jueves, 9 de enero de 2014

Ismael Santos


¿Por qué fui un jugador de baloncesto eminentemente defensivo? Los valores de los jugadores defensivos podrían enumerarse: marcaje, físico, escolta, réplica, imitación, secundarismo, ausencia de focos, voluntarismo, constancia, exhaustividad... 
A todos los equipos infantiles les suele ir a parar tarde o temprano el entrenador profeta, aquel chaval de dieciocho años que desfonda su vida por el basket. Un fundamentalista del baloncesto que remeda las carencias del resto de su vida en su carrera colegial como entrenador. Niños soñadores de apenas diez u once años reciben los impactos de aquella vida entusiasta por el basket, campeonista, industriosa, que siente la llamada de la Canasta. Aquellos dos años de minibasket estuvieron afilados de perfeccionamiento y competición, siguiendo las tesis exaltadas de aquel minientrenador de metro sesenta y dos. Una minidoctrina para unos minipersonajes enfundados en una camiseta azul. Él nos trajo las tablas sagradas de la Defensa, su credo deportivo-vital, ése que hoy degrada los marcadores y el espectáculo de una Acb moribunda. El niño aplicado con el número 11 fue su mejor discípulo buscándose en la ceguera de la niñez. 
Después todo fue irregular. Un verano me dio un cuerpo cinco años superior con una pubertad precoz, luego la rodilla se rompió siete buenos meses, mientras el resto crecía y las posiciones bailaban macabramente. Pasé de pivot a base en apenas un año, siendo alero de fábrica, y ante tal desbarajuste la defensa no entiende de caos y es un buen puerto.
Aquel entrenador resultadista, conjurador de grupos, se me cruzó seis temporadas más tarde en el banquillo contrario y ya en alta competición. No le tembló la dignidad a la hora de ridiculizarme frente a mi marcador, dejándole bien claro que yo no sabía botar y que él era un mierda por no haberme robado la pelota una vez más. Después me enteré que fracturaba los tests psicológicos de una investigación de un amigo Psicólogo al serle pasados, y que por supuesto odiaba a los Kings o los Suns yeyés. Y ahora ando con cuidado con que mis sobrinos y mi hija, y ese alambre que tienen por mente, no tope con fundamentalistas y talibanes del bridge, la raqueta o la canasta, y les enseñen cosas tan feas como la defensa, o valores tan cobardes como el resultadismo.

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