y ya la está pre-disfrutando en su mente, cualquier cambio de planes o alternativa le va a producir berreo y capricho. Primero hay que desactivar el plan A, es decir, crear el anti plan A. El pequeño tirano está dispuesto a escuchar, si no se le presenta una burda alternativa al que era su mejor plan del mundo, escucha si la entonación suena igual a la de un inicio de cuento, maravillándonos todos, y entonces ya montados en la fantasía le vendemos otra opción que parece diez mil veces mejor que el super plan anterior. Es una mierda en comparación, pero el producto está colocado, mucho más factible para todos y sin una depresión episódica de por medio. Así se vendió a Alexis o Coentrao. La lógica de los niños y la de algunos presidentes de equipos de fútbol, es unicondicional y absolutista. A un plan, sólo lo supera el súper plan, con voz de anuncio de juguetes.
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