viernes, 28 de septiembre de 2012

El Iva de la lírica


Le doy a la llave de la lírica para escribir y gasificar la ocurrencia, una vez he reempalmado mis galerías mineras umbralianas, de baja durante meses.

Me cuesta moverme como el delfín umbral por el léxico, yo me suelo dedicar a otro negocio. Otra ruta por la orografía del lenguaje y de los lóbulos corticales, él tan pegado a los objetos, tan texturizado, con una metafísica de corte transparente, y yo como un polvorón de pasos líricos por estribaciones y cordilleras, con poca cadera inmanente y bastante olor a sesos.

Él es papel velado al escribir, instantáneo, una polaroid de las entrañas de las escenas, entrañas delicatessen y appleizadas. Aquel gadget transmisor que absorbe paisajes y habitaciones, y te devuelve pintado sin más un cuadro mitológico. Un sabueso psicofanto que con tres líneas de Gide, le descubre toda su genealogía y psicodinámica.
Todo por ese intrusismo corrupto en el lenguaje, su enchufismo, el incesto continuo entre el hijo del lenguaje y su padre, con cien hijos libros decentes que no mantener.

Yo, erro en una tarde de vientre blando en el cielo, paseando con mi perro-hermano. Recorro las calles y la playa de un lugar muerto, a la vez urbanizado y hospitalario con cinco mil camas. Vivo en una pedanía, una pedanía catalana, especie de barrio diseccionado y puesto en formol hace medio siglo. El bisturí intermitente y eterno, son las aeronaves que levantan un tabique acústico eternamente intermitente.
Un lugar entre la playa, la autopista, y un corredor agricultor de kilómetros, vivo en una zona despistada de sí misma.
Y parece que todos los habitantes guardan el silencio, discretos, caseros, no proactivos, cumpliendo la leyenda de zona fantasma.
Sí, sería un lugar cómodo y diáfano para los fantasmas, para entrar a vivir. Un rincón para viejas glorias y criminales acomodados.
Un día o seis, hay que salir sin más a encontrar fantasmas, salir a colonizar estas calles, pararse, y dejarse imantar por algún espontáneo que ha osado romper el arresto domiciliario.

Leer a Umbral te permite recobrar un fonendo, con el cual puedes auscultar tu mundanidad, y extraer sus claves y mapa candorosos, vivos, henchidos, latientes. Sólo así tu pueblo vuelve a respirar.

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