miércoles, 13 de marzo de 2013

Las posaderas de la primavera


Mariposa Technicolor, canción desaforada de Fito Paéz, se cuela por mi cabeza a las sietes de la mañana. Se está produciendo la implacable concatenación de sucesos primaverales. El coche con las ventanas tapizadas de polen. El maratón de insectos saliendo de las huevas. Los campos luciferan, una luz más candente se ha posado en ellos, que los está empezando a dorar. Las nubes son flamantes y han mutado a gigantes, nubes nodriza ocupando los costados del cielo. El alfombrado verde luce sin saber que empieza a despedirse, con medio pie en la tostadora. Y ya se van las tardes breves interruptas, las tardes sumidas en un apagón precoz. Aparece una hora blanda en la tarde [19h], una hora nueva que no estaba en el invierno, en que se posa la escritura.

Ayer era una tarde en que se nos pudría la mejor temporada de la historia, en que una enfermedad fulminante pillada un anochecer en San Siro aniquilaba una vida plena. Lo de este Barça es una historia de virtuosismo, una década gloriosa del arte deportivo. Más allá de todos los títulos de sus capítulos, una veintena, importa el abultado número de páginas y párrafos de celebración del fútbol. Este Barça merece ser también un fenómeno literario. Como Andrés Iniesta ayer certifica, que es futbolista y artista, y que un proyector con driblings suyos en un museo es pertinente.

Era una tarde de convocar a los espíritus. Hacía falta un Camp Nou brujo. Estábamos por ir de luto, bien negros, con ánimo plañidero tras las losas de Inter y Chelsea. Esperábamos un partido en el matadero.

Después basta un clic y un clac para descerrejar toda la ciudadela maciza del Milan, un leve toque y un sutil disparo, para limpiar las telarañas del fortín. Luego, el reincidente, el repetidor de excelencia, volvió a transmitir. Nuestro dios del fútbol nacido en Rosario.
Se asfixió al Milán.
Y a un Jordi Alba de tartán, se le pasó una pelota mientras mutaba de velocista a futbolista, tambaleándose, pasado de frenada, en el minuto 90, y se recompuso en un segundo para definir un pase de la muerte a gol.

Ya todos fantaseamos con otra Copa de Europa, tras 6, seis, semifinales seguidas, y no se nos ha arrancado prematuramente este frenesí triunfal de la fantasía.


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