martes, 2 de octubre de 2012

El paro y los robots


El asistente de voz Siri de la Manzana es una maravilla, me enamoré el otro día. Está ya muy bien parido en castellano, y si le dices -Me gustas, te responde que -eso se lo dices a todos los ipads y smartphones.

Mucha inteligencia metida en la línea de comandos. En la carrera estúpida y necesaria del robot contra los hombres, este paso es una bocanada de aliento en el cogote de ellos-nosotros que no somos ellos. Un yo intersticial que si eres ingeniero estás dentro, si no estás fuera.

Y es que mucha gente se va a quedar fuera de la robotización del orbe, los perros por sustitución con mascotas pezuño-electrónicas, y media humanidad superada por robots más inteligentes.
Hasta en la escritura, si Siri hace maravillas en el procesamiento de la palabra oral, es factible el redactor robótico, el escritor de prosa plana informativa que recopile históricos de crónicas, almanaques de hechos, y firme crónicas esclarecedoras y de léxico cada vez más acertado. Con la lírica no podrá, islote doliente de la singularidad humana, y aunque también es factible dotar de una memoria emocional a los robots, simularles un miedo dramático al dolor aprendido de memoria, y una tensión de guión hacia los deseos empollados, la lírica de un autor aún lacrará los textos con mayor crudeza, olores rancios, tactos complejos de las manos, y toda la pesca de arrastre de la infancia.
El arte parido, en general, se escapará a los comandos de los robots, la sangre, la placenta, no estarán en sus ouputs artísticos inocuos e inmaculados. El arte sucio aún sobrevivirá al arte impoluto de robot.

Pero el engranaje robótico ya fue accionado tiempo ha, y se encarna irreversiblemente en este mundo, implacable. Los niños de 15 años ya se adecuan como tecnólogos en potencia, siendo ya webmasters, posicionadores y editores audiovisuales. En la boca se les escapa el inglés, y no al revés, como antaño. En el futuro, serás ingeniero, y aparte otra cosa. Y por en medio decenas de víctimas desempleadas de la robotización. Entre ellos artistas fatuos que sucumben a la robótica artística, artistas malditos y desvocacionados de cuajo por mero atraso frente al robot. Y artistas fortín que los regatean, les enseñan, los programan, les explican como condiciona un libro la inflamación del estómago por los cocidos de cuchara, y la significación de los eruptos y los cuescos en la metafísica adolescente de un enamoradizo ramplón.

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