jueves, 11 de octubre de 2012

Parafilia periodística nacional


Asisto en un diferido de quince años, al cable candente que le echa Umbral a Pedro Jota Ramírez y que empieza así:

"El vídeo de Pedro J. Ramírez, donde aparece siendo sodomizado por una negra vieja mediante un pene artificial, ..."

Creo que hasta los que le tendieron a la negra vieja frotaban sus ojos con el botín, para empezar. Se trata del avistamiento de un ovni, que de hecho cuesta reencontrar como si de una aparición de Fátima se tratase, un fenómeno paranormal, perdón, una parafilia en toda regla.

Francisco Umbral le echa un capote, pero ni la potencia de Umbral lava la psique de Pedro J. Intenta acometer la defensa por el único lugar que se puede, la psicología honda y primitiva, que viene a ser la profunda. E inventa teoría para el caso Pedro J., añade la instancia del Desconocido, a las tres freudianas del Yo, el Ello y el Superyo. Suda Umbral, sentimentalmente, por un amigo y jefe parafílico.
El Desconocido, viene a ser el Monstruo en nosotros, es decir, crea ex profeso una capilla al Ello, una dimensión descarriada totalmente de la tutela del Yo, de la propia identidad, sin ningún cable conectado, que ex-plicaría conductas delincuentes, criminales, homicidas, o exiliadas de la condición humana común.

Le echa un capote más a la lidia de un toro condenado, pone más cerca el diagnóstico a especialistas del campo de la psicología y la psiquiatría. Tal anomalía conductual no se borra con un cargo, ni un Nobel abogado, ni diez mil periódicos a las espaldas, tal anomalía es una disfunción neuroquímica de la corteza prefrontral y tiene tratamiento.

Impepinablemente es una conducta privada, íntima, como el asesinato familiar de un parricida, pero que en este caso no afecta a terceros y que sería punible de rebote muy insidioso y partidista por la participación de una prostituta.
La cuestión es que sólo en una minoría reducida de la población encontrarían tal espectáculo si rastreasen nuestras vidas. La mayoría folla, pone cara de John Wayne, pero no deja meterse un dildo en el ano por una senil prostituta de color. Es así.

Después viene todo eso del diario El Mundo, de querer investigar y levantar alfombras como vocación, intentando sostener complots universales y cargarse al escogido de turno. Nos suena.

Parece una historia entre pistoleros de dos bandos de la misma calaña, del clan de los medios ilícitos o el flirteo constante con la ilegalidad difusa, emponzoñando crónicamente la convivencia de la península.
El hurto de la intimidad de Pedro Jota se convierte en una verdad de la calle, porque hasta el padrino de su hija da fe de ello y lo intenta exculpar, fallidamente. Una verdad de la calle tabú, porque tratarla públicamente podría ser denunciable si le gusta o no al periodista su contenido, ya que su extracción fue ilegal. Un trozo zombie de la realidad, tan real como prohibido.

Sólo sostengo que si no ha habido tratamiento de la anomalía neuroquímica del periodista, es fácilmente demostrable la concomitante naturaleza conspiranoide esencia de su ejercicio periodístico y la ideología subyacente en tal configuración cerebral anómala.

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