jueves, 12 de enero de 2012

Pepe & Rubianes

La semana pasada fui a la calle Verdi a ver la película sobre Rubianes. Actuaciones y videos personales se suceden en torno a una cena de "las viudas de Rubianes", ese grupo de amigos íntimos que se siguen reuniendo periódicamente para compartir momentos vividos con Pepe.
Rubianes fue un fenómeno muy catalán, porque rebotó en las paredes de Catalunya y apenas pisó escenario y televisiones fuera de sus fronteras durante su apogeo. Para nosotros eso es un gran privilegio, porque la suerte o el destino concentró y reverberó toda su carrera sólo aquí, y hablamos de un humorista que por talento podría haber trascendido a escala mundial en todos los territorios de habla hispana, llenando los teatros que hubiese querido. Estaban los otros, y él. Estaba su carisma, y el del resto del mundo.

Era una especie de virus humanoide de la risa. Su sola presencia contagiaba buenas ondas, cachondeo, un chute de buen rollo nene, felicidad instantánea por momentos, ya fuera en su espectáculo o en una entrevista común. Tenía la virtud de encontrarse siempre en el medio del cachondeo, ésas eran sus coordenadas, siempre lo pillaban allí. El habitante del cachondeo automáticamente emitía unas voces felices y fiesteras, siempre ocurrencias agudas que salían de lo liviano de vivir en el cachondeo, sorna, ironía, juegos automáticos de sonidos y onomatopeyas.
El suyo era un humor tremendamente visceral. Historias fantásticas exageradas con la mirada seductora de un adolescente, onomatopeyas para todo, una voz cubana o andaluza o sarcástica catalana arrastrada en sus discursos. Podía convertir una anécdota en la aventura más desternillante, y las contaba como las cuenta tu mejor amigo a la vuelta de un viaje, con las mismas licencias. El tercio de sus palabras eran palabrotas, faltonas, rotundas, definitivas, con las que te descojonabas. Iba de frente, como ya comprobó la España triste y rancia, se la soplaban los insultos maricones de abogados con la picha corta. Si te has de cagar en alguien, cágate de veras.
Pero ante todo, era un gigante de carisma. Probablemente si se hubiese dedicado a explicar finanzas, presentar documentales de cine, ser tenista profesional, o médico anestesista, nos hubiese convencido y seducido de la misma manera, bastaba que aderezase su quehacer con una frase cachonda, alguna risa o voz de las suyas, alguna salida de tono marca de la casa. Era el cachondo de la clase, del trabajo, de la escalera, del bar, su profesión era ser cachondo.

Un hombre complejo como él se canso de este mundo y de los mismos sitios de cada día. Dejaba Barcelona para sumergirse durante varias estancias en su África querida: Egipto, Kenya, Etiopía...
Pero fumar cuatro paquetes diarios de tabaco hasta no poder dejar de fumar incluso con el cáncer de pulmón siendo tratado, le sentenció. O tal vez fue también su manera de dejar este mundo.



1 comentario:

Yves dijo...

Ell era la descripció perfecte d'un home feliç.
Era jove, va morir jove i sempre serà, eternament, jove.
Rubianes, el més gran!