jueves, 10 de octubre de 2013


Puede ser que se escriba mejor después de los terremotos biográficos. En la resaca de las desgracias, parece que el sismo haya centrifugado de alguna manera el contenido de la cabeza y todo se haya vuelto miscible. Algunos psicodélicos actúan como una mujer de la limpieza, extraen todos los cajones del archivador, los limpian por dentro, retornan el contenido nunca en la misma disposición de antes, y en tu cabeza van saliendo pistas y aromas olvidados.

Tras los penares hondos, la cabeza también se funde, se mezcla, cambia sus coordenadas. Entonces se supura más literatura, con esa mirada nueva, reconecedora del terreno, pues la introspección no tiene otras lentes que su status quo, ahora transmutado. El sismo acaba con el último crujir que es expresión, sentencia, literatura sintomática. Llámalo noticia, periodismo íntimo. Las desgracias emiten fortuitas esa frecuencia postrera e inspirada, un perfume sabio y convalesciente, que es a lo que huele el amanecer de un restablecimiento.

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