jueves, 21 de marzo de 2013

Soledario

Deserto "Diario de un cazador" de Delibes, por ese idioma recio de pueblo como un pan grotesco, duro y amargo. Cicuta literaria.

Ayer se resbaló un día otoñal, en retroproyección, porque mentaba el ocaso en un día cerrado, oscuro y nubero. Los campos primaverales no cierran por otoñeces. En una parcela se ve un campo masacrado tras la cosecha, en pleno desorden. En las restantes, el fulgor de los vegetales no se suspende. Unos mercenarios de la fruta toman el bocadillo de medio día, antes de arrebatarle todo a la siguiente parcela. Yo paso a veinte metros por mi raíl de vida, por la franja intermedia de los poco ricos y los poco pobres, prosigo mi devenir palaciego a sus ojos. Compruebo que hoy comerán, y portearán toneladas de carga deslomados, para luego dormir en un piso frío con diez más que huelen mucho como ellos. A los de mi extensa franja intermedia se nos olvida la desgracia de no tener donde caerte muerto, azuzados por la promoción a estadios mayores. Dejamos la desgracia de ser africano aparte en el plato, y nos llenamos la boca con la palabra crisis. Después todas las lechugas del mundo que comemos, han pasado por sus manos ya inexistentes, borradas. Es nuestra explotación de clase media, el ahh se siente por haber nacido en tan mal sitio, nuestro conservadurismo trepa y amnésico.

Luego el día se rompe con un sol forzudo de abril que esfuma las nubes, la primavera es reversible, como el otoño, el año tiene pasadizos de espaciotiempo fortuitos. Los mercenarios alcanzan el reúma, pero a esas horas del día ya ni me importa, nos olvidamos, yo sigo mi raíl abundante y palaciego, y me seguiré lamentando de leves pérdidas de comfort como un comemierda. Soy un europeo habituado, un civilizado de pleno, un residente del primer mundo. A mí las neurosis y los decrementos, las angustias de escoger entre 30 pizzas y no alcanzar el último smartphone. Soy una criatura sofisticada y estúpida, como tú

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