miércoles, 6 de febrero de 2013

El tuteo como evolución


Cuando vemos una película de los años 70, o de los años 40, cuando asistimos a una obra de teatro escrita en el siglo XIX, o leemos poemas del XVII, en todos nos invade una percepción de lejanía, que aquello es arcaico y demodé. Hay una falta de tuteo e informalidad total. El principal motivo de su antigüedad y desfase, es el encofrado aislante de la intimidad. El pudor de la propia personalidad está camuflado en formalidades, ustedes, fórmulas de cortesía y creencias. Inconscientemente, el cogollo humano viene a ser demasiado sucio y animalesco, y eso se ha sabido siempre, de forma que la evolución industrial y tecnológica ha corrido paralela a una evolución hasta el tuteo, no otra cosa. Hacia una simplificación y desnudo de las formas, y no a su emperifollamiento. Así de falsario es lo humano, acongojado por los miedos.

Hemos llegado al tú, nos hemos mostrado, cuando hemos tenido la suficiente sensación de control. Se ha producido por generación espontánea de las nuevas generaciones, mientras ocurría el apagón de lo sagrado. Nos hemos liberado, de nosotros mismos, de la cortesía, nos hemos dejado de cortar, de la timidez que suscitaban las enormes manos negras de la vida, ahora que no son manos ni oscuras ni existen. Y ha brotado el humorismo, se ha licuado lo intocable, y todo es más jocoso y desencajado.

Lo monstruoso hoy en día se llama paro, corrupción, cambio climático. Somos más inteligentes. También somos más asépticos, y menos inflamables. Se corre el riesgo de hacer vida de hámster, desnaturalizado, liofilizado, virtual. El decoro y la cortesía hoy medra en Facebook, nuestra tarjeta pública, el gran teatro de vanidades. Da cierta rabia que la identidad personal se apuntale a base de tanta fotografía de la parcialidad. Ahora que nos llamamos de tú, sólo nos queda saber pasear nuestras vergüenzas.

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