martes, 14 de octubre de 2014

Apogeo y perigeo de un verano


Nunca había vivido un agosto tan calvo, arrasado de televisión, cine y noticias. Aquí todo el mundo ha desertado, se ha ido de vacaciones hasta la última neurona de la península. Sólo da para narrar el último minuto del traslado del cura con ébola, que si ha tomado tal calle tras parar a cambiar una rueda. Eso es este agosto, otro modo de hibernar, como si la realidad se preparase para un festival de referéndums y segundas transiciones en otoño.

De momento diez reporteros se plantan en Queralbs, siguiendo por calles empedradas y pirenaicas si Jordi Pujol ha comprado un pan con un billete de quinientos, o si ha ido al bosque a desenterrar un bote de nesquik con toda la información de la vacunación de sus hijos. Faltan tres cámaras más haciendo un reportaje del esperpento periodista. La realidad está de baja, está cansada. Ahora se recurre al hueso de Gibraltar, que cada verano se lanza a los españoles a ver si lo roen. El prime time también  se ha ido de vacaciones, el país ha cerrado la persiana como nunca. 

[...]

Hoy 22 de septiembre sí que se reinicia la cara A del día a día. Hoy vuelve a apetecer tomar té caliente, y lo manda el cuerpo, que es aquel que preside la vida, ya que mi yo no es más que un asesor adjunto. La lluvia de hoy no concede ninguna impresión más acerca que hoy se reinicia la gran rueda del año. También dejamos las conductas alternativas, y antes de tomar conciencia del inicio del reseteo, ya había retomado el desperazarme leyendo periódicos en el iphone, poner a Basté en la radio, o empezar a escribir y publicar mis adentros. Kobe espera en la parrilla del sofá su momento de paseo. Hasta hoy por fin los abogados se pondrán a trabajar y estaremos embarazados. Hoy es más lunes que nunca. 

A septiembre primero llegó el fútbol, después los cuerpos, y al final el ferrocarril de la cotidianeidad. Mecánicamente, la ciudad vuelve a estar atestada de nuevo; y en el campo se hace patente la luz ronca de septiembre.

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