miércoles, 20 de marzo de 2013

Histamina


El invierno ya ha capitulado, se fue con el frío a otra parte. Hay quien vive la realidad por chasquidos de prensa o por lemas de tienda, para ellos hoy ya es primavera.

La primavera es tránsito, una mesada larga de paseo exterior, sin detenerse, a tiempo ordinario. En verano los niños cuelgan carteras, los mayores dejan de trabajar y van desnudos, el tiempo se descarga.

La piel. La primavera saca del anonimato a la piel. En invierno duerme entre edredones, atolondrada. Llega la primavera y vuelve a ser pantalla, antena, mejilla del mundo en nosotros.
Es la estación álgida para la vida, cuando se descorcha la flora y fauna y nos salpica la piel. Aparece ese fenómeno esotérico que son las alergias, afecciones irracionales por un polvo vegetal, una molécula caprichosa, cuando somos víctimas de las taras de la evolución, que en una esquina no se cerró bien, o un adn patinó al replicarse. Mucho queda por investigar en el campo de las alergias, no pueden tener tanto poder y tan poca explicación a la vez.

A mí me sucede con las orugas de los pinos, esas que hacen unos nidos alienígenas, neblinosos de laboratorio, capullos de pequeños monstruos. Se supone que "soy alérgico". No me sirve. Leí que es una cuestión mecánica, urticante, física. Estos gusanos de satán son peludos, hirsutos, de pelo ortiga. Son unas criaturas, unos cilindros reptantes, a quien la naturaleza rodeó de una pelusa urticante infinita que pierden constantemente y proyectan en todas direcciones. Son armas de irritación masiva. Una cámara de infrarrojos "alergénica" descubriría un mapa apocalíptico en una pineda, con millones de pelos urticantes flotando en el aire. Cada uno produce un habón, que clama rascarse y esto a la vez extiende el habón, multiplica el picor y desespera más. Llega otro pelo invisible, produce el habón, multiplica el picor y...
Dejémonos de nombres pantalla, esto es veneno.

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