La niñez, así en su conjunto, es un bloque sencillo, remoto, descafeinado, y esotérico. La infancia se activa mentalmente como las dinamos, por fregamiento. Nos rozamos con objetos del ayer, sintonías, personajes, lugares, de aquella época, y nos teletransportamos por instantes a esas coordenadas mágicas. Revivimos el mito. Usualmente la evocación de la infancia vive en su departamento, en el barrio emocional de la mente, empapada de nostalgia, pero ya extranjera al presente, una maqueta viviente que ya no será y no hace falta asumir.
Es una era mitificada porque éramos diminutos y el mundo de afuera era igual de grande, es la época en que experimentamos la magnitud amplificada del mundo, doblemente monumental por grande y por nuevo, descorchado, inagural, virgen.
Al adolescente al agrandarse, le da por comer el mundo, con su brío y crescencia estrenados. El niño simplemente lo puebla, lo ocupa, lo agarra dramáticamente.
1 comentario:
me alegra leer que te va bien las cosas aunque me cuelgues el telefono . Hay una cosa que ... en fin
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