martes, 16 de septiembre de 2008

Ciencia familiar

Empiezo un pequeño trasvase del tercer blog al primero, para ir unificando obras aisladas y a veces lejanas, en este tiempo más estrecho para la escritura por otros quehaceres necesarios a realizar...

Toda familia es un sistema orgánico sin desenlace. Un hijo es la prolongación de uno mismo y a la vez su complemento psicológico, incluso muchas veces la descendencia es el negativo psíquico del progenitor. Un juego de claros y oscuros, de contrapesos, una balanza donde padres e hijos se equilibran dinámicamente y forman un animal psicológico conjunto, en el que el movimiento de la psique de uno afecta al otro.

Se va formando un puzzle desde que nace el bebé, cuya forma de ser la moldean los padres y a la vez él mismo recorta y opone los perfiles y asperezas, para encajar en los huecos del puzzle de la convivencia eterna. La necesaria rebeldía a los límites paternos. Como en la pareja, uno va creando el anti-yo del compañero, a medida que se acaba de conocer la completa silueta del otro después de tanto tiempo, uno aprehende y reconoce lo que está fuera de esos límites posibles del ser del otro, y a veces se sitúa y afirma en esas realidades alienas, que duelen cuando se pisan, tocando los cojoncillos claro, en defensa o ataque propio.

En la familia todos acaban mostrando y re-mostrando sus parcelas psíquicas, y algunas se afirman tanto que los hijos adoptan ese mismo terreno en alquiler, o a la vez buscan tierra alternativa propia. Al final, la psicología de la familia es toda una obra maestra, un latifundio de matices, un bello espéctaculo para ser observado en sinfonía. Como en una cueva de Indiana Jones, tocar un fenómeno saliente abre una pasarela inconsciente en otro miembro familiar, o enviar la luz a un punto neurálgico del grupo hace mutar al resto de integrantes en su forma de hacer. Cantidad de planos jugando entre sí, en las formas de decir, contestar, aspirar, emplear el tiempo, las aficiones, los vicios, los hábitos, las amistades... las de cada miembro tan propias, tan suyas, pero todas salidas de la misma matriz, tan independientes pero a la vez tan interrelacionadas como la sangre.

Y todo ese espéctaculo sólo se entiende cuando se conoce a una familia abierta toda la noche. Esto no es más que lo que hizo David Trueba con los Belitre, esa maravillosa obra de arte desmenuzando la ciencia de la familia

3 comentarios:

elnaugrafodigital dijo...

La familia puede hacerte enloquecer y darte la cordura. Se mueve entre esos dos polos (de fresa).

Jordi Santamaria dijo...

Sí, tañe esa cuerda sinusoidal tan abrupta.
Es lo único que abre 24 horas todos los días, dijo aquel, Ambroise Bierce, y su diccionario del diablo, libro que debo comentar en este blog.
Yo me refería a que un individuo es un cuadro incompleto de sí mismo, que necesita del rompecabezas familiar adosado para saber esclarecer donde está su silueta fijada exactamente.
Como un archipiélago movible, la familia de uno son nuestras eternas influencias satélites adosadas.

Anónimo dijo...

Sinusoidal: sí. Tengo que leer cierto post.