domingo, 31 de agosto de 2008

Mi rito de iniciación

En este escaparate de mí mismo que son estos blogs- que muchas veces pecan de sermoneo y prescripciones- servidor parece que compensa su crítica a todo de unas tardes, con el mostrarse tal como uno excesivo y ridículo es, otras mañanas. Así, no deja de haber un apartado para las memorias o la autobiografía, y parece también que queda poco espacio para mi intimidad, aunque no sea del todo cierto, ya que estoy aprendiendo a tenerla.

De este modo contaré más episodios de mi devenir que explican mi singularidad y mi falta de pluralidad.
A los 17 años, en el verano de 1994, me cité conmigo mismo para revisar filosóficamente los principios de mi vida, que me habían educado. Tal cual. Acabados el curso académico, la temporada de baloncesto, los cursos de idiomas... dormía de día en mi casa de Calafell y por la noche revisaba libros de filosofía, religión, ensayos y monografías, por tal de ser yo quien escogiese en lo que creer y guíar mi vida, y no lo que me habían inculcado o enseñado.

Mis amigos mientras tanto jugaban a volley en la playa y salían por la calle de Vip´s. La gente que se enteraba se quedaba bastante estupefacta y no sé si me miraban con parte de admiración o con algo de temor.
Las conclusiones de ese retiro fueron aristotélico-tomistas: observación de la regularidad de la naturaleza y consecuente extracción de la existencia de un sentido, reconfirmando ese sentido como el Dios Regulador, equivalente al aprendido en mi escuela religiosa, Maristas; pero eso sí, no creyendo en la necesidad de la venida de un Jesucristo que parafrasease al Dios de la naturaleza en versión homo sapiens.
Tres veranos más tarde aparecería Friedrich Nietzsche y Astrid Mestres, y se cargarían la existencia de Dios, teórica y biográficamente cada uno.

Pero decía, que como aquel que elige o da a luz o diseña, la forma de vestir de sus creencias, intenta también ser mucho más consecuente con ellas, e intenta ser practicante de lo que ha diseñado. Entonces empecé a sufrir las rozaduras de un mundo que no cabía en mi Dios. Con la misma determinación que Sören Kierkegaard, y sus obras La enfermedad mortal, Temor y temblor, El concepto de angustia, intentaba vivir en consonancia a un mundo proviniente de Dios, y me acabé jodiendo la vida, el mundo era más grande que ese Dios.

A partir de forzarme a querer a una persona porque era consonante con mis ideas, desarrollé una crisis aguda y continua de ansiedad intensa durante 3 meses seguidos. Mi inconsciente no tragaba con eso inventado, y no paraba de enviarme imágenes de mí suicidándome, cosa que mi cuerpecito y mente entonces de 19 años no sabía controlar y se cagaba vivo. Se llama suicidofobia, y no tomé ninguna medicación. Hasta que no descubrí la ironía, no supe domar esos pensamientos. Desde entonces nunca más he vuelto a tener ansiedad, pero también porque no se puede llegar a tener más ansiedad, estoy vivo de milagro.
Nueve meses más tarde, en el verano, el mundo me seguía pareciendo estéticamente un lugar triste, sólo por el eco de esa vivencia agónica, porque aún no se habían secado algunos conductos fisiológicos, porque mis neurotransmisores habían descargado de un forma bestia y todavía quedaba ese eco de la agonía.

A pesar de todo, sonrío al recordar esa suicidofobia. Porque me hizo cambiar mucho, y fue una revolución de mi inconsciente, para hacerme mejor individuo. Menos tímido, más abierto, más flexible, tremendamente irónico, un nuevo Jordi también había nacido tras el parto. Un rito de iniciación necesario. Entonces ya podía digerir Nietzsche, reírme de todo y de mí, mirar a la verdad de una forma más cruda
(continuará en algún momento

7 comentarios:

elnaugrafodigital dijo...

Ya se lo dije, la razón es el mayor corsé del alma humana. Una cosa decimonónica, un lastre que aún nos pesa, y que debemos de ir soltando. Avanzar hacia una nueva razón, que incluya la comunicación no verbal, y muchas tantas otras cosas inexplicables de la vida.

Jordi Santamaria dijo...

Bienvenido de nuevo señor Laporte, se le echaba en falta. Acertadas palabras suyas son, pequeño padowan.
La razón es un corsé intelectual que puede ser dañiño, preguntarse por el sentido es más sano, y dejárselo de preguntar e im-plicarse más, encore plus.
Un natural de Tardienta, catedrático de Metafísica de Deusto, Andrés Ortiz-Osés, me parece lo más exquisito de esa repostería empalagosa que es la filosofía, y que tomado algún domingo de postre, puede resultar un acompañamiento delicioso y sibarita. Los pasteles de sus "Visiones del mundo" no tienen desperdicio (y no huele a churros : p)
Ale, ya tiene un tortel para el domingo, si recuerda usted algún tipo de moscatel, me lo cuenta y se brinda, amoss.

Jordi Santamaria dijo...

P.C: se me olvidaba. Dicho catedrático de filosofemas secoaltó la relación con un servidor cuando intentó otro tipo de relación, ya sabe usted, que me hubiese hecho cerito y pupita- Jaja.
Un gran motivo para hacerme desconfiar de las "Grandes Ideas".
Su partido de las pequeñas cosas y frecuente hiperlocalismo me inclinan a pensar, y me inclinan a pensar que usted tiene muchas salas saneadas ya y alicatadas. Al patio a jugar!

elnaugrafodigital dijo...

No he venido aquí a hablar de bricolaje, pero le diré que en una primera nivola que pergeñé hablaba de la habitación pascaliana, por aquello de que "todo los males le vienen al hombre por salir de su habitación" que es una cita tan sabia como estúpida.

Me alegra que se acuerde vd. de mi proyecto político pequeño y manejable (habrá obligación de acompañar con un vasito de agua las consumiciones de café con leche de las cafeterías), así como del concepto hiperlocalista, que el otro día leí en no sé que prensa, y fantaseé con que les había inspirado.

Pero vamos, volviendo a la razón, yo propongo verla como quien se entrega a los jeroglíficos, o a la aritmética. Un entretenimiento cerebral, pero nada de acceso a la verdad y a la explicación del mundo. Cá. Por esa senda sólo se llega a esa especie de depravación prof-alumno que vd. apunta y que apunto estuvo de sufrir en sus propias cannes, si es que yo he entendido bien la coña.

La filosofía es de prepotentes, de megalógamos de la Razón. De tontos, vaya. Al menos, el tomársela en serio. Pecado de juventud.

Jordi Santamaria dijo...

La filosofía es el azafrán de un acceso a la verdad, no es el camino a ella, pero es necesaria como ingrediente en el camino científico, psicológico, artístico, u literario... aunque sea un milímetro.

De acuerdo en la pre-potencia o ante-potencia, y en su asunción como pecado de juventud.

Por otro lado, de verdad cree que yo continuo filosofando o debatiendo? (y abro otro debate, es decir, una quimera es no querer debatir-dialogar, y otra cosa también, es que mi léxico huela o use mucho término más o menos conceptual, a la vez que poco nombre concreto y tangible...)

En fin, ni yo creo que usted se cague en los andaluces por ser pequeñoburgués como se ha dicho, ni usted creerá las cosas apuntadas hacia mi mimo. Dejémoslo en que nos estamos conociendo y confiemos en ser más complejos de lo visto y mostrado hasta ahora.

Recuerdos a su señora.

Ah, estaría encantado en leer alguna de sus 2 nivolas, indíqueme como comprarlas o hacerme con ellas si están al alcance del público. Buena noshe!

elnaugrafodigital dijo...

Me parece bien ese consenso. Lo de las nivolas, en fin, una es una mierda, y la otra paso de airearla todavía, porque habla de un trágico suceso familiar y de momento he preferido no pasearla mucho (la saqué, gané un premio y la volví a guardar, jajaj, sí es raro). gracias

elnaugrafodigital dijo...

La primera no es una mierda, qué coño, pero tiene mucho de fallida, de experimento, de falta de experiencia, de desbocadas de escribir, de entusiasmo, qué leches