jueves, 7 de febrero de 2013

Trozo de libro


En este diario, que es parcial, como todos los diarios contienen lo que se tolera, hoy traspienso del frío y de Dios.
Últimamente busco mi libro inédito, y mi natural temática impar puede que se aloje mejor en eso, un diario tolerado.

La lírica del tiempo, la lírica del clima. La muda traidora de todo invierno. Sonreímos y nos congratulamos de la suavidad de nuestra latitud, cuando el sol y lo cálido se asoman en enero, en gritos del verano desde su cueva. Constatamos que al invierno y la gelidificación sólo le falta su último cuarto, y es cuando, una ventolera, aupada por los Siberias o los Árticos, por el demonio en fin, llega en menos de un transbordo, y sorprende nuestras sonrisas plácidas poseyendo un clima suavón, y esfuma nuestra fantasería del verano chillón.
Y hay que volver a estofar la casa, porque viene uno de esos estornudos cuya metralla llega de nariz a codo. Ese dolor agudo en el codo tras un estornudo, de cuerpo tieso de frío, que es un dolor linfático, un botón que te sentencia en el resfriado porque lo gélido ha invadido las células blancas y apóstoles de la linfa, las únicas que nos salvan con sus patrullas, de todos los gángsters gérmenes del mundo. Es nuestra capa anónima de superhéroes que limpian el mal, una de nuestras siete maravillas de la existencia, que obviamente no tiene ni nuestra cara ni nuestra firma. Es una cepa mínima y medio ajena a nosotros, que forma parte de nuestro chasis heredao, y poco se parece a nuestro yo manazas. Los primos segundos superdotados de nosotros. Qué perfectas son nuestras células, y qué imbéciles somos las identidades que las calzamos.

Y Dios. La otra hoguera de pensamiento que ha ardido y voy a trasplantar en una hoja. Todo ese celulario magnífico que hemos heredado, y la mecánica perfección de los tejidos vegetales que dan árboles escultura y tomates que sonríen, siempre ha tenido la versión de un padre que plantó todo eso por nosotros e hizo el mecano del mundo. Una interpretación consecuente y más que plausible, que ha gozado de siglos de comunión. Mi infancia fue escolástica y practicante. Pero cuando asumes falsa esa padrificación de la evolución, con todo lo que a un padre toca los cojones tener cachorros estúpidos e hiperemocionales, que a la vez sufren ese desamparo y trauma existencial, cuando lo asumes te das cuenta que has vivido una juventud ortopédica, con la libertad marcada con un precio y una temática. Percibes que te has perdido grutas y sendas silvestres de la vida en pos de unas ordenanzas arbitrarias, que has ingerido kilos y kilos de tradición antigua con la voluntad de que milites ese conservadurismo frío, metálico y con envoltorio de bálsamo doméstico, como aquél que le redime cada día una colonia arcaica.
Tu vida tiene unos cimientos piadosos, ortopédicos, culposos, predicadores, que son como el color de piel de uno, modificables pero estructurales. De ahí toda la duración de una vida para cocinarlos y mutar su crudeza.
Yahvé, Dios, y toda la ristra cristiana, es tan poco femenina. El ámbito religioso, ámbito de amparo, tiene tan secundarizada a la madre. Lo religioso, como fenómeno histórico pasajero de la humanidad, es una preponderación de lo masculino y sus valores. De ahí la violencia, la severidad. El fenómeno religioso debería haber estado en manos femeninas. Las mujeres han criado y posibilitado nuestra supervivencia emocional. Luego los hombres, ya crecidos, se han hecho con la silla del mando absoluto y las han marginado de la administración "sacerdotal" de la verdad.
Como cuento o mito te lo compro, pero resulta que es la historia de la humanidad.

Aparte de esta parafernalia carnavalesca de la verdad, el ropaje secular del Dios absoluto, llámese cristiandad, musulmanismo o animismo, siempre queda claro está, la pregunta inteligible, y cuántica: ¿cómo se generó todo, cómo "apareció" el universo?
Una pregunta que no es de antesdeayer cuando nos fuimos al campo, de un poco antes. Ningún antropoide ha podido responder a esta pregunta y yo me la respondo antes que se acabe de pronunciar. Lo hago en mis entrañas, intuitivamente, sin abrirme, sin poner a examinar las consecuencias que afectan hasta los segundos de mi vida, tal como harían los que responden -Dios. Precisamente porque la respuesta es -NoDios, me sale operar a la inversa.
Si inconscientemente gana la opción de la generación espontánea, del pedo fortuito como inicio de todo, para que voy a obrar después una cosmovisión que haga de ortopedia de mi vida. Precisamente la "respuesta última" apunta a una completa liberación de prótesis, a una frugalidad filosófica que se deje llevar por las oleadas terrenales, sin ningún mapa apriorístico. La aventura de la intemperie, frente al cobijo de la caverna cristiana. Cuando ahí dentro había una civilización, temerario era el errante. Hoy en día hay demasiado físico cuántico para seguir siendo topo.

La verdad, última, definitiva, queda oculta así hasta el siguiente nuevo episodio existencial. Provisional y provisionada de acontecimientos. Una verdad perecedera y renovable. Terrenal, más compleja e intrincada que la tiralineada, ominosa y polaroid verdad teológica. Una verdad en cocción, elástica, que envejece igual que la carne de uno.
¿Y de dónde ha salido todo esto pues? Ni estaba aquella noche, ni lo repetirán en cines o en la 6. Sólo puedo visionar esa torrentera originaria en el río del 2013, tal vez pueda aprehender algunas perlas de lo que pasó, y aún así, tengo todo un corpus de existencia enorme y suspendido que continuar, una destinación en la que fajarme y seguirle escribiendo colores.

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