Hola chicos, soy Coco, hoy vaamos a ver la diferencia entre, ser y funcionar. El cejudo debate entre estructuralismo y funcionalismo se replica en nosotros mismos. Cada cual va elaborando o eruptando su identidad, el DNI o espejo que todos necesitamos para tener cuerpo psíquico. Es nuestra estructura y nuestra respuesta a la pregunta cómo eres.
Funcionar es otra cosa, algo ajeno al Mundo de las Ideas, a la foto congelada de nuestra identidad. Borbotea también ahora el debate Parménides - Heráclito. Erupta alguien la potencia y el acto de Aristotéles. Ya estamos todos.
Si me piden nominar al más irreal de los dos, elijo la forma de ser. Y la que menos importa también. Al final de la vida es el mayor remake jamás visto. Una continua adaptación de nuestra solidez a movedizos escenarios blandos no visitados. Por eso quizás es mejor conocer la forma de funcionar de uno, que no es lo mismo. Olvidarse de nuestros hábitos y convicciones, para fijarse más en los cambios del entorno y nuestra forma de engancharnos a ellos.
Descubrir la forma de no disgregarnos y seguir engarzados con la trama de nuestras vidas no escrita. Intuir ecuaciones entre nuestros éxitos y defectos, entre pasiones y aburrimientos, entre estancamientos y mejores virtudes. Saber del arte del cambio de agujas, de como se apaga o enciende nuestra energía, de como uno se tira por un tobogán osado de su identidad sin miedo a dejar de ser alguien, que al fin y al cabo es un alguien que se diluye cada día. Sabernos viscosos, indefinidos, más que solidos.
Es entonces cuando nos entra el vértigo y el miedo a dejar de ser, a perder identidad, como si nos quitáramos parte de nosotros, un órgano, al tirarnos por ese tobogán. Es el apego a la casa psíquica, a un hogar seguro en nuestra cabeza.
Una vez reflexionado... la extirpación es mitigada, toda filosofía cuesta de ingerir por su peso y por lo que tiene de chip. Macro-chip. Pero ayuda a tomarnos menos en serio a nosotros, a darle menos valor a la vida, en este mundo occidental del 2008 donde la vida se alarga como nunca y se eleva en chatos altares profanos. Porque también hay muchas versiones de una vida. La justa, la alargada, la lenta, la artística, la sin frenos, las ascendentes, las decadentes...
Es en la forma de funcionar donde la forma de ser adquiere un carácter cómico y paradójico, el lugar para que se derritan muchos fundamentos, y se reescriba uno mismo descubriendo todo lo que uno no es, el parto de nuestro antiyo necesario.
Me gustaría encarnar un "Yo soy esa persona que se descubre su no-yo cotidianamente, que conoce su mapa y su anti-mapa", pero desafortunadamente ando bastante perdio y por las mañanas estoy en Barcelona, por las tardes en Costa Rica, y por las noches haciendo una novela en una pantalla de trading, demasiados ratos en Nadalandia.
viernes, 19 de septiembre de 2008
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