lunes, 25 de marzo de 2013

Mi pequeña guerra biológica


Ya pregoné aquí que ciertos pinares me envenenaban. Ahora ya sé más, la taumatopeína es la sustancia alergénica utilizada por la oruga hirsuta de los pinos en su despliegue estratégico como arma biológica. Cada pelillo invisible de los cientos que desprende cada oruga, visto al microscopio es como un tallo repleto de arpones, algo diseñado con muy mala leche, ya que aparte se comporta como esas ampollas de farmacia que al clavarse la punta inoculan la sustancia urticante y edematosa. Una arma en miniatura excepcionalmente precisa. Ayer, marzo era una atmósfera dantesca de millares de microarpones errantes con veneno suspendido. Un baile de veneno en microcápsulas como una lluvia mortífera.

Y yo, vulnerable a esa pandemia venenosa en el aire, asno de mí, me pongo a cortar el césped y batir las capas de microarpones posados. Pasear con una batidora creando un remolino por la parte baja de la escena contaminada, recirculando los pelillos asesinos. Y por si no fuera suficiente imbecibilidad, recoger la masa segada con las manos.
Tras huir a sesenta kilómetros del foco, tomar comprimidos antihistamínicos y aplicarme pomadas con corticoides, hoy amanezco convalesciente aún, llagado, con los ojos hinchados de sparring vallecano malo, cincuenta pústulas en cada mano, la nuca sin un milímetro de epidermis sana y un picor como rutina de vida.
Las manos con microarpones clavados se convierten en mano de rey Midas del veneno, que todo lo que tocan lo irritan.

Así que lección aprendida de como la naturaleza orquesta sus armas biológicas, de cuán asediada es esa casa de veraneos por tierra, mar y aire, y de que las soluciones pasan por vestirme de apicultor o de mascota animal universitaria, todo el cuerpo tapado y la ropa después lavada, aparte de fumigar al final del verano con un bacilo asesino de esas larvas, así como poner trampas con feromonas para atrapar en verano, las mariposas mutantes que en su día fueron orugas homicidas. Vaya guerra.

2 comentarios:

carmen dijo...

Hay realidades que se imponen y la ignorancia tiene sus consecuencias. No mantenemos una dialéctica estúpida con la naturaleza: cuando llueve nos mojamos, y a la lluvia la llamamos por su nombre.
Tú estás padeciendo en tus carnes la ignorancia. Y padecemos en nuestra vida la ignorancia. Y pasa lo que pasa.

Y esto lo uno con mi post...

Si tus ronchones te lo permiten, pásate, anda.A ver qué me sugieres.

AGUANTOFORMO, querido Jordi.
Está muy bien escrito

Jordi Santamaria dijo...

Carmen, ya sabes lo que pienso. Es una prótesis psicológica.