jueves, 29 de mayo de 2014

Madrugón


Dormir en un albergue es que te pongan una gorda vieja de un país chungo al lado, que ronque como un ñu en celo, deje su luz abierta, te despierte tres horas, y se haya traído a sus tres acompañantes de concierto de cámara de gas a interpretar toda la musicalidad ronca de sus fosas nasales. Saldo: tres horas dormidas.

4:43 h de la mañana en la helada estación de autobuses de una provincia del norte. Luces, andenes, frío y silencio. Nadie ha venido a grabar el videoclip. ¿No era aquí? ¿No ha salido ya mi primer long play? 
Estas horas inhumanas de despegar los aviones.
Antes se vivía menos porque la sanidad estaba menos evolucionada, y porque se viajaba en autocar. Antes había dictadura y guerras, porque se viajaba en autocar, por muy coche de línea que se llamase. Hoy en día ilusión negativa es meterte en un autocar a no dormir toda la noche, acabar con la lengua pastosa y la cara entumecida.

Dejo una Girona más que atractiva, aunque creo que en una tarde primaveral el mundo es en sí anfitrión, atractivo y sonriente. Me dirijo a Cracovia donde estuve por primera vez hace siete años, la perla escondida de centroeuropa, sin el marketing de Praga, pero con realidades más convincentes. 

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