En este siglo con un solar social tan grande abandonado, que es el de la religión teísta, tendríamos que espiar a ver qué okupas se han metido en dicho terreno de nuestra actualidad.
Ese solar era el único lugar que estando en él prometía otra vida, una alternativa a ésta a cambio de un crédito, un creer en ello a toda costa. O sea, que entrabas por una puerta y si te mantenías ahí te proyectaban una película de tu vida diferente con todo lujo de detalles, que te permetía creer en ese film, en ese más allá tan lejano y diferente al más acá real, el único que existe hasta la fecha.
El cine debe haber hecho mucho daño al Vaticano aunque no se hayan percatado. Pocas cosas emboban tanto como el séptimo arte y su prima la caja tonta. Y en los circuitos corticales de nuestro cerebro tanto da la ilusión del decorado eclesiástico-semana santero-religioso, que unas películas verídicas que empalmen con nuestros deseos y nos ilusionen como un mago sagrado o profano hace y deshace. Si la cuestión en este valle de lágrimas es creer, si es colar que hay más allases mejores más lejanos y abarcables, tanto monta monta tanto.
El amor es un invento relativamente reciente. La admiración ha existido siempre entre géneros, y los trobadores son buena prueba de ello, pero los matrimonios por amor han sido un producto social que se ha ido afilando con los años, pasando de muy romo a finísimo no hace tanto, mientras el índice de divorcios aumentaba en correlación. El amor y el desamor no son más que frutos de la libertad que ahora todos usamos.
Creer en el amor, cuanto más romántico más subidón, también es una forma de propulsarse mentalmente con pértiga más allá de nuestra más o menos mediocre realidad cotidiana, un refugio donde las cosas son rosas y no grises, un lugar para creer, espoleado por tanta comedia romántica de Hollywood de final feliz.
No es muy diferente a la proyección del templo. No dejan de ser proyecciones, proyecciones de la vida de uno, hacia un lugar téorico, deseado, mejor. (Nótese que la mentira evoluciona y las últimas hordas de creyentes a toda costa se apuntan a la "secta" de El Secreto de Rhonda Byrne, donde se trabaja por mentalizar a la gente que el deseo de algo ya justifica su futura existencia).
Pero el amor no deja de ser una ciencia, una adecuación entre dos caracteres, una condición de afinidad real sinequanon. Uno no se puede saltar esas vallas. Y uno no puede evitar esas charcas: el destino a criar unos hijos, pagar una hipoteca conjunta, sortear la convivencia, las enfermedades... Entonces es cuando los yonkis del amor puestos, todavía se ponen más, elevando esa carrera de obstáculos a una gesta, proponiendo su vida cual mártir religioso a la meta, tras tanta ostia-caída.
En el fondo queremos ser unos masocas. Y nos suda la ciencia como el pairo.
Por qué forzar las cosas que por sí solas se dan? Por qué el amor parece siempre tan complicado si tan sólo se pretende que nos salve del mundo, nos dé la vida que nunca tendremos y nos tape todos los vacíos de la vida? Ahh, que el amor no es eso? Que ni de lejos es tan potente, ni como un Cristo, ni como un superhéroe?
Pues va a ser que no.
Pero hay otros okupas en el Solar. Otro día iremos a por ellos : )
miércoles, 27 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario