martes, 5 de febrero de 2013

ESCRITURa TriBal


Tengo los ojos llenos de miel. El libro "Ramón y las vanguardias" me parece el colmo de la lucidez.
Analiza Umbral el aspecto ritualístico de cualquier estilo de escritura. Es más, desvela que toda actitud discursiva es un rito. El discurso, como forma expresiva que el 99 % de los prosistas utilizan, es un rito.

Contrapone esta "costumbre" con la escritura de Ramón Gómez de la Serna, que siempre está empezando un texto, ya sea entre-párrafo, en el ecuador de un libro, o en su última página. Y avanza aparte, con frases cortas, separadas por puntos. Se olvida de la condescencia ritual de consenso estilístico, ignora los cánones. Y lo hace también de cara a las expectativas del lector, que se encuentra escritura parturienta por doquier. Rompe el acto discursivo. Redactar, es un acto ignorado para Ramón. No escribe a lo ancho, se olvida de la dimensión que hace de levadura a un texto, no le dota de cuerpo, sólo de caras. El arte de lo fragmentario, como menta F.U.

El Francisco Umbral más filosófico, con igual aguja prodigiosa en terreno etéreo, me preña, y me hace tremendamente poético. Arrastra mi capacidad lírica hacia los balcones analíticos, y comulgo esa filosofía lírica tan lúcida, que cala la realidad y las entrañas de las personas. Se me llenan los ojos de miel, y así hasta educo poéticamente a Albita.

Lo icónico por lo cósico. He aquí un gozne aprendido en esta travesía umbralista por el oficio. La imagen ha de hablar en mi cabeza, suscitar, y ponerle un título. Se debe anticipar a ver su "representación", su palabra, su cosa. Hay que desacostumbrar al cerebro a tirar de etiquetaje, y así retitular líricamente cada presente del mundo. No hay que describir nada, se ha de tirar de talento retiniano.

No hay comentarios: