sábado, 15 de diciembre de 2012

Correrse o caminarse

El hombre es un policía del placer. El placer sexual siempre va unos metros adelante, y el resto del organismo tras él. Traemos de serie un instinto lacrado, que sólo posee un botón y medio. Suena lo que digo a toda la palabrería del pensamiento genital del hombre, pero me refiero ya al propio estrés que supura de la tiranía del instinto.

Correrse deriva meridianamente de correr, porque la obtención del orgasmo acaba siendo muchas veces una carrera, un sprint, en que parecemos ir tras otro corredor que se nos escapa, y es el propio placer, que tira de nosotros, como una liebre para un récord, y llegamos a meta infartados de sprint, y el mundo se para, pasa de un metabolismo de jauría en la selva, a uno monacal de ayuno de domingo.

Llevamos dentro un desnivel motivacional, que al asomarnos, nos lleva pendiente abajo y nos convierte en cazadores del placer o domadores del deseo a lo sumo. Nadie educa al placer con caricias, porque se enrosca entonces como una serpiente carnal. El placer siempre se ha educado con cilicios y látigos, como bestia rosa que es. Nuestro animalismo nos delata, hay que dejarse llevar por la torrentera sexual, universidad de la premura, confesarse un salido más de la lista, y que la elegancia de la sinceridad nos salve de nuestro tirano interior, al menos escuchado y no encerrado, libre de decir lo que quiera.

Y en aras de la sensualidad, no dejarse engañar por la vorágine y autopista que siempre nos ofrece, si nos tienta a perseguirlo. Luchar contra su toboganismo, siendo remolones, recreándonos en la mediatez, paladeando su impaciencia, perder tiempo a cámara lenta en esa recta final de estadio que siempre es el sexo.

1 comentario:

carmen dijo...

Hijo, es otra edad la mía para sentir que el sexo va por delante..
Creo que la sensualidad está traspasada de alma y el alma de sensualidad. Y que cuando dos se unen en sintonía, se toca el cielo con la carne

Bueno, que soy joven todavía ehhhh